Concept

Evolución de las narraciones orales

Oralidad

Los cambios expuestos hasta aquí se operan obviamente a lo largo de las cadenas de transmisión. Por tanto este apartado no pretende describir todos los fenómenos que ocurren a lo largo de dichas cadenas, sino simplemente explicar qué puede suceder entre el momento en que un relato pierde su equilibrio y el momento en que dicho relato queda registrado. El punto de partida es el momento teórico en que una narración queda desequilibrada por la acción de alguno de los fenómenos evocados, y se trata de observar qué le puede suceder a continuación.

Una vez producido el desequilibrio por alguna de las razones apuntadas, el relato se encamina a lo largo de una cadena de transmisión compuesta por dos tipos de eslabones, por dos tipos de narradores: el narrador repetidor, es decir, el que repite el relato casi palabra por palabra con una fidelidad a lo escuchado cercana a la de la escritura, y el narrador mejorador, que al referir el cuento o la leyenda, intenta disimular o maquillar los defectos que aprecia en el relato tal como lo recibió. El primero procede de un modo totalmente inconsciente, y no tiene reparo alguno en repetir una y otra vez mensajes sin sentido y contradicciones más que evidentes. El segundo es consciente de lo que está refiriendo, y si aprecia torpezas semánticas en el relato, se apresura a corregirlas de alguna manera, resolviendo las contradicciones, rellenando los huecos o prescindiendo de elementos inútiles, de modo que la narración tenga una estructura y una significación comprensibles y armoniosas.

La composición de la cadena de transmisión, es decir, la proporción en la misma de narradores repetidores y narradores mejoradores determinará el estado final del relato al momento de ser registrado. Cuantos más narradores repetidores haya habido a lo largo de la cadena, más probabilidades de supervivencia habrá para las cicatrices visibles de los cambios sufridos (básicamente, contradicciones, agujeros semánticos y elementos sin significado). Por el contrario, cuantos más hayan sido los narradores mejoradores, mayor será la probabilidad de que los relatos no muestren señales visibles de las transformaciones sufridas, ya que mostrarán un aspecto perfecto y equilibrado, y su nueva significación no mostrará grietas que hagan sospechar de su carácter novedoso.

El narrador repetidor y el narrador mejorador no son en cualquier caso dos tipos de narrador que uno pueda encontrarse en la realidad, sino dos tipos teóricos funcionales de narrador, que representan dos tendencias que es posible hallar en cualquier narrador real. Se trata de modelos ideales de narrador. Un narrador real puede hallarse más próximo del modelo repetidor y otro del modelo mejorador. Sin embargo, puede suceder incluso que un mismo narrador real, una misma persona, se aproxime más a uno u otro modelo, según la elección que realice en función de ciertas circunstancias que rodean a la comunicación: tipo de relato, tipo de audiencia, propósito de quien cuenta la historia, camino por el que la historia llegó a conocimiento del narrador, actitud del propio narrador hacia esa historia y uso que hace de la misma, etc. ¿Pretende el narrador repetir una historia que juzga respetable, del modo en que la escuchó o es su intención divertir ingeniosamente a una audiencia que espera de él ciertas dosis de creatividad? Un mismo campesino vasco no actuará de modo idéntico cuando refiera a sus propios hijos una leyenda aprendida de sus mayores, sucedida en un lugar concreto y conocido, que hace referencia a los antepasados y forma parte del acervo mitológico del solar del propio linaje, o cuando al final de la jornada en un ambiente de compañeros de trabajo, cuente la historia que una vez escuchó en un ambiente parecido, historia que habla de lugares fantásticos e indeterminados, con ánimo de divertirlos y resultar ameno y gracioso. En el primer caso tratará de repetir lo más fielmente posible el relato tal y como lo recibió de sus mayores, mientras que en el segundo, la fidelidad pasará posiblemente a un segundo plano en beneficio de la creatividad y de las ganas de epatar a la audiencia.

La capacidad del narrador-repetidor para contar una historia sin reparar en absoluto en lo que está diciendo queda retratada en el siguiente relato. Hay que subrayar que las opciones sexuales en 1920, cuando se registró, no eran tan variadas como en el presente.

"Solía vivir Basajaun en los bosques de Zeanuri. Una vez fue al bosque un joven y halló a Basajaun. Este le dijo a ver si quería ser su novio. Este muchacho le miró bien y viendo que tenía garras en las piernas le contestó que no. Entonces Basajaun le dijo que presto moriría, y dicho y hecho, murió al día siguiente y Basajaun asistió a su entierro"

(Barandiaran, 1973).

La cuestión que surge ante la presencia de estos dos tipos teóricos de narrador es la de su presencia relativa en la cadena de transmisión. Es decir, ¿cual es la proporción de unos y otros en dichas cadenas? ¿Son mayoría los repetidores o bien los mejoradores?

La reflexión hecha anteriormente se aplica también a esta cuestión en el sentido de que no hay una composición que pueda ser determinada en todos los casos sino proporciones variables en función de los tipos de relato y de las diversas circunstancias y propósitos de la comunicación. Basándonos en esta afirmación podemos concluir que en un contexto de cuentacuentos profesionales en el Bagdad medieval, las cadenas de transmisión tendrían no pocos eslabones de narrador-mejorador, mientras que para el caso de las leyendas mitológicas vascas, parece acertado suponer una importante presencia de narradores-repetidores a lo largo de las cadenas de transmisión. En cualquier caso la respuesta sólo puede ser definitiva a posteriori. Por ejemplo podemos deducir que en el relato de los gentiles de Jentilbaratza que acuden a Agerre, la transmisión se ha realizado a lo largo de una cadena cuyos eslabones han sido casi exclusivamente narradores-repetidores, ya que ha sido capaz de mantener el punto de vista de la gentilidad pagana, atravesando varios siglos de contexto cristiano, sin importarle lo más mínimo mantener en su seno la contradicción que supone incluir a los gentiles entre los seres nocturnos que huyen del sol, junto con las brujas y otras especies temibles, al tiempo que los muestra como buenos vecinos, solidarios y generosos, ejemplares a la hora de cumplir las normas de la buen vecindad.

Igualmente, cuando las versiones de una leyenda registradas a lo largo y ancho de una vasta extensión geográfica muestren una semejanza notable, habrá que convenir que los narradores-repetidores han sido mayoría absoluta en las respectivas cadenas de transmisión. Esto resulta evidente en el caso de los motivos que forman parte del mito del fin de los gentiles. Estos motivos han sobrevivido sin grandes cambios (es decir, permaneciendo lo bastante semejantes como para que su relación pudiera ser deducida) hasta ser registrados en el País Vasco, Irlanda, Escocia, Alemania y Escandinavia, dejando a un lado otros lugares a los que también llegó con posterioridad de mano de la expansión sajona medieval. La distancia temporal entre dichos vestigios, es de unos cinco o seis milenios.