Lexique

VASCO-CANTABRISMO

El vasco-cantabrismo en la Vasconia aquitana. Ya hemos visto cómo A. Oihenart atestigua la penetración de la moda cantabrista en los estudios, rechazándola. Un escritor en lengua vasca, Joanes Etxeberri de Sara (Lab.), escribe entre 1712 y 1719 asimilando kantabresak y eskualdunak («Eskuararen Ethorkia», San Sebastián, 1972:63). Otro historiador, su contemporáneo Pierre Marca, bearnés y Presidente del Parlamento de Navarra, no acepta la asimilación en su »Histoire de Béarn» de 1640. Sí la admite, sin embargo, el militar suletino Jeanne-Phillippe de Bela, autor de una inédita «Histoire des Basques...» desde su origen hasta 1748 y creador, en 1745, del célebre cuerpo denominado «Royal Cantabres Volontaires», adiestrado a la prusiana y compuesto sólo de vascos de las tres demarcaciones francesas. Bela conocía la obra de Larramendi --que vivió en Bayona de 1730 a 1733--, llegando a traducir el «Prólogo» de su «Diccionario Trilingüe» de 1745 (Peillen, 1987: 157). Las relaciones de ambos debieron de ser estrechas, como lo atestigua Larramendi en su «Corografía», en la que confiesa deberle «muchos favores» (1950:16). La historia de Bela nos es conocida sobre todo por la adaptación que de la misma publicara en 1785 el benedictino y futuro obispo constitucional Sanadon. El «Essai sur la noblesse des Basques» fue traducido y publicado al año siguiente en Tolosa. Su traductor, el eclesiástico ilustrado Diego de Lazcano, nos pone en guardia en el «Prefacio» sobre el clima político-religioso en el que se desenvolvían la investigación y la vida cultural ya que dice haberse tomado licencias, «parte por motivos políticos y parte por no desviarme de los principios más seguros de la Teología y el Derecho». «No convendrán --dice con cautela Lazcano-- todos los teólogos en que se diga que la libertad o la exención de la Potestad civil, no sólo es el estado primitivo de los hombres sino su estado natural (...), tampoco se conformarán todos los juristas con que se llame usurpación la conquista del Reyno de Navarra por D. Fernando el Católico». Al amparo del vasco-cantabrismo Sanadon trata de demostrar que los vascos conservaron siempre exentas «sus propiedades de todo vasallaje y servidumbre, como sus personas». Su origen fue una confederación compuesta por:«los Pésicos, que ocupaban el territorio de Santander, y Laredo, los Cántabros propiamente dichos, que poseían una gran parte de la Bizcaya, Alava y Rioja, donde estaba situada la Ciudad de Cantabria, Metrópoli de toda la Confederación, los Autrigones, Caristos y Origeviones, que poblaban lo restante de la Vizcaya y Alava, y los Várdulos y Vascones, que ocupaban la Guipúzcoa, Navarra y una parte de Aragón (p. 27)».Siguiendo a G. de Tours, Sanadon se hace eco de la invasión (587) de la Novempopulania hasta el Garona por estos vascos. Luego habrían constituido una Monarquía bajo los Reyes de Navarra, «de los quales muchos se intitularon Reyes de toda Cantabria, porque a sus estados, que comprendían ya el País de los Vascones, agregaron las comarcas ocupadas en otro tiempo por los Vardulos, Autrigones y Cántabros (p. 30).» Finalmente Sanadon trata de demostrar que «los bascongados de Soule y Labort han gozado de las mismas ventajas que los de Baxa-Navarra (p. 200).» Y que «no están sujetos, sino a las leyes constitutivas de su Reino particular, y de ningún modo a las que se han hecho y se hacen para toda Francia (213).» Como es evidente, su alegato se dirige principalmente a poner un freno al Absolutismo francés y a la venta del realengo y su subsiguiente señorialización. Pese a la lectura constitucionalista que el ilustrado Sanadon hace de los Fueros, como contratos entre «la Nación y el Príncipe» (181), una vez más el igualitarismo vasco se manifiesta bajo la forma de «nobleza universal» predemocrática, alodialidad o «franc-alleu» en el vocabulario de Polverel, seguidor de Sanadon, y en historiadores vasco-franceses posteriores. Haciendo caso omiso de la difusión de las investigaciones del P. Florez, tanto Chaho como Belzunce (1874), Jusef Eguiategui (1780), Iharce de Bidassouet (1825), Depping u otros mantienen el cantabrismo, que persistió a ambos lados del Bidasoa de la mano de foralistas de diversas procedencias.