Territoires

Bizkaia. Historia

El año 1300 constituye un auténtico hito en la historia vizcaína, entre otras razones porque a lo largo del mismo tiene lugar la fundación de la villa de Bilbao. En ese momento Bizkaia contaba ya con varios núcleos urbanos, que ponen de manifiesto la importancia económica y política de la zona. Quizá por esto, a pesar de que a fines del siglo XIII, y a lo largo del XIV, Bizkaia, como en general toda la Europa feudal, conoce una crisis que afecta profundamente sus estructuras económicas y sociales, su papel en el contexto de la corona castellana no se resiente. Más bien al contrario se reforzará notablemente a lo largo del período bajomedieval, lo que, entre otras cosas, se refleja en la distribución de su poblamiento.

A lo largo del siglo XIV tiene lugar una redistribución de la población vizcaína, en la que las villas juegan un papel de primera fila. Ya en los últimos años del siglo XIII se habían creado algunas, como Lanestosa, Durango, Ermua y Plentzia. A ellas viene a unirse Bilbao en 1300. Y posteriormente se fundan otras nuevas, tales como Portugalete (1322), Lekeitio (1325), Ondarroa (1327), Villaro (1338), Markina (1355), Elorrio (1356), Gernika (1366), Gerrikaiz (1366) y Miravalles (1375), y Larrabetzu, Mungia y Rigoitia (1376).

Dos factores principales parecen ser los que explican esta fructífera política fundacional. En primer lugar, hasta aproximadamente 1338, el impulso viene dado por el desarrollo mercantil, que exige nuevas estructuras que favorezcan la práctica del comercio; no se olvide que las villas de este primer período están localizadas en las rutas que unen el Cantábrico con el interior de Castilla, o en la propia costa cantábrica. Más tarde, las últimas villas que aparecen debieron responder más a motivos de carácter político-social; piénsese que Elorrio y Markina surgen en relación con los problemas que plantean los deseos expansionistas de Gipuzkoa, y que otras pretenden ser centros defensivos frente a la presión banderiza y nobiliar.

Con la fundación de las villas, se produce en los siglos XIII y XIV una redistribución del poblamiento. En primer lugar porque a partir de la concesión de la carta puebla se produce un agrupamiento poblacional (o un incremento del número de habitantes preexistentes, cuando ya existe un elemento preurbano anterior), debido a la atracción que el nuevo núcleo urbano ejerce sobre la población rural circundante. Sin embargo no todas las villas tienen el mismo efecto en lo que hace referencia a la reordenación del territorio, por el contrario, su impacto depende de la adecuación de su emplazamiento y su funcionalidad. En este sentido parece evidente que a la cabeza de las nuevas villas hay que situar a Bilbao, que pronto se convierte en el principal centro de atracción de todo el territorio, sabiendo orientar en su propio beneficio, desde muy pronto, las tendencias poblacionales y económicas del Señorío. Con menos fuerza, pero también con éxito, funcionan otras villas como Markina, Balmaseda, Gernika o Portugalete.

Pero con todo, la mayor parte de la población vizcaína sigue residiendo en el medio rural, donde la anteiglesia se ha afianzado como núcleo principal, tanto desde el punto de vista jurídico como poblacional. En este sector el caserío disperso (cuyo crecimiento cuantitativo, que hay que poner en relación con la progresiva ruptura del grupo familiar doméstico tradicional de dedicación ganadera, parece responder a una presión de carácter demográfico, y estar vinculado al lento avance de la agricultura) convive con las pequeñas barriadas, que constituyen el núcleo básico de la anteiglesia. A lo largo de la Baja Edad Media se produce también una redistribución espacial de los propios núcleos de población, que prima la ubicación en los fondos de los valles, donde, precisamente, se ubican las villas y algunas barriadas cabeza de anteiglesia. Este parece ser el emplazamiento preferido en ese momento para los distintos núcleos de población; sin embargo los caseríos aislados no dudan en ascender a media ladera, e incluso más arriba, cuando las necesidades económicas lo exigen.

Desde el punto de vista cuantitativo hay un predominio de población rural, la mayor parte de la cual se agrupa en barriadas que se constituyen en anteiglesias. Pero los valores demográficos no permanecen inalterados durante todo el período que nos ocupa. Por el contrario, el volumen de población de Bizkaia atraviesa por muy distintas situaciones a lo largo de la Baja Edad Media. Así, de un período de recesión que parece culminar en torno a mediados del siglo XIV (la documentación de este siglo hace frecuentes menciones a despoblados y yermos), se pasa a otro de lenta pero continuada recuperación que debió de acelerarse en la segunda mitad del siglo XV. Este crecimiento es especialmente sobresaliente en algunas villas (sobre todo en Bilbao, aunque aquí las razones no son tanto vegetativas cuanto socio-económicas), pero también se observa en la Tierra Llana donde en la segunda mitad del siglo XV se incrementa el número de fogueras.

