Concept

Evolución de las narraciones orales

PérdidaIncorporación
Nivel del textoPérdida de un motivoIncorporación de un motivo
Nivel del contextoPérdida de información contextualIncorporación de nueva información contextual

La esencia de un relato puede cambiar de dos modos elementales, a saber, perdiendo uno o varios de los elementos que lo constituyen, o bien incorporando uno o varios elementos nuevos. A su vez, estas pérdidas y adquisiciones pueden suceder a dos niveles: a nivel del propio texto, o a nivel del contexto en el que se cuenta dicho texto. Si multiplicamos los tipos de cambio por los niveles en los que pueden darse, obtenemos los cuatro casos que nos muestra la tabla superior: pérdida de un motivo, incorporación de un motivo nuevo (llamamos "motivo" a la unidad significativa de una tradición oral), pérdida de un elemento contextual e incorporación al contexto de un nuevo elemento. Cualquier transformación que pueda sufrir un relato oral puede reducirse a alguna de estas categorías o a alguna combinación de las mismas.

De hecho, cada uno de los casos mencionados son operaciones abstractas sin apenas realidad práctica tomadas aisladamente, ya que, por ejemplo, el hueco que deja la pérdida de un motivo tenderá a ser rellenado por la incorporación de otro que lo sustituya; también puede suceder que la pérdida de un motivo la cause la incorporación previa de otro, que lo desplaza, y que dicha incorporación haya venido determinada por nuevas informaciones que se han integrado en el contexto del relato; y al contrario, la pérdida de la información contextual que aclara el significado de un motivo puede ser el desencadenante de su desaparición por devenir incomprensible, y de su sustitución por otro que se entienda mejor.

Dado que en la realidad cualquiera de los cambios elementales descritos se halla asociado a al menos otro de ellos, es evidente que en los ejemplos que a continuación se exponen para ilustrar cada tipo de cambio, se podrán percibir trazas de los cambios asociados al mismo. Sin embargo la elección de los ejemplos se ha realizado con sumo cuidado, de modo que el cambio que ilustra aparezca con más notoriedad que los cambios asociados.

Debido a la mala memoria del narrador o a que el oyente no prestó la atención suficiente, o debido a cualquier otro accidente imaginable en la cadena de transmisión, un fragmento de texto desaparece en el camino. El relato titulado Cuento de la bruja ladrona recogido por Barandiarán nos ofrece un magnífico ejemplo de este suceso. Veamos un resumen del mismo:

Tres hermanos que viven en la misma casa recelan que alguien acude todas las noches al manzanal a robar manzanas y deciden quedarse a observar para atrapar al ladrn, un fragmento de texto desae sigue no llegan a ver nada al no poder resistir despiertos durante toda la noche. Llegado el turno del benjamín, pasa la noche en el manzanal con la hoz en la mano y he aquí que al amanecer aparece una figura negra saltando el muro. El joven se abalanza hacia ella con su hoz. Con la claridad diurna los hermanos encuentran una mano negra cortada y un rastro de sangre, que termina al pie de una gran roca. Al mover ésta aparece la entrada de una sima, y en ella se interna el joven mientras los hermanos lo sujetan con una cuerda. Al llegar al fondo encuentra a una bella muchacha: la hija de un rey que permanece allí secuestrada por una bruja. Hace subir a la princesa que es acompañada por los dos hermanos, mientras él permanece en el fondo esperando encontrar a la bruja. El joven da con ella, y sale vencedor en su lucha. Le corta la lengua, la guarda, sale de la sima y se encamina hacia el reino de la princesa. Al llegar escucha la noticia de que la princesa se apresta a esposar a quien la rescató...

"Luego entró en una posada y pasó todo el día en su aposento golpeando la ventana kax-kax-kax con un martillito, como si estuviera haciendo algo."

Al día siguiente observa desde su ventana la comitiva nupcial, y en medio de la misma a su hermano mayor con la princesa. Gracias a la magia de la lengua cortada de la bruja consigue provocar una fuerte tormenta que causa que la boda se retrase. A continuación ...

"El joven permaneció todo el día en el aposento de la posada golpeando kax-kax-kax con su martillo"

Al día siguiente vuelve a arruinar la boda con la misma brujería, y de nuevo ...

"El chico de la posada de nuevo como en los días anteriores pasó la jornada golpeando kx-kax-kax con su martillo"

Al día siguiente y tras arruinar la boda por tercera vez, es detenido y conducido ante el rey. Allí será reconocido por la princesa con la que a continuación se casará.

