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Vitoria-Gasteiz

Vitoria-Gasteiz se sitúa a 42º 51' N y 2º 40' 18" O (iglesia de San Vicente). Se encuentra, por tanto, en la vertiente mediterránea del País Vasco, en un lugar central respecto de su provincia de Álava e inserta en la comarca de la Llanada. Esta situación geográfica ayuda a interpretar el proceso histórico y la potencialidad actual y futura de Vitoria-Gasteiz como ente urbano. Ciudad de interior pero que sólo dista de la costa unos 50 km en línea recta; a su vez, menos de 30 km la separan del Ebro. Esta posición intermedia entre la costa vasca y las tierras de la Depresión del Ebro, por una parte, y Castilla, por otra, le otorgan un papel de gozne o bisagra dentro de las relaciones e intercambios entre ambas áreas. Representa un importante nexo de unión entre los valles atlánticos vascos y el eje del Ebro, y en consecuencia entre aquéllos y el arco mediterráneo, así como respecto de las rutas que se dirigen en dirección norte-sur a través de la meseta castellana. Otro tanto sucede con las vías este-oeste que aprovechan el corredor que une la Cuenca de Pamplona con la Llanada alavesa, cruzando la Barranca y Burunda navarras.

El entorno geográfico más concreto de Vitoria-Gasteiz no se comprende sin un acercamiento a la comarca de la que forma parte, la Llanada alavesa. La Llanada es un amplio valle de contornos elipsoidales y fondo de predominio plano, rodeada por un cinturón montañoso. Al norte cierra el horizonte la cadena Divisoria cantábrico-mediterránea, desde el macizo del Gorbea hasta la sierra de Altzania, donde se abre el boquete de Egino que comunica con Navarra. Estas sierras, orientadas E-O, superan con frecuencia los 1.000 m de altitud, con unos desniveles de 500-600 m desde el fondo de la Llanada, Un rasgo destacable de las mismas lo constituyen los amplios collados muy abiertos que facilitan las comunicaciones con las provincias vascas litorales. Sus materiales areniscosos del complejo supraurgoniano, con estructuras buzantes hacia el sur, ya que conforman el flanco meridional del anticlinorio vizcaino, han sido modelados en cumbres alomadas y laderas rectilíneas. Su vegetación natural de roble marojo (Q. pyrenaica) y de haya en las partes elevadas ha degenerado en brezales, argomales y helechales que cubren extensas superficies. Las coníferas de repoblación también se han implantado con fuerza.

Las montañas que cierran por el sur la comarca son muy diferentes. Están formadas por las sierras de Entzia-Iturrieta y los Montes de Vitoria, flanco norte del sinclinal de Urbasa-Treviño. Sus laderas, de variada litología y coronadas por una cornisa preferentemente calcárea, son de fuerte pendiente, cóncavas, y con desniveles de 400-500 m, pues la altura más elevada, Kapildui, no alcanza los 1.200 metros. Su vegetación, frondosa y cuidadosamente escalonada, está compuesta por roble quejigo (Q. faginea) en el piso bajo y haya en el superior. El tajo que el río Zadorra abre en el portillo de Lapuebla de Arganzón permite el paso hacia otras comarcas más meridionales. El límite occidental lo señalan las sierras de Badaia y Arrato. Sus calizas coniacienses apenas sobrepasan los 1.000 metros y aparecen tapizadas por el carrascal montano muy castigado por los incendios. Vitoria-Gasteiz, a pesar de asentarse en el llano, es también una ciudad de montañas. En el interior de este cíngulo montañoso se extiende una llanada de unos 800 km2 elevada a 500-650 m sobre el nivel del mar. Sus materiales margosos cretáceos han sido excavados por el río Zadorra y sus afluentes. Su planitud se hace patente en las áreas aluviales -cuaternario de Vitoria- y se ondula ligeramente en cerros o pequeñas serrezuelas de resistencia, de estructura monoclinal que se escoran con suavidad hacia el sur. El aprovechamiento agrícola -predominantemente cerealista con alternativas de patata y remolacha azucarera-, sobre fincas en las que se ha efectuado la concentración parcelaria, ha borrado casi por completo la vegetación natural de quejigos y, en las zonas más húmedas, de robles atlánticos. Su característico poblamiento se resume en una dispersión en diminutas aldeas de estructura laxa.

Uno de estos cerros calcáreos de resistencia, localizado en la parte occidental de la comarca a unos 3 km al sur del Zadorra, sirvió de cuna para el nacimiento de la ciudad. Dicho cerro se eleva a 550 m de altitud, unos 25 m por encima de la llanura circundante, y tiene una forma ovoide con su eje mayor orientado norte-sur. Esta forma topográfica ha trascendido al plano medieval que adquiere forma de almendra. La plataforma superior del cerro, el Campillo, de unas 3 Ha de superficie, constituye la parte más antigua de la ciudad. Sus laderas este, de mayor pendiente, y oeste sirvieron de sustrato para los ensanches medievales, mientras que el mayor salto que ofrecía la vertiente sur no fue urbanizada hasta el siglo XVIII. Los ensanches posteriores se han realizado sobre lisos terrenos aluviales, ganados a la agricultura, que dan a la ciudad actual su apariencia topográfica plana y explican la abundancia de agua del subsuelo. Además del agua contenida en el acuífero cuaternario, pequeños arroyos, hoy día embocinados en su mayor parte, recorren subterráneamente la ciudad. Estos pequeños cursos de agua han debido tener un protagonismo importante en la historia urbana. El Zapardiel lame la base occidental del cerro medieval, mientras que por el este discurre el cauce de los Molinos. Ambos confluyen en el Abendaño, que desciende invisible -hileras de chopos que se han coservado recuerdan su cauce- por los nuevos barrios residenciales del sector oeste. Por el sector urbano opuesto circula, también subterráneo, el Errekatxiki, y aún más allá el Errekaleor.

Debido a su situación algo alejada del mar y a las montañas que la separan de él, el clima de Vitoria participa de caracteres atlánticos y mediterráneos, constituyendo un tipo de transición entre ambos. Su dinámica atmosférica, sus tipos de tiempo, sobre todo los del invierno y los de las estaciones equinocciales se emparentan más con los cantábricos, pero la sequía estival empieza a recordar al clima mediterráneo. Además su altitud respecto del nivel marino es un factor de continentalización térmica. Por tanto se puede definir su clima como subatlántico. La temperatura media anual es de 11,2 ºC, siendo de 4,4º la de enero y de 18,6º la de julio. En invierno son frecuentes las heladas (47,6 días de media) y los días de nieve alcanzan una media de 14,9. El otoño tiende a ser térmicamente más benigno que la primavera y también más estable. Durante el verano, con 39 ºC de máxima absoluta y 25º de media de las máximas de agosto, la oscilación térmica diurna es un rasgo destacable. La precipitación media anual alcanza los 828 mm, siendo el semestre invernal el más lluvioso. En verano aparece un mes seco, julio, y otro, agosto, casi se puede catalogar como tal. El promedio de días de lluvia, 42%, resulta elevado, lo que contribuye a que las precipitaciones por lo general carezcan de intensidad. Las escasas horas de sol, 1.758 al año, la abundante nubosidad y la frecuencia de las nieblas, 50,5 días de media anual, así como la regularidad pluviométrica interanual señalan otros rasgos característicos de este clima.

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