Por último hay que señalar que el volumen demográfico del Señorío tampoco está distribuido homogéneamente por todo el territorio del mismo. En líneas generales hay que señalar que la zona más densamente poblada al final de la Edad Media es la de Orduña, seguida por la del Nervión. En el extremo opuesto se encuentra la merindad de Arratia. Por lo que se refiere a los núcleos de población, el más poblado es Bilbao, al que sigue, a bastante distancia, Tavira de Durango; Balmaseda y Elorrio están muy por detrás de esas dos villas, quedando en posición intermedia otras como Lekeitio y Bermeo.

Toda esta población constituye la base demográfica del Señorío de Bizkaia, cuya titularidad, desde fines del siglo XIV corresponde al monarca. En 1370 accedió al título don Juan, hijo de Enrique II de Castilla, quien en 1379 accede al trono castellano. Desde ese momento los reyes serán los señores de Bizkaia, titulándose "Señores de Vizcaya" además de "reyes de Castilla, León, Toledo, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén, el Algarbe y Algeciras, y señores de Molina". El hecho es sin duda significativo e incide en la evolución vizcaína posterior, en especial en lo que hace referencia al fortalecimiento de la territorialización. Pero, en general, el rey está lo suficientemente lejos como para que su intervención directa sea muy parca; sólo en casos extremos su presencia se deja sentir a través de los corregidores, como sucede a fines del siglo XIV, en 1394, cuando nombra a Gonzalo Moro para que atienda a la pacificación del Señorío. En esta ocasión la actuación del corregidor, junto a los representantes de la Junta General, dio lugar a la organización de una nueva Hermandad vizcaína; ésta vino a respaldar la territorialidad del marco político vizcaíno no sólo en lo referente a las merindades, sino también a las anteiglesias.

Desde el punto de vista normativo, el hecho más relevante del período bajomedieval tiene lugar en 1452, cuando se redacta el "Fuero Viejo", ordenamiento jurídico para la Tierra Llana. Posteriormente, y aunque desde el punto de vista jurídico se trate de un hecho de otra naturaleza, el hito más destacado lo constituirá el "Ordenamiento" de 1487, del corregidor Chinchilla, que entre otras cosas establece una ordenación de la vida política de las villas.

Por lo que se refiere a la organización de los tres territorios que integran el Señorío, hay que resaltar que la Bizkaia medieval está integrada por dos ámbitos claramente diferenciados. En primer lugar los núcleos urbanos (Bilbao, Larrabetzu, Mungia, Rigoitia, Villaro, Lekeitio, Bermeo, Plentzia, Gernika, Miravalles, Markina, Ondarroa y Gerrikaiz), que se desarrollan fundamentalmente a lo largo del siglo XV, y entre los que claramente destaca la villa de Bilbao. Cuentan con un estatuto particular que se especifica en la carta-puebla que da lugar al nacimiento de cada una de ellas. Esto les permite contar con un concejo que controla políticamente el territorio villano y su población, y que se constituye sobre la base del fuero de Logroño (ordenamiento aplicado a las primeras fundaciones) y el ordenamiento de Alcalá de 1348. De esta forma las villas se distancian en la práctica del ámbito de actuación de las autoridades del Señorío (que quedan limitadas así a la Tierra Llana), al tiempo que refuerzan su propio papel señorial. El concejo se convierte en un importante órgano de poder local, que se ocupa de los asuntos relacionados con la vida político-administrativa y económica, además de velar por otros aspectos de interés para toda la colectividad, tales como la lucha contra los peligros "naturales" (el fuego muy especialmente), el mantenimiento de la paz, y la preservación de la higiene y la salubridad colectiva. En el seno de estos concejos destaca el regimiento, órgano colegiado monopolizado a fines de la Edad Media por la oligarquía local.

El otro ámbito es la Tierra Llana, es decir, el territorio propiamente rural. Desde el punto de vista jurídico-administrativo está organizado en merindades (en el siglo XIV se documentan las de Uribe, Arratia, Busturia y Markina, a las que hay que sumar, al finalizar la Edad Media, las de Bedia y Zornoza, que surgen a partir de la de Arratia), en el seno de las cuales se ubican las anteiglesias. Estas últimas constituyen pequeñas comunidades locales, centros de habitación y organización socio-política de la población rural.

