Concept

Solsticio

En el solsticio de diciembre (invierno en el hemisferio norte), se celebraba el regreso del Sol, en especial en las culturas romana y celta: a partir de esta fecha, los días empezaban a alargarse, y esto se asociaba a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba encendiendo fuegos. Para contrarrestar su componente pagano, la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, dándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y la luz en el mundo. Los evangelios nada dicen acerca de la fecha del nacimiento de Jesucristo. Todavía en pleno siglo III los teólogos discutían las diversas fechas posibles y era preferida, y predominante en celebraciones, la del día 6 de enero. La práctica asimilatoria de los rituales paganos por la Iglesia se manifiesta de manera notable cuando a mediados del siglo IV se decide que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en la fecha del 25 de diciembre. Una determinación de la Iglesia occidental (en la época no había una autoridad única para la cristiandad) viniendo a coincidir con la fiesta romana de la Natividad del Sol Invicto. El propio San Agustín se ocupó de fomentar la sustitución y exhortaba a los cristianos a venerar al Creador del Sol.

La cultura popular ha conservado creencias que hoy chocan con los conocimientos específicos que se posee de los hechos naturales que la motivan. Para la tradición oral vigente europea la noche más larga del año es la del 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía. Los refranes alusivos son numerosos en todos los idiomas. En euskara, por ejemplo, todavía se escucha:. Santa Luzia eguna argi deneko iluna; Santa Luzitan gaurik luzeena; etc. ¿Cómo pudo la sabiduría popular alejarse tanto de un fenómeno natural de fácil observación como el solsticio? Ni una ni otro tienen la culpa. La causa está en la errónea medida del tiempo aplicada durante muchos años. Es un problema de calendarios.

Julio César determinó que el año solar tenía una duración de 365,25 días, para ajustar el calendario a un número entero de días agregó un día cada cuatro años (al que llamaron bi-sexto, de ahí bisiesto). Pero el calendario juliano, que así se denomina, partía de un ligero error de cálculo ya que el año tiene 365,24232 días, unos once minutos menos que lo estimado por Julio César. Esta desviación, pequeña en apariencia, era ya de once días a finales del siglo XVI. La alarma levantada en la Iglesia por el peligroso corrimiento de la fecha de Pascua (determinada por la primera luna llena tras el equinoccio de primavera) hizo que el Papa Gregorio corrigiera el error. Estableció para ello un nuevo cómputo que suprime un año bisiesto cada cuatro siglos (así elimina las ocho milésimas de año sobrantes). Es el actual y vigente calendario gregoriano. Y para rectificar el desfase acumulado de once días suprimió los comprendidos entre el cuatro y el catorce de octubre de 1582. Una medida que no fue seguida por la Iglesia ortodoxa. La distancia entre la festividad de Santa Lucía y el verdadero solsticio nos permite acotar el tiempo en que, en efecto, el 13 de diciembre fue para los cristianos el día más corto del año durante los siglos XI y XII. Los refranes que nos dejaron tienen por tanto la venerable antigüedad de casi mil años.

El Sol fue el primer dios universal. En el devenir del tiempo continuo el solsticio del dios Sol es un punto crucial, un apoyo para el primitivo armazón cosmogónico. Para las culturas antiguas es una hierofanía, una manifestación de lo sagrado que se vincula con el concepto teológico de la muerte y la resurrección. En su origen late el temor atávico a la muerte del Sol. Un dios que muere y resucita. El tiempo se renueva (de ahí eguberriak, los días nuevos). La debilidad manifiesta y preocupante del dios sol parece reclamar la ayuda del hombre que la proporciona mediante el ritual del fuego. Tras el solsticio, con precisión astronómica desconocida para nuestros antepasados, el sol remonta en su trayectoria celeste y el júbilo se desata por la buena nueva que vivifica de nuevo la Naturaleza y anuncia la fecunda y ansiada primavera. Algo de extraordinaria importancia para los agricultores neolíticos. Aunque todavía queda todo el invierno por delante, el sol ha renacido y es motivo de fiesta.