(Barandiaran 1972-73)

Los cuentos maravillosos, en cuanto que son maravillosos, se rigen por una lógica que no es la nuestra de diario. Los sucesos más increíbles se aceptan con toda naturalidad, y nadie de entre nosotros se asombrará de que se pueda provocar una tormenta mordiendo la lengua cortada de una bruja malvada. Claro que no: se trata de un cuento maravilloso. Sin embargo, ni siquiera en un cuento maravilloso resulta lógico ni pertinente que existan elementos innecesarios. El golpear incesante del joven protagonista con su martillito, kax-kax-kax no cumple función alguna en el relato: no expresa nada, no explica nada, no tiene ninguna consecuencia, en una palabra, es completamente inútil. El motivo se halla en medio del relato sin ningún vínculo que lo una a otro precedente o subsiguiente. Y además resulta de todo punto incomprensible. ¿Qué puede ser el dichoso kax-kax-kax?

Lo único que podemos afirmar desde la prudencia es que alguna parte del texto ha debido perderse por el camino. No sabemos qué pudo ser ni cuál era su objeto, pero es evidente el "agujero" que ha dejado. La pérdida de un elemento del texto ha provocado que el mismo quede incompleto y parcialmente ininteligible a causa de la falta de vinculación del motivo señalado con cualquier otra parte del relato.

Sin embargo, y gracias a una afortunada coincidencia, del mismo tipo de las que se dan en los cuentos maravillosos, podremos llegar a saber el origen y significado del misterioso kax-kax-kax. La clave se encuentra en cuento ruso cuyo hallazgo afortunado arrojará luz sobre lo sucedido. Se trata del cuento titulado Ivan-de la-perra" y el Señor Salvaje Blanco, cuyo resumen reza así:

Un rey que aún no ha tenido descendencia recibe el siguiente consejo de labios de un mendigo a quien ha socorrido: Ha de pescar el pez de aletas doradas y dárselo a comer a su mujer. La reina come el pez maravilloso, pero no es la única, ya que también lo prueban la cocinera y la perra de la cocina. Al cabo del tiempo nacen en el mismo día Iván-del-rey, Iván-de la-cocinera e Iván-de la-perra. Crecen y rápidamente marchan en busca de aventuras. Un día encuentran al Señor Salvaje Blanco en su tienda en medio de la estepa. Este vence en combate al del rey y al de la cocinera pero es vencido por el de la perra. Solicita la gracia de la vida e Ivan-de la-perra no sólo se la concede sino que lo toma como hermano. Más tarde llegan los cuatro a una sima donde tres dragones mantienen secuestradas a tres princesas. De la perra desciende, mata a los tres dragones y libera a las princesas, no sin antes pedir a cada una su anillo para poder más tarde ser reconocido. Antes de izarlas dicta a cada una se destino: la primera para Ivan-del-rey, la segunda para Ivan-de la-cocinera, y la tercera para sí mismo. El Señor Salvaje Blanco, furioso al comprobar que nada hay para él, corta la cuerda y deja a Ivan-de la-perra en el fondo de la sima. Las princesas parten hacia el reino con sus supuestos salvadores y el auténtico salvador se las arregla para salir de la sima y seguir su rastro hasta la ciudad. Allí, es contratado como aprendiz por el orfebre que ha de elaborar el anillo de boda de la princesa que va a casarse al día siguiente. Iván-de la-perra dice al orfebre que él mismo realizará el trabajo. Simula golpear el oro con el martillito durante largo tiempo, pero al final entrega al orfebre el anillo que recibió de la princesa al rescatarla. Al día siguiente provoca la tormenta que causará la anulación de la primera boda. Lo mismo sucede con las otras dos princesas. Al final las princesas reconocen tanto sus anillos como a su salvador. Iván-de la-perra mata al Señor Salvaje Blanco y los tres hermanos esposan a las tres princesas.

(Afanasiev 1978).

El único vínculo de este cuento ruso con el cuento vasco anterior es el de pertenecer al mismo tipo AT301, según el índice Aarne&Thompsom. Por lo demás no se aprecia una proximidad entre ambas versiones. Sin embargo rápidamente se observa la presencia del motivo que explica el misterioso golpeteo kax-kax-kax del cuento vasco, un motivo que aparece igualmente en más versiones de dicho AT301: el motivo del héroe que es contratado como aprendiz en casa del orfebre, y que simula fabricar los anillos para a continuación entregar los que obtuvo de las princesas cuando las rescató. El cuento de Ataun tuvo que contener en algún momento igualmente dicho motivo, pero al perderse el episodio de la entrega de los anillos durante el rescate, no quedó más que el proceder ininteligible del héroe que golpea sin cesar la ventana con su martillito, kax-kax-kax.