El segundo espacio con personalidad propia es el de las Encartaciones, en el extremo occidental del Señorío, que se incorpora a Bizkaia en el siglo XIII, momento en el que destacaba, por encima de otros señores de menor relevancia, la poderosa casa de Haro. Durante toda la Baja Edad Media va a mantener su personalidad, plasmada en el fuero Viejo de Avellaneda de 1394, aunque las coincidencias con el resto de Bizkaia vayan incrementándose progresivamente (no en balde ese fuero está inspirado en el capitulado de la Hermandad vizcaína). Lo mismo que en la Bizkaia nuclear, existen aquí dos situaciones institucionales diferenciadas: las villas (Balmaseda, Lanestosa y Portugalete), y la Tierra Llana. Esta última se presenta como una unidad político-judicial, dado que en la misma no hay circunscripciones intermedias que la fragmenten. Sin embargo, a comienzos del siglo XVI (1503) el fuero Viejo de las Encartaciones y el fuero del Albedrío permiten diferenciar el valle de Salcedo y Gordexola del resto de esa Tierra Llana. Por otra parte, en la misma hay que constatar la presencia de anteiglesias, que organizan a la población desde el punto de vista espacial, jurídico y administrativo. El Duranguesado, integrado en el señorío de los Haro en la época de Alfonso VIII, tiene aún más puntos de contacto con la Bizkaia nuclear, a pesar de contar también con un fuero propio que data de la segunda mitad del siglo XIV. Cuenta con varias villas (Durango, Elorrio, Otxandio y Ermua), y una Tierra Llana, en la que, como en el resto de Bizkaia, la población se agrupa en anteiglesias. En el conjunto del Señorío vizcaíno, el Duranguesado constituye una merindad, cuyo merino comparte el poder con el lugarteniente del corregidor, al que en puridad está sometido. vide supra "Derecho público e Instituciones".

  • Agricultura

Aunque la agricultura es la base esencial de la economía feudal, puede decirse que en el caso de Bizkaia se trata de una actividad muy poco productiva, hasta el extremo de no satisfacer en algunos casos la propia demanda local, incluso a pesar de que durante la Baja Edad Media avanza la propiedad individualizada sobre la comunal, lo que favorece la dedicación agrícola. De esta forma nos encontramos con que los dos productos más solicitados en general, el cereal y el viñedo, son deficitarios. Entre los cereales, es el mijo (borona) el que más arraigo tiene, sin duda porque, lo mismo que en el caso de la cebada y el centeno, se aclimata bien a las zonas húmedas y altas. Las tierras dedicadas al cereal, conocidas como llosas o heredades, suelen cercarse para evitar los daños que podía ocasionar el ganado, el cual sólo podía entrar en las tierras de sembradura una vez que la cosecha estuviera recogida. En lo referente al viñedo, la mayor parte del vino consumido viene de fuera, ya que las condiciones naturales vizcaínas no son muy adecuadas para el desarrollo de la vid. Con todo, se trata de un cultivo que avanza a lo largo del siglo XV, impulsado por las villas; así puede observarse en los casos de Balmaseda o Bilbao, donde es fácil encontrar cepas y parras destinadas a la producción de vino. Los árboles frutales, tercer capítulo de la actividad agrícola en Bizkaia, tienen una intensa presencia en todo el territorio. A la cabeza se sitúa el manzano, cuyo fruto proporciona alimento y la bebida más consumida por los vizcaínos, la sidra. Castaños y nogales ofrecen también un importante aporte alimenticio a la dieta cotidiana. Por otra parte, hay que destacar la presencia de agrios, cuya importancia parece estar por encima de los restantes frutales (duraznos, perales, higueras, cerezos, nísperos o membrillos). El protagonismo de estas actividades agrícolas corre a cargo de campesinos que trabajan tierras propias o ajenas. Podemos encontrarnos así unidades familiares que con la ayuda, o no, de algún jornalero ponen en explotación su propiedad territorial; pero también con otras que trabajan tierras ajenas, a las que a fines del Medievo han podido acceder por contratos enfiteúticos o mediante acuerdos de aparcería. También en el sector ganadero podemos encontrar situaciones de aparcería.

  • Ganadería

La ganadería es una realidad omnipresente en el Señorío, de manera que encontramos propietarios de ganado tanto en el mundo rural como en el urbano y en el seno de cualquier sector social. La cabaña predominante parece ser la vacuna, seguida de la porcina y ovina. La estabulación invernal debió afectar a muy escaso número de cabezas, siendo general el régimen de pastoreo, diario para el ganado menor, y de trashumancia estacional en el caso del mayor. En relación con la ganadería hay que hacer mención especial de los seles, terrenos de pasto por excelencia (aunque pueden dedicarse a otras actividades), de forma circular y propiedad privada. Junto a ellos existen zonas comunales de pasto: ejidos, baldíos, dehesas y montes.

