Lexique

SOLUTRENSE

El Solutrense vasco. Parecen realmente interrelacionados los solutrenses del N. de la Península y del Pirineo Occidental: incluso se piensa que éstos pudieron haber recibido cierto número de elementos culturales no de la Francia central sino de las gentes ibéricas del otro lado del Pirineo. En este sentido el País Vasco meridional se denota como una zona de especial interés para el conocimiento de esas supuestas corrientes de relación. Puesto que «parece como si Isturitz se mostrase en estas épocas más próximo a Bolinkoba, a Santimamiñe o a Ermittia que a los otros yacimientos del Pirineo francés» se pregunta Smith ( 1966: 333) si Isturitz pudiera ser así considerado como un puesto de avanzadilla («un centinela») del litoral cantábrico sobre el ámbito pirenaico. Precisamente el componente de piezas foliáceas características del Solutrense ofrece referencias muy sugestivas a esa pretendida relación cultural entre ambas zonas vecinas: tal sucede con las puntas de base cóncava que se encuentran principalmente en estaciones de Cantabria y ofrecen ejemplares excepcionales en las del Pirineo francés «vía» Isturitz. Como se ha indicado en otra ocasión, ha sido la tipología particular de esos utensilios labrados con retoque plano cubriente (o lamelar) la que ha orientado la mayor parte de las clasificaciones internas de la cultura solutrense. Se piensa que en aquellas piezas se cubrían funciones de «puntas» de caza y que, por ello, las variedades de conformación de sus bases, se debieran a diversos modos de atado o de inserción en sus enmangues. El Solutrense Medio se ha caracterizado por la brusca eclosión de las piezas talladas por ambas caras (así las llamadas «hojas de laurel», de variadas formas), frente a las puntas anteriores, de talla monofacial y sobre lascas o láminas espesas (no sobre láminas de sección muy aplanada). En el Solutrense Superior aparecerían las formas foliáceas aún más esbeltas («hojas de sauce»: cuyo origen, para algunos, estaría en el litoral cantábrico) y variedades de puntas con muesca a un lado de la base. Por fin, en el Solutrense Final, se siguen haciendo más adelgazadas las «hojas de sauce» y resultan típicas las puntas de base cóncava. Esos «fósiles directores» suponen, ciertamente, muy pequeña entidad porcentual dentro del conjunto de instrumentos de piedra tallada del Solutrense. Así, por ejemplo, en el Solutrense de la guipuzcoana cueva de Aitzbitarte IV, según el cómputo de Straus, los objetos líricos típicos del Solutrense suponen sólo el 9,6 % del total de las industrias de la época (bastante menos, desde luego, que en otras estaciones santanderinas -Altamira con el 13,7, o Cueva Morín con el 10,9-o en Asturias --Cueto de la Mina nivel e con el 15,9, o Cova Rosa con el 17,5 %-) mientras que los buriles llegan al 20,7 y los raspadores al 15,3. El Solutrense vasco ha sido bien analizado en sendas monografías de Ph. E. L. Smith (1966) y de L. G. Straus (1974, 1983) que abordan, respectivamente, las vertientes septentrional y meridional del País. Como se ha sugerido es en esta época cuando aparecen como más tentadoras las posibilidades de aproximación del yacimiento de Isturitz a los más occidentales. En efecto, en la zona de contacto del piedemonte pirenaico con las dunas de las Landas surgió un subgrupo solutrense de notable importancia (piénsese en los yacimientos de Brassempouy, Tercis, Montaut, Rivière, Isturitz o Haregi) cuyos conjuntos industriales y su evolución estratigráfica encajan mucho mejor en los modelos de Asturias o Santander que en los del Pirineo Central: tiene incluso «más afinidades con la zona cantábrica que con la del Vézère-Dordogne-Charente o con la de la cuenca del Ródano», en opinión de Smith. En cualquier forma hay algunas divergencias, precisamente, de Isturitz con respecto a los yacimientos cantábricos e incluso de los vascos más próximos (Ermittia o Aitzbitarte IV), cuando se desciende al detalle de la presencia de contados fósiles directores. L. G. Straus ha matizado, razonablemente, las relaciones culturales del Solutrense vasco con respecto al de otras zonas próximas. Al estudiar sus caracteres internos (1974, 1983) ha llegado a la conclusión doblemente complementaria: de que hay una mayor proximidad del Solutrense vasco con el del resto del corredor cantábrico peninsular que con el de Dordoña-Perigord, pero que se pueden establecer, también, diferencias apreciables entre las estaciones vascas y las de las provincias de Asturias y Cantabria. De hecho, el Solutrense de la mitad occidental de la Cornisa Cantábrica ofrece una notable relación de continuidad en el inmediatamente posterior Magdaleniense Inferior, por grupos de gentes relacionadas más directamente con la caza del ciervo; en tanto que buena parte de las estaciones del País Vasco meridional se muestran más aproximables al precedente Gravetiense, con grupos que se dedican a la captura de la cabra montés. Sin duda que la hipótesis de Straus se basa en el menguado repertorio de yacimientos hoy disponibles y, por ello, un aumento de la información pudiera hacerla matizar: pero los hechos apreciados en lo que ahora conocemos (Ermittia, Bolinkoba, sobre todos) la abonan.