Concept

La traducción en Euskal Herria

Desde el punto de vista de la traducción literaria, no queda más remedio que pensar que la literatura oral y las primeras colecciones de refranes tienen que recoger inevitablemente rastros de traducción (incluso en las glosas del siglo X que se consideran origen del castellano), pero esos restos están velados por su carácter anónimo y la imprecisión de las fuentes. Por otra parte, en los repertorios de textos arcaicos también aparecen algunos testimonios, de temática diversa (incluso legales y administrativos); de todas maneras, no son sino briznas, porque en esos siglos no afloran rastros de los géneros literarios más clásicos y prestigiosos, como consecuencia de la supremacía de una traducción religiosa de corte utilitarista.

Si se consideran los textos conocidos en la actualidad, es preciso afirmar que la traducción vasca comienza en 1571, año en el que se publicó la translación realizada por Joannes de Leizarraga, a instancias de la reina Juana de Albret, del Nuevo Testamento, segundo libro más famoso de la primera literatura vasca.

Leizarraga utilizó la Vulgata en latín y diversas versiones francesas de aquella. Leizarraga dirigía el equipo de traductores que se encargó de la labor: Joan de Etcheverry, Pierres de Landetcheverry, Sanz de Tartas y Tardets. También vertieron otras obras: el catecismo ABC o Instrucción del Cristiano en la forma de orar y un Calendario (un calendario lunar perpetuo para situar las fiestas religiosas).

Aparte de su innegable importancia desde el punto de vista de la historia de la literatura, estas obras son significativas porque se convirtieron en el modelo "clásico" de traducción de los dialectos del este, por una parte, y por otra, como el mismo Leizarraga reconoce en la introducción del Nuevo Testamento, debido a que por falta de tradición escrita de anteriores generaciones, se vieron impelidos a inventar su propio modelo, teniendo por delante un gran reto desde el punto de vista de la traslación: conseguir un texto inteligible para el pueblo receptor sin traicionar a la letra (y al contenido).

Hay que indicar que la reina Juana de Albret también impulsó la creación de una universidad, y que gracias a ella y a la traducción, encaminó al euskara por la senda de ocuparse de cometidos de más alto nivel, pero que esa senda quedó interrumpida como consecuencia de la persecución política y religiosa a la que se vio sometida el movimiento protestante (situación que se corrigió, en parte, con la publicación en 1994 de la traducción por parte de un equipo de traductores católicos y protestantes denominada Elizen arteko Biblia).

La Contrarreforma puesta en marcha por la iglesia de Roma en el Concilio de Trento impulsó la traducción de textos religiosos acordes a la doctrina católica, que desde un punto de vista lingüístico resultaban más estrictos que los textos protestantes, por el temor a tergiversar la visión católica de la palabra de Dios.

Para apercibirse adecuadamente de lo trabajoso que resultó la secularización, es suficiente considerar lo que ocurrió hasta el siglo XIX, puesto que a pesar de lo reducido de la producción en euskara, la obra del monje alemán De imitatione Christi libri Thomae Malleoli à Kempis tuvo hasta cinco versiones distintas.

Entre otros, son dignos de mencionar también a Materre (Dotrina christianatik, 1617), Joannes Etxeberri Ziburukoa (Manual Devotionezcoa, 1627; Noelac, 1631; Elizara erabiltzeko liburua, 1636), Haranburu (Debocino eskuarra, mirailla eta oracinoteguia, 1635) eta Argaiñaratz (Avisu eta Exortacionea probetchosac bekhatorearentçat, 1641).

Uno de los traductores más productivos del siglo XVII fue Silvain Pouvreau: Guiristinoen dotrina (1656), Philothea (1664) eta Gudu espirituala (1665).

Son pocas la obras profanas que conocemos de ese periodo, el cirujano y boticario Mongongo Dassança vertió como Laborarien abissua (1692) la obra de Charles Estienne Praedium Rusticum (1554), y Piarres d'Etcheverry en 1677 Liburu hau da ixasoco nabigacionecoa, basado en la obra de Hoyarzabal Les voyages aventureux du capitaine Martin de Hoyarsabal (1633).