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La Tamborrada de San Sebastián

Durante todo el año, y por ello también los días de carnaval, un pequeño desfile cruzaba cada mañana la Parte Vieja, desde el Cuartel de San Telmo hasta la Puerta de Tierra de la muralla, en el hoy Boulevard, para proceder al relevo de la guardia. Debe tenerse en cuenta el carácter castrense que durante setecientos años impregnó la cultura donostiarra, debiéndose matizar que todavía hace poco más de ciento cuarenta años el 75% de la población y del suelo de San Sebastián era militar y que los donostiarras se levantaban a toque de diana y se acostaban con la retreta. Este hecho dio lugar a que algunos jóvenes de la época imitaran el redoble de los tambores tocando aquello que tenían más cercano: cubos, barriles, latas y maderas, máxime cuando al pasar junto a las fuentes públicas eran muchos los que estaban esperando turno para recoger el agua con dichos instrumentos en la mano. Así nació una comparsa que entre 1834 y 1836, coincidiendo con los cambios habidos en la fiesta, comenzó a salir muy de madrugada como diana anunciadora de los bueyes ensogados, sokamuturra, que como en todos los días de gran fiesta se corrían cada hora en la Plaza de la Constitución. Se trataba de una comparsa de carnaval en la que cada cual se disfrazaba de forma distinta y divertida. Durante treinta años se tocarían músicas como Urra papito, Pastelero e Iriyarena (el primitivo) y la Marcha de San Sebastián original del maestro Santesteban, además de distintos pasacalles populares.