Es imposible escribir la historia de la pelota vasca en los Estados Unidos sin un extensivo tratamiento de la historia de las pensiones vascas, las cuales se convertirían en hoteles. Ambas eran inseparables. Estos hoteles se establecían en cualquier lugar en el que hubiera concentración de vascos, lo mismo temporal que permanentemente: en grandes ciudades como Los Angeles y San Francisco, en comunidades dedicadas a la cría de ovejas o a trabajar en los ranchos, como Mountain Home (Idaho) o Elko (Nevada) e incluso en lugares predominantemente de paso como Salt Lake City (Uta) o Nueva York.
Quizás el más conocido de todos estos hoteles fuera la Casa Vizcaína de Valentín Aguirre, en Nueva York. El inmigrante vasco encontraba un refugio en el que podía degustar comida familiar y sentarse a charlar con gente que hablaba su misma lengua y podría ayudarle. Y para este viaje al lugar de destino, Aguirre les compraba los billetes, daba instrucciones acerca de transbordos y paradas y les proveía la dirección de un hotel vasco en la ciudad de destino. Muchos de ellos salieron del hotel de Aguirre y montaron en el tren con el papel de información pegado a su solapa.
Y de este modo, el hotel vasco se convirtió en una institución para la población vasco-americana. Cuando el inmigrante trabajaba en la industria ovejera, con sus temporadas alta y baja, era probable que pasara su tiempo libre en uno de estos hoteles vascos de alrededores. En caso de despido, en el hotel podían conseguirle información sobre nuevos empleos. En caso de enfermedad o accidente, recuperaba fuerzas igualmente en el mismo. Con toda probabilidad, el encargado del hotel o su mujer, casi siempre miembros de la primera generación de vascos, con conocimiento del inglés, acompañarían al inmigrante como traductores a la consulta del doctor.
De igual manera, se encargaban de asesorarle en la apertura de una cuenta en el banco o en el envío de dinero a Europa. Asimismo, ayudaban al recién venidos en asuntos relativos a la inmigración o en la firma de documentos legales. También guardaban sus pertenencias cuando pastoreaba con ovejas en las montañas o en sus prolongadas visitas a Europa; éstas a veces, solían durar años. Las pensiones también se utilizaban por las familias de los pastores; muchas esposas y niños, permanecían en estas pensiones, pues facilitaba la asistencia de los niños a la escuela.
La distribución demográfica de la población vasca en el oeste americano estuvo dominada siempre de manera abrumadora por hombres solteros. Los hoteles vascos empleaban sirvientas procedentes del País Vasco y pocas permanecían solteras durante largo tiempo.
La recepción con motivo de la boda se llevaba a cabo en el propio hotel y asimismo los recién casados pasaban su luna de miel en algún hotel vasco de otra ciudad. Para los más mayores, retirados y solteros, los que nunca se asentaron convenientemente en el Nuevo Mundo y que no deseaban regresar al País Vasco, el hotel sirvió de residencia de ancianos.
El hotel vasco se convirtió en el centro sociocultural de la población vasca en el oeste americano. Algunos de ellos tenían incluso frontón para jugar a la pelota. Éste facilitaba a los jóvenes vascos que vivían en el hotel, o en las localidades cercanas, una forma de recreo que utilizaban para liberar energías. La pelota a mano era un modo de poner a prueba la fuerza, agilidad y habilidad de cada uno enfrentado a sus compatriotas emigrados.
Los partidos solían jugarse espontáneamente y por pura diversión, o también en complicados torneos, en los que los mejores jugadores de las comunidades vascas jugaban entre sí. En ambos casos las apuestas estaban a la orden del día. El negocio de los hoteles vascos era altamente competitivo y solía haber tres o cuatro hoteles disputándose la misma clientela. En consecuencia, la disponibilidad de un frontón era una cierta ventaja para el interés del negocio hotelero. No era posible conocer con exactitud cuántos hoteles disponían de frontón, ni de qué tipo fueron éstos. Haciendo un cálculo, la mitad o los dos tercios de los "Ostatuak" (pensiones) construyeron con toda probabilidad un frontón. Pocos de ellos eran lo suficientemente grandes como para practicar la cesta punta.
Paralelamente a la historia de la inmigración vasca a los EEUU, el primer hotel vasco conocido data de los primeros años de la década de 1850, en la población misionera de San Juan Bautista, estado de California. Se sabe que contó con un bar y restaurante, así como habitaciones para dormir, pero careció de frontón. Podría aventurarse la hipótesis de que aún no existía la suficiente concentración de vascos como para garantizar su construcción.
Se sabe bastante más sobre este tema a partir del último cuarto de siglo del siglo XIX, debido en parte a la publicación del primer periódico en lengua vasca en los EEUU. El impulsor de la empresa fue Martín Biscailuz y se llamó inequívocamente "Escualdun Gazeta".
El primer hotel que aparecía registrado como poseedor de un frontón fue el Hotel France, situado en la esquina de las calles Alameda y Aliso en Los Angeles. El hotel se estableció en la década de 1880 y constaba por otra parte, de un salón, área de recreo, cocina y caballeriza. Es aparentemente en esa época cuando los vascos empezaron a referirse a sus "ostatuak" como hoteles, más que como casas de huéspedes.
Podemos suponer que esta transformación fue el resultado de un inusitado influjo de inmigrantes vascos, creando la base económica necesaria para sostener un mayor volumen de negocio que el del arrendamiento de unas pocas habitaciones en una casona. De hecho, el éxito económico de un hotel vasco provocaba la creación de un segundo hotel en la zona, en un corto período de tiempo. Estos hoteles se situaban con toda probabilidad en la misma zona que sus predecesores, creando enclaves étnicos.
Aunque a primeros del siglo XXI se desconocía cuantos de los hoteles vascos en Los Angeles poseían frontón a finales del XIX, -había una docena-, se sabía de la existencia de al menos de tres, en un espacio de dos manzanas. Debido a la destrucción de los archivos municipales y del condado en 1906, por el terrible terremoto y consiguientes incendios, los investigadores poseían menos información acerca de las actividades de los vascos de San Francisco anteriores a esta fecha.
Sin embargo, se sabe que del mismo modo que en Los Angeles, San Francisco poseía un cierto número de hoteles en el área comprendida entre las calles Broadway y Pacific. Uno de éstos era el de Juan Francisco Yparraguirre de Etxalar (Navarra) y su mujer Marie Pierre Etchebarren de Urepel (Baja Navarra) País Vasco continental, situado en la esquina de las calles Powell y Broadway. Poco después de su apertura en 1893, Juan Francisco y sus tres hermanos construyeron un frontón en el número 823 de la calle Broadway, cerca del hotel, quizás para atraer a la clientela. Muchos de los hoteles de San Francisco fueron destruidos por el terremoto, lo mismo que sucedió probablemente con sus frontones.
Había registradas informaciones referentes a actividades de la pelota anteriores al siglo XX en otras partes de California. Por ejemplo, en 1893 se celebró un torneo de pelota a mano en Tehachapi (California), una pequeña población fundada en 1876 y situada a unos sesenta y cinco kilómetros al sudeste de Bakersfield, que constituía un centro para un considerable número de vascos. El torneo se celebró entre vascos de la localidad y franceses del Béarn en el Piute Hotel. Jean Pierre Martinto, un vasco de Ossès (Baja Navarra), construyó un gran hotel en Tehachapi en 1895, llamado Basses-Pyrénées Hotel. Se dice que el frontón del hotel era uno de los mejores y le dispensaron muchos cuidados. Los muchos y violentos terremotos que han hecho famosa a California destruyeron todos los restos de estos hoteles y frontones vascos en el área de Tehachapi.
