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Pasiones vivientes en Semana Santa

Las afamadas y clásicas Pasiones Vivientes surgen a raíz de la imitación de las lúgubres, sádicas y tétricas representaciones de momentos de la Pasión en herméticos claustros o templos y a cargo de singulares órdenes religiosas. Poco a poco, con la apertura o permeabilidad de la estructura jerárquica de la iglesia, las masas populares van depositando sus gustos y costumbres en las manifestaciones de fervor religioso (no, sin fuerte oposición de algunos sectores), en el importante y clave tiempo de Semana Santa.

De este modo, las veneradas escenas representadas por la imaginería religiosa o procesional, en ciertas localidades, eran complementadas o subrayadas con puntuales escenas vivientes de gran sobriedad y plasticidad interpretativa. A medida que se fueron asimilando y popularizando, se ha ido acumulando escena a escena y de forma cronológica la versión evangélica de La Pasión: representación de la Cena, Oración en el Huerto de los Olivos, el Prendimiento, muerte de Judas, Jesús ante Pilatos, la Flagelación, camino al Calvario y la Crucifixión.

Como se ha dicho, los elementos que se han ido superponiendo a través de décadas, han ido configurando el conjunto de las denominadas Pasiones Vivientes. El proceso ha sido largo, pero muchas de las figuras procesionales iban humanizándose (ropas, pelucas de pelo natural, etc.), aparecen figuras de apóstoles enmascarados, se plasma o institucionaliza un real lavado de pies, el suicidio del apóstol traidor, se usa un articulado Cristo para su descendimiento de la Cruz, emulan el cataclismo natural ante la muerte de Jesús, se prodiga por doquier el momento de desvanecimiento de la guardia romana ante la Resurrección o se imprime un ritmo especial al Encuentro de madre e hijo. Son algunas de las tímidas escenas o formas populares de representar o teatralizar la Pasión en su origen.