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Segura

Por su emplazamiento privilegiado, Segura ha sido una villa de tránsito comercial y este hecho determinó su urbanismo almendrado y compuesto por tres calles paralelas, como las villas que nacieron al amparo del Camino Real. Por su excepcional estado de conservación Segura es un referente para el urbanismo medieval, ya que aún conserva restos de la muralla que la cerraba desde su fundación como villa en 1256, así como sus solares góticos. Existen aún cinco portales de diferente cronología, como el portal de Zerain, del siglo XVII, el de Jauregi o Puerta Chica y el de Oxinaga o de Navarra, éstos últimos de mediados del siglo XVIII.

Caminar por las calles de Segura permite contemplar una gran cantidad de bellas casas y palacios destacados. Entre las casas del casco urbano llama la atención Ardixarra, la más antigua. Es una casa-taller con estructura de madera del siglo XVI donde se ha instalado la Oficina de Turismo y un Centro de Interpretación.

Pero Segura se distingue por su alta concentración de palacios urbanos que ostentan emblemas heráldicos de sus promotores. El más antiguo es el palacio Gebara, construido a finales del siglo XV y declarado Monumento Histórico Artístico por ser un magnífico ejemplo de palacio medieval de Gipuzkoa. El sabor gótico se lo da el arco de la puerta de grandes dovelas y una ventana geminada, y la hidalguía de sus primitivos habitantes se manifiesta en los tres escudos de su fachada. Una puerta similar tiene el palacio Arrue, de principios del siglo XVI aunque notablemente modificado, portador de una galería de arcos de medio punto de ladrillo que recorre su fachada.

El palacio Lardizabal, convertido en Ayuntamiento, es un edificio barroco construido a expensas de la próspera familia Lardizabal, cuyos miembros ostentaron altos cargos en la administración, el ejército y la Iglesia durante los siglos XVIII y XIX. Este palacio es una magnífica construcción barroca con fachada de sillería, vanos rectangulares recercados por orejas y un gran escudo.

El palacio Balenzegi es de sillería con una puerta de arco y ventanas rectangulares con balcones de rejería. De similar estructura pero más artístico es el palacio Jauregi. Los sillares almohadillados de los ángulos, las decorativas ménsulas de los balcones y las volumétricas orejas de los vanos dotan a su fachada de un inconfundible carácter barroco. Pero no se pueden olvidar los palacios Balentziaga o Antonkalenea, Alustiza, Garin o Zurbano, así como otros edificios singulares y recios que, sin la ostentación de los palacios o la sencillez de las casas populares, llenan el casco urbano. Tal es el caso de las casas Amarrandegi, Albaiteroenea, Arrese o Bernaberea entre otros.

Entre los edificios públicos podemos citar el Hospital de San Juan Bautista, reedificado a partir de 1716 por Pedro de Carrera que es el único centro hospitalario construido en el siglo XVIII que ha llegado a nuestros días en Gipuzkoa.

  • Parroquia de Santa María

Construida en varias fases a partir del siglo XV sobre otro templo anterior del que quedan algunos restos. Es de grandes dimensiones, compuesta por tres naves y cuatro tramos cubiertos por bóvedas de crucería y terceletes. Con planta de salón, tiene una cabecera muy pronunciada y estrecha, y en el exterior una esbelta torre diseñada por Ignacio Ibero en 1732. La portada principal se encuentra cobijada bajo un arco, esquema muy empleado en las iglesias guipuzcoanas; está dedicada a la Asunción y fue construida por Lucas de Longa entre 1687 y 1688.

En el interior, el espléndido retablo mayor es uno de los mejores muebles de la península y se debe al patronazgo de Martín de Lardizabal, Catedrático de la Universidad de Salamanca, alcalde de Madrid, Comandante General de Caracas y miembro del Consejo de Indias. Su residencia en la corte posibilitó contratar a los mejores artistas del momento: el guipuzcoano Miguel de Irazusta para la arquitectura y Luis Salvador Carmona para la escultura.

El retablo es de estilo rococó y de tipo cascarón, tipo introducido en Gipuzkoa por Irazusta y que tendrá un gran éxito continuado por su discípulo Diego Martínez de Arce, el autor material de este retablo. Consta de banco alto, cuerpo único con columnas de orden gigante y un ostentoso cascarón. Sobre el baldaquino se sitúa la escena de la Asunción de la Virgen, un sobresaliente grupo escultórico compuesto por numerosas figuras que se iluminaba con un transparente, un recurso teatral que dota a este conjunto de unos valores escenográficos extraordinariamente bien tratados. Las esculturas de Luis Salvador Carmona son admirables por su calidad, característica de este virtuoso escultor, que además se ve enfatizada gracias a la policromía de Miguel de Alquizalete.

La parroquia cuenta además con varios retablos laterales. Los dos más cercanos al presbiterio son de idéntico diseño, de estilo rococó, trazados por Diego Martínez de Arce y construidos por Tomás de Jáuregui. El del lado del evangelio tiene una buena talla barroca del Crucificado, acompañado por una Virgen Dolorosa y un San Juan Evangelista, ejecutados en Madrid a mediados del siglo XVIII dentro del mejor estilo rococó. Su mueble parejo tiene como titular a la Virgen del Rosario.