En 1898, en Santa Bárbara (California), José Borderre y su mujer Jennie Alfaro, ambos vasco-franceses de Urepel (Baja Navarra), compraron un hotel en la Plaza de la Guerra y lo regentaron con el nombre de Borderre's French Hotel. El hotel acogía un frontón en su parte trasera, que fue utilizado durante más de tres décadas. Aunque se desconocía la fecha de construcción del Oyharzabal French Hotel en San Juan Campistrano (California), se sabía con certeza que poseía un frontón. El hotel cerró sus puertas en 1903. Durante este período funcionó en San Francisco el frontón de Jerónimo y Selernia Meabe. Como la mayoría de los otros frontones, alcanzaba gran éxito los domingos por la tarde, el día habitualmente elegido por los vascos del viejo continente para conversar y practicar algún deporte.
Ya en el siglo XX, en la década de los veinte, un tal "Gernika" Basabe era propietario del Hotel Iriarte, situado en la esquina de las calles Powell y Pacific, en San Francisco. Era bastante habitual entre los inmigrantes vascos en los EEUU el identificarse por medio del nombre de la villa natal de la que procedían en el viejo continente, por lo que no era descabellado suponer que el mencionado Basabe era natural de la localidad vizcaina de Gernika (Bizkaia). A esto se unía el hecho de que el bar del hotel se llamaba Jai Alai. Éste era también el nombre de un frontón de aquélla, famoso por el nivel de cesta punta que allí se jugaba.
Asimismo, en 1889 existió otro frontón, en Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa) denominado Jai Alai. Curiosamente, en los EEUU, el juego en el que se utilizaban cestas de mimbre en el juego de la pelota, era comúnmente denominado "jai alai" en lugar de cesta punta. Como ésta requería una amplia cancha, era muy posible que el frontón Jai Alai de San Francisco fuera uno de los pocos frontones en los EEUU capaces de albergar tal modalidad del juego.
En Fresno (California), había dos hoteles que contaron con frontón. El hotel Santa Fe fue construido a principios del siglo XX por John Bidegaray, que en aquella misma época hizo construir el primer frontón de la localidad con un costo de 11.000 dólares. El frontón fue demolido en 1937.
El Basque Hotel echó a andar en 1935, de la mano de Feliz y Lydia Esain, que lo regentaron durante dieciséis años. Se decía que la construcción de un frontón parcialmente cubierto, incrementó notablemente el volumen de su negocio hotelero. El único frontón que continuaba en uso a comienzos del siglo XXI era el del Basque Hotel, construido junto al propio hotel. Era una cancha inusual, si bien los tres laterales que lo circundaban medían aproximadamente 33 metros de largo y 13 metros de ancho. En las mismas fechas, solamente lo usaban unos pocos jugadores los domingos por la mañana, para practicar paleta con pelota de goma y algo de frontenis. Los mejores jugadores eran mayores de cuarenta años, todos ellos vascos. En los años 1980-1990, Fresno envió jugadores a competir en torneos regionales, pero carecía de una liga juvenil. Los vascos de la zona estaban diseminados a lo largo de cuatro condados y la distancia dificultaba todo tipo de encuentros.
Durante la época de Prohibición de licor en los EEUU, Joaquín Yzurdiaga, un navarro de Gascue, regentó un bar en Chino (California), en donde vendía licor de contrabando. Junto a su establecimiento se hallaba un frontón. El bar y el frontón cerraron a mediados de los años cuarenta del siglo XX. Un cuñado de Yzurdiaga, de nombre Jean Baptiste y su mujer Grace Robidart, construyeron uno de los hoteles vascos más modernos en los EEUU. Levantado alrededor de 1950 en Central Avenue de Chino, se denominó primeramente Centro Vasco Hotel. A comienzos del siglo XXI se conocía como Chino Hotel y todavía se utilizaba su frontón de 11 por 33 metros, parcialmente rodeado por dos muros a ambos lados de la cancha. Este hotel fue el centro de la cultura vasca en Chino durante mucho tiempo.
Entre 1910 y 1940 en Boise (Idaho), había cuatro frontones. El primero de ellos situado en la Calle 13 y Grove, era muy pequeño. Este frontón fue construido alrededor de 1903. Otro frontón se situaba en el 512 de la calle Idaho, detrás del Hotel Star. Lo construyó Joe Uberaga "Arotza" y fue posteriormente vendido a Francisco Aguirre "Zapatero". El hotel Iberia se hallaba situado en la Calle 9, entre las calles Front y Grove y también poseía un frontón, que estaba en manos de la familia Letamendi. Estas tres propiedades fueron demolidas y sólo la cuarta permanecía en pie a principios del siglo XXI.
En Mountain Home (Idaho), a una hora escasa en coche de Boise, Pedro Anchustegui erigió el Basque Hotel a principios del siglo XX. También en la misma localidad, Victor Urruti construyó el hotel Royal. Adrián Berriochoa y Agapito Bideganeta asumieron la dirección del hotel en 1936. El hotel tenía un frontón adosado, además de un salón comedor, un bar y una sala de baile. En 2001 reinauguraron el frontón de Mountain Home, pero carecía de jugadores.
En la primera mitad del siglo XX hubo numerosos frontones por todo el estado de Nevada. Había poca información sobre los inicios del período de competiciones interestatales. Sin embargo, el 15 de noviembre de 1907, aparecía un artículo en el periódico de Elko anunciando que un nuevo hotel de la localidad, el Ballerena y Saval, patrocinaba un partido entre los campeones de Nevada y California con una supuesta bolsa en juego de 1.000 dólares por cada lado. Los jugadores eran John Etchebarren de Nevada y Andrew Ripa de California. Esta cantidad palidecía, sin embargo, ante las apuestas que se cruzaban en el frontón de Eureka (Nevada), construido a principios del siglo XX por Leon Etchegaray. Sus muros estaban hechos de ladrillo de cenizas y cemento. Después que Etchegaray vendiera el frontón, éste se utilizó en gran variedad de actividades. En 1975 Jim Dotson, el propietario, acomodó nuevamente la cancha para la práctica de la pelota y otras actividades recreativas. En este frontón se celebraron numerosos partidos con unas apuestas muy elevadas. En Gardnerville (Nevada), se hallaba el French Hotel, y unos 40 metros detrás, junto a la cárcel del condado, se situaba una cancha de cemento con tres paredes donde se jugaba a mano y a pala. Los espectadores podían seguir la acción desde los graderíos. Este frontón fue construido por Peter Borda, propietario del French Hotel, poco antes de 1918. Fue demolido después de la segunda guerra mundial.
Hubo asimismo dos frontones en Reno (Nevada), uno de ellos en la calle Lake, cubierto y otro al aire libre en el lado norte de la vía del tren, junto al hotel Español. Este segundo era de 36 por 13 metros y capaz de albergar los partidos de pala. Dos de los mejores jugadores de Reno fueron, Lorenzo Jaurena, empleado del hotel y Seraphino Sancholena, el propietario del mismo. Los únicos que utilizaban habitualmente el frontón eran vascos y en consecuencia, aquellos que acudían a jugar buscaban casi a propósito gente de su estilo. Esta falta de participación por parte de los no-vascos podía deberse en parte al hecho de que la pelota a mano era un deporte muy diferente a los juegos de pelota practicados por americanos y otros grupos de inmigrantes. Probablemente las diferencias más acusadas residían en la pelota y en el tamaño de las canchas de juego.
Entre las tres modalidades básicas de la pelota, pelota a mano, pala y cesta punta, la más practicada en los EEUU fue la de pelota a mano. También era la que mejor conocían los emigrantes vascos antes de abandonar el viejo continente. No requería otros materiales que la pelota y la cancha. Hay evidencia de que cierto número de emigrantes vascos sabía cómo fabricarlas. Como la bola era tan dura, dañaba las manos con facilidad y aunque algunos utilizaban guantes para protegerlas, la mayoría de los vascos desdeñaba su uso como algo impropio de hombres.
