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CAJA DE AHORROS PROVINCIAL DE GUIPÚZCOA (1896-1990)

Ahorro 1896-1910.

El gran protagonista de la C.A.P. de 1896 a 1910 fue Tomás Balbás y Ageo (véase BALBÁS AGEO, Tomás) destacado hombre de negocios, político y reformista social, que se entregó a una labor vocacional que satisfacía sus inquietudes intelectuales. A él se debieron las iniciativas más sobresalientes en esta primera etapa. Su eslogan favorito fue el de que los fondos procedentes del "ahorro del país entero, a él deben volver bajo la forma de beneficenciay obras de utilidad pública", y eso coincidió con su línea de actuación mientras estuvo al frente de la Entidad.

El 1 de julio de 1896 fue la fecha de apertura. Pese a haber sido una iniciativa del grupo liberal republicano, contó desde el principio con el apoyo de toda la clase política guipuzcoana, con el del clero y el resto de las fuerzas vivas de la provincia. La Diputación proporcionó un crédito a la Caja de 20.000 pesetas, de las que se utilizaron menos de la mitad, que fueron rápidamente devueltas. El apoyo institucional garantizó los fondos, dando seguridad a los ahorradores, que confiaron siempre en ese respaldo. Su nacimiento y primeros años muestran unas cifras de ahorro y ahorradores realmente espectaculares.

AñoLibretasSaldo (pesetas)
1896
1900
1905
1910
1.066
8.884
22.158
31.795
590.201,02
7.284.249,24
16.060761,59
21.910.033,91

Ese crecimiento inicial y constante solamente se comprende si se tiene en cuenta que fue la primera Caja vasca -y española- que contó con una oficina principal y veintitrés sucursales desde el primer año de su nacimiento, gracias a que la Diputación puso a su servicio a una buena parte de la administración provincial: la contaduría, la imprenta y, sobre todo, al cuerpo de miqueletes (véase MIQUELETE). Las sucursales instaladas en los principales pueblos de la provincia se encomendaron a estos últimos, quienes además de cobrar los impuestos provinciales, vigilar el orden público y otras muchas funciones, se convirtieron en "milicias del ahorro y la previsión", trabajo por el que en un principio no percibieron de la Caja ningún tipo de salario, puesto que era el Estado y la Provincia quienes atendían ese servicio. Más tarde, cuando los beneficios lo permitieron, comenzaron a recibir una compensación económica. Fue una situación muy peculiar la que se dio durante muchos años entre la Diputación y la Caja. La primera, tantas veces definida como la "madre provincia", apoyaba a una hijuela nacida a su calor y los asuntos de una y otra eran muy difíciles de separar.

Todo ese apoyo provincial a la C.A.P. sería devuelto generosamente, ya que gracias a ella se pudo: disminuir los intereses de la deuda provincial, contar con créditos para construir caminos vecinales, intervenir en la conversión y nacionalización de los valores del Puerto de Pasaia, financiar el servicio telefónico provincial, el ferrocarril del Urola, sostener el giro mutuo provincial, mantener importantes instituciones benéfico sociales y promocionar la agricultura y la ganadería en plazos muy cortos de tiempo.

Para la captación del ahorro se ofrecieron al público diversos tipos de libretas. La primera, denominada "primitiva u ordinaria", fue la más común y la que alcanzó mayor movimiento en sus saldos. Porque no puede olvidarse que, pese a que la Caja estaba pensada para los más humildes, lo cierto es que desde su origen sus mejores clientes fueron los de clase media y eran estas libretas las que permitían alcanzar mayores saldos (2.500 pesetas en 1896) e incluso se podía ingresar más si se abrían para cada uno de los miembros de la familia.

En 1900 se instituyeron las .libretas generales., siguiendo el ejemplo de la Caja de Mons (Bélgica). Estas se concedían a todas las criaturas nacidas en la provincia con una peseta de saldo inicial (en 1928 se aumentó a cinco pesetas), cantidad que no podía recuperarse mientras viviera el titular. Era una iniciativa con un fuerte componente didáctico, al unir la propaganda del ahorro con consejos a las madres sobre la lactancia materna y el cuidado infantil. Sin olvidar el práctico, porque al no recuperarse la imposición inicial, tampoco se cerraba la libreta, evitando el doble trabajo de abrirlas y cerrarlas conforme se solicitase la totalidad de los reintegros, para más tarde abrir con otro ingreso. Fue ésta una iniciativa que se implantaría posteriormente en otras muchas cajas españolas.

