Kontzeptua

Globalización en Euskal Herria

Obviamente, uno de los ejes centrales del debate sobre la globalización es su vertiente económico-financiera. Efectivamente, la economía actual es una economía absolutamente interrelacionada a escala planetaria, de forma que la producción presenta un nivel de apertura, interrelación e integración sin comparación en la historia.

Asistimos a una difusión de los mercados que se expande sin ningún tipo de limitación territorial y cuyo efecto es aumentar la competencia y la productividad. Algunos autores como Sen (2001) consideran que la globalización, apoyada en las NTICs, en la especialización y diferenciación de mercados, en el movimiento de capitales o en la expansión del comercio mundial, está generando una división internacional del trabajo más eficiente, capaz de abaratar los costes de producción, de incrementar la productividad y de mejorar la calidad del trabajo y de las condiciones de vida de muchas personas, especialmente las que vivimos en sociedades privilegiadas en los flujos del poder. Ejemplo de ello sería el incremento del consumo y la apertura de éste a amplísimas capas de la población (Lipovetsky 2007). Aunque la postura de Sen no es para nada acrítica para con una globalización que obvie el sufrimiento de miles de personas, lo cierto es que el desarrollo de la globalización económica no puede separarse de los impulsos de la ideología neoliberal. Así, la lógica del crecimiento financiero y económico necesita de la total libre circulación planetaria de los factores de producción, desde materias primas a personas, recursos energéticos, etc... Es por ello que durante décadas han clamado con éxito los cantos de sirena de la desregulación económica, proponiendo un marco general de economía competitiva liberada de residuos proteccionistas. En el argumento neoliberal, el desarrollo de la economía global requiere, sobre todo, de una regulación mínima de la producción y el intercambio. Y finalmente se consiguió una total desregulación que eliminase cualquier impedimento a "los impulsos creativos del capital", especialmente en el ámbito financiero. Los resultados han sido claros. Tras una década de bonanza, la burbuja financiera mundial ha pinchado y se ha llevado por delante a la economía real. Ciertamente, en el caso, vasco, las características específicas del tejido económico y su menor dependencia de la construcción, han limitado los efectos perversos de la crisis. Pero sólo los han limitado. La crisis ha llegado y lo ha hecho para quedarse. De tal forma que en el actual escenario se está profundizando también en las sociedades centrales el esquema de creciente desigualdad que durante décadas se consolidó en la periferia del sistema económico capitalista. Y es que como recuerda Naomi Klein (2007) en su "Doctrina del Shock", la lógica neoliberal se impone en forma de mayores desigualdades y recortes sociales especialmente cuando la población se lame las heridas por cualquier tipo de trauma. Efectivamente, meses después de la llegada de la crisis, todavía no se ha concretado la "reformulación del capitalismo", pero sí los recortes sociales.

Comprender el contexto actual requiere entender la forma en que el sistema capitalista se ajusta a los tiempos de la globalización y la forma en que estos nuevos procesos afectan a "las relaciones de clase". Ello, a juicio de Castells (2000b), supone preguntarse en primer lugar por la forma de apropiación capitalista. Desde su perspectiva hay tres niveles diferenciados, pero solo el último es una novedad. El primero es el que agrupa a los titulares del derecho de propiedad del capital (desde accionistas, familias propietarias y propietarios individuales). El segundo se refiere a los grandes ejecutivos. El tercero, finalmente, es el de los mercados financieros globales que Castells (2000b: 413) define como "el capitalista colectivo real, la madre de todas las acumulaciones". Este sistema nervioso del capitalismo informacional es el que con sus movimientos "determina el valor de las acciones, de los bonos y las divisas, llevando a la ruina o a la riqueza a inversores, empresas y países. Pero estos movimientos no siguen una lógica del mercado. El mercado sube y baja, es manipulado, transformado por una combinación de maniobras estratégicas realizadas por ordenador, psicología de masas de fuentes multiculturales y turbulencias inesperadas, causadas por grados cada vez mayores de complejidad en la interacción de los flujos de capital a escala global" (2000b: 413-414).

