Concept

Literatura vasca

Uno de los problemas más complicados a los que se ha de enfrentar el historiador de la literatura vasca es, sin duda alguna, el de la periodización, es decir, poder distinguir partes homogéneas en esa raya continua en el tiempo que es el desarrollo y la evolución de un sistema literario, y agrupar obras, autores, géneros o tendencias desde criterios estético-culturales y socio-literarios, y no de mera sucesión cronológica. Desde mediados del XVI, en que arranca la literatura vasca escrita, hasta finales del XIX, la historia de las literaturas occidentales es explicada a partir de períodos o movimientos literarios como Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo-Naturalismo, etc.

No sería muy difícil encontrar algún escritor vasco que pudiera ser adscrito, sin demasiada artificiosidad, a cada uno de los períodos citados: si Leizarraga es un hombre del Renacimiento, Axular entronca decididamente con la literatura ascética barroca, y Oihenart es, sin lugar a dudas, un neoclásico. Más evidente aún parece el romanticismo de nuestros poetas del XIX -de Etxahun a Bilintx, pasando por Elissamburu o Iparraguirre-, y en cuanto al realismo, ahí está la literatura costumbrista, que empieza a cultivarse a caballo entre el XIX y el XX. Aun dando por válida esta apresurada y no demasiado rigurosa adscripción, apenas habríamos resuelto nada de los verdaderos problemas que surgen a la hora de plantearse una descripción histórica mínimamente sistematizada de la literatura vasca. Esto explica a lo mejor esa especie de salida por la tangente de la mayoría de los historiadores de la literatura vasca, que se limitan a organizar el material desde algo tan neutro y vacío de pertinencia literaria como es la mera sucesión y el cambio literario. Además, en el panorama actual de la reflexión literaria, está cada vez más aceptada la idea de que la literatura no puede ser simplemente la historia de los autores y las obras; más que de literatura, habría que hablar de vida literaria, donde es de capital importancia la recepción de las obras por parte del lector, así como el conjunto de mediaciones sociales que constituyen el circuito de la comunicación literaria desde el autor hasta el lector a través del texto literario.

En el caso vasco, desde 1545 hay autores y obras escritas en euskara, aunque sólo unas cuantas -hasta bien entrado el siglo XIX- son adscribibles a los grandes géneros literarios tradicionales. Si hay literatura, no hay en cambio una vida literaria mínimamente institucionalizada en el interior de la vida social y cultural vasca. Y es precisamente un proceso de institucionalización creciente lo que marca, a partir del último tercio del siglo XIX, una etapa cualitativamente diferenciada en el desarrollo histórico de la literatura vasca. En el interior de este proceso, Aitzol y la llamada "generación de los olerkariak" -en concreto la poesía de Lizardi, y Lauaxeta sobre todo- sitúan a la literatura vasca, en los años 20 y 30, en el umbral de lo que podríamos llamar la "modernidad", mientras que a partir de los años 60, Aresti en la poesía, Txillardegi y sobre todo Saizarbitoria en la novela, protagonizan la definitiva renovación, formal y temática, de la literatura vasca, cerrándose el ciclo abierto a finales del XIX, e iniciándose una nueva etapa de la literatura vasca, la de su madurez, en esencial sintonía con las demás literaturas del entorno cultural.