Kontzeptua

Nombre

Los nombres son signos, generalmente los primeros signos o representaciones, imágenes sonoras de las cosas. Estas, según el saber popular vasco, se hallan estrechamente vinculadas a sus nombres: todas tienen nombre, dice el vulgo. Y viceversa, todo nombre responde a alguna cosa: izena duan guztia omen da se afirma corrientemente, lo que equivale a decir que no hay nombre que no corresponda a una realidad, de suerte que fuera de nuestro mundo conceptual y de sus objetos nada existe. Es un compromiso entre esta creencia y la fe cristiana aquella frase o dicho popular relativo a la fuerza mágica y a las virtudes brujeriles: Direnik, ez da sinistu bear; ez direla, ez da esan bear "No se debe creer que existen; no hay que decir que no existen". Es natural que en los medios donde está aceptada la concepción mágica del mundo se crea que actuando sobre los nombres se logra influir sobre las cosas mismas. Por eso es, creencia muy difundida en nuestro país que la maldición (Birao, Birau) lanzada sobre un nombre alcanza el objeto por él designado. En Sara llaman Birao y Otoitzgaxto a esta clase de anatema que, en virtud de la fuerza mágica o Adur, acarrea enfermedades o desgracias a la persona o animal nombrado en la maldición. Sólo aquél que le maldijo podrá curarlo. Por eso se dice que la persona afectada por una maldición sufre durante largo tiempo y tarda mucho en morir, porque Dios no puede recibirla antes que su maldiciente le retire el anatema. Un mozalbete que venía de Andoain reñía hace poco con un labrador de Ataun. Al enterarse que éste sufría de lumbago, le dijo: "lo sufres a consecuencia de la maldición que en estos días he lanzado repetidas veces contra ti". Esta forma de magia es, en el fondo, la misma que aparece consignada frecuentemente en documentos medievales y que era practicada corrientemente por los paganos antes del Cristianismo. Así, Macrobio, en Saturnalia, lib. III, dice que los romanos procuraron que el dios tutelar de Roma y el nombre latino de su ciudad permanecieran ignorados para que no fuesen objeto de evocación mágica de sus enemigos. El mismo da a conocer las fórmulas con que los romanos evocaban los dioses tutelares de las ciudades que trataban de conquistar. Numerosos hechos en los que es reconocida la virtud mágica de los nombres, aparecen registrados en el libro "Die magischen Heil-und Schutzmittel aus der unbelebten Natur" de S. Seligmann (Stuttgart, 1927).

JMB