Castells finaliza señalando que en este contexto, los esfuerzos de los economistas "de vanguardia que están tratando de modelar esta conducta de mercado" y sus "heroicos esfuerzos" se destinan a encontrar modelos de expectativas "racionales" que automáticamente:

"son descargados en los ordenadores de los magos de las finanzas para obtener nuevas ventajas competitivas de este conocimiento innovando sobre los modelos de inversión ya conocidos".

Así hasta que el sistema colapsó.

Una vez presentados los rasgos del modelo de apropiación, Castells continúa su reflexión interrogándose sobre sus consecuencias en las relaciones de clase. A su juicio, no hay cambios en lo que a la apropiación de la plusvalía se refiere: los empleadores siguen siendo quienes asumen una parte de los beneficios de los trabajadores informacionales. Lo que varía en el contexto actual, dice Castells, es el mecanismo de su apropiación, que se ha perfeccionado y complicado. Así, al individualizarse de forma creciente las relaciones laborales, cada productor puede recibir un trato diferencial, aumentando en algunos casos su tasa de ganancia. En segundo lugar, una importante parte de los productores controlan su propio proceso de trabajo, de forma que en gran medida se convierten en agentes independientes. Finalmente, a su juicio, todas estas ganancias han acabado en los mercados financieros internacionales (o en el caso español, en la burbuja inmobiliaria), de modo este tipo de trabajadores que se convierten también en dueños del capital colectivo, siendo dependientes de los resultados de los mercados de capital. Es por ello que a juicio de Castells, apenas ha existido contradicción:

"entre redes de productores extremadamente individualizados y el capitalista colectivo de las redes financieras globales (...) No obstante, la segmentación de la mano de obra, la individualización del trabajo y la difusión del capital en los circuitos de finanzas globales ha inducido a la desaparición gradual de la estructura de clases de la sociedad industrial"

(2000b: 416).

Ello, sin embargo, no evita los conflictos sociales, que a su juicio ya no será expresión de la lucha de clases, sino de reivindicaciones de grupos de interés y de revueltas contra la injusticia.

Entonces, si en los tiempos de la globalización la estructura de clases tradicional ha desaparecido ¿cuál es la divisoria? Porque está claro que ésta existe... En la perspectiva de Castells, la primera de las divisiones fundamentales de la sociedad globalizada es la fragmentación interna de la mano de obra entre productores informacionales (mucho más flexibles en su formación) y trabajadores genéricos reemplazables. Una segunda divisoria es la que se establece por la exclusión social de un segmento significativo de la sociedad que lo conforman:

"los individuos desechados cuyo valor como trabajadores / consumidores se ha agotado y cuya importancia como personas se prescinde".

Finalmente, la divisoria social viene marcada también por la separación entre la lógica del mercado de las redes globales de los flujos de capital y la experiencia humana de las vidas de los trabajadores. En cualquier caso, el escenario actual de crisis parece haber roto en parte este diagnóstico. Así, actualmente parece claro que no solo los trabajadores genéricos "reemplazables" han caído en la segunda divisoria de la exclusión social, sino que también en algunos casos se han visto afectados los trabajadores informacionales, especialmente jóvenes. En paralelo, la anterior fractura simbólica entre la lógica del mercado y la de la vida se ha reducido, sobre todo ahora que experimentamos en nuestras carnes la crisis de las redes globales financieras.

Si nos apoyamos en este marco interpretativo para aterrizar en la realidad vasca podremos comprender cómo la singularidad del modelo económico en la CAPV y la CFN no ha impedido ni los efectos de la lógica de desregulación del capital primero, ni las consecuencias de la crisis financiera después. Por su trayectoria económica, de todos es conocido el peso que nuestra tierra ha asumido en la consolidación de grandes firmas financieras. No obstante, y aunque el BBVA mantiene su sede social en Euskadi, ya desde hace tiempo ha trasladado a Madrid la mayor parte del complejo operativo. En paralelo, otro de los buques insignia de la economía vasca, como Iberdrola, pugna actualmente contra una gran constructora estatal, que bien podría hacerse con el control de la entidad y cambiar totalmente su vinculación fiscal con Euskadi.

