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AIBAR - OIBAR

A finales del siglo IX, concretamente en 882, se documenta el nombre de Aibar en relación con un castillo que contó con una gran importancia hasta fines de la Edad Media como punto estratégico para la defensa del cristianismo frente al Islam y como contrafuerte del Reino de Navarra contra Aragón. La villa de Aibar constituye un caso típico de núcleo creado en función de un viejo castillo fronterizo.

Asentada en la pendiente de un cerro de 594 m. de altura, sobre el que estuvo presente la figura de este viejo castillo desaparecido ya hace mucho, la villa, con un compacto núcleo urbano y una típica estructura medieval, se dispone cuesta abajo mirando hacia el oeste, en palabras de J.C. Baroja "como queriendo dar la espalda al oriente, en otro tiempo enemigo" (La casa en Navarra, T. III). Algunas de sus calles están bastante alineadas de Noroeste a Sudeste y otras transversales a modo de cantones y plazuelas más o menos irregulares.

A sus pies pasaron la calzada romana de Lumbier a Santacara y la que venía de Sangüesa y la vía jacobea que, desde esta ciudad, se dirigía hacia Tafalla y Puente la Reina.

Lo más interesante de este casco urbano es el aspecto general de sus casas que, construidas en piedra hasta época reciente, forman parte de un tipo común de construcción en la zona media montañesa oriental de Navarra. Se conservan construcciones rústicas en piedra seca. Las calles, en cuesta, tienen piedra en el suelo con un regato central, como en varios pueblos pirenaicos. Las casas más notables corresponden a la época del gótico tardío y posterior inmediata. Las adiciones o mutilaciones modernas como viejos muros rasgados por balcones y solanas, son frecuentes pero en general se ajustan a un mismo estilo. Esta arquitectura pétrea, aunque no tiene ejemplos de edificios grandes aunque sí unos bonitos y cuidados palacios como el de Suso o "casa del Barrio de Arriba", o Yuso "el que dicen del río", si que están presentes en ella buenos arcos de medio punto blasonados, emblemas místicos, ventanas geminadas con arco conopial, tracerías flamígeras, dinteles y grandes lienzos de pared con una perfecta cantería que forman pasadizos, una plaza porticada, soportales y calles con gran sabor. Algunos elementos arquitectónicos como los poco comunes soportales góticos de la plaza de la Virgen cercana al palacio de Suso, hacen comparar a autores como Julio Caro Baroja la arquitectura de Aibar con la población vecina y de mayor monumentalidad de SOS del Rey Católico, ya en la provincia de Aragón. Se tienen noticias documentales del siglo XVIII de la construcción del hospital de la villa, de la cárcel y de una plaza, pero de los que no se conservan restos.

Fuera de lo que forma el casco antiguo de la ciudad, cruzando la carretera que une el pueblo con Pamplona, resulta muy interesante pararse a admirar un crucero del siglo XVI con figuras muy desdibujadas entre las que se adivina un Cristo y un capitel con cuatro figuras bajo arquerías y el escudo de la villa en el fuste liso. Detrás de este crucero se encuentran los restos de un acueducto medieval del que quedan una arcada de tres ojos y un contrafuerte.

Aunque hasta el siglo XIX hay documentadas en Aibar hasta 20 ermitas, en la actualidad queda en pie únicamente la de San Joaquín, construcción del siglo XVIII con planta de nave única de cuatro tramos y cabecera recta cubierta por una bóveda de lunetos. Su exterior es de sillarejo con puerta de medio punto con dovelas de sillar y espadaña a los pies de la fachada. Preside esta ermita un pequeño retablo barroco de primera mitad del siglo XVII dedicado al titular de la ermita.

Aibar conserva dos importantes iglesias románicas: la dedicada a San Pedro, su actual parroquia, y la de Santa María, catalogada por algunos autores como ermita.

La construcción de la parroquia de San Pedro, comenzó en el año 1146. Es un templo en tres naves de tres tramos, la central más ancha que las laterales. Posteriormente se le añadieron un crucero (siglo XVI), la capilla mayor y la sacristía. Para saber más visite el artículo dedicado a este templo en la enciclopedia.

Al románico tardío, segunda mitad del siglo XII, pertenece la basílica de Santa María, situada en la parte baja de la villa. Se trata de una planta de una sola nave dividida en cuatro tramos y cabecera semicircular. Sus muros acusan dos fases de obra en el reajuste del aparejo del segundo tramo y en la interrupción de la moldura que corre a media altura. La cubierta, de medio cañón apuntada, está jalonada por cuatro fajones apuntados y doblados que descansan en pilastras. En cuanto a decoración escultórica, los capiteles están esculpidos con motivos simples sin figuración humana y de talla tosca, propios de un románico popular: incisiones, volutas, hojas con piñas lisas, hojas de acanto, cimacios lisos, alguno taqueado, entre otras formas. Una moldura lisa recorre a la altura de la línea de imposta la nave y el ábside, decorada en esta parte con tallo ondulado y palmetas. En la cabecera y tramos inmediatos hay otra moldura taqueada que recorre el muro a media altura.

El sillar regular del exterior se ve interrumpido tan solo por ocho contrafuertes, algunos de ellos de forma prismática, poco salientes. Son cuatro en un lado, más dos en la cabecera y otros dos en los pies, en los que se sitúa una pequeña espadaña. La puerta de entrada se sitúa en el segundo tramo del lado de la Epístola, con una estructura de medio punto abocinada por cuatro arquivoltas de sección cuadrada que descansan sobre imposta lisa y pies derechos, con un tímpano liso sobre ménsulas. Recorre la parte superior de la portada una línea de decoración de ajedrezado sobre unas ménsulas de tosca decoración.

La iglesia de Santa María está presidida por un retablo mayor barroco, contratado en 1710 por el P. Arriaga, el mismo artista autor del retablo del Santo Cristo en la parroquia de San Pedro en Aibar. De traza ochavada para adaptarse a la forma del ábside, presenta una abigarrada estructura y decoración de banco con ménsulas de follaje y cartelas decorativas, con columnas salomónicas envueltas en hojarasca que forman tres calles, y un friso con triglifos. Esta arquitectura retablística aloja las tallas de San José, la Virgen con el niño sobre una peana de ángeles, San Juan Evangelista. El ático, ocupado con un relieve de la Aparición de la Virgen a San Bernardo, está flanqueado por San Juan Bautista y un santo.

Carmina RIUS SALETA