  • Monte

El monte, junto con el bosque, amén de zona de pasto para el ganado, es uno de los pilares de la economía medieval vizcaína. Allí se obtiene la madera, materia prima indispensable para la construcción, la industria naval, la obtención de carbón y la fabricación de una parte del menaje doméstico y aperos de labranza, además de proporcionar fuego para la cocina y calor. La utilización del monte y el bosque está reglamentada en todos sus aspectos, caza, recolección de frutos, pasto de ganado, obtención de madera y leña, etc., y esa reglamentación tiende a proteger a quienes tienen la titularidad de la propiedad de ese espacio, así como al propio objeto de reglamentación, es decir al monte y el bosque. En este sentido las normas establecidas buscan garantizar su existencia y reproducción, pues los vizcaínos son conscientes de la importancia económica que tienen. Esa riqueza se basa en parte en la variedad de especies arbóreas, entre las que destacan el roble y el castaño, así como el carrasco, haya, avellano y madroño. La riqueza maderera de Bizkaia es uno de los aspectos que explican la importancia que alcanza su industria ferrona y naval, en el conjunto del sector artesanal, vizcaíno, en el que también destacan los armeros de Markina y los pañeros de Durango.

  • Ferrerías

La producción de hierro es esencial en la vida económica vizcaína. La abundancia de cursos de agua y madera, así como de mineral de hierro, están en la base de esa actividad, que se convierte en una de las más saneadas fuentes de ingreso. Su importancia queda de manifiesto en la regulación normativa de que es objeto, que culmina con la redacción del Fuero de las Ferrerías en 1440.

  • Industria naval

La industria de naval se desarrolla a medida que la pesca, el comercio, y también en algún caso la guerra, demandan barcos, cuya construcción se realiza en las villas costeras, (Lekeitio, Bermeo, Ondarroa, Portugalete y Bilbao).

  • Pesca

La pesca, otro de los sustentos de la economía vizcaína bajomedieval, hay que contemplarla desde una doble perspectiva. Por una parte, y esto en especial en lo que hace referencia al aprovechamiento de los cursos fluviales, se trata de una actividad complementaria que enriquece la dieta y garantiza la subsistencia de las unidades familiares que la practican. Pero también se desarrolla como una profesión especializada, practicada en el mar, y potencialmente enriquecedora, que abastece a una actividad mercantil que se desarrolla tanto en el propio terriorio del Señorío, como en otras áreas de la corona de Castilla. De la importancia de esta actividad da noticia el interés del Señor por las rentas que de la misma puede obtener (por ese concepto percibe el quincio, es decir uno de cada quince pescados capturados). Las capturas no sólo se consiguen en la pesca de bajura. Los vizcaínos se internan en el mar, practicando la pesca en aguas del mar del Norte e Irlanda, para llegar, a comienzos del siglo XVI a Terranova. Entre las especies capturadas, destacan el congrio, merluza y sardina. A ello hay que añadir la caza de la ballena, a la que seguramente se dedicaron desde épocas tempranas. Además de la pesca, el mar permite también la práctica de un comercio de amplio radio, que se convertirá en una de las señas de identidad de la economía vizcaína bajomedieval.

  • Comercio

El comercio viene potenciado por la amplia zona costera, así como por el déficit de productos alimenticios que sufre Bizkaia. A ello hay que sumar la existencia de productos excedentarios susceptibles de abastecer ese comercio, y la abundancia de lana castellana cuya exportación a los centros textiles de los Países Bajos proporciona abundantes ingresos. Este comercio se realiza principalmente por mar, vía de exportación de hierro y lana (esta última procedente de los ricos rebaños de la Mesta), e importación de otros productos, entre los que destacan las telas finas y los paños. Los peligros que acechan a estas rutas son grandes (tormentas y piratas) y pueden provocar la pérdida del negocio, e incluso de la vida, pero de tener éxito la ganancia obtenida era también importante. Flandes, Francia, Italia, Inglaterra, así como otras áreas peninsulares, tales como Portugal y Andalucía, son los principales destinos del comercio marítimo vizcaíno. Junto a este gran comercio, se desarrolla otro de escala más modesta, por vía terrestre. Afectado también por sobresalientes obstáculos (mal estado de las rutas, salteadores de caminos, adversidades climáticas), su capacidad de enriquecimiento es menor, pero no desdeñable. Este comercio pone en contacto Bizkaia con la Meseta, en especial con las ferias que se celebran en las villas de esta zona, y muy especialmente, a partir de la segunda mitad del siglo XV, con Medina del Campo, centro ferial de la corona de Castilla por excelencia. La exportación de pescado y la importación de cereal parecen ser los objetivos prioritarios de este frente de actividad. Por último hay que hacer mención al comercio interior, esto es, a la actividad mercantil practicada cotidianamente en el Señorío, mediante la cual se garantiza el abastecimiento de productos de primera necesidad, en especial alimentos. En este sentido destacan las villas, por cuanto es en ellas donde se realizan los más importantes intercambios, tanto en lo que respecta al comercio diario, como a las celebraciones puntuales (mercados y ferias). Si todas las villas disfrutan de un mercado (en la mayor parte de los casos desde el momento de su fundación, ya que su concesión queda reflejada en la carta puebla), sólo unas pocas cuentan con una feria (Balmaseda, Orduña y Plentzia).