Pero la movilidad del capital en Euskadi se refleja no solo en procesos lentos pero imparables de desterritorialización como los aludidos, sino incluso en dinámicas vertiginosas como la huída en 2009 del 70% de las Sociedades de Inversión de Capital Variable como consecuencia de un incremento del impuesto de sociedades. Así, a pesar de los incentivos fiscales, en la economía vasca ha sido una constante la amenaza de deslocalización de empresas con el objeto de aumentar las tasas de ganancia vía reducción del coste de producción (o con el objeto de presionar en contextos de conflicto laboral). De hecho, resulta interesante subrayar que esta dinámica de huída del capital se produce a pesar de que la presión fiscal en la CAPV y en la CFN sea una de las menores de Europa. Tal es así que caso de llegar a equipararse, se recaudarían 5417 millones de euros más anuales (ELA 2010). Una cifra que no es baladí si se tiene en cuenta que en la CAPV y la CFN la tendencia al aumento de las desigualdades se mantiene constante e incluso se profundiza en estos tiempos de crisis, fundamentalmente como consecuencia del paro y el endeudamiento familiar.

Efectivamente, encontramos en nuestra tierra un amplio espectro poblacional que ya ha caído en las redes de la exclusión social Así, el colectivo contra la exclusión social Berri Otsoak denuncia que en febrero de 2010 son 138.000 las personas que se encuentran desempleadas; de las que 48.000 no cobran ningún tipo de prestación. Recuerdan que durante los 9 primeros meses del año 2009 los juzgados han registrado 941 solicitudes de ejecuciones hipotecarias y que las peticiones a Cáritas y al Banco de Alimentos han aumentado un 40%, siendo 35.000 personas, las que se alimentan gracias a estas instituciones. Como reconoce el propio Gobierno Vasco, 890.000 personas reflejan algún tipo de precariedad y declara tener considerables dificultades para llegar a fin de mes... Según los datos aportados por el Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, en junio de 2010 son ochenta mil los vascos que viven en la pobreza.

Aunque las cifras son dramáticas, sin embargo, contrastan con las del estado, cuya media es tres veces superior a la de la CAPV. A juicio de la Consejera la prestación económica a la que tienen derecho las personas sin ingresos o con ingresos bajos (pensionistas o trabajadores con ingresos inferiores al salario mínimo interprofesional) en la CAPV, que recibe el 7,5% de las familias vascas y tiene un presupuesto anual de 300 millones de euros, constituye una excepción en el Estado español. De hecho, los cerca de 50.000 ciudadanos vascos que reciben actualmente la renta de garantía de ingresos representan el 38,4% del total de beneficiarios de este tipo de prestación en el Estado y los 300 millones de euros de presupuesto anual supone algo más del 40% del gasto total realizado en el Estado. Este estudio relaciona directamente el programa de garantía de ingresos con el hecho de que Euskadi presente unas tasas de pobreza más bajas que en el conjunto de España y otras comunidades autónomas como Madrid o Catalunya. Y que es que la tasa de pobreza en el País Vasco es del 4,1%, tres veces inferior a la media española (12,5%). En el caso de la tasa de pobreza infantil la diferencia favorable a la CAV es aún mayor (6% en Euskadi y 18,5% en España).