La pelota a mano quizás ponía a prueba como elemento primordial la fuerza de la persona, un importante valor cultural, por encima de la habilidad y la forma. La pelota a mano podía practicarse en todos los frontones, cualesquiera que fueran sus dimensiones. Debido a que la mayoría de los emigrantes que acudían a los EEUU procedían de pequeños pueblos en los que la pelota a mano predominaba sobre las otras especialidades, su participación en la modalidad de pala, así como su dominio de la misma, resultaba mucho más reducida, mientras que la cesta punta aparecía en un distante tercer lugar. Los frontones para el juego de pelota a mano podían ser relativamente pequeños, unos 15 o 25 metros de largo por 12 de ancho: un dato económico obvio a tener en cuenta por el propietario del hotel.
Los frontones de cesta punta tenían que ser los más grandes, con una estructura de tres paredes que medían unos 60 metros o más de largo, por 12 de ancho, hechas de granito de altísima calidad para que la pared pudiera resistir el impacto de la pelota. Lo costoso que resultaba levantar estos frontones, hizo de la cesta punta un juego para profesionales. Además, su práctica requería un material caro y especializado. También se precisaba de constante entrenamiento y notable habilidad para dominar la bola, que alcanzaba velocidades superiores a los 240 kilómetros por hora. Finalmente, el juego podía ser peligroso, hasta el punto de que a comienzos del siglo XXI, los jugadores tenían la obligación de utilizar casco.
Las canchas de pala estaban a medio camino de las de mano y cesta punta en cuanto a tamaño. La habilidad requerida para jugar a pala también se situaba en un término medio entre las otras dos modalidades. Pero incluso la pala era engañosa y a veces peligrosa su práctica porque las paletas y las pelotas eran muy duras. La mayoría de los partidos se jugaban en plan de recreo o rivalidad. Sin embargo, los vascos tenían una particular afición por las apuestas, especialmente en la competición atlética, y esto no iba a ser diferente en el oeste americano. Las apuestas se materializaban directamente entre los apostantes, sin que mediara ningún libro de apuestas.
Con el paso del tiempo, varios factores contribuyeron al declive de los hoteles vascos. En primer lugar, la industria nómada ovejera dominada por los vascos fue virtualmente abolida en 1934 por la Ley Taylor de pastos. Los pastores que no poseían tierras dependían exclusivamente del dominio público. Cuando este terreno se acotó, muchos vascos vendieron su negocio y regresaron a Europa; otros encontraron otros trabajos en las ciudades, como jardineros, en la industria lechera, en la construcción o compraron sus propios ranchos. Sin embargo, incluso la necesidad de pastores en los ranchos establecidos disminuyó rápidamente como consecuencia de las presiones sufridas en la industria ovejera por parte de la competencia extranjera, las intrusiones de la civilización y el movimiento ecologista.
Finalmente, la economía del País Vasco mejoró durante los años 1950 y 1960 y pocos vascos, estaban entonces, dispuestos a emigrar al oeste americano para trabajar por un magro salario en tan solitaria y desprestigiada profesión. Al mismo tiempo que la clientela de los hoteles vascos se desvanecía, lo hacía su viabilidad económica. La mayoría de ellos desapareció al mismo tiempo que los pastores; otros se adaptaron a los tiempos y a comienzos del siglo XXI, todavía se mantenían activos como restaurantes, atendiendo al público en general.
Con todo, la presencia vasca en comunidades como Chino, Fresno, Bakersfield, San Francisco, Reno, Elko y Boise se mantuvo y en algunos casos llegó a intensificarse. Esta comunidad permanente de vasco-americanos todavía conservaba la necesidad de las dimensiones socioculturales que facilitaban los hoteles. En consecuencia, las primeras asociaciones étnicas vascas comenzaron a emerger.
Al menos cinco frontones privados se construyeron en los EEUU. El gobernador Manuel Micheltorrena transfirió el Rancho Panocha de San Juan y los Carrizalitos a Julián Ursua en 1844. El rancho constaba de más de noventa hectáreas y estaba situado a unos veintidós kilómetros al sudeste de Los Banos (California).
En 1884, Juan Miguel Arburua compró el rancho. Había nacido en Etxalar (Navarra), en 1844 y llegó a San Francisco en 1866, habiendo bordeado el cabo de Hornos. En aquél entonces, se empleó como trabajador a las órdenes de su tío, Juan Miguel Aguirre, que estaba construyendo el primer hotel vasco de San Francisco. Tras trabajar en numerosas ocupaciones, tomó a su cargo un rebaño de ovejas junto con su cuñado, José Maria Lugea, hasta que casó con Josefa Labayan, natural de Areso (Navarra). Una vez adquirido el Rancho Panocha, Miguel Arburua, se dedicó a la cría de ovejas y comenzó a acumular un inmenso patrimonio. Se sabe que el rancho de Arburua tenía un frontón en la década de 1880, que era punto de referencia de la comunidad vasca. Los domingos muchos vascos se reunían allí para relajarse, pasar un rato agradable y jugar a la pelota.
También se sabe que el rancho Bastanchury, cerca de Fullerton (California), construyó un frontón en 1913. El rancho tenía docenas de empleados, incluidos numerosos vascos y un frontón que daba bastante quehacer a las manos de los jóvenes rancheros durante su tiempo libre. Es más, cada domingo, los vascos de la localidad solían acercarse al frontón para relacionarse y jugar a la pelota.
Domingo Bastanchury llegó a San Francisco en 1851, procedente de Aldudes (País Vasco continental), tras bordear el cabo de Hornos, a la edad de 21 años. Acudió en primer término a Idaho a trabajar de pastor y como muchos de sus compatriotas, cobró su salario en ovejas, hasta que pudo iniciar su propio negocio diez años más tarde. Entonces se trasladó a Fullerton, se casó con Maria Oxarat y comenzó a alquilar y luego comprar tierras para extender su negocio ovejero, llegando a controlar enormes propiedades. Hubo un tiempo en el que poseía 20.000 ovejas y plantaciones de limones que alcanzaban 23.000 acres. La mayor parte de su rancho salió a la venta después del desastre económico de 1929.
En 1925 Jean Urruty llegó a los EEUU, procedente de Saint-Jean-le-Vieux (Baja Navarra) para trabajar de ovejero y se estableció en Grand Juntion (Colorado). En 1978, le comunicaron que la reunión de vascos que estaba organizando no podría hacer uso de las canchas del colegio de la localidad para jugar a pelota. Impertérrito, el acaudalado Urruty construyó un frontón en su propio rancho.
Había pocos datos acerca del cuarto frontón; solamente, que existía en los años 30 del siglo XX, en la población de Upland, al sur de California y que fue construido por un español llamado Martínez, en su propiedad. Según parece, algunos vascos jugaban a pelota a mano en aquel frontón.
En Wyoming, un estado grande y escasamente poblado, había, que se sepa, una sola cancha de pelota. No hay seguridad sobre la fecha de construcción, pero parece ser que estaba en uso a principios de los años veinte del siglo XX. El frontón se construyó en la parte este del granero de John B. Espada, en South Buffalo, con el lateral del granero sirviendo de frontis. Como era habitual, los vascos solían jugar en aquel frontón al atardecer y los domingos. El granero y el frontón fueron demolidos en los años cincuenta de ese mismo siglo.
Al parecer, hubo un sólo frontón construido, en todo el estado de Oregon, levantado en 1915 en la localidad de Jordan Valley. Esta era una zona que atrajo a numerosos vascos, que acudieron a trabajar allí en el negocio ovejero. En Jordan Valley se jugaba a mano y a pala y parece ser que no se practicaba la cesta punta. El frontón lo construyeron jóvenes inmigrantes vascos con conocimientos de albañilería. Después de la guerra mundial el frontón permaneció en desuso, hasta el año 1997, en que fue renovado con la ayuda de la declaración de monumento histórico de Oregon.
Había al menos tres frontones privados construidos en la parte sur de California. Bob Faulkenberg, ganador del torneo de tenis de Wimbledon en 1948, hizo construir un trinquete en su residencia de Bel Air, un barrio de moda de Los Angeles. A comienzos del siglo XXI, dejó de utilizarse para jugar a la pelota vasca.
