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TAFALLA

Arte I.
Parroquia de Santa María

Es un edificio de origen medieval cuya fábrica actual ha quedado casi completamente renovada tras las reformas de los ss. XVI y XVIII. En 1554 Martín de Lorrarte, aprovechando los muros de la antigua nave gótica, amplía el templo añadiendo el crucero de profundos brazos. En 1561 queda constituido en un templo de cruz latina con una gran nave de tres tramos y cabecera pentagonal. Cubierta de bóveda de terceletes de tracería más complicada en el tramo del crucero. La cabecera se cubre con bóveda gallonada. Cubierta de media naranja en la capilla de los Mencós, también del s. XVI. Posteriormente, Francisco Larrañaga, en el s. XVII, lleva a cabo otras reformas y, en el XVIII, se prolonga la nave en un tramo más y se colocan varias capillas, se adorna el interior con una gran cornisa de dos molduras muy salientes y se construye en 1796 la nueva sacristía de planta cuadrada con techumbre plana. También se realiza en el s. XVIII la fachada principal de tipo conventual. Alto paramento vertical de sillería rematado en frontón triangular con óculo en el centro. En la parte baja centra la portada de cuerpo único, con arco de medio punto entre pilastras cajeadas, sobre las que apoya un entablamento y frontón partido que encuadra un ático con hornacina. Sobre ella se abren dos ventanas rectangulares. La torre se coloca del lado de la Epístola. Estructura reformada en 1731. Posee tres cuerpos prismáticos de proporciones decrecientes en altura y el tratamiento decorativo es semejante al de las portadas. Al interior decorada por numerosos retablos. Del lado del Evangelio el del Santo Cristo realizado por Aróstegui en 1791. De traza clasicista, cobija la talla de un Crucificado del segundo tercio del XVI. El retablo barroco de San Isidro, de 1734, profundamente decorado, presenta sin embargo, una arquitectura bien definida y además posee tallas barrocas de buena calidad y cuidada policromía. El dorado del retablo es de finales del s. XIX. En la capilla de los Mencós, un retablo rococó de la segunda mitad del s. XVIII y el sepulcro de los condes de Guendulain de comienzos del XX con gran blasón de estilo neogótico. En el crucero el ostentoso retablo barroco de la Virgen del Rosario comenzado en 1743 por Francisco Pejón y dorado por José del Rey. De un solo cuerpo con tres calles rematado en ático curvo. El profuso tratamiento decorativo es delicado y menudo presagiando lo rococó. En el centro, la talla renacentista de la titular, de una gran calidad y policromía original. A los lados, dos buenas tallas de mediados del s. XVIII de estilo barrococlasicista de composiciones movidas y rostros idealizados. Conservan la policromía original. En el presbiterio, uno de los retablos más interesantes en Navarra de época renacentista. Constituye un ejemplo excepcional de estilo manierista con compleja arquitectura, en la que se amontonan soportes, frisos y frontones diferentes. Esta riqueza, se acentúa con la acumulación de esculturas y relieves. Con todo, un gran orden preside el conjunto. Comenzado por Juan de Anchieta, en 1572, y terminado por su discípulo y socio Pedro González de San Pedro en 1599. La decoración pertenece a Juan de Landa, a partir de 1599, y demuestra un excelente oficio. El sagrario original fue retirado de su emplazamiento durante muchos años, y recientemente puesto otra vez en su lugar. Ocupan la espina Jesús resucitado, la Asunción y el Descendimiento, sin Calvario. Pero sobre esta escena, el Padre Eterno presenta a Jesús en Cruz. Aparecen con Anchieta ya, los frontones partidos, los áticos curvos, los órdenes romanos y desaparecen los arabescos y grotescos del modo anterior. Los órdenes se escalonan a lo largo de los cuerpos hasta el templete superior. El Sagrario tiene también tres cuerpos, ordenándose pilastras y columnas de factura clásica. Remata en una linterna siendo finísimos sus relieves, de tema bíblico alegórico. El resto del retablo tiene escenas de la Infancia de Cristo. La labor de Pedro González de San Pedro fue importante, y aunque hay dificultades en distinguirla de la del maestro, aquélla es mejor, tan cuidada y llena de vida, a pesar de que la época imponía mayor economía de medios decorativos que en el plateresco. Extraordinaria también la labor de estofa y policromía de Juan de Landa, a principios del s. XVII. Estas labores fueron restauradas en 1735 por José del Rey y Joaquín García de Larumbe. En el lado de la Epístola y sobre un sepulcro gótico del s. XIV se coloca una escultura gótica de principios del s. XV, obra de Janin Lome, que representa a San Sebastián, patrón de Tafalla, vestido con túnica y grave expresión. Fue policromada a finales del s. XVI por Juan de Goñi. En el brazo del crucero se encuentra el retablo del Santo Cristo del Miserere. La talla del Crucificado, de Juan de Anchieta, policromada por Juan de Landa, preside el retablo manierista de un solo cuerpo con caja central entre pilastrones. El bello tratamiento anatómico, la convierte en la mejor talla renacentista del Crucificado en Navarra. En la capilla de San Fermín, un retablo de la segunda mitad del s. XVIII de estilo clasicista, próximo a los modelos de Ventura Rodríguez. En otra capilla, un retablo barroco que tiene en el banco una pequeña imagen de San Jerónimo de Tafalla que sobresale por su expresivo tratamiento. En el coro se halla una sillería manierista de la primera mitad del s. XVII. Cubriendo tres de los frentes de la Sacristía aparece una cajonería del s. XVIII. En esta dependencia existe un abundante y rico número de piezas de orfebrería que abarcan desde el s. XVI al XIX. Además de éstas, se sabe que existieron otras piezas, hoy desaparecidas.

