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Procesiones de Semana Santa

En el contexto geográfico que nos ocupa, las celebraciones de la Semana Santa han tendido a desarrollarse de forma general, en el ámbito de las antiguas villas y ciudades con gran pompa y boato. En menor medida, dicha solemnidad y efervescencia religiosa, se ha extendido a entidades locales menores, donde su plasticidad resulta más recogida e intimista y además su influjo colectivo se torna más triste u oscuro. Entre las procesiones que jalonan (Jueves y Viernes) nuestros pueblos, podemos destacar las de Segura, Orduña, Lekeitio, Corella, Hondarribia, Bilbao, Pamplona, Vitoria y Azkoitia.

Como resulta evidente, la costumbre procesional está íntimamente unida a la celebración de la Semana Santa y también, es la más extendida. No había pueblo que no celebrase las adoctrinadoras y fervorosas procesiones y aunque cada una conservaba sus peculiaridades locales, la mayoría y en toda la extensión del ámbito cultural que nos ocupa, seguían una estructura física y unos protocolos similares. De este modo, los llamados pasos o figuras procesionales eran llevados a hombros y a través de su talla artística, creaban o crean el ambiente necesario para su papel doctrinal y de fervor empático.

Siguiendo una secuencia temporal desde la ultima cena a la crucifixión o resurrección de Jesucristo (entrada de Jesús en Jerusalén, La Última Cena, La Oración del huerto, Jesús ante Anás, Los Azotes y La Coronación de espinas, El Calvario, El Encuentro, La Crucifixión, el Cristo Yaciente y Jesús Resucitado).

Referente a los pasos, en algunas localidades, era subastado su derecho a portarlos, entre los fieles locales y es de señalar la calidad artística de las tallas, la diversa imaginería procesional ha tenido por finalidad prioritaria el adoctrinar mediante la secuenciación cronológica de los hechos propios de la Pasión.

Cortejos procesionales que se van instituyendo de forma paulatina en el devenir de las comunidades o ratificada su conveniencia por la curía eclesiástica. Así, la procesión del Domingo de Ramos fue reglamentada en el siglo IX por la Iglesia Católica, los recorridos procesionales del corazón de La Pasión se inician en los primeros años del Cristianismo oficial y su formalización data del siglo XVI (especialmente, la Procesión del Silencio y del Santo Entierro), cerrando el colofón la alegre procesión del Encuentro.

La mayoría de las localidades, se han organizado en cofradías de penitentes que en su inicio, se ceñían a la primogénita y penitencial Vera Cruz. Los cofrades desde hace unos cuantos años, visten con hábito y tapan sus caras con capuchas o capirotes; aspecto que antes no se acostumbraba, ya que iban de calle y a cara descubierta. Éstos reciben diversas y localistas denominaciones: nazarenos, penitentes, encapuchados, entunicados o entunicáus, enmascarados, bocacil, hermanos, carrachupete, mozorroak, morrote, damutuak, kofradeak, etc.

A éstos, se les unían los medievales ayunantes, flagelantes o disciplinantes (práctica clásica de claustros y procesiones), aspados y encadenados o penitentes. En lo musical se alternan tambores y trompetas con bandas de música local, aunque en otras épocas (desde el siglo XVII) se usaba el son de pífanos y tambores (Bilbao y Orduña), singulares tubas (Orduña) o coros. Tampoco han faltado las vistosas guardias romanas (Segura, Hondarribia, Orduña, etc.) o cuerpos de alabarderos (Corella).

La representación sobre estandartes o banderas de los cuatro elementos básicos (aire, agua, fuego y tierra) de la Naturaleza, que éste día se llevaban arrastrando en actitud de pleitesía ya que en la mentalidad popular se ha mantenido el concepto clásico de concebirlos como fundamentos de la propia vida o existencia humana. Seguía El Santo sudario o La Verónica.

En ocasiones, iba un tropel de niños y niñas de corta edad vestidos de angelitos o el clásico Arcángel (San Miguel o San Gabriel) que con espada y escudo, evolucionan de forma mecánica o en danza pausada ante el féretro del Cristo Yaciente (Segura, Zarautz o Elorrio).

Desde antiguo era obligada la presencia municipal en los oficios religiosos de ambos días e incluso, dicha corporación se estructuraba según un orden consuetudinario y se establecía la actitud general o respeto a tener en cuenta en estas funciones religiosas. Donde ha sido costumbre, plasmar o remarcar la estructuración social existente y la secular pleitesía del poder civil al ámbito divino.