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Historia del Arte. Eclecticismo

Con la llegada de la burguesía al poder a partir de la segunda mitad del siglo XIX, el panorama político, económico, social y cultural sufrió una nueva y profunda transformación. El estado se convirtió en el principal mecenas del arte y, con ello, se extendió un nuevo tipo de gusto artístico que sustituyó al neoclasicismo. Y es que la burguesía no se encontraba cómoda en un estilo artístico que consideraba rígido, adusto, excesivamente serio, y prefirió apostar a favor de una nueva sensibilidad que transmitiese el deseo de libertad y de triunfo por todas las conquistas que se habían logrado. Este nuevo gusto artístico recibió el nombre de romanticismo, en honor a todos los valores que defendía: sentimiento, pasión, individualismo y amor a la libertad, sobre la razón y las normas. De ahí, que el romanticismo más que un estilo artístico fuese una nueva sensibilidad ante la vida, una actitud diferente y confrontada a la ilustración.

Sin embargo, la plasmación de los valores románticos en las diferentes manifestaciones artísticas no resultó fácil. De hecho, mientras que en la pintura y la escultura sí se desarrolló esta sensibilidad en diferentes obras y a través de un grupo de artistas, en la disciplina arquitectónica no existió un estilo que podamos definir como romántico. En el ámbito arquitectónico, la sensibilidad romántica se tradujo en la recuperación de los estilos artísticos del pasado, principalmente de la Edad Media -lejos de la tradición clásica que cultivó el neoclasicismo-, y así surgieron lo que denominaremos como historicismos, la recuperación de otros períodos históricos como el románico, al que denominamos neorrománico, o el mudéjar, neomudéjar.

En el ámbito artístico, la influencia del romanticismo, aunque tarde y de un modo superficial también llegó a Euskal Herria. Los mejores ejemplos de esta nueva sensibilidad los encontramos en las artes plásticas, aunque el historicismo en el campo de la arquitectura también obtuvo un gran éxito. Y es que el territorio vasco en su conjunto y, especialmente, las provincias costeras, conocieron durante este período un crecimiento espectacular de sus principales ciudades, motivado no sólo por el impacto de la Revolución industrial, que inició ahora su primera fase, sino también por otros factores entre los que destacó el desarrollo del turismo. De ahí que ciudades como Donostia, Baiona, Biarritz o Bilbao, derribaran sus murallas y comenzaran a crecer demandando un arte que respondiese a sus nuevas necesidades.

Por ello, a este período que se extendió durante la segunda mitad del siglo XIX se le denomina eclecticismo ya que, aunque la sensibilidad predominante fue la romántica, durante el mismo fueron muchos los estilos que surgieron y se combinaron sin que predominase ninguno en solitario. De hecho, en arquitectura, además del historicismo, el modernismo también dejó su huella en Euskal Herria. Sin embargo, lo más interesante es vislumbrar, cómo las nuevas formas y estilos que revolucionaron el arte contemporáneo -la arquitectura del hierro, el impresionismo en pintura- también comenzaron a llegar a nuestro territorio, augurándonos un siglo XX deslumbrante.