Michael Bidart, abogado y participante en actividades culturales vascas, construyó un frontón en su casa de Chino (California), en 1981. La cancha medía 28 metros de largo por 10 de ancho y poseía una pared izquierda de 10 metros de altura. En este frontón jugaban habitualmente aficionados de la localidad y además su uso se extendía a competiciones locales y torneos de la North American Basque Organizations (NABO). En el frontón de Michael Bidart, se jugaba a pelota a mano, con pelotas importadas de País Vasco y a paleta con pelota de goma dura.
Xavier Aphessetche, de Chino (California), era el propietario del único trinquete que había en los EEUU. Esta modalidad se practicaba sobre todo en el País Vasco continental y era el motivo por el que los que la seguían con mayor atención eran los inmigrantes vasco-franceses, la mayoría de los cuales estaban asentados en California. Aphessetche emigró de Saint-Jean-de-Pied-de-Port (Baja Navarra) a los EEUU en 1957.
Las dimensiones de la cancha eran 30 por 9 metros, con un techo que se elevaba casi diez metros por encima del suelo. Típico del trinquete, la cancha tenía una segunda estructura semejante a un tejadillo que sobresalía de la pared izquierda, penetrando en el área de juego, lo que hacía el juego, desde ese lado sumamente interesante. El trinquete se construyó en 1981 y se usaba a conveniencia de los jugadores, aunque especialmente los domingos. Cada dos años, la Federación Francesa de Pelota enviaba a sus mejores jugadores a Chino, y éstos se encargaban de exhibir su arte en esta cancha verdaderamente única.
La pelota a mano en la era de las Asociaciones Culturales Modernas. El primer club vasco-americano de los EEUU se fundó en San Francisco, en 1924, pero desapareció tras una década de existencia. En 1938, los vascos de Kern County (California), fundaron un club que a principios del siglo XXI, todavía existía. Sin embargo, el verdadero incremento de los clubes vascos en los EEUU, se produjo a principios de los años sesenta del siglo XX. Durante las siguientes dos décadas, se crearon como mínimo, dos decenas de clubes vascos a lo largo del oeste americano. Dos de ellos se localizaron en la costa este, la antiguamente establecida Eusko Etxea de Nueva Cork y el más recientemente creado centro vasco de Washington DC, Euskalerria, Inc.
La naturaleza, objetivos y actividades de los clubes vascos variaban en grado significativo. El acceso estaba limitado a personas de origen vasco y a sus esposos-esposas. Su tamaño alcanzaba desde unas pocas docenas hasta cerca del millar de miembros.
Las actividades de los clubes variaban en modo similar. Algunos se reunían unas pocas veces al año para celebrar acontecimientos sociales, mientras que otros mantenían un calendario de actividades muy elaborado, con clases de baile, música, lengua, cenas, bailes, picnics y otras actividades colectivas. A comienzos del siglo XXI, siete de estos clubes poseían edificio propio o centro vasco: Elko, en Nevada; Boise, en Idaho; San Francisco, La Puente y Kern County (Bakersfield), Fresno y Chino en California.
Muchos clubes utilizaban frontones que habían sobrevivido desde la época de los hoteles. El Chino Basque Club, organizaba su propio torneo de pelota a mano y todos los años patrocinaba un picnic. Invariablemente, al día siguiente se organizaba un torneo amistoso de pelota a mano en el Centro Basco Hotel.
El Euskaldunak Basque Club de Boise (Idaho), poseía su propia sede, pero carecía de frontón. El centro vasco de Boise se construyó al lado de una antigua casa de huéspedes vasca, la que si bien dejó de funcionar, fue transformada en museo de temas vascos.
El interés por las actividades relacionadas con los vascos se incrementó en la zona de Boise en 1971-1972. En aquel año, el Departamento de Educación Estatal y el Departamento de Actividades Recreativas de la Ciudad de Boise estudiaron la posibilidad de construir un frontón. El costo resultó ser prohibitivo, pero en el debate, uno de los antiguos residentes recordó que había un frontón cerca del centro vasco.
Según resultó, el frontón todavía se encontraba allí y estaba siendo utilizado como almacén por una empresa de ingeniería, la Briggs and Associates. Esta empresa dio permiso a un equipo de voluntarios para limpiar la cancha de 12 por 30 metros, fregar el suelo, repintar el lugar e instalar un alumbrado moderno de manera que se asemejara, de algún modo, a lo que fue en sus primeros años.
El 3 de junio de 1972, el primer torneo de pelota en 35 años reinauguró el restaurado frontón. Cien participantes procedentes de ambos continentes, compitieron por el campeonato, que finalmente fue a parar a manos de dos vasco-franceses de Biarritz, Mikel Muñoa y Jokin Echevarria.
El frontón se mantuvo en buen uso desde entonces y de vez en cuando albergaba partidos entre los vascos de Boise y los de otras poblaciones. En él se ha celebrado el torneo de pelota a mano de la North American Basque Organizations (NABO), con equipos participantes de California, Nevada y Idaho. En este frontón se practicaba el juego a mano, pala corta y paleta, pero no la cesta punta. En diferentes ocasiones, la agrupación de Boise Anaiak Danok patrocinó cursos y torneos de pelota para los jóvenes de la localidad.
Al menos uno de los clubes de Nevada tenía frontón antes de ver construida su sede social. En 1975, el Elko Basque Club inauguró un frontón descubierto en el parque municipal, construido con la ayuda monetaria de unos 25.000 dólares, facilitados por el gobierno español. De manera apropiada a la ocasión, el frontón lo construyeron dos miembros del club de Elko, Pete Ormaza y Nick Fagoaga. Como sucede con los frontones de otras localidades, el Frontón Euzkaldunak alcanzó su período más activo durante el festival anual del club, que se celebraba siempre el fin de semana correspondiente al 4 de julio. Poco después de su construcción, el frontón se inauguró durante el festival vasco de Elko, mediante la participación de varios pelotaris vasco-franceses. Tras repetidas quejas de los jugadores porque las paredes eran demasiado bajas, en 1977 se elevaron a una altura de más de siete metros y además se mejoró la iluminación para eliminar las sombras. El club social de Elko, la Euzkaldunen Etxea, se construyó en 1978.
Recién construido el frontón, hubo un gran entusiasmo por el mismo y se utilizaba a menudo. Se organizó una liga juvenil y se celebraron en él numerosos torneos. Elko todavía envía jugadores a los torneos de la federación North American Basque Organizations (NABO) pero la liga juvenil desapareció y el uso del frontón para jugar a pelota a mano decreció sensiblemente. Puesto que el centro estaba situado en un lugar publico, se daba un considerable uso al mismo por parte de personas ajenas al entorno vasco, quienes lo usaban para jugar al tenis o al frontenis. Citando como posibles causas la falta de emigrantes procedentes del País Vasco, así como la competencia ejercida por otros deportes más populares, no se preveía un resurgir de la pelota en Elko.
En uno de los casos, se construyó en primer término el frontón y como consecuencia de las actividades desarrolladas en el mismo se formó el club. En la década de los treinta del siglo XX, Jean Bogues, propietario del hotel Valley en pleno centro de la localidad de La Puente (California), reunió 1.000 dólares para la construcción de un nuevo frontón. Otros vascos de la zona aportaron sumas de 25 dólares, para sacar adelante el proyecto, que finalizó con la construcción de la primera cancha de pelota en La Puente. Todos los contribuyentes al proyecto se convirtieron en miembros de derecho del nuevo Club de Pelota de La Puente, que fue fundado en 1940. Aunque el frontón original se mantenía en pie, a comienzos del siglo XXI, ya no se utilizaba.