El fuego se configura como un elemento esencial para fortalecer al extenuado astro-dios. La cultura tradicional europea ha conservado con amplia generalidad el rito del solsticial tronco ardiente en el hogar. Desde el nórdico Yule Log al pirenaico tronco de Navidad que entre los vascos se conoce como subilero, sukilero, olentzero-enbor. Los rigores del invierno obligaban a suspender en buena parte la actividad humana. Hasta la guerra se interrumpía. La inactividad unida a la falta de luz imponía un mayor recogimiento en el hogar. El entorno era indicado para la celebración de rituales en torno al sol y al fuego sagrado en los que se manifiesta la fuerza del hogar, de la Casa. Ésta es en la cultura vasca una institución permanente. Las personas, los animales y las plantas nacen y mueren, pero la Casa subsiste. Se cree que de algún modo, los difuntos permanecen en ella, adquieren cierto protagonismo y garantizan la continuidad. En el estado de recogimiento del solsticio invernal el mundo real entra en contacto con el sobrenatural a través de la comunión con los antepasados y los pactos protectores con la divinidad y los espíritus de la Naturaleza. En la antigua Europa, fue época de singulares fiestas que incluían ceremonias del fuego con troncos encendidos, velas o candelas; recolección y uso plantas mágicas -el muérdago- y obsequios y presentes como consecuencia de las relaciones de buena vecindad y visitas recíprocas en forma de postulaciones o cuestaciones.

Ciertas características de las fiestas solsticiales son universales, como el abuso en la ingestión de alimentos y bebidas y los rituales del fuego en el hogar. Otras han quedado diseminadas, como la recogida de hierbas mágicas extendida en los países nórdicos y no en otras culturas meridionales, quizá porque la recogida del muérdago fue temprana y expresamente prohibida por la Iglesia. Entre todas, sobrevivió hasta época reciente una muy general costumbre que los vascos compartían con los pueblos pirenaicos y buena parte de los europeos de montaña: el Tronco de Navidad. Desde el pirineo vasco hasta el oriental generaciones de montañeses oficiaron el ritual de sukilero, la tronca, el tió, la toza, el tronc, la choca, la rabasa,...

Con ayuda de caballerías se arrastraba un pesado tronco hasta la gran cocina baja. Debía permanecer encendido desde la Nochebuena hasta la Nochevieja o el día de Reyes. Por la noche, se cubría con ceniza para prolongar la combustión y sobre él se colocaban en cruz los hierros del fogón. Creían en Amorebieta que si se dejaba apagar en el año entrante moriría un familiar. Un pedazo debía conservarse para aprovechar las propiedades purificadoras de sus cenizas para con los recién nacidos y los animales. A éstos se les hacía pasar sobre ellas el día de San Antón. En Aezkoa y Baja Navarra se utilizaban para curar el endurecimiento de las ubres de la vaca. Las cenizas de la noche de Navidad se esparcen en forma de cruz en los campos el día de San Esteban (Ibarruri).

La evolución de la arquitectura del caserío y la desaparición de la cocina baja alteró la costumbre. El gran tronco dio paso a otros más manejables que se dedicaban a cada miembro de la familia. En otras culturas europeas destaca un ritual similar que recibía el nombre de Yule Log. Hay quien sostiene que la costumbre de decorar con velas encendidas un árbol de hoja perenne fue una metamorfosis del ritual del Yule Log que ha derivado en la moda actual del árbol de Navidad.

La denominación más usual del Tronco de Navidad en euskara era la de subilero, sukilero o baztarreko, pero en algunos pueblos de los valles prepirenaicos de Navarra se conocía como olentzero-enborra, igual que en Oiartzun, así como Onantzaro mokorra en Larraun. Esta denominación muestra la estrecha relación del sukilero con Olentzero. Sin embargo el ámbito geográfico de la tradición del tronco de Navidad es mucho más amplio que la del personaje o personificación de Olentzero. El tronco debía arder en el hogar al menos durante doce horas e incluso, según tradiciones, durante varios días. Otras características de las fiestas solsticiales son también universales como la abundancia, hasta el exceso, en la ingestión de alimentos y bebidas. En general los rituales precristianos y paganos han marcado el desarrollo de la Navidad cristiana. Téngase en cuenta que aunque para los reinos cristianos de la península ibérica el Concilio de Toledo supuso una fuerte limitación de aquéllos, los pueblos germanos y galos los mantuvieron casi incólumes hasta bien entrada la Edad Media.

Existen diversas denominaciones en euskara para estas fechas. Eguberri, Gabonak, Olentzero - y sus variantes Olentzaro, Onontzaro - Subilaro o Sukilero. En Larraun y en muchas villas vizcainas en la mañana de Navidad se hacía hilo en recuerdo de María Santísima y para defenderse de las lamias. Por Navidad se debe barrer bien la cocina, y si después de Misa aparecen granos de cereal, el año será de cosecha abundante. En Nochebuena las familias de Larraun, Baztán, Barkus, y Garazi cuando acuden a la misa la Nochebuena tienen costumbre de vestir alguna prensa nueva con el fin de arrancar un ojo al diablo.

