Kontzeptua

Procesiones de Semana Santa

La Semana Santa es una celebración variable que en torno a la luna llena de Pascua, determina unos tiempos en base al misterio de la Pasión (el axioma de la vida, muerte y resurrección). Es decir, Jesús vive como hombre, muriendo en la cruz para redimir los pecados de la humanidad y resucitar a la vida divina que desde entonces, refleja el camino de la salvación cristiana.

En esta Semana de Pasión, las melodías y ritmos procesionales van parejos a los eventuales estados emocionales (alegría y tristeza), sonoros (algarabía y profundo silencio) y visuales (claridad y oscuridad). De este modo, las celebraciones extremas del Domingo de Ramos y el de Resurrección se caracterizan por su manifiesta alegría (actitud de los fieles, sonido o repique de campanas, cariz litúrgico, sonidos de clarines y trompetas, etc.) y donde reina el júbilo religioso o la más absoluta luminosidad de sus celebraciones.

Por el contrario, la jornada previa y posterior al central Viernes Santo se caracteriza por su creciente tristeza, el más absoluto silencio y un sentido de dolor por la Pasión de Cristo. Y como es lógico, el Viernes Santo y concretamente en su amalgama procesional, todos los sentimientos de los fieles se muestran en su forma más álgida. Repitiendo el rito de la muerte del Salvador (siguiendo el relato evangélico), la luna llena se torna en plena oscuridad y la tierra misma convulsiona, el silencio se hace manifiesto (procesión nocturna del Silencio) y tras el momento fatídico, el conjunto procesional del Santo Entierro refleja esta mudez absoluta o el recuerdo de la efímera existencia humana, limitada por la ineludible muerte.