Militante convencido del expresionismo abstracto desde la década de los setenta, Pedro Eguiluz encuentra en este movimiento pictórico, y en su filosofía, los presupuestos ideales para desarrollar una serie de inquietudes artísticas. Como buen dibujante que es, la línea, plena de color, crea y articula composiciones muy dinámicas que le permiten profundizar en el campo puro de la plástica.
Cumplimentada una trayectoria que ya supera con creces las tres décadas de actividad, y una vez descubierta la "obra ideal", ha sabido permanecer fiel y consecuente con un determinado ideario expresivo. Así, estabilizado en un estilo con el que se identifica, y se siente cómodo, continúa trabajando dentro de conceptos y técnicas similares. Desenvolviéndose con un lenguaje no figurativo que se mantiene al margen de cualquier referencia anecdótica.
En sus lienzos, el trazo pictórico, eminentemente gestual y agitado, más bien barroco, se convulsiona y multiplica inundando todo el espacio cromático. Es un artista que se recrea constantemente en el propio proceso de la pintura, en la incidencia de la luz sobre la pincelada, en el surgimiento de ámbitos (a)formales que de alguna manera se definen y se subliman gracias a una labor rotundamente instintiva y libre de prejuicios.