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FUNDICIONES DE VERA

Los orígenes, 1857-1916.

Tras el traslado de las aduanas del Ebro al Pirineo (1841), la crisis de las ferrerías trató de ser contrarrestada por algunas iniciativas empresariales que apostaron por difundir la fundición en hornos altos aprovechando los recursos naturales tradicionales de madera, mineral de hierro y agua, abundantes en el país del Bidasoa y en general en el norte de Navarra, para manufacturar lingote de hierro susceptible de ser transformado para su uso metalúrgico. Junto a las de Oroz Betelu, Donamaría, Irurzun y Pamplona en la década de 1840, destaca la de la Fábrica de Vera de Bidasoa, impulsada en 1857 por comerciantes domiciliados en San Sebastián, Deba, Bilbao y Liverpool, con Nicolás de Soraluce en la gerencia y la compañía Ibarra Hermanos como socio comanditario. Con clara vocación exportadora, sus hierros fueron vendidos en Francia, Inglaterra, Bélgica y Estados Unidos, hasta que la Segunda Guerra Carlista afectó negativamente a su actividad. Las nuevas expectativas de negocio abiertas tras el final de la contienda y el proyecto de construcción del ferrocarril entre Endarlaza y la frontera, exigió modificar la gestión y, en 1881, se convirtió en sociedad anónima, ampliando el capital de las 400 mil pesetas iniciales hasta 1.250.000, dando entrada a un grupo amplio de propietarios y profesionales de Pamplona y orientando sus objetivos fabriles en convertir la fundición de laminado en una planta de útiles de acero para la agricultura y la industria. Nacía así Fundiciones de Hierro y Fábrica de Acero del Bidasoa S.A., con instalaciones ampliadas y mejoradas para una producción que optaba por la calidad y el valor añadido. Su política de inversiones fue dirigida a la reducción de costes energéticos y la especialización en hierros redondos y cuadrados para llantas de ferrocarril, pletinas y flejes, hierros cortados para clavos y herraje, y aceros pudelados para herramientas (en total, suponían, hacia 1890, el 70 por ciento del producto; el resto se forjaba para hierros de uso agrario, ejes de carros, etc). Desde 1906 fabricó muelles para el ferrocarril; un nicho de mercado que crearía una dependencia tecnológica del pasado muy interesante en el futuro de la empresa.

Sin embargo, las expectativas de expansión se vieron frenadas por el impacto de la política arancelaria inaugurada en la última década del Diecinueve. El giro proteccionista y el proceso de oligopolización del sector, primero, el agotamiento progresivo de los yacimientos frente al boom minero de Somorrostro, después, y la escasez de carbón vegetal contribuyeron a que desde 1897 los resultados industriales y comerciales se debilitasen. No solo fue por un encarecimiento de los costes de producción -que podían haberse visto compensados por la subida de precios de los hierros laminados en un mercado muy protegido-, sino asimismo porque esa circunstancia estimuló la entrada de nuevas fábricas nacionales que redujeron la cuota de mercado interior a las ya existentes, a pesar de que la Fábrica de Vera participó desde el primer momento, 1892, en el Sindicato Siderúrgico y de sus alianzas para el reparto del mercado y fijación de precios.