Sailkatu gabe

NACIONALISMO (ETNIA Y NACIONALISMO VASCO EN EL ARANANISMO Y ETA )

La dimensión simbólico-mítica y la fuerza social de los elementos étnicos.

En el estado actual de los conocimientos son muy pocos quienes continúan otorgando valor probatorio a las argumentaciones científicas que fundamentan y legitiman las posturas nacionalistas citadas. La diferencialidad y continuidad de la cultura vasca y del hombre vasco, lo mismo que la importancia configuradora del pensamiento otorgada a la lengua y que la tipificación del País Vasco dentro de una estructura colonial o de aislamiento generalizado, no son hoy en día defendibles desde los nuevos paradigmas científicos. Sólo unas creencias y supuestos no demostrables empíricamente pueden hacer de lo vasco algo singular y único, originario y prístino. Aunque así fuera, tampoco justificaría una determinada opción política. La naturalización de lo político no deja de ser una pretensión, a pesar de que la hayan realizado la práctica totalidad de los hombres de todos los tiempos. Es dentro de esta pretensión de naturalización de lo político, sin embargo, como ha de ser entendida la pretensión nacionalista que examinamos y, en general, la del resto de las formaciones políticas. La naturalización de lo social y de la historia es una pretensión universal de todos los grupos y colectivos humanos. Es, tal vez, la única forma de constituirse y mantenerse como tales, esto es, diferenciados los unos de los otros. Todos los colectivos se constituyen y mantienen gracias al entramado de una estructura mítica en el sentido más genuino del término. Lo que varía son los elementos que componen esa estructura, no la estructura en sí.

La estructura de este nacionalismo vasco se halla constituida básicamente por el «mito» del origen y de la descendencia. Los vascos son los descendientes de unos antepasados cuya herencia, un legado político condensado en los Fueros, se remonta a los más lejanos tiempos al ser el pueblo más «misterioso» de Europa. Esta herencia, al ser introducida en la temporalidad o en la historia, conoce su climax o edad de oro, su declive y su renacer. De ahí los constantes llamamientos a una reactivización política y cultural, a una ética y a una moral, que acostumbran a lanzar lo mismo científicos que políticos. De ahí también que científicos y políticos converjan en unas preocupaciones e intereses calificables, en el fondo, de teológicos. El orden social no solamente depende del «Bien Sumo o Eterno» o de «Dios»; las aspiraciones del hombre deben conformarse y aspirar a El para realizar ese orden y realizarse a sí mismo. Los escritos de Sabino Arana y José Miguel de Barandiarán se hallan repletos de tales consideraciones como defensores que son de una visión primordialista del hombre vasco y de la cultura vasca. La diferencia radica en el tipo de patriotismo que uno y otro proponen: mientras el primero propone un patriotismo religioso-secular, el segundo defiende un patriotismo religioso-celestial o simplemente católico. Una de las notas más características de esta estructura mítica es la conversión del nacionalismo en algo creíble más que discutible. O, dicho también con otras palabras, en algo que depende más de las creencias y de la convicción que de la razón.

El armazón de estas creencias y de esta convicción son los elementos étnicos convertidos en símbolos del comportamiento y de las aspiraciones de esos mismos actores sociales. Es de esta forma cómo el origen y la descendencia comunes se convierten en elementos constitutivos de la colectividad política y en elementos reivindicativos de los requisitos objetivos en que fundarse. Lengua, canciones, danzas, vestimenta y los propios rasgos del hombre típico vasco, en una palabra, el hombre vasco y la cultura vasca en su conjunto, transcienden la realidad empírica y adquieren la capacidad social de delimitar y reivindicar el espacio geográfico, físico y social de los hombres que habitaron y habitan el País Vasco. En otros términos, lo vasco conduce a una acción comunitaria política. Es en esta dimensión simbólica, cómo los elementos físicos y socioculturales objetivizados por la ciencia entran a formar parte, y una parte muy importante, de la conciencia y del sentimiento nacionales. La propia labor de los científicos se convierte simultáneamente en fuente de caudal de datos que perfila cada día mejor las creaciones socioculturales del hombre vasco y, a la vez, en mecanismo que permite a esa conciencia y a ese sentimiento autofundamentarse y autojustificarse. Los propios científicos se convierten en símbolos, traídos y llevados no tanto por su saber, sino por lo que significan.

Jesús AZCONA MAULEON