La inclusión de un nuevo motivo en el texto puede deberse a razones diversas: puede deberse a motivos contextuales (es algo que está de moda y ya está) o puede deberse a razones intrínsecas del propio motivo, tales como su belleza o fuerza expresiva. Veamos un ejemplo de incorporación de un motivo en un mito suletino de Tártalo (Polifemo):

Un niño fue un día al bosque. Se encontró un Tártaro y éste lo llevó a su casa. El Tártaro comía todos los días una persona y al niño ya le iba llegando su hora. Una noche el Tártaro, llegó a casa cansado y se echó a dormir en la esquina del fuego. ¿Qué hace entonces el niño? Agarra un asador y se lo clava en el único ojo de su frente. Luego corre a esconderse entre los carneros. Al no poder abrir la puerta no sabía cómo escapar. Coge el carnero más grande y lo degüella. Luego se viste con su piel y se ata su cencerro al cuello.

Al día siguiente el Tártaro se apresta a enviar a pastar a sus carneros y se pone junto a la puerta para que no se le escape el niño. Éste se queda atrás silenciosamente, pero el Tártaro tocaba uno por uno a todos los carneros al pasar. Cuando llega el niño el Tártaro lo reconoce y lo agarra por la lana, pero escapa dejándole la piel en la mano. Entonces el Tártaro le sigue corriendo, pero no podía guiarse. Le lanza un hermoso anillo para que lo coja. El niño lo recoge y se lo pone en el meñique. Pero el anillo gritaba: "Yo aquí, yo aquí!", y entonces el Tártaro, a la carrera, se aproximó al niño y estaba a punto de alcanzarlo. Quería quitarse el anillo pero no podía. ¿Qué hace entonces? Se corta el dedo y lo arroja con su anillo a un agua profunda que había por allí. El anillo seguía gritando "Yo aquí, yo aquí!". El Tártaro se lanzó al agua y allí se ahogó"

(Cerquand, 1881-82).

El carácter novedoso e intruso del motivo del anillo es inmediatamente revelado por lo forzado de su aparición. En efecto, lo que hasta entonces era una sucesión de eventos lógica y armoniosa, se ve interrumpida con semejante intromisión: el Tártaro, que, cegado, no es capaz de perseguir al niño, sin embargo sí que acierta a lanzarle con precisión el anillo parlante; y el niño por su parte, aunque corre despavorido huyendo del cíclope, se detiene en su carrera, olvidando por un instante su pánico, recoge el anillo maldito que con tan magnífica puntería le ha lanzado su enemigo y se lo pone en el dedo, para a continuación proseguir con su desesperada huida. Estas contradicciones y la introducción tan torpe y forzada del motivo revelan que su presencia es reciente, que no hace mucho que se le ha adherido al relato, y que éste no ha tenido tiempo aún de asimilarlo e integrarlo más armoniosamente en la estructura narrativa.

No sucede lo mismo en el conocido caso de Kixmi. Según refiere Barandiaran, "Kixmi" era el apelativo con el que los gentiles designaban a Jesucristo, término que en su lenguaje, significaba "mono". Pues bien, aunque el tal "Kixmi= mono" es en realidad un motivo tan extraño y adherido a la leyenda original en la que se integra, como lo pueda ser el motivo del anillo parlante que acabamos de ver, sin embargo su grado de integración en el relato que ha parasitado es tan notable que no sólo no tiene una apariencia extraña o sospechosa, sino que llega a desfigurar el significado original de la leyenda. En efecto, "Kixmi" es con toda probabilidad un producto de la imaginación de los curas-predicadores, cuya antigüedad en Ataun no superará seguramente los cuatro o cinco siglos. Y el mito del fin de los gentiles en el que se integra en algunas versiones de dicha villa, es un mito antiquísimo cuyo origen se remonta a los tiempos del primer megalitismo. Cuando el motivo de "Kixmi" se integra en la leyenda, se erige en protagonista principal de la misma vaciándola de su significación original. Ayudadas por el cambio de contexto, en el que el cristianismo se constituye en referencia principal, las versiones del mito del fin de los gentiles en las que "Kixmi" se ha integrado dan a entender que dicho fin se produjo a raíz del nacimiento de Jesucristo que preconizaba la posterior llegada del cristianismo. Incluso el propio Barandiaran interpreta el significado de la leyenda en dichos términos. El elemento extraño no sólo se ha integrado perfectamente en la estructura narrativa sino que se ha apoderado de ella ocultando su significación original.