De Olentzero, como personaje, hay noticia antigua en las poblaciones del noroeste de Navarra, tanto en torno al Bidasoa como en Lesaka y Goizueta y en los valles occidentales de Larraun o Arakil. En Gipuzkoa se conoció en su parte oriental desde Irún hasta Zarautz, incluyendo el Beterri. El núcleo original de esta caricaturesca figura parece coincidir con la demarcación de la diócesis de Baiona vigente hasta 1566, lo cual alienta una hipótesis poco explorada sobre su génesis. Consta que tras la misa de Gallo, salían los niños cantando los versos de Olentzero en Sara, Ustaritz, Kanbo, Ezpeleta, Ainhoa, Saint Pée, Hondarribia, Irun, Lezo, Oiartzun, Rentería, Pasaia , Lesaka, Etxalar, Bera, Igantzi, Santesteban , Bertiz, Zubieta y Goizueta.

Los nombres de Olentzero

A pesar de su reducido ámbito geográfico original, la voz que designa al personaje-tiempo varía significativamente. Junto al divulgado nombre de Olentzero, fueron populares las denominaciones de Olentzaro (Orexa, Lesaka, Arakil) y localmente otras como Onentzero, Onentzaro (Andoain), Onontzaro, Orentzero, Orentzaro (Zarautz), Orantzaro (Berastegi, Larraun), Orentzago, Olentzero-enbor y Onontzaro-mokor.

En la actualidad el nombre de Olentzero se vincula al orondo personaje folclórico que recorre las calles vascas en los atardeceres prenavideños. Pero en la tradición oral y escrita, Olentzero hacía referencia a la nochebuena, tal como sostiene el refranero popular: Onenzaroz leioan, pazkoetan sua - por Navidad en la ventana, por Pascuas (haciendo) fuego-; Olentzero gauerdiko hegoaizea berrogei eguneko haizea - si sopla viento sur en la nochebuena habrá cuarenta días de viento -; Olentzeroz Jainko Aundi, iñauteriz jainko txiki. Y en coplas muy populares como la que comienza O, o, o, bihar Olentzero, i, i, i, etzi Eguberri -mañana Olentzero, pasado mañana Navidad-.

Acerca de la etimología de Olentzero se ha escrito mucho sin que, hasta la fecha, los expertos hayan llegado a un acuerdo. Se reconoce que se trata de un vocablo compuesto de dos partes, OLEN + (z)ARO, y hay consenso en interpretar la segunda, bien bajo la forma -Aro o bien como -Zaro. Ambas se asocian al concepto tiempo. Pero mientras ZARO hace referencia a un tiempo neutro como, por ejemplo, una época de la vida (haurtzaroa), ARO es la sazón o el tiempo oportuno para algo, tal como ocurre con azaroa o garagarzaro. Olentzero es, por tanto, la época o el tiempo propicio para algo. No hay consenso en cuanto a la explicación de la raíz OLEN. Hubo quien halló en OLEN una insinuante mudanza de NOEL. Incluso se ha defendido su parentesco con la voz árabe Al Hansaro. Pero las hipótesis más sólidas son otras.

Lope Martínez de Isasti escribía en el siglo XVI: "a la noche de Navidad (llamamos) Onenzaro, la sazón de los buenos, otros llaman Gabon, noche buena". Larramendi y Azkue siguen a Isasti y sostienen lo mismo. Según esta hipótesis de Onentzaro habrían derivado, por permutación fonética, los Onontzaro, Olentzaro y Olentzero. Olentzero es así la época o el tiempo de lo bueno.

La explicación que se basa en las antífonas de la O y que estudió Caro Baroja, tiene origen medieval. La antífona es una forma musical y litúrgica cristiana que consiste en un verso con melodía propia que se canta antes y después de un versículo, un himno o un salmo. Las denominadas antífonas mayores o de la O son siete y se cantan con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Se llaman así porque las siete comienzan en latín con la exclamación "O", en castellano ¡Oh! De ellas procede también la advocación mariana de la Virgen de la O. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador. Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII. En Francia se conocen como Oleries. Por extensión, y unida a las postulaciones propias de ese tiempo, se denomina olez-olez a las canciones de ronda y de cuestación y, en Bizkaia, a la misma acción de postular - Oles-oles ibili-. Según lo dicho, Olentzero es la época de las oleries o de las olez-olez. José María Satrústegui aportó una canción de cuestación recogida en Urdiain que incluye esta locución:

Zapata txuriyek paperez
Iauriya dekala, baterez
Nagusi jaunari esango deagu
Asiko ote gaan ero ez.