El Club de Pelota de La Puente, en las mismas fechas, todavía se mantenía activo y comprendía dentro de sus terrenos un gran salón de baile, cocina, escenario, bar, un aparcamiento acotado con utensilios para asar una barbacoa, mesas de picnic, y un frontón con gradas (construido en 1948). A comienzos del siglo XXI el frontón no se utilizaba tanto como antes, quizás debido a la disponibilidad de otros frontones en la zona.
En 1987, el Kern County Basque Club (California), pudo erigir un frontón, cuya significación para el club se refleja en el nombre pintado en el frontis: Gure Amentsa "nuestro sueño". Este frontón situado a mano izquierda mide treinta y seis metros de largo por nueve de ancho y se utilizaba preferentemente para jugar a paleta con pelota de goma, si bien también se practicaba algo de pelota a mano en él. El Kern County Basque Club organizaba un torneo durante su picnic anual y presentaba equipos en las competiciones organizadas por la North American Basque Organizations (NABO). Sin embargo, el nivel de actividad del frontón fue decreciendo, debido a la competencia de otros deportes y a la falta de nuevos emigrantes.
El frontón del hotel Noriega en Bakersfield, a comienzos del siglo XXI, se mantenía en uso, aunque en menor medida que el Gure Amentsa. La cumbre de la actividad en el hotel Noriega tuvo lugar los años treinta y cuarenta del siglo XX, con la tradicional clientela de pastores. Los pastores denominaban al frontón "oilategia" (gallinero), debido a sus pequeñas dimensiones: 7.5 por 18 metros.
A comienzos del siglo XXI, el buque insignia de las canchas de pelota en los EEUU pertenecía al San Francisco Basque Cultural Center, situado al sur de la ciudad. La construcción del centro costó más de un millón de dólares y fue inaugurado el 15 de febrero de 1982. Además de restaurante, bar, salas de reuniones, sala de baile, biblioteca y salas de recreo, contaba con un gran frontón cubierto y numerosos asientos para los espectadores. Este frontón se utilizaba frecuentemente en entrenamientos, competiciones entre equipos locales y partidos internacionales.
En 1973, los delegados de varios clubes esparcidos por el oeste americano se reunieron en Reno para formar North American Basque Organizations, Inc. (NABO), agrupación que engloba las asociaciones de vasco-norteamericanos. Con posterioridad, otros clubes se anexionaron a la misma y a comienzos del siglo XXI, contaba con veinticuatro clubes, procedentes sobre todo del oeste americano, miembros de pleno derecho.
Esta organización ha sido el instrumento que ayudó a superar divisiones regionales y a fomentar actividades comunes demasiado amplias como para ser patrocinadas por un solo club; como ejemplo, el campamento anual de música para jóvenes y la promoción de torneos interestatales de mus. North American Basque Organizations (NABO) fue el instrumento que organizó torneos de pelota a mano entre los clubes. También patrocinó giras de jugadores europeos por Norteamérica, con el objeto de jugar partidos de exhibición entre ellos o enfrentándose a pelotaris locales.
Ha habido varios niveles de federaciones de pelota que resultaron fundamentales en el mantenimiento e incremento de la pelota vasca. Desarrollaban su labor en los EEUU, la Federación de Pelota de los Estados Unidos, la federación Francesa de Pelota Vasca, la Confederación Panamericana de Pelota, creada en 1982 y por supuesto, la Federación Internacional de Pelota Vasca, radicada en San Sebastián (Gipuzkoa).
El objetivo de estas federaciones era impulsar el juego por medio de la organización de torneos y partidos de exhibición, establecer las líneas maestras y reglas del juego, estandarizar los tamaños de los frontones y del material, promover la pelota para el público en general, buscar patrocinadores y fomentar el deporte entre los jóvenes para asegurar su mantenimiento en las generaciones venideras. De hecho, este proyecto fue concebido por Martin Minaberry, en calidad de presidente de la Confederación Panamericana de Pelota.
Como resultado de los esfuerzos desarrollados por las federaciones de pelota en las últimas dos décadas del siglo XX, numerosos campeones de pelota del País Vasco a ambos lados de la frontera franco-española, han realizado viajes de exhibición por los Estados Unidos. Por otra parte, también se han celebrado partidos de pelota con carácter internacional.
En 1971, los campeones franceses de pelota exhibieron sus habilidades y jugaron contra pelotaris vasco-americanos en las localidades californianas de La Puente, Chino, Bakersfield, Fresno y San Francisco. En 1975, los seis mejores pelotaris de la Federación Francesa de Pelota Vasca viajaron a través de los asentamientos vascos en los EEUU, jugando partidos de exhibición en contra de los pelotaris de las comunidades del oeste americano. Los partidos cumplieron su función primordial de reforzar y estrechar los lazos étnicos entre el viejo y el nuevo continente.
La Federación Internacional de Pelota Vasca de los Estados Unidos también acogió un Torneo Internacional de Pelota a Mano en San Francisco en septiembre de 1985, en el que compitieron equipos procedentes de Francia, España, Uruguay, México y EEUU.
La Federación Internacional de Pelota Vasca organizaba un Campeonato Mundial cada cuatro años, en la que los países se iban turnando en la organización. En 1962 el campeonato se celebró en Pamplona (Navarra), en 1978 en Baiona (Lapurdi), en 1982 en México, en 1986 en Vitoria (Álava) y en 1990 en Cuba. Debido a las diferentes modalidades practicadas por las naciones competidoras, había una extensa gama de partidos de pelota. La cesta punta se jugaba en el frontón largo. El frontón corto albergaba los partidos de pala corta, paleta de cuero, paleta con pelota de goma, mano por parejas, mano individual y el frontenis con pelota de goma. Las especialidades de mano por parejas, mano individual, paleta con pelota de cuero, paleta con pelota de goma y share se jugaban en el trinquete.
Los campeonatos del mundo de pelota atraían a participantes procedentes de Filipinas, México, Uruguay, Argentina, Bolivia, Cuba, Venezuela, Chile y por supuesto, España y Francia. Los Estados Unidos compitieron en estos campeonatos desde 1962.
Según nuestros datos, la única modalidad de pelota que se practicaba profesionalmente en los EEUU era la cesta punta (nombre que recibe en Europa), conocida también como "jai alai", "grand fronton" y "mur-à-gauche". "Jai alai" es un término vasco que significa fiesta alegre. La cesta punta, reputada como el juego de pelota más veloz que hay en todo el mundo, es la más exótica de las modalidades de pelota. Requiere atletas extremadamente ágiles y bien entrenados, capaces de manejar una dura bola que se dispara a velocidades superiores a los 240 kilómetros por hora. Asimismo, precisa de una cancha grande y bien construida. El récord de velocidad en lanzamiento de pelota en "jai alai" era de 300 kilómetros por hora, establecido por José Ramón Areitio en 1978.
El juego comenzó a desarrollarse en Buenos Aires a finales del siglo XIX. Melchior Curuchague, ostentaba la fama de haber construido la primera cesta o chistera moderna, curva y alargada, mientras se recobraba de una muñeca rota. El instrumento pronto ganó el favor de la gente y se popularizó con rapidez. Jugado por pelotaris hábiles, la cesta punta era también uno de los deportes más gráciles y bellos de contemplar para el espectador. Por todo ello, ganó la aceptación internacional y se jugaba en lugares tan dispares como China, Filipinas, Brasil, Uruguay, Cuba, México y los Estados Unidos.
Irónicamente, el juego de pelota vasca que más espectadores reúne alrededor del globo es también uno de los menos jugado por los propios vascos. Esto se debe a lo dificultoso de su técnica y al limitado numero de frontones capaces de albergarlo. El jugador de cesta punta debe ser rápido, ágil, fuerte, despierto, seguro de sí mismo y dedicado al juego. Además, la chistera y las pelotas son muy caras. A comienzos del siglo XXI, una sola pelota valía más de 100 dólares y la cesta más de 300, lo que restringía nuevamente el juego a aquellas personas que pudieran permitirse este gasto. Finalmente, el casco es obligatorio, e incluso así, el juego podía resultar bastante peligroso. Como consecuencia, es un juego que desde sus comienzos ha sido practicado casi exclusivamente por profesionales.
