Comédies musicales

Arin-arin - Porrusalda

Los cuadernos de partituras de tamborileros más antiguos proceden de finales del siglo XIX, y en ellos no encontramos el término arin-arin, pero sí, y además de forma abundante, contradanzas en 2/4.

En palabras de Iztueta (1824:142) a aquellos músicos no les gustaba el nombre de tamborilero sino otros como primer silbo, segundo, músico mayor y de ese tipo, y preferían los nombres en castellano y los usos de la música erudita. Que esto ocurriera también con el repertorio y por tanto prefirieran el término contradanza es de entender entonces, especialmente si tenemos en cuenta que nuestro baile binario no tenía, al parecer, una denominación muy clara.

Como ocurre con la mayoría de melodías para txistu de esa época, los cromatismos y los tonos con dos o tres alteraciones son abundantes, apareciendo muchas veces también las notas más altas. Como en este ejemplo, tomado del cuaderno de Fernando Ansorena, las semicorcheas son también abundantes, sugiriendo que el tempo debía ser más lento que el de nuestros días:

La revista Txistulari, órgano de la Asociación de Txistularis del País Vasco, ha publicado tres repertorios de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El primero es el de Fernando Ansorena Izagirre, y tiene la fecha de 1885 (Ansorena Miner 1993): en ese repertorio aparecen un total de seiscientas treinta piezas. De ellas, cuarenta y dos son contradanzas escritas en 2/4, lo que supone el 6,7% del repertorio total. A ellas, además, podemos añadir otras cuatro piezas que aparecen bajo el nombre indeterminado de danza, pero con el mismo compás de 2/4 y las mismas características. Atendiendo a su número, ocupan el quinto puesto (o el cuarto, si les añadimos las danzas) entre los géneros, tras valses y habaneras -los más abundantes con diferencia-, zortzikos en 6/8 y contrapases. En los otros dos cuadernos (Ansorena Miner 1990; Apezetxea Aguirre 1991), más tardíos, en general el porcentajes es del 12,4 (más del 15 si incluimos cinco danzas similares a las anteriores), siendo el cuarto género en cuanto a número, tras los zortzikos en 5/8, valses y habaneras.

Por su parte Azcue (1919), como hemos mencionado, define el arin-arin, dando algunos ejemplos. En el apartado de Danzas del Cancionero trae dos ejemplos con texto cantado, ambos zortziko txikiak. En el apartado de música instrumental Danzas sin palabras tenemos cuatro ejemplos más, uno de ellos en compás de 6/8, rompiendo la definición. Y sólo tenemos una contradanza, pero su velocidad más lenta (en los ejemplos de arin-arin en los tempi son allegro molto, allegro vivace, allegro vivo y vivace, el de la contradanza es allegretto) y el ritmo tiene una relación mucho más estrecha con el contrapás que con el arin-arin. En la época del renacimiento cultural vasco era de esperar la utilización de términos en vascuence en lugar de los castellanos, pero desde nuestro punto de vista es extraño que no haya mención alguna a porrusalda o términos similares.

Está claro además que las deshonestidades o por lo menos el gran contacto físico del siglo XVIII había desaparecido del arin-arin. No sabemos en qué medida pudo ser influencia de las reformas ilustradas, del gusto de las clases medias o de la pasión moralista católica que en este momento se mezcla con los sentimientos vascos. O quizá de los tres a la vez, en la medida en que era un objetivo común. En cualquier caso, el fandango y el arin-arin del siglo XX eran unas danzas completamente honestas, y con toda seguridad si Iztueta las hubiera conocido así hubiera cambiado de opinión defendiéndolas con ardor. Por ello los dirigentes del renacimiento vasco, y especialmente los del PNV, intentaron desarrollarlas y extenderlas, con la intención de mantener a la juventud vasca fuera del baile agarrado, en una lucha que adquirió dimensiones de cruzada. Y probablemente mediante este mismo proceso estos bailes empezaron de alguna manera a estandarizarse.

En la primera época de la revista Txistulari, publicada entre 1928 y 1936, se publicaron veintidós arin-arin y tres purrusaldas, el segundo género en atención a su número después de los fandangos. Esas tres purrusaldas estaban compuestas o escritas por el padre Olazarán, y su especificidad rítmica no está muy clara, teniendo en cuenta que por ejemplo, la purrusalda de Baztán apenas tiene puntillos. El capuchino de Estella también escribió otros arin-arin, y en su método, aparecido bastante más tarde, el título del apartado en que aparecen estos bailes es arin-arin (purrusalda). Por otro lado, el término contradantza sólo aparece una vez en las revistas de esta época, y ocurre en el título de una pieza, debajo del nombre ariñ-ariñ. Sin embargo, nombre y contenido no siempre coinciden. En las palabras de Félix Urabayen (cit. en Aramburu Urtasun 2003), por ejemplo, otro baile en ritmo binario, la polka, dejó también su huella en nuestras danzas. Con los Sanfermines como fondo en la novela El barrio maldito, describe dos txuntxuneros reales:. Javier Echeverría, el tamborilero gitano de Esquíroz, tocaba de modo más lento e indígena. Pero a su lado tocaba otro txuntxunero de Anoz. Y sus porrusaldas y zorzicos acusaban ya el mestizaje de la tradición artística; sabían un poco a jotas y polcas.