  • Nobleza

La sociedad que dinamiza estas actividades económicas está presidida por el señor de Bizkaia (como he señalado más arriba, desde 1379 es el rey), cuyo poder señorial va retrocediendo a lo largo de los siglos XIV y XV. Dejando al margen la figura del señor, a la cabeza de la sociedad vizcaína bajomedieval encontramos a la nobleza, propietaria de tierras y beneficiada por el Fuero Viejo que le reconoce mayores ventajas que al resto de la población, entre ellas la de construir casas-torre. En general esta nobleza se ve afectada por una crisis de carácter económico, que por un lado la lleva a buscar nuevas fuentes de ingreso (potenciando así el comercio y su relación con las villas), y por otro a defender sus rentas antiguas mediante el tradicional recurso a las armas (lo que provoca innegables desajustes socioeconómicos). Desde luego, la nobleza no constituye una clase homogénea. Al contrario, encontramos en su seno situaciones diferenciadas. Así, al frente de los nobles destacan los Parientes Mayores, alguno de los cuales llegó a adquirir cierta influencia en la corte (por ejemplo los Butrón, Mújica y Abendaño). Auténticos caudillos militares, se alzan a la cabeza de los linajes, y dominan a sus integrantes, quienes tienen la obligación de honrarles y acompañarles. Son propietarios de tierras y poseen un poder de carácter jurisdiccional que les permite exigir rentas al campesinado. Afectados muy directamente por la crisis bajomedieval, dieron lugar a la cristalización de un ambiente de marcada competitividad que derivará en una violencia generalizada, germen, entre otras causas, de la conocida guerra de bandos.

Los restantes integrantes de la nobleza son los hidalgos, término que en la Bizkaia bajomedieval tiende a identificarse con el de totalmente libre. Por su condición nobiliar, gozan de preeminencias y ventajas entre las que se encuentra la inviolabilidad del domicilio y el no poder ser presos por deudas. Pero también tienen obligaciones, la más pesada de ellas es la de mantener casa, armas y caballo. Si todo esto iguala a los hidalgos, hay que tener en cuenta que entre ellos hay situaciones muy diferentes, sobre todo desde el punto de vista económico: desde los que, careciendo de propiedad, viven de y con los Parientes Mayores, hasta los pequeños señores, pasando por aquellos otros que trabajan directamente su propiedad, causa por la cual su vida cotidiana se diferencia muy poco de la de los campesinos.Las principales fuentes de renta de esta nobleza, muy especialmente de los simples hidalgos, proviene de la propiedad territorial. Pero a ello hay que añadir: los ingresos que obtienen provenientes de la renta eclesiástica (de la que se apropian en virtud de su condición de patronos), aquellos que proceden de la práctica del comercio (tanto en función de las rentas cobradas en virtud de su poder jurisdiccional, como de la práctica directa de esta actividad) y de la actividad ferrona (son propietarios de ferrerías y a lo largo del siglo XV intentan aumentar su propiedad en este campo). A ello vienen a sumarse las mercedes reales y el servicio a la corona (en especial como lanzas mareantes).

  • Campesinado

En el extremo opuesto de la estructura social encontramos al campesinado que, sometido de una u otra forma al control de los nobles, constituye una compleja clase social en la que también pueden diferenciarse diversos grupos. En general su situación económica debía de ser la de un nivel medio de subsistencia, basado en el trabajo de la tierra y la dedicación ganadera, actividades a veces complementadas con la práctica de algún oficio (herreros, carpinteros, cesteros, etc.). La situación más extendida entre el campesinado vizcaíno es la de dependencia, que coarta su movilidad, ya que supone no sólo la satisfacción de censos y prestaciones en beneficio del señor, sino también la obligación de mantener poblado y productivo el solar que ocupan. No es extraño entonces que estos campesinos dependientes tiendan a abandonar la tierra "labradoriega", que les impone esa dependencia, e intenten asentarse en tierra "infanzona", con la esperanza de que la condición de la tierra les convierta en campesinos libres. Entre el campesinado dependiente destacan los llamados "labradores censuarios", es decir aquellos que ocupan tierras pertenecientes al señor de Bizkaia, al que pagan durante el siglo XV 200.000 maravedís de moneda nueva al año. A finales de ese siglo, en 1493, había 1.135 casas censuarias. En ese momento el número de campesinos libres debía de haber aumentado notablemente respecto a fechas anteriores, debido a la progresiva apropiación e individualización de las antiguas tierras de explotación colectiva y propiedad poco definida. Estos campesinos libres se encuentran en la vía de acceso a la hidalguía a la que progresivamente se van acercando, unas veces de hecho, y otras mediante la ocupación de tierra infanzona, lo que les permite irse confundiendo en la práctica con los hidalgos. Pero a pesar de esos avances su posición económica no parece verse afectada, predominando en general una situación de precariedad: cuentan exclusivamente con la fuerza de trabajo familiar, tienen un débil capital técnico, y su propiedad debía de ser de escasas dimensiones; ello les obliga en ocasiones a trabajar en otras tierras u otros oficios para complementar sus ingresos. No obstante, no faltan excepciones, es decir labradores ricos con amplios recursos.