Orra, orra gure Olentzero
Pipa hortziyen duela
Ixerita dago
Kaponak era bai ta
Oilaskotxuekin
Biher merendatzeko
Botilla arduakin

Olez, olez
bakaillu jalez
bost eta sei hamaika
Txorixorik ez balin badago
igual dela lukainka

Fisonomía y carácter

Olentzero tiene una cabeza grande con ojos sanguinolentos que brillan como ascuas en su cara ennegrecida por el carbón. Suele fumar en pipa y lleva en las manos un haz de árgoma y una hoz. Es gran comilón y buen aficionado al vino. Para unos es un gigante.

La irritación de los ojos lo señala como bebedor, aunque también podría atribuirse al aspecto terrorífico propio de su carácter primario. Bart arrastian edan omen du hamar arruako zagia, dicen que anoche se bebió un odre de diez arrobas. En la canción se le pregunta, con uso de palabras de doble sentido, a ver dónde ha pillado la borrachera: Olentzero begi gorri, non arrapatu duk arrai hori" a lo que en tono irónico responde precisando el lugar y la hora: "Zurriola erreketan, bart arratseko hameketan. De su cualidad insaciable informan estas coplas recogidas en Lesaka:

Olentzero buru haundia

Entedimentuz jantzia

bart arratsian edan omen du

hamar arruako zagia

Ay! urde tripa haundia

tragatu bai duk zagia

Olentzero guria

ezin degu ase

bakarrik jan dizkigu

amar zerri gazte

sayeski ta solomo

tripazaiak aste

Jesus jaio delako

konsola zatezte

La endémica falta de alimentos en las economías domésticas de subsistencia creó en los folclores europeos figuras similares. Una de ellas, Saint Pansard, célebre por la literatura francesa, dio origen a la voz Zanpanzar. Las coplas recuerdan que, más allá del sempiterno puchero de legumbres y de las castañas, la reserva energética en los largos inviernos debía buscarse en el despiece del cerdo -txerrikiak-, el capón cebado y las aves de corral.

Las coplas discrepan en cuanto a la inteligencia de Olentzero, ya que mientras para unos está dotado de entendimiento, Entedimentuz jantzia, como en la canción lesakarra, para otros es algo lelo. Esta descripción es contrapuesta en Goizueta por Entendimentuz gabia-falto de entendimiento-. La transmisión oral de las canciones genera este tipo de cambios léxicos, pero también puede ser un reflejo del carácter dual del personaje.

Las contradicciones van más allá. De un lado es un ser misterioso, terrible e inteligente y, de otro, se muestra simple, glotón y bebedor. Este doble carácter, común a muchas deidades, puede explicarse por la humana necesidad de reírse tanto de los todopoderosos dioses como de los genios maléficos. En el caso de Olentzero, el predominio del carácter secundario sobre el primario pudo ser promovido por la Iglesia en su tarea de ridiculizar los mitos paganos. El proceso de cristianización de Olentzero puede observarse en la evolución de las coplas tradicionales donde, por ejemplo, la amenaza de cortar el cuello a quien no mantenga la debida limpieza de las chimeneas se desvió hacia aquellos que quebranten la regla del ayuno.

Onontzaro begi gorri

txaminira da etorri

austen balin badegu barua

orrek lepoa kendu guri

(Larraun)

Relatos recogidos en Tolosaldea explican que Olentzero bajaba por la chimenea de la casa y podía castigar a sus moradores por diversos motivos, entre ellos la falta de limpieza. También se conservan expresiones utilizadas para asustar al los niños con la amenaza de ser llevados por Olentzero: Orontzaro etorkook eta eamaan hau!

Las estrofas más repetidas señalan que Olentzero es carbonero de oficio Olentzero joan zaigu mendira lanera, intentzioarekin ikatz egitera. Pero también pudo ejercer de pescador, pastor o labrador. Incluso podría tener esposa ya que, al decir de las coplas recogidas en Oiartzun, en una ocasión su mujer le vendió las ropas: Olentzero guria / portuna tristia / arropak saldu dizka / bere emaztiak. Narraciones recientes lo han emparejado con Mari Domingi.

