La aparente singularidad del acto, dentro de Bizkaia, tiene su paralelismo con dos celebraciones ampliamente extendidas por toda Europa. Una, la de las cencerradas ofrecidas a viudos o viudas que contraían matrimonio en segundas nupcias, por parte de vecinos que, a veces, les servía de venganza por causas de enemistad. Se realizaba mediante gran estruendo sonoro, producido por la manipulación de campanos, cencerros, cacerolas y otros utensilios de metal.
La segunda, es el más que evidente atuendo con pieles, campanillas, cencerros y campanos que portaban los disfrazados en los Carnavales de muchas localidades del país y hoy, patente, en los Joaldunak de las localidades navarras de Ituren y Zubieta.
Esta más que coincidencia natural entre las "Marzas" y el Carnaval es evidente, tanto en cuanto es una época proclive a los disfraces y el despertar de la naturaleza. Incluso algunos historiadores no dudan en hacer coincidir, sin ambages, su semejanza con los festivales romanos que se celebraban en marzo, como comienzo del año, al menos hasta el año 45 a.C.