Esta diferencialidad, no obstante, no oculta el drama que viven miles de personas de toda condición. Así, pese a la identificación entre pobreza e inmigración, según los datos del CES de 2004, las unidades familiares de inmigrantes extracomunitarios solo representan el 19% de las que se encuentran en situación de pobreza, siendo las más importantes, alcanzando hasta el 24% las unidades familiares mono-parentales conformadas por mujeres no ocupadas de menos de 45 años, seguida con un 10% y un 8% por grupos familiares no ocupados estables de menos de 45 y demás de 45 años respectivamente (CES 2004). De forma que a grandes rasgos se observa cómo los principales excluidos en la CAPV antes de la crisis pudieran ser perfectamente esos trabajadores genéricos "reemplazables", a los que previsiblemente con la crisis se hayan añadido incluso grandes contingentes de trabajadores informacionales, especialmente jóvenes.

En cualquiera de los casos, existen tres elementos que forman parte de la naturaleza sociopolítica vasca y que quizá puedan explicar la diferencial tasa de exclusión social existente, y sobre todo las políticas sociales de mayor calado presentes en nuestras tierras. Así, a modo de hipótesis para barajar en este contexto globalizado creemos que la realidad política vasca por una parte, y la historia cooperativa vasca, por otra, conforman dos ejes diferenciadores que posibilitan que los efectos del tsunami financiero puedan ser menores en Euskadi. En primer lugar, debe destacarse que a pesar de que el discurso y orientación del nacionalismo mayoritario en Euskadi sea de corte liberal, lo cierto es que, tanto por la necesidad del propio nacionalismo de ampliar su territorio de caza electoral más allá de la población que culturalmente podría tener más afinidad, como por el sentido de protección comunitaria que acompaña a todo nacionalismo, en la práctica se han impulsado unas estrategias económicas tendentes a incrementar la cohesión social y la solidaridad entre la población vasca (Ibarra, 1997). Una filosofía que se ha concretado en parte del cuerpo empresarial en forma de un cierto paternalismo económico vasco, y desde las administraciones con la aplicación de estrategias sociales que actualmente reflejan el peso de la lucha contra la pobreza en la CAPV en comparación con las políticas existentes en el resto del Estado. Finalmente, a esta cuestión debe añadirse un elemento más general, directamente ligado con el proceso de globalización. Ya hemos señalado cómo el Estado se ha visto erosionado "por arriba" y "por abajo". Pero mencionamos que la erosión también es "lateral". Concretamente, se refiere a la incapacidad de esta institución para hacer frente a las demandas sociales, lo que acaba provocando desafección y deslegitimación. Pues bien, el marco institucional vasco ha posibilitado un nivel competencial que a buen seguro se ha concretado en estrategias de solidaridad internamente legitimadoras y externamente performadoras de la diferencialidad vasca. Dicho de otra forma, de la misma manera que en la construcción del estado se utilizaron las estrategias políticas (comunicaciones, lengua, etc...) como forma de crear una "comunidad imaginada" (Anderson 1983), las autoridades de la CAPV han aprovechado su potencial en ejecución de políticas públicas para aumentar su legitimidad social y sobre todo para hacer visual ante la población la diferencialidad vasca respecto a la debilidad de la asistencia social en las comunidades limítrofes. En última instancia, las políticas sociales más audaces han podido servir de marco estructurador de una estrategia de nation building.

En cualquiera de los casos, esta diferencialidad debe ser contextualizada en el marco de una potente presión social y sindical. Así, la lógica del "paternalismo económico vasco" no podría entenderse si se obviase la fortaleza de un sindicalismo y un movimiento obrero que durante el proceso de industrialización logró arrancar derechos y beneficios laborales. De igual forma, las estrategias más actuales contra la exclusión social solo se entienden a partir de las movilizaciones de decenas de colectivos locales que hace una década impulsaron el debate sobre la Renta Básica. Más aún, actualmente la pluralidad y fortaleza del sindicalismo vasco, entendido como movimiento de contrapoder (Letamendia, 2004), solo se puede comprender si se atiende a su relativamente menor dependencia respecto de las subvenciones estatales, lo que permite que en Euskadi goce de la mayoría sindical un colectivo que como ELA cuenta con la mayor tasa porcentual de afiliación por habitante de toda Europa.