Algún elemento del contexto primitivo en el que surge el relato se ha perdido y está ausente del contexto actual en el que se cuenta, lo cual conduce a que algún elemento del texto sea mal comprendido o no sea comprendido en absoluto. Esto sucede en la leyenda de las lamiñas del puente de Utsalea. Veamos los pasajes más significativos de esta leyenda recogida por Jean Barbier en Senpere (Lapurdi):

"Hace doscientos o trescientos años las lamiñas tenía una morada en Senpere, bajo el puente de Utsalea. Pero por más que pusieran atención para escuchar lo que pasaba, nadie sabía nada de lo que sucedía allí adentro. Una vez, sin embargo, una de aquellas lamiñas se hallaba próxima a morir. Sus amigas ya sabían que su hora había llegado, y vaya!, que, no se podía morir hasta que uno de nosotros,- uno que no fuera lamiña-,la visitara y dijera junto a ella una oración, por pequeña que fuera, en beneficio de su alma. Una de las lamiñas acudió pues a la casa Gaazetxea, donde tenían una conocida.

"Tienes que venir a nuestra casa, por favor...! Una de nuestras compañeras está muy mal y no podrá exhalar su último suspiro hasta que tú la veas i reces una pequeña oración por su alma. Tendrás una buena recompensa, una de cincuenta libras y además alguna cosa digna de ver".

Así pues la mujer de Gaazetxea se decidió a acudir y que fuera lo que tuviera que ser. Cuando llegaron al puente de Utsalea la lamiña le dijo a la mujer:

"Si al salir de nuestra casa oyes un rugido, por favor, no mires hacia atrás! Sigue adelante tu camino... Si no, perderás tu cosa digna de ver sin que ni siquiera te des cuenta."

"Está bien, te prometo que no miraré hacia atrás!"

Llegadas al puente de Utsalea, como para entrar en la morada de las lamiñas había que atravesar el río, la lamiña golpeó el agua, kaxk!, con una vara especial, y el agua se abrió en dos. Luego cuando pasaron de nuevo la lamiña golpeó al agua kaxk!, y las aguas volvieronal instante a su lugar de nuevo.

Nuestra mujer entra pues a la morada, y tras rezar una oración ante la lamiña moribunda se encamina hacia la salida..." (Jean Barbier, 1975) (Siguen la recompensa y algunos incidentes más sin importancia para el tema que se trata).

El motivo central de la intriga, -es decir, la presencia en la morada de las lamiñas de la mujer de Gaazetxe y la oración que pronuncia a favor de la lamiña moribunda-, ya no resulta comprensible a ojos del narrador, que se ve obligado, por tanto, a encontrar algún pretexto que permita justificarlo. Dicho pretexto es el de la supuesta imposibilidad de las lamiñas para exhalar el último suspiro si no media la presencia y la oración de una no-lamiña. El análisis ideológico de la mitología vasca permite saber que la presencia de la mujer de Gaazetxe en la morada de las lamiñas se entiende perfectamente como un comportamiento ejemplar en el marco de las relaciones vecinales de solidaridad que se dan en el auzo o vecindario, en el cual se integran tanto seres humanos como sobrenaturales. Un comportamiento ejemplar en un caso de auxilio y compañía en caso de agonía o muerte próxima. La pérdida de esta información contextual trae consigo la pérdida asimismo de la significación primitiva de la leyenda. En el tiempo histórico y en el lugar en que ésta ha sido recogida, las lamiñas no se han vuelto aún unas criaturas malvadas, pero ya no funcionan como depositarias y adalides de la ejemplaridad en las costumbres vecinales.

Se introduce nueva información en el marco contextual donde se cuenta el relato. Esta incorporación causa la reinterpretación de partes del texto. Un buen ejemplo de este caso nos lo ofrece la leyenda ataundarra que nos habla de las relaciones entre los gentiles de Jentilbaratza y los habitantes del caserío Agerre.