El retablo de las Ánimas del Purgatorio fue ejecutado a partir de 1708 por Tomás de Ordozgoiti y Domingo de Aldanondo en estilo churrigueresco, y entre otras imágenes, alberga un lienzo de las Ánimas del Purgatorio. El retablo de la Asunción, una donación de Martín de Lardizabal en 1757, también ostenta un lienzo con la titular, acompañada por unos santos obispos.

En una capilla del lado del evangelio existe otro retablo lateral ejecutado por Juan García de Berástegui a mediados del siglo XVII, que contiene una talla procesional de cierto dramatismo que representa a la Virgen de la Soledad, de principios del siglo XIX. En esta capilla se guardan las tallas procesionales que recorren la villa en Semana Santa, que son unas esculturas devocionales realizadas en el siglo XX. Finalmente, en la capilla de Santiago se conserva el retablo renacentista de Santiago, que procede de la capilla de Nicolás de Guevara y está realizado a mediados del siglo XVI.

Las puertas de la sacristía tienen tratamiento de retablo, ambas son barrocas y tienen las tallas de San Ignacio de Loiola y San Martín de la Ascensión.

  • Convento de la Purísima Concepción

Levantado a partir de mediados del siglo XVII gracias a las aportaciones económicas de personas acaudaladas -en especial de Juan Antonio Arrue Izarraga, cuya hija profesó en el convento-, las obras se realizaron en varias fases con trazas de fray Lorenzo de Jorganes y Juan de Raón. La iglesia es la parte más interesante. Estructurada por cuatro tramos y tres naves, destaca su vertical fachada, flanqueada por dos altas pilastras de orden gigante, coronada por un frontón triangular y que alberga otra portada de gusto vignolesco.

El interior se amuebla con un retablo costeado por dos religiosas del convento integrantes de la familia Lardizabal. Para su construcción contaron con el tracista franciscano fray Jacinto de la Sierra, del prolífico taller de escultores de los Sierra de Medina de Rioseco. Realizado en 1742-1745, consta de banco alto, cuerpo único y remate en semicírculo y es de estilo rococó. El programa iconográfico se orienta a glorificar a la Virgen representada en la Inmaculada Concepción y Coronación de la calle central. Le acompañan santos propios de la orden, como Santa Clara, Santa Isabel de Hungría, San Juan de Sahagún y San Pascual Bailón entre otros. Las esculturas, ejecutadas igualmente por los Sierra, son de calidad desigual, pero destacan las tallas de la titular y Santa Isabel de Hungría. La policromía la realizó José María Asón en 1879.

El interior del templo conventual se adorna con varios retablos laterales. En el crucero se encuentran los dedicados a San Francisco y San Antonio de Padua, ambas obras barrocas realizadas a juego por José Joaquín de Arízaga y Juan Antonio de Iriarte en 1754, con esculturas de Manuel Martín de Hontañón, de notable calidad. Los dos titulares están acompañados por otros santos de la orden.

De los mismos autores son el retablo del Santísimo Cristo que alberga una magnífica talla gótica de finales del siglo XIV, y el del Ecce Homo, con una talla del siglo XVII traída de Quito por Sor Beatriz de Cristo Arrúe.

El retablo de la Virgen de Guadalupe es de un comedido estilo academicista obra de Francisco de Azurmendi en 1790. El lienzo que representa a la titular fue enviado desde México en 1761 por José Joaquín de Arizcorreta, que también regaló un cáliz mexicano al convento. Le acompañan unas tallas de discreta calidad que representan a San José, San Joaquín, San Francisco y Santo Domingo de Guzmán. El mismo mecenas costearía dos tallas que tiene el convento, uno del Cristo de la Agonía y una Virgen Dolorosa, esculpidos también por Francisco de Azurmendi.

En la clausura conservan las monjas un buen lienzo de la Inmaculada Concepción, posiblemente de la escuela madrileña del primer tercio del siglo XVIII, y una vistosa custodia barroca de tipo sol labrada en 1689, así como otros elementos litúrgicos interesantes.

  • Ermitas

Se conservan aún varias ermitas en Segura, de origen medieval pero transformadas a lo largo de los siglos. Son sencillos y pequeños edificios de mampostería, fruto de la devoción popular. La más artística es la de Santa Engracia, con una portada románica del siglo XIII y una bonita espadaña, que funcionó como parroquia hasta 1868. La de San Andrés, primitiva parroquia de la villa, conserva una cruz procesional gótica tallada en madera y unas imágenes. Las ermitas de Santa Cruz, San Sebastián y San Fabián, Ntra. Sra. Del Carmen y Santa Bárbara son otras ermitas y aún quedan recuerdos de otras desaparecidas, como las de San Juan Bautista, María Magdalena, San Vicente y San Miguel.

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AEM 2011