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NAZIONALISMOA (SABINO ARANATIK GERRA ZIBILERA)

Sabino de Arana Goiri (1865-1903). El nacionalismo vasco surge en la última década del siglo XIX, en el marco histórico de la crisis de identidad vasca provocada por la abolición de los Fueros al acabar la última guerra carlista (1876) y de la profunda transformación socioeconómica que supone la revolución industrial de Vizcaya en el último cuarto del siglo XIX, con las consecuencias de gran conflictividad laboral (desde la huelga general de 1890), abundancia de proletariado inmigrante, aparición del socialismo, retroceso de la lengua vasca y de la religión católica... Todo esto agrava la crisis de la sociedad tradicional vasca, que se siente en peligro de muerte. La reacción contra ello, con un sentido agónico y providencialista, da origen al nacionalismo vasco, fundado por Sabino Arana en los años 1893-95 en Bilbao, la cuna de la industrialización, porque el primer nacionalismo vasco es un movimiento urbano protagonizado por las clases medias que se sienten amenazadas tanto por el gran capital industrial y financiero como, sobre todo, por el socialismo anticlerical y de base inmigrante. Sabino Arana, nacido en Bilbao en 1865 en el seno de una familia burguesa profundamente católica y carlista (que tuvo que exiliarse en el País Vasco francés durante la última guerra carlista), descubrió siendo joven, de la mano de su hermano Luis, la idea nacionalista, según la cual las provincias vascas no eran una parte de España sino que formaban una nación distinta que había sido independiente hasta 1839 (fin de la primera guerra carlista y primera abolición foral) y tenía derecho a volver a serlo. Tras dedicar varios años al estudio de la lengua y la historia vascas, Arana irrumpió en la vida pública en 1893 publicando un folleto histórico-político titulado Bizkaya por su independencia y el periódico Bizkaitarra (inicialmente no hablaba de Euskadi sino sólo de Vizcaya). Al año siguiente fundó el primer centro nacionalista, «Euzkeldun Batzokija», y el 31 de julio de 1895, día de San Ignacio de Loyola, el Partido Nacionalista Vasco, que él presidió hasta las vísperas de su muerte en 1903. Durante su breve vida política de diez años, Arana desarrolló una intensa actividad proselitista como periodista y escritor que, debido a la radicalidad de sus ideas nacionalistas y antiespañolistas, le acarreó varios procesos y dos estancias en la cárcel. Murió joven, a los 38 años, dejando una doctrina y un partido que se propagaron por el País Vasco a lo largo del siglo XX. La idea de nación de Sabino Arana no sigue la concepción francesa del siglo XIX, que identifica a la nación con el pueblo y considera que la voluntad de éste es necesaria para la existencia de aquélla, sino la concepción del romanticismo alemán, que hace de la nación una esencia suprapopular basada en la raza, la lengua, la religión o la historia, al margen de la voluntad popular. Si aquélla es una concepción liberal que arranca de la Revolución francesa, la germánica es conservadora y descansa en la tradición. Por ello, el primer nacionalismo vasco o aranismo se caracteriza por ser:

a) Esencialista: la esencia de la nación vasca es la raza; sin raza vasca no hay nación vasca; la raza vasca viene dada no por el lugar de nacimiento sino por la posesión de apellidos euskaldunes;
b) Providencialista: la nación vasca -como las restantes- fue creada por Dios desde la eternidad;
c) Tradicionalista: añora el pasado foral vasco y pretende la recuperación de los Fueros perdidos en el siglo XIX;
d) Teocrático o integrista: el nacionalismo vasco es profundamente católico, hasta el punto de que su finalidad última es lograr la salvación celestial del pueblo vasco (Arana: «Nosotros para Euzkadi y Euzkadi para Dios»).