Ese mismo año se crearon las .libretas nominativas., que premiaban el ahorro de los más humildes con un punto más de interés (en lugar del 3% el 4%). Ese interés extra se ingresaba en una cuenta de la Caja de Retiros, con la finalidad de impulsar la previsión social. Loable iniciativa que no obtuvo el éxito que merecía.

El 1 de enero de 1903 comenzaron a funcionar las "libretas del Pequeño Ahorro". En este caso la iniciativa provenía de Imola (Italia). Se intentaba con ellas atraer el ahorro de las clases más modestas. Solamente estaban a disposición de las personas que se dedicaban a labores manuales o prestaban sus servicios a jornal y a los escolares menores de diez años.

Operaciones de la C.A.P. 1896-1910

AñoOperaciones
de ahorro
Operaciones
varias
Departamento
de Previsión
1896

1899

1900

1903
Libretas ordinarias
o primitivas
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Libretas generales
Libretas nominativas
Pequeño ahorro
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Trasferencia de Libretas
Giro Mutuo
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Caja de Retiros

Mutualidad Maternal

Operaciones de giro mutuo, transferencias de libretas y política inversora

El giro mutuo, actividad de claro componente bancario, tuvo como objetivo favorecer las relaciones comerciales entre las diferentes localidades guipuzcoanas. Fue autorizado por el Ministerio de Hacienda (R.O. de 17 de agosto de 1897) precisamente por tener ese fin comercial, y comenzó sus operaciones en 1899. Se podían realizar giros de 1 a 750 pesetas entre las diversas sucursales de la Caja. No se movieron grandes cantidades de dinero (de 1899 a 1910 las operaciones ascendieron a 3.645.174,24 pesetas), por lo tanto es fácil suponer que fueron los pequeños comerciantes y artesanos los principales clientes de este servicio. Ese mismo año se establecieron las transferencias entre libretas, iniciativa pionera, que con el tiempo se iría extendiendo a otras Cajas, para finalmente permitirse transferir de una a otra por todo el territorio español (1906).

La importancia económica que tuvo la C.A.P. desde un principio y su vinculación institucional condicionó su política inversora. Balbás, auxiliado en principio por el Corredor de Bolsa y Consejero Faustino Apalategui, invirtió con una libertad que no tuvieron otras instituciones de este tipo. La deuda pública (nacional, provincial y municipal) sirvió en los primeros momentos pero, cuando el capital aumentó, se compró deuda exterior y obligaciones de empresas nacionales y extranjeras, aprovechando la autonomía provincial. La compra de deuda provincial y municipal sirvió indirectamente para impulsar el desarrollo de la provincia, puesto que el importe obtenido se empleaba en la mejora de las infraestructuras que impulsaban su modernización.

Otras actuaciones encaminadas a estimular la economía guipuzcoana fueron: la conversión de la deuda de diversos ayuntamientos (Errenteria, Irun, Tolosa) y también la de la deuda de la Provincia, con el objetivo de disminuir las cargas públicas. Otra importante operación financiera, para la que también se dispuso de capital de la C.A.M. de San Sebastián, fue la mejora, ampliación y control del puerto y de la Sociedad General del Puerto de Pasaia por parte de la Diputación; igualmente, prestó su ayuda económica para la instalación del servicio telefónico.

Se concedieron créditos a instituciones provinciales para todo tipo de infraestructuras o fin social. Pero incluso algunos de los otorgados a particulares se utilizaron para apoyar a dichas instituciones, al aceptar la deuda provincial y municipal como garantía de los préstamos desde 1896, cosa que no hacían los Bancos. En 1901 se comenzaría a proporcionar créditos con garantía hipotecaria y en 1910 con garantía personal. En esos años siempre se tuvo muy en cuenta que su política de créditos y préstamos a particulares no molestara a los Bancos que funcionaban en la capital, así que no fueron ni muy numerosos ni alcanzaron grandes sumas de dinero.