Parroquia de San Pedro

También de origen medieval (del s. XII), fue bastante restaurada en el s. XVI al estilo Reyes Católicos. Planta de amplia nave de tres tramos, cabecera pentagonal entre dos capillas cuadradas y sacristía adosada a la cabecera, construida por Martín Mettón en 1710. Frente a la puerta se abre otra capilla. Cubierta de terceletes en la nave y gallonada en el ábside. El exterior, de sillería, posee portada gótica del lado de la Epístola. La torre, barroca, se adosa a los pies del templo. En la capilla exterior se encuentra un pequeño retablo de mazonería plateresca atribuida al entallador Esteban de Obray, en el que aparece pintura y escultura. En el brazo del crucero del lado del Evangelio, un retablo barroco del último tercio del s. XVII que lleva calvario exento. Del otro lado del crucero, otro retablo barroco de la misma época cobija en su hornacina central el grupo de la Sagrada Familia. En el presbiterio, un retablo renacentista procedente de Echano. Contiene tablas pintadas y algunas tallas. La central de San Pedro papa, sedante, es de estilo barroco. Talla aceptable de un crucificado de estilo renacentista en el sotocoro. Tableros de estilo rococó en la sillería del coro. Cajonería barroca de 1711 en la sacristía y orfebrería, de la que destacan los cálices. Cuatro grandes relieves barrocos sobre la vida de San Pedro aparecen expuestos en el Centro Parroquial.

Convento de San Sebastián

Realizado a expensas de la villa, debió iniciarse a finales del s. XIV, haciéndose de nave única de tres tramos y cabecera recta. En el XVI, con la construcción de dos capillas laterales, queda constituida una planta de cruz latina. Esta estructura fue reconstruida casi totalmente en 1935. Existían capillas de patronato, que servían de enterramiento. Su ajuar litúrgico está repartido por otras iglesias de Tafalla. Solamente un pequeño retablo barroco de mediados del s. XVIII permanece en la iglesia.

Iglesia de los Escolapios

Posee planta de cruz latina con cuatro tramos, cabecera y brazos de crucero rectos con coro alto a los pies sobre un arco rebajado. En el s. XVIII se realizan dos capillas contiguas junto al crucero por el lado del Evangelio. La fachada sigue el modelo conventual de la época.

Convento de Concepcianistas Recoletas

Lo realizó a partir del año 1674 Domingo de Aguirre. Iglesia de modelo conventual barroco. Planta de cruz latina con nave única de tres tramos, crucero, cabecera recta y coro alto a los pies. Cubierta de bóveda de medio cañón con lunetas y cúpula de media naranja sobre pechinas en el tramo central. La fachada, que recuerda modelos vignolescos, es lo más reseñable. Las dependencias del resto del monasterio, se organizan en torno a un gran patio cuadrado que se estructura en dos pisos de sillarejo. Al exterior aparece como un cuerpo horizontal adosado a la iglesia por el lado del Evangelio. En uno de los brazos del crucero, aparece el sepulcro de los fundadores con arcosolio al estilo renacentista pero profusamente decorado en un lenguaje barroco. En el muro frontal del crucero, un retablo neoclásico del s. XIX con un solo cuerpo de tres calles. Un grandioso retablo de lo mejor de estilo manierista en Navarra, decora el presbiterio. Fue policromado en 1571 por Rolán de Mois y Pablo Ezchepers, ambos flamencos. Sus pinturas dan el máximo valor en el retablo. La mazonería anónima es de una excelente factura. Se compone de alto banco donde se abren las dos puertas laterales que sirven de acceso a la sacristía, un solo cuerpo monumental, con tres calles separadas por columnas de orden corintio con el fuste acanalado y el tercio inferior cubierto con grutescos. Corona en triple ático en el que perduran resabios platerescos. La imaginería del retablo, con los Evangelistas en el banco, las Virtudes Cardinales, culminando las calles laterales y el Calvario, es aceptable y contrasta con los relieves del sagrario ejecutados en 1600 por Juan de Berrueta. La pintura, de calidad excelente, cubre el cuerpo del retablo. La escena central, representa la Asunción de la Virgen, y las laterales la Epifanía y el Nacimiento. Dos retablos de estilo neoclásico del lado de la Epístola. En la sacristía, un lienzo de la Anunciación del s. XVII, de factura parecida a la escuela madrileña del momento, de gran calidad. En cuanto a orfebrería, son los cálices y los ostensorios las piezas de mayor calidad. En el coro bajo se hallan dos buenas pinturas del s. XVII, si bien una está bastante deteriorada. En las múltiples dependencias se encuentran tallas y pinturas de diferente valor; por destacar alguna, hay que citar el conjunto de tallas del Niño Jesús entre las que hay tres del s. XVII de facciones muy finas.