Como fruto de los esfuerzos que a mediados del siglo XIX iniciara D. Antonio D'Abadie en Urruña para fomentar y revitalizar el patrimonio cultural vasco, en 1886 se celebraron en Durango unas Fiestas Euskaras, siguiendo sus directrices. Para estas fiestas, que contaba entre otros concursos, con los de música y danza, los organizadores crearon y montaron una estampa cantada sobre la labor y trabajo del lino que se denominó Gorulariak o hilanderas.
Junto a esta estampa, que recogía versos tomados de un libro de Juan Antonio Moguel con música del maestro Zubiaurre, se presentaron otras dos danzas con mas tradición en la villa: una con arcos adornados y otra un juego de cintas para enlazarlas en un palo. Todas ellas realizadas con un grupo mixto de niños y niñas que se prepararon para el efecto.
Sobre estas dos danzas se hace referencia en los papeles que dan cuenta de la visita del rey Fernando VII a Durango en 1828. En ellos se cita como unos jóvenes escogidos, trayendo en la punta de un palo largo un muñeco, denominado Domingillo, le hacían bailar, al tiempo que realizaban la danza de las cintas. Así mismo se nos dice que también unas jóvenes teniendo en sus manos unos arcos adornados bailaban contradanzas.
La Zinta dantza, o danza del Domingillo, figura en pagos antiguos de la Villa, pues formaba parte de la Dantzari dantza que ya desde el siglo XVI esta documentada. De la Arku dantza, bailada por mujeres, la mencionada referencia de la visita de Fernando VII es la primera que encontramos.
A este conjunto de danzas se le denominó posteriormente Gorulariak. Después de las Fiestas Euskaras los durangueses siguieron bailando estas danzas en sus celebraciones. Por otro lado, antes de la guerra de 1936, fue muy extendida su práctica a partir de Juventud Vasca.
Los dantzaris de Iurreta, que recogieron los mencionados números de dantzaris durangueses de dicha época, el primer domingo de octubre, como final de sus fiestas de San Miguel, las han incorporado a su repertorio.