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REAL COMPAÑÍA DE LA HABANA

Constitución (1740). La Compañía de la Habana (RCH), se erigía en parte para sustituir a la Guipuzcoana de Caracas en alguna de las funciones que le había sido encomendada. Así, en 1737, y dado el interés del Monarca hispano en fomentar la construcción naval en los arsenales de Cuba, la Compañía Guipuzcoana debía trasladar los herrajes necesarios para los astilleros de aquella isla. Para esta operación, en el seno de la Guipuzcoana se comisionaba a José Antonio de Arbaiza. Una vez constituida la RCH desapareció de la Guipuzcoana aquella operación, sin duda porque fue asumida por la nueva sociedad habanera. Fundada en 1740, quizá bajo el optimismo económico que se respiraba dentro de la Guipuzcoana, muchos partícipes de ésta, engrosaron el accionariado de la RCH. Según se recogía en la Cédula de erección, la RCH contaría para su gobierno con un presidente, 5 directores, contador, tesorero y un factor en Cádiz. Para iniciar las operaciones quedaba nombrado presidente D. Martín de Aróstegui, quien no por casualidad, se había integrado en la lista de los primeros accionistas de la Compañía de Caracas. Para gestionar la concesión de la Real Cédula en la Corte, colaboró activamente Miguel Antonio de Zuaznábar, quien con anterioridad había participado en la consecución del permiso para Guipúzcoa, de la Compañía de Caracas. Así pues, en este sentido hay otro elemento común entre una y otra sociedad mercantil. Entre los interesados o accionistas de la RCH nos encontramos a los guipuzcoanos: Ana María de Berrotarán, José de Lopeola, Santiago de Irisarri, Miguel Antonio de Zuaznábar, José Agustín y Francisca Antonia de Zuaznábar, Francisco Antonio de Oquendo, José de Aguirre y Acharán, etc. En todos ellos concurría la condición de accionistas de la Guipuzcoana de Caracas. También hubo una importante participación navarra: los Goyeneche, Iturralde, Aldecoa, Indaburu, y el propio Juan Bautista de Goizueta, director que fue de la Guipuzcoana de Caracas. También en todos ellos concurría la misma circunstancia que en los anteriores: la de ser interesados en la Compañía Guipuzcoana. Los Monarcas se interesarían como accionistas de la Compañía de La Habana en cien acciones. El pago de su importe sería con cargo a los derechos que en su tráfico debía satisfacer la nueva compañía. De nuevo se acudió a una fórmula que ya había sido ensayada, con éxito, en la Guipuzcoana.