Kontzeptua

La Pesca en Euskal Herria

Bajo el epígrafe de pesca costera se incluyen aquellas pesquerías que se realizan dentro del esquema organizativo de las Cofradías. La denominación hace referencia a que se llevan a cabo en calas o lugares cercanos a la costa. Las características oceanográficas y biológicas de las aguas del litoral vasco determinaron un modelo de explotación basado en la llamada costera que, aunque con variaciones, ha perdurado hasta la actualidad. Dentro de la pesca costera tradicional existían diferentes tipos: las llamadas de altura, que se realizaban sobre la zona del cantil continental. En ellas se capturaban especies demersales o semi-demersales como el besugo y la merluza, a las que habría que sumar el bonito durante el verano. En las de bajura, en aguas más cercanas a los puertos, predominaban las especies pelágicas (sardina, más tarde anchoa) y otras especies de costa.

Desde un punto de vista organizativo lo más destacable sería la existencia de cofradías de mareantes. Gracias a un marco institucional particular pudieron gestionar en exclusividad todo aquello que concernía a la actividad productiva. Así, regulaban y limitaban el acceso de la mano de obra, la tecnología a emplear, los tiempos de pesca y, en especial, la comercialización del pescado. Para ello disponían de normativas concretas (las ordenanzas complementadas con las decisiones tomadas en las juntas gremiales) que, bien por acuerdo general o por vía coercitiva, daban lugar a un comportamiento productivo relativamente homogéneo entre los pescadores. También cumplían una importante labor social al constituirse en el medio de subsistencia para pescadores retirados, viudas y huérfanos de pescadores, para financiar compras y pérdidas de materiales y para asegurar a los pescadores un rendimiento mínimo en su actividad productiva.

Las cofradías eran instituciones que tenían como objetivo reducir o limitar el impacto derivado de los riesgos intrínsecos a la actividad pesquera. El peligro en el mar era evidente, teniendo en cuenta el tipo y las características de las embarcaciones que utilizaban. Se establecía cuándo se podía salir, cuándo había que regresar, cómo había que introducirse en el puerto, cuándo o hasta qué parajes podían acudir los diferentes tipos de embarcación, etc. Por otro lado, la venta en común centralizada tenía como fin tratar de asegurar a los pescadores un rendimiento mínimo aceptable. Para ello se establecía un precio mínimo, combinado con el remate por adelantado de las cantidades que no se consiguieran colocar en la venta diaria a ese valor mínimo. Con este sistema se pretendía evitar los problemas de la dispersión de la oferta en un modelo de venta abierto o libre, como podrían ser una excesiva depreciación del producto, o el que los pescadores corrieran excesivos riesgos en la pesca. Finalmente, a través de la venta centralizada también se buscaba establecer una relación mínimamente estable entre la oferta y la demanda.

Durante siglos el modelo productivo básico apenas varió. Si comparamos las descripciones sobre las distintas pesquerías y sus características que podemos hallar en las fuentes y que han sido recogidas por autores varios para el siglo XVI, o las que se desprenden de las distintas ordenanzas de las cofradías vascas, en algunos casos anteriores a esta fecha, poco se distinguen de la siguiente que presentaron las cofradías de Ondarroa y Lekeitio a mediados del siglo XIX.

"La anchoba es pescado de valza y como tal se pesca en traiñas; se pesca, menos en Junio y Julio; el atun es pescado de pasa, veraniego y se pesca á anzuelo; el berdel, de pasa a anzuelo y traiña; el besugo se pesca en la estación fresca al anzuelo con terzas; el congrio en todo el año á anzuelo; la merluza en todo el año y en particular mas en invierno y primavera á anzuelo; la sardina en todo el año con redes a cebo y sin el y aún con traña".

Las llamadas pescas de altura (besugo, bonito y, en menor medida, merluza) constituían el eje sobre el que giraba el funcionamiento de las comunidades pesqueras vascas, y sobre ellas se aplicaba la mayor parte del esfuerzo pesquero. Tanto en fresco como en escabeche las capturas eran introducidas hacia el interior de la Península (Castilla, Valle del Ebro -Navarra, Aragón-), además de venderse en ciudades y pueblos cercanos a la costa. Durante siglos, el besugo fue el pescado más rentable y constituyó la principal pesquería en la costa vasca. Al ser un pescado de "invierno", tenía más posibilidades de ser comercializado en fresco en el interior, aunque también se escabechaba. El bonito era un pescado de verano y fundamentalmente era conservado en salazón y, según se acerca el siglo XIX, cada vez más transformado en escabeche. En cambio, la imposibilidad de escabechar o salar la merluza hizo que ésta se vendiera exclusivamente en fresco y, por ello, aunque se podía pescar durante todo el año, apenas se hiciera en los meses cálidos.

En el caso de las de bajura se puede constatar una reducción progresiva de la importancia de especies como la sardina, que aparecían abundantemente en la documentación medieval y moderna y que, sin embargo, a partir del siglo XVIII pierden peso dentro del esquema productivo de las Cofradías. La razón parece vinculada a la poca salida que tenían estas especies hacia el interior, probablemente por la competencia de la sardina gallega, y a su menor rentabilidad con respecto a las especies de altura. Sus principales mercados eran los propios puertos, donde eran consumidas por la población o utilizadas para elaborar carnada, y sus alrededores. Una muestra de ello es que en la mayor parte de ellos ni la anchoa ni la sardina entraban en la venta en común realizada por la cofradía hasta finales del siglo XIX.

La ausencia de crónica de información hace difícil conocer la evolución del sector pesquero vasco hasta el siglo XIX. Los escasos trabajos publicados dibujan a la pesca costera como una actividad que, en un principio, se compaginaba con la agricultura en muchos puertos, y también con el comercio y transporte marítimo. Serían también los mismos pescadores costeros quienes formarían las tripulaciones de los buques que acudían a Terranova y el Labrador, o hacia aguas europeas en busca de pescados y ballenas. El sector pesquero vasco, en general, habría conocido una importante decadencia en el siglo XVII resultado de la decadencia de las pesquerías de altura y de los efectos de las continuas requisas de hombres y buques para la armada, quejas que continuarían siendo constantes hasta principios del siglo XIX. Aunque la pesca de altura no se volvería a recuperar hasta el siglo XX, durante el XVIII hay constancia de que la pesca costera renacería aunque sin alcanzar grandes niveles de producción. Unas capturas que, salvo momentos puntuales como la última década del siglo en la que se produce un espectacular, pero coyuntural incremento de las capturas, y junto con los altibajos que causa la propia variabilidad del recurso, se mantendría más o menos estable durante gran parte del siglo XIX. Los límites al crecimiento del sector no partían ahora de la intromisión del Estado en forma de reclutas sino del escaso nivel de demanda de pescado.