Hubo al menos dieciséis frontones de cesta punta en los EEUU: dos en Nevada, diez en Florida, tres en Connecticut y uno en Rhode Island, Chicago y Missouri.
La primera cancha de pelota con fines comerciales en los EEUU fue construida en St. Louis (Missouri), a comienzos del siglo XX y era lo suficientemente grande como para albergar la modalidad de cesta punta. Ricardo Galbis Ajuria, un ingeniero de La Habana que también estaba unido al Banco Español de la isla, fue el encargado de erigirlo. Aparentemente, Galbis se había autoimpuesto el exilio en los EEUU a causa de la despótica política del gobernador español de Cuba, el general Valeriano Weysler. El frontón se finalizó en 1904.
A pesar del interés y fascinación iniciales por la cesta punta, el frontón de St. Louis fracasó. Podría esgrimirse la hipótesis de que el deporte fracasó como empresa comercial debido a que las apuestas estaban prohibidas y el interés por el mismo restringido a una pasajera curiosidad con pocos motivos para los espectadores por familiarizarse con los jugadores y sus habilidades. Además, como la cesta punta era un juego que requería un alto grado de habilidad, que precisaba años de práctica para su desarrollo, los jóvenes de la zona tuvieron dificultades para aclimatarse al juego. Por ultimo, no había un número suficiente de vascos en St. Louis para financiar, mediante su asistencia, el alto costo de mantenimiento de un amplio grupo de pelotaris profesionales traídos de Europa. Privada de la viabilidad comercial de las apuestas y apartada del medio cultural vasco-americano, la iniciativa murió en sus inicios.
Más tarde la atracción que la cesta punta ejerció sobre diferentes celebridades, desde presidentes de los EEUU hasta estrellas de Hollywood, trajo que el juego mereciera una especial atención. El actor Paul Newman practicó el deporte en el frontón de Bridgeport (Connecticut). Babe Ruth era también aficionado al deporte.
Está ampliamente documentado el amor de Ernest Hemingway por el País Vasco, especialmente por Pamplona y sus corridas de toros. Hemingway descubrió en la corrida el epítome del machismo y se hizo amigo de numerosos toreros. Si bien es menos conocido, Hemingway fue un gran aficionado a la pelota vasca y tenía amigos pelotaris. En la que fue probablemente la única entrevista que trata sobre el tema, Hemingway declaraba que había sido un fan de la pelota durante más de treinta años.
Una segunda e importante atracción que ejercía el "jai alai" en los EEUU era la dimensión que le daba su sistema de apuestas. En las que se efectuaban en los partidos de cesta punta en los EEUU, la estructura del juego difería notablemente de la practicada en el País Vasco, por la manera de apostar. En el País Vasco, las apuestas se efectuaban sobre el jugador o jugadores elegidos al inicio del partido. La mayoría de las veces, el partido se jugaba entre equipos compuestos por dos jugadores cada uno. Los partidos se jugaban a 15, 35 o 45 tantos y se precisaba de bastante tiempo antes de que se produjera el desenlace. A medida que avanzaba el partido, los espectadores/apostantes podían mostrar su intención de hacer nuevas apuestas a los corredores que iban de un lado para otro de la contracancha. Los porcentajes cambiaban en cada tanto, según la diferencia del marcador se acortaba o ampliaba. Los corredores, por turno, anunciaban a la galería los nuevos porcentajes ofrecidos, hasta que alguien aceptara la apuesta. Ésta era definitiva cuando el corredor la apuntaba en un papel, la introducía en una pelota de tenis dividida por la mitad y la lanzaba a cada uno de los apostantes.
Las apuestas se efectuaban realmente entre los espectadores, mientras que la casa servía como intermediaria a cambio de un porcentaje. Los apostantes podían apostar numerosas veces a lo largo del partido, a veces haciéndolo por ambos lados, en un intento por alcanzar una posición ventajosa. Una considerable cantidad de reflexión y estrategia estaban en juego en este proceso, a medida que las apuestas se transformaban durante el partido. Al finalizar éste, los apostantes se reunían con los corredores para pagar sus apuestas o cobrar sus ganancias.
En el sistema de apuestas de los EEUU o cualquier otro lugar fuera del País Vasco, el partido se jugaba en un frontón similar y con idénticas reglas y materiales, pero los partidos no duraban 35 puntos. Por contra, los jugadores individuales o los equipos permanecían jugando hasta que uno de ellos perdía un solo tanto. Después de cada tanto, el ganador permanecía en la cancha esperando a su(s) nuevo(s) adversario(s), mientras el perdedor iba a sentarse al final del banquillo.
Era la modalidad de todos contra todos, el equipo ganador continuaba jugando hasta la pérdida de un tanto. Como en las carreras de caballos, los porcentajes se determinaban por los mismos apostantes a través de sus preferencias, las cuales se revelaban antes del inicio del partido. No había un claro ganador entre los equipos hasta que uno de ellos obtenía el número de tantos mostrado en el marcador, normalmente siete. El segundo y tercer puestos iban a parar a los equipos que hubieran obtenido las siguientes mayores puntuaciones. Los partidos podían durar 10-15 minutos en total y se jugaban alrededor de una docena de ellos en cada sesión vespertina. El espectador podía apostar por los equipos tratando de adivinar el ganador, el segundo o tercero. Otras apuestas, como las dobles diarias, perfectas, exactas, quinielas y trifectas ofrecían gran variedad de juego a los espectadores. Entre un quince a un veinte por ciento de las apuestas se destinaba al pago de impuestos y gastos de mantenimiento del frontón.
Otra de las diferencias existentes entre el viejo y el nuevo continente era la relativa al contexto social. En el País Vasco la cesta punta era todavía, a principios del siglo XXI, un deporte seguido preferentemente por hombres. En la costa este de los EEUU, la atmósfera de un frontón era más parecida a la de un teatro o un club nocturno, incluso varios de ellos tenían restaurante y todos ellos bar.
Las empresas comerciales más antiguas de cesta punta en los EEUU se hallaban en la zona de Miami (Florida). El primer frontón que encontró acomodo en dicha zona se construyó en 1924, en terrenos del actual hipódromo Hialeah. Desgraciadamente, fue destruido por el primer huracán de la temporada y reemplazado en 1926, por el frontón de Miami. Un segundo frontón, El Biscayne Jai Alai, actuaba como competidor. Sin embargo, el juego no adquirió popularidad hasta 1935, cuando el poder legislativo de Florida legalizó el sistema de apuestas en el "jai alai". En 1953 el estado contó con otro frontón de apuestas, el Dania Jai Alai. El deporte entró en auge en los años sesenta del siglo XX, con la llegada de cubanos amantes de la pelota.
En 1978 había diez frontones en Florida. El Miami Jai Alai, el frontón más antiguo, era asimismo el más grande. En un partido celebrado el 27 de diciembre de 1975, se encontraban allí 15.052 espectadores. A comienzos del siglo XXI, estaba ubicado en la Avenida 37, número 3500. En este frontón, como en todos los de Florida, era preciso contar con 18 años para poder apostar en los partidos. Había partidos los lunes, miércoles y sábados por la tarde y de lunes a sábado por la noche. Este frontón estaba abierto entre los meses de diciembre a septiembre. Contaba con un restaurante para 450 personas.
El frontón Dania Jai Alai Palace tenía una capacidad de 12.500 espectadores y se jugaba seis noches por semana y el martes, viernes y sábado por la tarde. La dirección de este frontón, a comienzos del siglo XXI, era 301 East Dania Beach Boulevard y contaba con un restaurante; tenía dos temporadas: diciembre-abril y mayo-noviembre. Fue construido en 1953, el mismo año que el Tampa Jai Alai, que se ubica en Dale Marbry Highway, número 5123. Estaba abierto durante los meses de enero a junio y se jugaba el lunes, miércoles y viernes por la tarde y el lunes, martes, miércoles, viernes y sábado por la noche. Tenía un restaurante para 175 comensales y otro lugar para cenas especiales para 150.