Olentzero es mensajero que anuncia la llegada de Jesús. Se estima que es una ocupación añadida cuando los vascos se convirtieron al cristianismo. Atribuida en las leyendas a los míticos gentiles -jentillak-. Según los testimonios que hace casi un siglo recogió Barandiaran de labios de pastores en Aralar eran los gentiles quienes conocieron y divulgaron dieron la noticia del nacimiento de Cristo. De permanecer pagano, como los gentiles, quizá Olentzero no hubiese conservado su fortaleza. Él mismo pudo ser uno de ellos, quizá el último. Su heráldica misión es recordada por las populares coplas:

Olentzero joan zaigu

Mendira lanean

Beregan ala ustez

Ikatz egitera

Aditu duanean

Jesis jaio dela

Lasterka etorri da

adieraztera

Una fiesta juvenil

En el atardecer del día de nochebuena un grupo de jóvenes sacaba en andas a Olentzero y cantando coplas alusivas pedían la colación por las casas. La comparsa se componía de los cuatro porteadores, el bolsero y el koplari y salían tantas comparsas como el número de jóvenes permitiese formar. A veces se representaba Olentzero por un monigote de paja que luego se quemaba, al igual que a otros personajes inanimados representativos de un ciclo que se cierra, como los carnavalescos. La quema de Olentzero no fue una práctica general y las noticias de ella son aisladas.

La fiesta se caracterizó por la postulación y posterior ingesta colectiva de lo recogido y por los rituales en torno al fuego como símbolo solar y las ceremonias de protección. Las cuestaciones de nochebuena protagonizadas por adolescentes están documentadas desde el siglo XVI pero su práctica es, sin duda, anterior. Un compañero insaciable es el pretexto que refuerza la petición de alimentos por los jóvenes en su postulación -puskabiltzea-. No pedimos por nosotros, parecen decir, sino por este ávido hambrón. Hay noticia de que en ocasiones, quizá por falta de previsión y tiempo para preparar el muñeco, salía un muchacho disfrazado de Olentzero. También hubo costumbre de atar el muñeco a la chimenea o exponerlo en la ventana.

Nunca fue una fiesta infantil sino más bien juvenil, de adolescentes dotados de cierta autonomía para organizarla, desarrollarla y disfrutarla. En Euskal Herria era la de San Nicolás o Samikolas la principal fiesta reservada a los infantes que se celebraba el día 6 de diciembre y en la que recibían regalos. Todavía está viva en numerosas localidades vascas y en otras que la perdieron las personas de edad recuerdan versos y cantos. Una importante fiesta compartida con los niños de Francia, Gran Bretaña, Austria, la Suiza alemana, Baviera, Tirol, Alsacia, Eslovaquia, Países Bajos o Rusia. Los emigrantes europeos llevaron a los Estados Unidos estas viejas personificaciones navideñas donde, ya en el siglo XX, fueron fundidas en la mercantil y poderosa imagen de Santa Claus o Papa Noel.

Desde su llegada a la ciudad moderna, Olentzero ha asumido la novedosa tarea de traer a los niños vascos los regalos navideños con agradecido adelanto al comienzo de las vacaciones. El amenazador gigante de grosero aspecto y nada ejemplares costumbres no era un Papa Noel bonachón. Es una función que le ha proporcionado popularidad e indudable éxito, pero que también ha modificado su misteriosa naturaleza. La costumbre de los regalos en el periodo solsticial es muy antigua. Los romanos hablaban de estrenas, regalo, y era señal de buen augurio. Todavía se usa, con el mismo significado, la palabra celta aguinaldo. Y mucho antes que los Reyes Magos o Papa Noel los niños europeos celebraban, como queda apuntado, a San Nicolás. En el cambio de funciones subyace un fenómeno de traslación del contenido ritual de una fiesta a otra, y es también una prueba de la capacidad de adaptación de Olentzero.

Canciones y coplas

Fieles al concepto de folclore, las coplas de Olentzero carecen de autor conocido. Y, según los expertos, no son muy antiguas. En general, las estrofas pertenecen al género zortziko txikia de cuatro puntos. Los versos muestran estrecho parentesco con el modo de balada romance conocida en Navarra e Iparralde en la edad moderna. También el euskara de algunas coplas es moderno, pues hay palabras y frases enteras que revelan una notable influencia del castellano, como entendimentu, pipa, kapoia, merendatu, botilla, portuna, tristia, arropak, konsolatu e intentziua. E incluso se advierte un uso de la lengua impropio del habla popular que apunta a plumas versadas como, por ejemplo, al emplear expresiones como parte emathera o embajadoria.

