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Feria de Santo Tomás

La mañana del día 21 de diciembre era llegado el momento de madrugar para ocupar los mejores lugares de la plaza con el fin de vender los distintos artículos, y tanta era la gente que llegaba que a la Feria fueron sumándose distintos alicientes que complementaban el ofrecido por el ambiente de las bodegas, tascas y sidrerías.

Los atractivos se basaban en el txistu y el tamboril con el añadido de la sokamuturra y el sesen-suzko (toro de fuego) así como algunos cantadores de coplas y pruebas de korrikalaris, harrijasotzailes (levantamiento de piedra), etc.

Tras una crisis en la década de los años treinta, cuarenta y cincuenta en la que la Feria perdió su identidad y adquirió caracteres casi carnavalescos, vendiéndose desde caretas hasta narices postizas, a finales de los sesenta comenzó una progresiva recuperación que, organizada por el Centro de Atracción y Turismo, terminó por devolverle su primitiva personalidad.

Se suprimieron los puestos que no encajaban en el ambiente rural que se pretendía con la Feria, dándose especial relieve a los productos "de y para el campo". A partir de los ochenta tuvieron entrada distintos colectivos sociales, populares, escolares, etc. para que instalaran sus puestos de txistorra, llegando a extenderse por prácticamente toda la ciudad.

A la primitiva plaza de la Constitución se le añadieron las de Lasala, Sarriegui, Trinidad, Zuloaga, el puerto y el mismísimo Boulevard, llegando hasta la plaza de Gipuzkoa antes de dar el paso a la casi totalidad de los barrios.

A los tradicionales puestos de frutas y verduras, aperos y útiles de labranza, se añadieron las exposiciones de aves, ganado, flores y plantas.

El símbolo por excelencia de la Feria de Santo Tomás es la cerda que se sorteaba en el transcurso de la jornada y que quedaba a la vista del público durante todo el día. Recientemente, en cumplimiento de la normativa que prohíbe el sorteo de animales vivos, la cerda se limita a ser expuesta.

Hasta la llegada de la Democracia y salvo contadas excepciones, el día 20 de enero, festividad de San Sebastián, y el 21 de diciembre eran las únicas fechas en las que en San Sebastián se representaba teatro en euskera.