La doctrina aranista, resumida en su lema JEL, Dios y Ley Vieja o Fueros, tiene dos pilares básicos: raza vasca y religión católica. Sabino Arana sueña con un futuro Estado vasco (al que denomina «Euzkadi» o conjunto de hombres de raza vasca, en lugar de Euskal Herria o pueblo que habla la lengua vasca), que será una Confederación integrada por las siete provincias vascas, independientes de España y Francia, y basada en la unidad de raza y la unidad de religión. Esta concepción trae aparejadas consecuencias importantes que marcan al nacionalismo vasco durante muchos años:

a) El antiespañolismo: Arana afirma que todos los males del País Vasco proceden de su sometimiento a España en el siglo XIX;
b) El antimaketismo: manifestación de xenofobia que se concreta en el rechazo de los inmigrantes venidos a trabajar a las minas y fábricas de Vizcaya en la industrialización y a los que les excluye de la nación vasca por no ser de raza vasca;
c) El antiindustrialismo y el ruralismo: el primer Arana critica el capitalismo por las consecuencias de la industrialización vizcaína, que considera nefastas para Euskadi y sus seguidores, aun siendo un movimiento urbano, sueñan con un mundo rural ideal, donde se conservan puras las esencias del pueblo vasco: el caserío, el euskera, la religión, la familia y las costumbres tradicionales (cfr. La casa solar vasca de «Kizkitza»);
d) El antisocialismo: Arana ataca al socialismo por ser «exótico» al País Vasco y ateo, esto es, doblemente antivasco;
e) El antiliberalismo: su concepción integrista de la religión se plasma en la condena del liberalismo por laico o enemigo de la Iglesia y en la exclusión de los liberales vascos de su movimiento y de su proyecto político para Euskadi.

La crisis española de 1898, por la pérdida de sus últimas colonias, coincide con el ascenso de los nacionalismos periféricos catalán y vasco, que cuestionan la unidad del Estado español. Si hasta entonces el nacionalismo vasco ha tenido un crecimiento lento y difícil y se reduce a Bilbao, ese año un sector de la burguesía vasca, encabezado por el gran naviero Ramón de la Sota (el fuerismo euskalerriaco), ingresa en el PNV y con su ayuda Sabino Arana logra salir elegido diputado provincial de Vizcaya por Bilbao. En adelante, comienza a evolucionar en su práctica política, que pasa a ser menos intransigente y más posibilista recibiendo el influjo de la Lliga Regionalista de Cataluña, y, en menor medida, en su pensamiento: atenúa su integrismo religioso y su antimaketismo, acepta la sociedad burguesa y capitalista. La «evolución industrialista» de Arana ve en la industrialización un nuevo factor de superioridad del pueblo vasco sobre el español. Estas transformaciones culminan el último año de su vida con la denominada «evolución españolista». En junio de 1902, estando en la cárcel, Sabino Arana propugna pasar del nacionalismo al regionalismo, sustituir el PNV por una Liga de Vascos Españolistas, renunciar al objetivo de la independencia de Euskadi e intentar conseguir una autonomía lo más amplia posible dentro del Estado español. Muchas y muy diversas interpretaciones se han dado desde entonces para explicar esta controvertida evolución, que rompía con sus planteamientos iniciales: desde que se trató de una mera táctica política para evitar la persecución gubernamental hasta que fue un momento de desfallecimiento o incluso de trastorno mental de Sabino (como apuntó su hermano Luis). El documentado estudio del profesor Corcuera vincula este episodio final con su evolución desde 1898 por influjo de los euskalerriacos, quienes pretendían legalizar los fines del PNV para facilitar su expansión y organización, lo cual suponía relegar el independentismo y optar por la vía autonomista, a semejanza del catalanismo. Lo cierto fue que Sabino Arana murió en 1903 manteniéndose en su fuero interno independentista y sin haber consumado la creación de la Liga de Vascos Españolistas, que fue postergada para siempre por su sucesor en la jefatura del PNV, Angel Zabala, partidario (como Luis Arana) del primitivo nacionalismo vasco y enemigo de su evolución.