Las melodías suelen ser sencillas y pegadizas. Las hay que son casi exclusivas de cada localidad y por ello menos conocidas como en Tolosa, Zarautz, Lesaka, Mutriku y Hondarribia. Pero otras están muy extendidas como la archiconocida Olentzero joan zaigu, mendira lanera, intentzioarekin ikatz egitera que se canta con aires de zortziko en 5/8 para seguir en su segunda parte en ritmo binario: Horra, horra, gure Olentzero, pipa hortzetan duela, eserita dago... Otra muy popular melodía que acompaña a una de las estrofas más repetidas -Olentzero, buru haundia, entendimentuz jantzia. Bart arratsean, edan omen du bost arruako zahagia-, tiene su origen en La Farandole Joyeuse que los txistularis habrían aprendido y difundido en el siglo XVIII como biribilketa. La alegre melodía acogió con facilidad diversos textos, entre los más conocidos el Artolak dauka que se canta en todo Euskal Herria, el sanferminero "Uno de enero" que le puso el pamplonés Ignacio Baleztena. En Gasteiz suena como kalejira con Celedón. Además de las coplas alusivas al personaje se cantan villancicos y otras canciones navideñas.

Historia reciente

El régimen franquista reprimió con dureza las expresiones populares vascas y castigó a sus organizadores. Tan sólo en algunos pueblos y al amparo de la Iglesia se mantuvieron viejas celebraciones, como la de Olentzero en Lesaka. Poco a poco, en todos los territorios de Euskal Herria, organizaciones juveniles vinculadas a centros parroquiales y otras instituciones religiosas iniciaron la revitalización de las agonizantes tradiciones folclóricas. Fueron los jóvenes de Acción Católica dirigidos por el P. Arizmendiarrieta quienes recuperaron en Arrasate la tradición de Olentzero después de la guerra; en Pamplona, años más tarde, fue la Juventud de San Antonio a impulso del P. Isidro Ansorena y en 1968 el colectivo Batzalde organizaba en Deusto el primer Olentzero de Bizkaia. Por su parte, las pequeñas localidades originarias de la tradición lucharon por mantenerla y mostraron nervio suficiente para su divulgación, como es la experiencia de Lesaka que instituyó en 1945 un concurso de Olentzeros. De la vitalidad de los lesakarras son deudores buena parte de los Olentzeros en Navarra.

En Pamplona, la Juventud de San Antonio había dispuesto todo para recibir a Olentzero en la nochebuena de 1956 pero las trabas administrativas le retuvieron hasta el año siguiente. El enfoque religioso del acto, con inclusión de la recreación del misterio de Belén, protegía a la sospechosa figura. En la década de los sesenta la fiesta se extiende por todo el país, si bien en muchas ocasiones organizada desde la clandestinidad y con muchos obstáculos. En Iparralde la fiesta ha cobrado una significativa progresión a partir de 1969 por impulso de las ikastolas. A Tudela llegó en 1972 de la mano de los antonianos pamploneses y se ocupó de él la peña la Teba y luego la peña Beterri. En los últimos veinte años, Cascante, Castejón, Cortes, Ablitas y Villafranca, entre otros, han acogido como propio al mítico carbonero.

El modelo festivo basado en el recorrido de un artesanal monigote a hombros de sus porteadores se enriqueció con coros, txistularis, dantzaris, trikitrilaris, txalapartaris, villancicos y diversos elementos extraídos de la cultura campesina desde las indumentarias hasta los animales de caserío. En la década de los años setenta del siglo XX se sumaron a los cortejos de Olentzero expresiones de naturaleza política y reivindicativa que fueron el pretexto para la represión policial. Todavía a comienzos del siglo XXI persisten las trabas políticas y administrativas a los organizadores de la fiesta en algunas ciudades y barrios.

Con el aire de un espectáculo folclórico de calle, cada 24 de diciembre, Olentzero aviva el recuerdo, ya difuso, de unos ritos paganos que estuvieron vigentes hasta el siglo VIII y evoca la vida rural que nuestros mayores tuvieron que abandonar para venir a la ciudad. Es el tiempo solsticial, el último gentil, montañés dionisiaco que pregona la nueva buena y símbolo identitario en una fiesta abierta, sin exclusiones. El tiempo propicio para hacer lo bueno.