  • Población urbana

El tercer sector social al que hay que hacer referencia es la población urbana. Si nobles y campesinos constituyen dos clases complejas y con notables diferencias internas, en este caso nos encontramos con una situación aún más diversificada. En primer lugar hay que señalar que en las villas viven nobles (Parientes Mayores e hidalgos) así como campesinos. Pero junto a representantes de esas dos clases predominantes en el sistema feudal encontramos también a otro sector, integrado por vecinos libres dedicados al artesanado y al comercio, enriquecido en muchos casos merced a esas actividades, y que constituye una auténtica clase en formación. En realidad ese será el medio del que surgirá más adelante la burguesía.Todos los habitantes de las villas gozan de una serie de privilegios comunes, entre los que destaca la libertad, el disfrutar de ciertas esenciones fiscales y la posibilidad de dotarse de un gobierno propio. Pero a partir de aquí empiezan las diferencias. La más importante es la que se establece en torno a la posibilidad de acceder al órgano de gobierno local, el concejo: aquellos que consiguen alcanzar, y controlar, los mecanismos locales de poder son los que se alzan por encima del resto de los vecinos constituyéndose en una auténtica oligarquía urbana. Esta oligarquía se organiza, como la nobleza rural, en linajes urbanos; consigue un elevado grado de enriquecimiento, principalmente a través de las actividades mercantil y naviera; y en muchos casos se ennoblece. El resto de los habitantes de las villas, el común de vecinos, quedan sometidos al poder que la oligarquía ejerce desde el concejo y tienen una situación económica menos desahogada. La mayor parte de ellos constituye un sector intermedio, integrado por artesanos, escribanos, físicos, pescadores, pequeños comerciantes, etc. Por debajo habría que situar a los asalariados, que pueden ser tanto oficiales que trabajan a sueldo, como trabajadores sin cualificar. Este grupo carece de incidencia en lo que a poder económico y político se refiere, pero cuando plantea sus reivindicaciones (la huelga de los armeros de Markina de 1499, por ejemplo) puede llegar a provocar graves problemas. Esta sociedad vizcaína se ve alterada en ocasiones por importantes conflictos, fruto de las tensiones internas, que pueden ser avivadas por problemas de carácter coyuntural. En los núcleos urbanos son relativamente frecuentes las disputas en torno al reparto de los cargos concejiles, así como los provocados por el choque de los intereses divergentes de la oligarquía y el común de vecinos. Por otra parte la actuación señorial de las villas con respecto al mundo rural circundante provoca también enfrentamientos y conflictos sociales. Y desde luego no faltan los choques entre diferentes villas, cuando los intereses de unas y otras son opuestos. En el medio rural los conflictos antiseñoriales saltan también a la luz, aunque no siempre de forma abierta y clara. Desde luego hay una resistencia antiseñorial, que a veces queda plasmada en la solicitud de creación de una nueva villa (es el caso de Larrabetzu, Rigoitia y Mungia); en otras ocasiones el campesinado apela a la vía judicial para defender sus intereses ante abusos señoriales tales como la apropiación de montes de aprovechamiento colectivo, o la exigencia de ciertos tributos que consideran abusivos o injustos.

Pero tanto en el medio rural como en el urbano esos conflictos antiseñoriales y toda la tensión socio-económica se canaliza la mayor parte de las veces a través de las guerras de bandos. A lo largo de la Baja Edad Media tiene lugar un progresivo avance de la familia nuclear, pero eso no supone la total ruptura de los amplios lazos familiares tradicionales; éstos siguen teniendo una gran importancia, hasta el punto de poder ser considerados como el principal lazo de unión de los individuos entre sí. Son estos lazos familiares tradicionales los que dan lugar a la conformación de las parentelas y linajes.

El linaje se constituye a través de un vínculo de sangre por vía paterna, de manera que está formado por todos los descendientes, por vía masculina, de un antepasado común. De esta forma el linaje puede ser considerado como el grado inmediatamente superior al familiar en la jerarquización de la solidaridad agnática. Al frente de cada uno de ellos se alza un Pariente Mayor, cabeza y representante del linaje. En beneficio de su propio poder y del engrandecimiento de su linaje, el Pariente Mayor tiende a aumentar el número de individuos y familias que lo integran, al tiempo que procura ampliar los recursos territoriales a su disposición. Los linajes establecen relaciones entre sí, es decir, alianzas que dan lugar a la aparición de los bandos. En Bizkaia, como en el resto del País Vasco, Oñacinos y Gamboínos son los dos ejes en torno a los cuales se agrupan los distintos linajes. Pero hay que tener en cuenta que estos dos bandos no se constituyen de forma rígida, de manera que las alianzas de cada linaje pueden cambiar según convenga a los intereses del momento. Estos bandos centran preferentemente su actuación en el medio rural, pero también están presentes en las villas. De esta forma cuando se producen enfrentamientos entre ellos se ven afectados tanto la Tierra Llana como los núcleos urbanos.

