Léxico

TAMBORIL

El txistulari lleva colgando de su brazo izquierdo un tamborcillo que es más alto que ancho. En él golpea con su mano derecha, pues la izquierda sostiene el instrumento. Llevan este tamborcillo los txistularis primero y segundo, cuando tocan juntos con el silbote. Este no tiene mano libre, pues ocupa las dos en sostener el instrumento. Hoy, generalmente, todos los txistularis sostienen el instrumento (tambor y txistu) con la mano izquierda: con la derecha golpean en el tamborcillo por medio del palillo. Sin embargo, hay casos en que se invierten las posiciones de ambos. El tamborcillo es ordinariamente de: largura exterior de la caja, 255 mm.; diámetro exterior, 250; anchura de los aros, 22; grueso, 6. con media caña. Los aros llevan 10, 11 ó 12 agujeros para la cuerda, que se pone más o menos tensa por medio de lazos de cuero. A los aros exteriores se les aplican unos aretes de cuero para colocar el cordón (que suele ser de seda), del que pende el tamborcillo del brazo del ejecutante. Se lo golpea con un palillo de diversas maderas de; 320 mm. de largo por 14 de grueso en la parte más fuerte. Completa este conjunto el tambor plano, que también llaman atabal, de madera unas veces: otras, de metal (redoblante), con el que se subraya y adorna el ritmo elemental que señalan los tamborcillos de los txistularis. Recogí el dato de que antiguamente el tambor era más alto que ancho, de forma parecida al de los txistularis, aunque de mayores dimensiones. El atabalero toca con dos palillos. Las medidas del atabal, no fijas, son: altura exterior de la caja, 160 mm.; diámetro exterior, 320; anchura de los aros, 32; grueso, 7; los aros llevan trece agujeros para la cuerda y son estirados con tensores de cuero. Se han generalizado los tambores con tensores de metal; en este caso los aros no llevan agujeros. La medida de los palillos para tambores es de 360 mm. de largo por 18 de grueso, en la parte más voluminosa. En el Museo Arqueológico y Etnográfico de Bilbao hay un tambor que data de hace más de cien años. Procede de la casa de Domingo Manterola, de Zeanuri (Vizcaya). Es todo él de madera. Tiene de diámetro interior 30 mm.; de perímetro de circunferencia. 1,070; altura, 270 mm.; altura del aro superior desde el parche, 20 mm. Se pone tenso por medio de una tuerca metálica. Ref. P. Donostia: «Instrumentos Musicales del Pueblo Vasco»

Entre las imagenes observamos el Minueto del Tamboril, obra anónima recogida por Vicente de Monzón en Vergara en 1909 y arreglada para piano. De esta composición dice Monzón lo siguiente (RIEV, 1910):

"El insigne maestro Gorriti, que me lo oyó tocar en cierta ocasión, exclamó entusiasmado: "Magnífico, hermosísimo". "Eso es Haydn, enteramente Haydn". ¡Y cuidado que era voto en la materia! Yo declaro sinceramente, sin embargo, que ningún trozo de este autor inmortal, con ser lo que fue, prodigio de inspiración y dulzura, ha hecho vibrar mis fibras más sensibles como el antiguo minué que nos ocupa. Lo que le caracteriza es la gravedad, la solemnidad, unidas a la gracia y la ternura, cosas que rara vez se encuentran todas juntas. Tiene algo, efectivamente, que recuerda a Haydn, algo ceremonioso y galante que trae a la memoria trozos del "Don Juan" de Mozart; y al mismo tiempo, por su brioso arranque en ciertos pasajes, parece haber robado notas y cadencias a nuestros bailes heroicos. Es un conjunto admirable de cualidades al parecer opuestas, y que, no obstante, se hermanan perfectamente... Si algún día el violín y violoncelo, que tan bien saben decir lo que tienen que decir, se dignaran substituir al silbo inexpresivo, y en lugar del tamboril, fuera un cuarteto de instrumentos de cuerda, el que lo ejecutara en el silencio de un salón, yo estoy seguro de que el efecto de este minué, tocado en su propio aire y con la expresión y delicadeza debidas, sería maravilloso. Dando carta de ciudadanía, por decirlo así, a la humilde tocata, la sacábamos de la obscuridad en que vive, reducida á solemnizar sencillas fiestas de pueblo, y hacíamos que fuera conocida de los inteligentes, que se felicitarían de ello. Los delicados instrumentos familiarizados con las eminencias clásicas, con Mozart y Beethoven, se complacerán en tocar el elegante minué, cuyos ecos no han salido hasta ahora del recinto sagrado de nuestras montañas".