Poètes

Figuera Aymerich, Ángela (version de 1982)

Figuera advierte la distancia de los exiliados.

Visto en el tiempo, el mérito de ese papel mediador de Figuera, no está sólo en sus resultados -tanto Neruda como León Felipe intervienen, responden a esa gestión directa de la bilbaína-, sino en el hecho de que la escritora se diera cuenta de la situación de incomunicación y distancia que mediaba entre ambos poetas y los intelectuales del interior. Considerada esta circunstancia, puso toda su inteligencia y buen hacer para lograr que ambos grandes escritores, intelectuales de peso en la opinión mundial, cambiaran de actitud, y la expresaran en público y por escrito. Pero el valor de la actitud intelectual de la escritora vasca está en haberse dado cuenta a tiempo del divorcio histórico existente entre los intelectuales del interior y el exterior. Con independencia de los resultados positivos de su gestión, hay un valor de gran calado en el hecho mismo de advertir el problema.

En 1992, el poeta republicano Francisco Giner de los Ríos, ya de vuelta de su exilio, nos confirmaba cómo en la comunidad del exilio americano -y Giner era una de las personalidades de mayor prestigio-, la aparición del libro de Ángela, Belleza cruel (1958) -en realidad, había sido premiado en 1957-, supuso un motivo de júbilo. A Figuera le preocupa sobremanera que grandes creadores, como Neruda -a quien se le tiene consideración en el interior, sin duda-, no hubieran mostrado anteriormente interés expreso por esa realidad. Y hay que decir que Neruda era estimado en el interior, incluso por poetas como Leopoldo Panero, a quienes el escritor chileno, que había sido amigo suyo en la década de los treinta en Madrid, anatematiza y desprecia, junto a otros poetas españoles del momento, tanto en su libro Canto general (1950) como en Canción de gesta (1960).

Aquí se agranda la función del papel de puente activo de la escritora vasca: no fue donde Neruda a enseñarle su Belleza cruel, sino a leerle poemas de otros escritores españoles, de los que acaso Neruda no había oído hablar nunca. La propia escritora nos confirmó en una conversación telefónica (1979) que había leído personalmente de viva voz al escritor chileno poemas de varios autores, recordando en ese momento, de memoria, los nombres de Otero, Celaya, Crémer, García de Nora, José Hierro, Leopoldo de Luis, Manuel Mantero, José Luis Delgado, Luis Felipe Vivanco, Gloria Fuertes, incluso de Dámaso Alonso y Gerardo Diego -autores éstos dos últimos ya conocidos, incluso personalmente, por Neruda, pero sobre quienes había expresado su crítica o menosprecio en Canto general, como hemos señalado con anterioridad.