La lucha de bandos es quizá uno de los aspectos más comentados de la historia bajomedieval vizcaína. Para entender su magnitud hay que enmarcarla en los cambios y tensiones que provoca la crisis que entonces afecta a las relaciones socioeconómicas. Como consecuencia de esa crisis se produce un endurecimiento de la presión señorial, al tiempo que los señores buscan la forma de extender su poder a nuevas áreas. Paralelamente esa coyuntura crítica es aprovechada por otras fuerzas, bien para asentar los cambios que al mismo tiempo se están produciendo (este es el caso de las villas), bien como medio para resistirse a esos mismos cambios (caso de la Tierra Llana). Todo esto provoca un estado generalizado de descontento y tensión, cuyo máximo exponente serán las luchas banderizas. Por lo tanto estas guerras son algo más que un enfentamiento entre nobles rivales: ocultan luchas intestinas, que tienen lugar en el seno de los bandos. Enmascaran y son instrumento de la resistencia antiseñorial, desde el momento en que los descontentos pueden unirse al bando rival de su señor para conseguir la meta propuesta. Además, las luchas banderizas ocultan diferencias surgidas entre algún sector vizcaíno y la corona, lo que no impide recurrir a los reyes cuando se necesita el amparo de éstos frente al bando enemigo. Y a veces también intervienen los intereses de otros nobles ajenos al Señorío, con los que los Parientes Mayores pueden estar aliados.

En ocasiones estas luchas banderizas, que arrancan de finales del siglo XIII, y en las que los desafíos juegan un importante papel, dan lugar a auténticas batallas en campo abierto, pero esto no es lo habitual. Por el contrario, son las asonadas, alborotos, asesinatos, incendios, robos, destrucciones, etc., es decir actos violentos particulares y puntuales, el vehículo más frecuente de la violencia banderiza. De esta forma el conflicto se extiende por toda Bizkaia, aunque si tomamos en consideración cada una de las zonas o núcleos de habitación veremos que los enfrentamientos van seguidos de largos intervalos de calma, hasta el punto de poder decir en muchos casos que son esporádicos. No obstante toda Bizkaia aparece dividida en dos bandos. En términos generales los Oñacinos son predominantes en Busturia, los Gamboínos prevalecen en Arratia y Bedia, y en Zornoza, Markina, Duranguesado y Encartaciones las fuerzas están más repartidas.

Dada la intensidad del conflicto, que afecta, aunque no de forma continuada, a todo el territorio vizcaíno, los intentos de poner fin a las diferencias que enfrentan a los bandos van haciéndose más intensos a medida que avanza la Edad Media. Alfonso XI en 1348 y Enrique IV en 1469, intentan, sin éxito, establecer la paz mediante ordenamientos de carácter general. Los fueros vizcaínos, por su parte, procuran también buscar una solución a la permanente violencia banderiza. Lo mismo puede decirse de la Hermandad, cuyo ordenamiento de 1394, fruto de la actuación del corregidor Gonzalo Moro, establece toda una serie de medidas tendentes a evitar todo tipo de enfrentamiento. Y, por supuesto, las villas actúan en la misma dirección, ya que el desarrollo de la economía urbana, más que ninguna otra actividad, necesita de un clima de paz para desarrollarse convenientemente. El 22 de marzo de 1458 (Madrid), el rey Enrique IV de Castilla confirmó las Leyes y Ordenanzas de Hermandad, insistiendo en la colaboración entre las de Álava, Bizkaia u Gipuzkoa, para que se defendieran contra los malhechores (Ref. Cart. Real de Álava, SEV, 1983). No obstante, las bases para la definitiva solución del conflicto empiezan a establecerse a fines del siglo XV, merced al amparo e impulso de las villas, respaldadas por la corona. El primer paso se da en 1479 cuando la Hermandad vizcaína se dota de un nuevo capitulado. El siguiente hito tiene lugar en 1489 cuando el corregidor Chinchilla logra salvar el recelo de las villas, que aceptan un nuevo ordenamiento. Por fin, en el siglo siguiente, a través de la institucionalización de los bandos, se logra realmente la pacificación: En 1545 se establece que los oficiales del Señorío sean elegidos a partes iguales entre los dos bandos. En las villas se llega a un acuerdo similar. Esa pacificación ha sido posible porque el beneficio que puede obtenerse de los bandos no depende ya del resultado victorioso de una acción violenta, sino de la posibilidad de alcanzar las prerrogativas del poder a través del amparo de los propios bandos. Precisamente por esto los puestos de carácter político-administrativo acaban repartiéndose a partes iguales entre los dos bandos.