Finalmente, creemos que a la hora de analizar críticamente las alternativas existentes en nuestra tierra para minimizar los efectos perversos de la globalización económica, se debe resaltar la importancia de un fenómeno particular cual es el del cooperativismo. Efectivamente el grupo Mondragón se ha convertido en su desarrollo en un claro ejemplo de cómo un modelo singular puede convertirse en un referente internacional hasta el punto de que su actividad asuma cifras cercanas a las de las grandes empresas globalizadas. Así, según el informe anual de 2009, en un contexto de crisis sin precedente, los ingresos totales de MCC han alcanzado los 14.780 millones de euros, con unos beneficios de 61 millones de euros:

"que muestran retrocesos frente al ejercicio anterior pero en una proporción que nos permite mantener nuestra posición y cuota de mercado respecto a nuestros competidores. Es un logro importante el hecho de haber reducido nuestros resultados globales "solo" en 10 millones sobre el año anterior, cuando la reducción de los ingresos sobre el ejercicio precedente fue de 1.900 millones de euros".

De igual forma, reflejando el peso internacional de MCC, este informe destaca la apertura de dos nuevas plantas de producción en el exterior, ambas situadas en India, que elevan a 75 el número de plantas distribuidas en 16 países y que dan empleo a 13.400 personas (MCC 2009).

Como se observa, el modelo cooperativo vasco ha posibilitado el surgimiento de un grupo referencial en nuestra tierra capaz de adaptarse con éxito a los tiempos de la globalización. En cualquiera, más allá de los datos, es relevante que esta acomodación a la globalización se sustenta en una reflexión crítica, impulsada internamente, y que trata de profundizar en la diferencialidad del modelo como ejemplo de posible ajuste entre la globalización y la sostenibilidad social, económica, cultural y ambiental. Así, desde el Instituto de Estudios Cooperativos de la Universidad de Mondragón se está trabajando con tesón en el análisis de las potencialidades de modelos de autogestión económicas en un mundo globalizado (Sarasua y Udaondo, 2004). De forma más directa, Azkarraga (2001: 30-32) reflexiona sobre el papel de Mondragón en un mundo globalizado señalando que:

"la duda sobre el modelo de desarrollo occidental corroe la legitimidad del éxito económico per se, y la legitimidad de la expansión y ejecución sin límites de la racionalidad económica".

Siendo consciente de que Mondragón:

"constituye una humilde gota en un océano" y que no puede hacerse cargo de todos los males del mundo actual afirma que "el desafío del futuro pasa, efectivamente, por el éxito empresarial en un mercado crecientemente competitivo, pero pasa también, en gran medida, por la capacidad comunitaria de generar endógenamente racionalidades culturales, éticas, sociales y ecológicas que acompañen a la racionalidad económica y den sentido a la misma, para así hacer frente al que puede considerarse uno de los problemas y riesgos que con mayor fuerza atosigará a las sociedades humanas en el siglo XXI: la insostenibilidad del modelo de desarrollo occidental".

Frente a este reto, Azkarraga propone el debate público y la continua reelaboración de la identidad cooperativista con espacios de comunicación y dialogo éticos y morales. Subraya el peso que debe tener la compaginación del crecimiento económico con la idea del desarrollo sostenible; la apertura del modelo "de autogobierno comunitario en el mundo de la empresa" en una visión más amplia de la comunidad y el autogobierno ciudadano; la extensión de la labor educativa en la regeneración cooperativista; o la concepción de la economía y de la empresa vinculada a lo social y a un proyecto ético. En este sentido, concluye:

"MCC cuenta con una cultura económica que ha establecido siempre ligazones entre las distintas dimensiones de la vida social. Esa cultura que no pretende elevar la razón instrumental a único criterio que gobierne la acción humana, es un buen punto de partida. En esta línea de pensamiento debe inscribirse una economía alternativa y una forma de empresa comunitaria".