"Dicen que antiguamente solían vivir los gentiles en Jentilbaratza. Que muchas veces acostumbraban bajar de noche a Agerre, y que allí se dedicaban al juego hasta que cantase el gallo en la madrugada. Que una vez iba a enfermar el señor de Agerre y que iba a recibir el Viático. Al saber esto, los gentiles, aunque no eran cristianos, bajaron a Agerre una sobrecama de oro, y con ella cubrieron la cama del enfermo, antes que llegara el Viático. Que sin duda codiciaban los de Agerre la sobrecama de los gentiles, y que así la clavaron a la cama, y poco después hicieron cantar al gallo. Que al oír los gentiles el canto del gallo, agarraron su sobrecama y echaron a correr precipitadamente; mas una parte de la sobrecama quedó clavada a la esquina de la cama. Que entonces los gentiles gritaron que, mientras Agerre fuese Agerre, no faltaría en aquella casa algún manco o paralítico. Y dicen que desde entonces ha habido en Agerre algún manco o paralítico".

(Barandiaran, 1972-73).

Ya hemos dicho anteriormente que es muy difícil que uno de los tipos de transformación no se halle estrechamente vinculado a al menos otro de los tres tipos restantes. Sin embargo, esto es lo que muestra este ejemplo: una nueva información contextual, que no viene a colmar el hueco dejado por algún olvido previo, y que aún no ha producido cambios a nivel del texto. La nueva información contextual es la que incluye a los gentiles en el conjunto de los seres nocturnos extraños y temibles que huyen de la luz solar. Se adivina la influencia del cristianismo dominante, que en su esfuerzo por demonizar todo el paganismo previo ha conseguido ya que los gentiles sean clasificados como seres nocturnos. La incorporación al contexto de este dato, obviamente negativo, enturbia la correcta percepción del significado de la leyenda, significado que hubiera subvertido totalmente al cabo de cierto tiempo a través de la cadena de transmisión oral, al igual que sucede con los primitivos sacrificios ofrecidos a Basajaun y a las lamiñas en reconocimiento de los favores recibidos, devenidos robos con fuerza tras las respectivas demonizaciones de dichos seres sobrenaturales. Sin embargo, en la leyenda de Jentilbaratza, por más que se aprecien ya algunos síntomas leves, la demonización de los gentiles no se ha culminado, ni mucho menos. Todavía son dichos gentiles los depositarios de las costumbres de buena vecindad y los encargados de mostrar ejemplaridad, al tiempo que son víctimas de la codicia de los desagradecidos humanos cristianos de Agerre. La nueva información contextual se halla aún lejos de operar la transformación radical en la que desembocará finalmente. Pero la semilla ya está plantada.

Lo habitual es que al injertarse una nueva información en el contexto, el texto del mismo acabe por cambiar su significado. Esto resulta evidente por ejemplo en la tradición oral del Medio Oriente, cuando a raíz de la islamización medieval de la región cambia radicalmente el significado de algunos cuentos. Por ejemplo en el caso de aquellos que mencionan la reencarnación. La creencia en la reencarnación supone creer que tras la muerte de una persona su alma vuelve a la vida en el cuerpo de otro ser vivo. Según algunas de tales creencias, el ser humano no ocupa la cúspide de la cadena, sino que hay seres por encima del mismo, de modo que una persona que en vida fue virtuosa puede ser recompensada mediante la reencarnación de su alma en una criatura superior en dicha escala. Los cuentos que refieren acontecimientos similares eran frecuentes en el oriente pre-islámico. Cuando el Islam se extendió, todos ellos cambiaron radicalmente su significado, ya que según esta religión la transformación de un ser humano en un animal no puede deberse más que a una maldición causada por sus muchos pecados. La abundante documentación de la época permite seguir con precisión estas transformaciones. La nueva clave contextual aportada por la religión dominante transforma por completo el significado original del cuento. El primitivo protagonista virtuoso, tan virtuoso que logró reencarnarse tras su muerte en un animal superior-, aparece ahora transformado en hombre malvado, tan malvado que merece la maldición de ser transformado en animal (Claude Bremond. Seminario de Sémiologie des Traditions Narratives. Paris: École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1981). Esto nos muestra además una característica que se puede hallar igualmente en otras tradiciones orales, a saber, que la transmisión oral no funciona en base a conceptos o juicios, sino en base a imágenes. El concepto de persona virtuosa se pierde inexorablemente y no hay inconveniente alguno para que quien fue dechado de virtudes se transforme al poco en ejemplo de maldad. Aquel protagonista que en el contexto hinduista fue tan bueno que se reencarnó en animal no se transforma en el contexto islámico en un personaje tan bondadoso que gana el paraíso al morir. La personalidad del protagonista oscila desde un extremo al otro de la calificación ética en un viaje que no puede ser más contradictorio. ¿Y todo eso por qué? Para aferrarse a la imagen de que una persona se transforma en un animal. Las imágenes son los ladrillos de la tradición oral. La actividad de nuestro cerebro se basa en las imágenes.