En la calle 45, numero 1415 de West Palm Beach estaba el Palm Beach Jai Alai, que tenía sitio para 6.014 personas. Fue construido en 1955 y había partidos entre septiembre y abril; el lunes, miércoles y sábado por la tarde y todas las noches menos el domingo. Contaba con un restaurante para 300 comensales y un bar para 300. El primer partido en este frontón se jugó en 1955.
En Fort Pierce, 2.480 personas podían ver partidos entre los meses de marzo y septiembre; se jugaba el miércoles y sábado por la tarde y el lunes, miércoles, viernes y sábado por la noche. Se podía cenar en el restaurante y el frontón se encontraba en el Kings Highway at Pico's Road.
También contaba con frontón, Melbourne (Florida). Estaba ubicado en Sarno y Wickham Roads. Tenía capacidad para 2.558 espectadores que podían asistir a los partidos seis noches por la semana.
Había otro frontón en Orange Lake (Florida), en State Road 338 que se llamaba Ocala Jai Alai. Fue construido en 1973 y estaba abierto entre los meses de enero- febrero y entre junio-noviembre. En este frontón había sitio para 1.904 personas y había partidos entre miércoles y sábado por la tarde y el lunes, miércoles, viernes y sábado por la noche. Los jóvenes que desearan dedicarse a este deporte, empezaban su carrera profesional en este frontón.
Entre septiembre y enero se podían ver partidos de "jai alai" en el frontón Orlando-Seminole Jai Alai, que estaba en US Highway 17-92SR-436. Era uno de los frontones más antiguos; jugaron el primer partido en 1962. Tenía una capacidad de 3.163 espectadores y podían gozar de un restaurante. Había partidos el lunes, miércoles y sábado por la tarde y en seis noches por semana.
En Daytona Beach, se encontraba el Daytona Beach Jai Alai, en el U.S. Highway 92. Fue construido en 1959 y estaba abierto entre los meses de febrero y julio. Tenía capacidad para 4.353 y la gente podía ver los partidos el martes, jueves y sábado por la tarde y todas las noches.
El Big Bend Jai Alai se encontraba en Chattahoochi (Florida). Entre octubre y mayo, 2.100 espectadores podían ver los partidos los sábados por la tarde y el jueves, viernes y sábado por la noche. Este frontón fue construido en 1978. De hecho, la cesta punta se hallaba tan identificada con el estado que era publicitada como si fuera prácticamente originaria de Florida. De la escuela de cesta punta del norte de Miami salían, tanto pelotaris profesionales como aficionados capaces.
Del mismo modo que en otros deportes profesionales, ha habido numerosos conflictos de tipo laboral en la cesta punta de los EEUU. En 1968 los jugadores de Florida se declararon en huelga ante la patronal en cinco de los seis frontones que funcionaban en el estado, en demanda de mayores salarios, seguros y pluses o un porcentaje en los beneficios. La patronal de los frontones no llegó a un acuerdo con los jugadores y contrató nuevos cuadros de pelotaris. La mayoría de los jugadores rehusó los nuevos términos del contrato y regresó al País Vasco o abandonó el deporte. Aunque la patronal lo negó, algunos jugadores reemplazados insistieron en que fueron puestos en la lista negra y de hecho, los jugadores anteriores al año 1968 fueron incapaces de encontrar empleo en los EEUU, hasta la apertura del frontón de Bridgeport (Connecticut), en 1975.
A pesar de los prometedores años 70 y comienzos de los 80 del siglo XX, la actividad de la cesta punta en Florida decayó dramáticamente en los comienzos del XXI. Esto fue debido, en parte, a las consecuencias de otra huelga iniciada en 1988 y al estado general de la economía. La competencia por el dinero de las apuestas era mucho mayor en esas fechas, sobre todo a resultas de la introducción de una lotería en el estado. Los vascos todavía dominaban el juego, pero había más jugadores americanos y cubanos que en ninguna otra época.
En diciembre de 1973, el fastuoso MGM Grand Hotel de Las Vegas abrió el primer frontón de cesta punta en el estado de Nevada, elevando lo exótico a un nuevo nivel en un estado conocido por lo inusual de sus atracciones. Menos de dos años después, el juego se interrumpió cuando los jugadores -la mayoría de ellos vascos- se declararon en huelga. El contrato medio de los jugadores era de seiscientos dólares mensuales de salario base, incluyendo habitación y una comida diaria. Aparte del sueldo, obtenían algunos pluses por partido ganado: veinte dólares por el primer puesto, doce por el segundo y nueve por el tercero. Lo que estaba en juego era una cuestión de derechos de la persona, más que el dinero en sí mismo, que otros empleados del hotel solicitaban.
Los pelotaris acudieron a un sindicato de Las Vegas, pidiendo ser representados por el mismo ante la patronal. Los directivos del hotel rehusaron la negociación con los jugadores arguyendo en el juicio que el Tribunal Nacional para las Relaciones Laborales carecía de jurisdicción sobre el asunto. Cuando el 23 de octubre de 1975, se llevó a cabo la huelga, la empresa MGM retiró los permisos de trabajo de los jugadores pidiendo a los responsables de inmigración que exigieran a los pelotaris que se reincorporaran a su puesto de trabajo o que procedieran a su deportación.
Cuando ésta se produjo, los treinta y cuatro pelotaris regresaron al País Vasco. Una semana más tarde, el Tribunal Nacional para las Relaciones Laborales dispuso que, efectivamente, los jugadores entraban dentro de su jurisdicción y que tenían derecho a una representación laboral. Poco después, el MGM Grand Hotel daba por terminado el contrato con los antiguos jugadores y reclutaba un nuevo cuadro de pelotaris.
El 3 de mayo de 1978, se abrió un segundo frontón de cesta punta en Nevada, esta vez en el nuevo MGM de Reno. Tenía una capacidad para 2.200 espectadores sentados y el cuadro estaba habitualmente formado por jugadores vascos, siendo el más joven de ellos un pelotari de dieciséis años apellidado Meabe y el de más edad, un veterano con dieciocho años de competición, de apellido Guerrica. Había una estrecha asociación entre la moderna cesta punta y el juego en los EE.UU. y si bien los frontones de Florida y Connecticut habían tenido éxito en su competencia frente a otros deportes dentro del sistema de apuestas, tales como carreras de caballos y de perros, era evidente que la propagación del juego pudo tener un gran impacto en el éxito de este deporte. En Nevada esta competencia por parte de otras actividades relativas al juego ha sido siempre algo a tener en cuenta: el enorme gasto y espacio envueltos en la explotación de un frontón, así como el ritmo mas lento del juego, no pudieron competir, en definitiva, con la rapidez de la acción observada en las mesas de juego y máquinas tragaperras. En consecuencia, la empresa propietaria del MGM Hotel de Reno cerró el frontón en 1980 y el frontón de Las Vegas se mantuvo en activo solamente durante tres años más.
En 1971, el sistema de apuestas se legalizó en Hartford (Connecticut), impulsando a las empresas de cesta punta a estudiar la posibilidad de establecer el juego en este estado de Nueva Inglaterra con alta renta per capita. En mayo de 1976, la empresa World Jai-Alai, Inc, ubicada en Miami, comenzó a operar en Hartford con unas instalaciones valoradas en 11 millones de dólares, capaces de acomodar a 4.500 espectadores. Había partidos a las siete de la noche entre los martes y sábados y por la tarde, los domingos. Contaba con un restaurante para 280 personas y la gente podía ver los partidos durante los meses de febrero hasta noviembre.
