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Semana Grande donostiarra

Desde su creación, la Semana Grande estuvo basada en las corridas de toros que se celebraban primero en la plaza de Atocha y desde 1903 en la del Chofre.

La programación de actividades tenía tres puntos muy concretos: toros, conciertos en el kiosco del Boulevard y fuegos artificiales los días de corrida.

En el aspecto religioso las principales ceremonias siempre han sido la Salve del día 14 y la Misa Solemne del 15, ambas en la Basílica de Santa María del Coro.

La presencia de la Corte en su primera etapa, del Gobierno en la segunda, y en todo tiempo del Cuerpo Diplomático acreditado en España, reunía en San Sebastián una muy concreta clase social política y aristocrática que, en el caso de la Semana Grande, tenía dos importantes repercusiones: la necesidad que estas elites tenían de actividades acordes con su status (tenis, vela, golf, tiro, polo, hípica...) y la celebración de fiestas sociales ya fuera en residencias particulares o clubes deportivos.

La ciudadanía apenas disfrutaba de una Semana Grande que no estaba dedicada a ella, siendo relativamente reciente, años setenta, el que algunos comercios tomaran la decisión de cerrar por las tardes.

La Semana Grande dio un profundo giro a raíz del derribo de la plaza de toros del Chofre, el año 1974, que suponía la caída de su principal razón de ser. Perdida la base en un momento en el que el turismo descendía y los hoteles se cerraban, los donostiarras se preguntaron por primera vez qué y para qué era la Semana Grande.

Coincidían las dudas con un cambio político que alejaba de San Sebastián al turismo oficial y al que llegaba principalmente de Madrid, dando entrada al más cercano, procedente de las provincias próximas, con demandas festivas que en nada se parecían a lo conocido hasta le fecha.

Se democratizaron y abrieron sus puertas distintos clubes organizadores de eventos deportivos y, perdido el Norte por la falta de toros, el Ayuntamiento convertía la Semana Grande en una especie de cajón de sastre en el toda sugerencia era aceptada con tal de llenar los días con infinitas actividades. Aunque organizada sin participación popular, el paso del tiempo y la respuesta del público fue aceptando o rechazando las múltiples iniciativas hasta configurar un programa que puede asegurarse corresponde al "referendo" que en cada edición han dado nativos y visitantes.