Kontzeptua

La Educación en Euskal Herria durante El Franquismo

La segunda etapa del franquismo en materia educativa podemos situarla con la llegada al Ministerio en 1956 de un falangista nacido en Iruña, Jesús Rubio García-Mina, el cual estará en el cargo hasta 1962. Durante esta etapa en Euskal Herria más concretamente Gipuzkoa y Bizkaia, se está sufriendo un impresionante movimiento migratorio procedente de otras provincias del Estado y también de Álava y Navarra, aunque en menor medida que el de las estatales. Este movimiento migratorio tuvo sus orígenes en el renacimiento y auge de la industria vasca tras la Guerra Civil y en la oferta que ésta ofrece a miles de personas que abandonan el mundo agrario y se incorporan al sector secundario. Estos inmigrantes eran mayoritariamente jóvenes de ambos sexos que encontraron empleo y vivienda en los principales núcleos de población de Gipuzkoa y Bizkaia. Formaron familias numerosas, en un fenómeno que se denominó baby boom, lo que provocó que se tuvieran que crear numerosas escuelas para acoger semejante cantidad de nuevo alumnado, escuelas que unas veces nacieron a la sombra de la institución eclesiástica, otras a la de las propias empresas en las que trabajaban estos jóvenes recién llegados y, en otras ocasiones, muchas menos de las necesarias, surgieron nuevos centros estatales.

El hecho de que la industria vasca estuviera en un buen momento de expansión, se traducía en que las condiciones de los trabajadores fueran bastante óptimas, con unos dignos salarios entre otras cosas. Esta situación daba lugar a que en cualquier pequeño taller o fábrica, un operario disfrutara de un salario acorde con sus necesidades, en la mayoría de las veces muy por encima de lo que ganaba un maestro. Si a ello añadimos que para poder ejercer la profesión del magisterio, se exigía entre otros requisitos la adhesión inquebrantable al régimen, el atractivo de la profesión para los hombres de Euskal Herria era realmente escaso, lo que produjo que las escuelas de Euskal Herria fueran conociendo una paulatina pérdida de maestros y su sustitución por maestras, en un claro proceso de feminización de dicha profesión, situación que encajaba perfectamente con los planteamientos de las autoridades franquistas y eclesiásticas del momento en relación al papel que la mujer debía desempeñar en la sociedad: buena esposa, buena madre y buena cristiana, dedicada al cuidado de los demás. Como dato significativo a este respecto, podemos señalar el alumnado existente en la Escuela del Magisterio de Donostia en el período de García-Mina: entre 1956 y 1962 el número de alumnos matriculados en la Escuela osciló entre los 5 del curso 1956/57 y los 10 del curso 1961/62, mientras el número de alumnas osciló entre 64 y 105.