  • Casa

La casa, unidad familiar a la vez que centro de la actividad económica de sus habitantes, constituye un elemento esencial. En el ámbito rural el tipo predominante es el caserío, elemento central de la casería, es decir de la unidad de explotación campesina. La vivienda propiamente dicha está acompañada en ocasiones por el hórreo, el horno y el lagar. El tipo de caserío más extendido tiene a la madera como material constructivo principal, y está cubierto a dos aguas a partir de un eje perpendicular a la fachada principal. La planta superior es utilizada como almacén. En la planta baja, donde están las cuadras, y cuya característica principal es el gran portalón central, se ubica la cocina (ésta es por lo tanto la zona en la que se permanece más tiempo). El primer piso suele estar dedicado a dormitorio. A este caserío típico hay que sumar las casas-torre, residencia de los más destacados nobles. En general, desmochadas o no, además de su función señorial, son igualmente el centro de una explotación económica. Tanto en un caso como en otro hombres y mujeres se reparten las distintas tareas. Mientras los hombres desarrollan los trabajos más relacionados con el mantenimiento físico de la vivienda, las mujeres orientan su actividad a los asuntos puramente domésticos. Esta diferente atención a la casa a cargo de hombres y mujeres, es extensiva en líneas generales a las viviendas urbanas.

En las villas, junto a los palacios y casas-torre urbanas, propiedad de algún pariente mayor, predomina la casa artesana que reúne vivienda y taller (o tienda). Hasta muy avanzada la Edad Media el material constructivo por excelencia de estas casas es la madera; sólo muy lentamente, y bajo la presión concejil, se van incrementando los elementos de piedra. Se trata de viviendas unifamiliares, cuya organización es similar a la casa rural, aunque hay importantes variaciones, en función de la diferente dedicación de sus habitantes; así destaca el patio posterior, que ocupa habitualmente la parte trasera del solar, mientras que en la planta baja, además de la escalera de acceso a la superior, se ubica el taller artesano y/o la tienda, siendo en la primera planta donde se desarrolla la vida familiar (cocina y dormitorios); por otra parte la vertiente del tejado es parelela a la fachada, y en su parte delantera avanza sobre ésta de manera que protege de las inclemencias del tiempo a los transeúntes y a quienes se acercan a las tablas de las tiendas o al taller.

  • Alimentación

Por lo que se refiere a la alimentación, ésta se basa fundamentalmente en los productos locales, complementados en el caso de los cereales por importaciones: pan, productos de huerta, frutas (secas o frescas), sidra (y en mucha menor medida vino), carne (vaca, carnero, cabrito, cerdo y aves de corral), y pescado (congrio, mero, pescada, sardina, besugo, dorada, etc.). A estos elementos hay que sumar, la miel, la sal, y dos productos que se consumen en grandes cantidades, huevos y leche. Estos alimentos se reparten en dos comidas principales, almuerzo y cena. En ellas los platos más frecuentemente consumidos son los potajes de verduras o legumbres, las llamadas "comidas de leche" (platos elaborados a partir de este producto, así como sus derivados, en especial queso y nata), carne cocinada con el potaje, o sola (asada, a la brasa, estofada, etc.), y en menor medida pescado. También se consumen dulces y confituras de frutas.

  • Indumentaria

Por último, el vestido, elemento primordial, tanto por lo que se refiere a cubrir y proteger el cuerpo, como por cuanto es un importante elemento de diferenciación social, y de género. En primer lugar está reglamentado, como en toda la corona castellana, el tipo de ropas que pueden vestirse o no en función de la condición social de cada uno; si bien hay que decir que este tipo de medidas son muy poco populares, y que los vizcaínos, en especial las vizcaínas, se quejan y protestan. Campesinos y población urbana visten de forma, al menos en parte, diferente. A ello hay que sumar que existe una moda femenina y otra masculina, con prendas especiales y específicas para cada uno.En todos los casos se distinguen las prendas "de dentro" (ropa interior) de las exteriores, y todos pueden calzar borceguíes, alcorques, o abarcas; este último tipo de calzado, consistente en un pedazo de cuero que envuelve el pie y se ata en el empeine con unas tiras de cuero, es típico de la zona. Hombres y mujeres lucen también peinados y tocados. Los hombres no se diferencian sustancialmente de los del resto de la corona castellana. El caso de las mujeres es distinto. En especial destaca el peinado de las solteras, que llevan la cabeza rapada al descubierto, con un único rodete de pelo por delante. Pero salvo las solteras las mujeres llevan la cabeza cubierta, y los tocados llaman la atención por su gran originalidad; se trata de adornos muy peculiares y exclusivos, e incluso espectaculares, cuyo uso defienden las mujeres vascas frente a la autoridad eclesiástica, que intenta hacerlos desaparecer sustituidos por otros más discretos.

IVV