Diez días después de la apertura del frontón en Hartford, abrió sus puertas el frontón de Bridgeport (Connecticut). La dirección de este frontón era 255 Kossuth y tenía capacidad para 8.737 espectadores. Había partidos el martes, miércoles, sábado y domingo por la tarde y entre el martes y el sábado por la noche. Se podían ver los partidos entre los meses de noviembre y abril y contaba con restaurante y bar. Se decía que este último contaba con las instalaciones más grandes y caras de su clase en todo el mundo.
Un tercer frontón, valorado en once millones de dólares, abrió sus instalaciones en Newport (Rhode Island). El Newport Jai Alai estaba en 150 Admiral Kalbfus y se celebraban partidos entre los meses de enero y octubre. Cuatro mil aficionados podían ver los partidos que se jugaban seis noches por semana y los lunes y sábados por la tarde. Había un restaurante para 150 personas. Tras la apertura de estos tres frontones, aproximadamente unos doscientos cincuenta vascos se trasladaron a Connecticut. Algunos de ellos eran jugadores que tenían prohibido jugar en Florida como consecuencia de la fallida huelga de 1968. Por otra parte, la Asociación Americana de Cesta Punta de Connecticut enseñaba el deporte a los americanos en una cancha de entrenamiento que se hallaba en Milford, valorada en un millón de dólares.
El frontón en Milford estaba en 311 Old Gate y contaba con sitio para 5.645 espectadores en el frontón. Los partidos se jugaban entre los meses de mayo y octubre y el horario era el martes, miércoles y sábado por la tarde y del lunes a sábado por la noche.
Inicialmente, las empresas de cesta punta tuvieron gran éxito. En 1976 las instalaciones de Bridgeport y Hartford atrajeron a 2.700.000 clientes de pago. Pero a pesar del este éxito, los nuevos negocios establecidos en los comienzos del siglo XXI, causaron un gran daño al deporte de la cesta punta en aquella zona. En primer lugar, se produjo la construcción de un casino regentado por indios americanos, en la ciudad de Ledyard (Connecticut). En segundo lugar, la legalización de otras modalidades de juego, como los casinos al estilo de Nevada en Atlantic City y las carreras de caballos de Nueva Cork.
Sin duda alguna la cesta punta o "jai alai", era desde el punto de vista del espectador, el más popular de todos los deportes vascos fuera del País Vasco. Los pelotaris vascos y sus familias crearon modernas concentraciones de vascos en comunidades que contaban con frontones de cesta punta, de manera algo parecida a aquellas formadas hacía décadas, por inmigrantes vascos dedicados a la cría de ovejas en el oeste americano. Sin embargo, el moderno jugador de cesta punta no estaba aislado de las principales corrientes de la sociedad americana: estudiaba inglés en las universidades cercanas, vivía en casas modernas y ganaba más o menos un buen sueldo. Como consecuencia, no sentía la necesidad de encerrarse y el proceso de adaptación fue mucho más rápido que el de sus predecesores en el negocio ovejero. Y aunque los pelotaris vascos todavía dominaban la modalidad de cesta punta, cada vez aparecían más jugadores mexicanos, cubanos y americanos entre los profesionales.
La emigración vasca a los EEUU se caracterizó desde sus más tempranas épocas por la diseminación de pequeños núcleos de personas sobre una inmensa área geográfica. La concentración étnica de vasco-americanos era pues a comienzos del siglo XXI, relativamente limitada. La identidad étnica vasca se refugió mas bien en el ámbito privado de la casa y la familia y en el único espacio semipúblico del hotel vasco, que estaba más relacionado en sí mismo con condiciones relativas al nuevo continente que con tradiciones ligadas al viejo mundo.
La pelota y el frontón facilitaron la única y verdadera analogía cultural transportada de Europa a América y de este modo jugaron un importante y simbólico papel en el mantenimiento de la etnicidad vasca en los EEUU. Posteriormente, debido a numerosas causas, la emigración vasca a ésta declinó y finalmente se hizo gradual e irregular, provocando cambios demográficos en la población emigrante. Numerosos grupos de vascos abandonaron la socialmente marginal industria ovejera y comenzaron un proceso de aculturación o mayor integración, aprendiendo ingles, casándose con americanos/as y trabajando para empresas americanas.
El vasco-americano medio dejó de ser aquel joven soltero nacido en el viejo continente: el sector social más dispuesto a jugar a la pelota. Es más, a comienzos del siglo XXI, era casi un requisito imprescindible el haber nacido en un pueblo del País Vasco para llegar a ser un verdadero fanático de la pelota. De hecho, las crecientes restricciones impuestas por las leyes de inmigración de los EEUU afectaron con mayor intensidad a los vasco-españoles que a sus parientes vasco-franceses, particularmente en los años posteriores a la segunda guerra mundial, cuando EEUU era aliada de Francia y en España dominaba un régimen fascista.
Como consecuencia, a comienzos del siglo XXI, había más frontones en funcionamiento en las áreas dominadas por vasco-americanos de Iparralde que en las de dominio vasco-español. Con la asimilación, desapareció la necesidad de enclaves étnicos como las casas de huéspedes o los hoteles vascos. Muchos de ellos fueron demolidos, otros se convirtieron en restaurantes vascos que acogían a cualquiera que deseara saborear de una buena comida.
Las asociaciones culturales emergieron para asumir algunas de las funciones sociales de los hoteles, pero la mayoría de los frontones se perdieron para siempre y la época de la pelota en los EEUU declinó notablemente. Los cambios en la demografía pudieron ser el factor individual de mayor importancia en la desaparición de los frontones. La pelota era un deporte muy exigente físicamente, que se cobraba un considerable tributo sobre las manos y piernas de un hombre joven.
Como las restricciones impuestas a la inmigración eliminaron virtualmente la renovación de la masa de jugadores por jóvenes practicantes, los vascos de la primera generación envejecieron. Las fuerzas de asimilación cultural impulsaron a la segunda y tercera generaciones de vasco-americanos a practicar deportes americanos como el béisbol, fútbol americano, baloncesto y tenis.
Salvo rarísimas excepciones, la pelota a mano era un deporte masculino, así en el viejo como en el nuevo continente. Aunque esa realidad no planteaba problemas en la sociedad tradicional vasca, acostumbrada a la diferenciación sexual en el trabajo y en la diversión, no funcionó tan bien en la moderna cultura americana.
Quizás fue ésta una de las razones por la que las cenas, picnics y bailes vascos florecieron en el oeste americano en tanto que la pelota perdió popularidad. La pelota, con la limitada excepción de la cesta punta, no llegó nunca a ser popular entre la población no vasca de los EEUU. Esto contrastaba de manera notoria con lugares como Argentina, donde el juego, era a comienzos del siglo XXI, una expresión integral de la nación, ya en su forma original o mediante variantes como la de la paleta. Había en las mismas fechas, unos 350 clubes de paleta en Argentina, con 4.000 jugadores que practicaban el deporte en serio y 20.000 ávidos aficionados. En los EEUU, había cientos de aprendices de cesta punta en Florida, pero su principal motivación era pasar a engrosar las filas de los profesionales.
Vasconia, famosa por enviar miles de fuertes jóvenes baserritarras (habitante del caserío) acostumbrados a los rigores del trabajo físico, a las canchas de pelota, dejó de existir tal y como solía hacerlo anteriormente. Algunos de los factores que explicaban el declive de la pelota a mano en los EEUU, se daban también en el propio País Vasco. Por decirlo de alguna manera, la pelota a mano dejó de ser el juego vasco por excelencia. A comienzos del siglo XXI, era uno más entre otros tantos, del mismo modo en que el béisbol dejó de ser el juego americano. Los vasco-americanos, que aprendían en esas fechas, la lengua, las canciones y bailes de sus antepasados, se vieron empujados, por una urgente necesidad de aferrarse a los símbolos arquetípicos del pasado. La pelota también era un producto de la cultura y pudo suceder con la misma lo que acaeció con los bailes y otros iconos culturales.
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GTE