Concepto

Sector minero

Al margen de noticias más o menos fiables respecto a la explotación minera en época romana, lo seguro es que ya en el siglo XIII la minería férrica, al menos, tuvo un desarrollo muy importante el las dos provincias costeras, sobre todo en Bizkaia. Los datos fiscales conservados indican con claridad el gran peso que tenían las ferrerías de Gipuzkoa a Asturias en dicha centuria, lo que implicaba un desarrollo minero relevante. Dada la técnica siderúrgica utilizada no resultaba factible usar minerales de alto punto de fusión, lo que inclina a pensar que ya en esa centuria buena parte de los establecimientos dedicados a producir hierro se surtían de minerales extraídos en gran medida de la zona encartada vizcaína de Somorrostro y que se distribuían por tierra con carros o caballerías y con pequeños navíos por la costa, tal y como mejor conocemos para la Edad Moderna. La técnica siderúrgica de las ferrerías exigía un mineral de bajo punto de fusión y éste sólo abundaba en Somorrostro o zonas próximas a la ría del Nervión. Los reyes, ya desde Alfonso X el Sabio, intentaron que las minas fuera una regalía, y que los particulares las pudieran beneficiar merced a un permiso del monarca y con el pago de un porcentaje del valor de lo extraído. Sin embargo, aunque los monarcas percibieron impuestos sobre la producción siderúrgica, en el caso de la minería férrica de Bizkaia y de Gipuzkoa no hay evidencias de que su uso estuviera sujeto a permiso y gravamen alguno. Sin embargo, su venta a otros reinos estaba prohibida. El fuero de Vizcaya de 1526, título I, ley XVII establecía que nadie, "natural, ni estraño, assi del dicho Señorío de Vizcaya, como de todo el Reyno de España, ni de fuera dellos" podía exportar vena, ni cualquier otro mineral que sirviera para labrar hierro o acero, al extranjero. Los monjes de Urdax habían obtenido el privilegio de disponer de cierta cantidad de vena de Somorrostro. Ésta se llevaba por mar hasta el sur de Francia y después por tierra hasta la ferrería del monasterio, lo que daba oportunidades para la salida clandestina de mena hacia el Sur Oeste de Francia. Explotación comunal y prohibición de exportar fueron las dos características básicas de la minería tradicional del Señorío. Dadas las muy diferentes clases de minerales de hierro, el mismo fuero establecía que mulateros y venaqueros, es decir, quienes por mar o por río los llevaban en pequeños buques, a veces de suelo plano, tenían que cargar sólo "vena marchante, no piedra mala" (título 28, ley II). Esta normativa obedecía a razones de peso y todavía en el siglo XVIII Guillermo Bowles, en su Introducción a la historia natural y la geografía física de España, señalaba que sólo un determinado tipo de mena se podía fundir fácilmente y que daba un hierro muy maleable. Como no todos los yacimientos disponían de este tipo de mineral, las zonas alejadas de Somorrostro mezclaban la vena de esa procedencia con minerales próximos de inferior calidad, como sucedía en ciertas zonas de Gipuzkoa que mezclaban mineral vizcaíno con el de las minas de Mutiloa y Zerain. No obstante la mezcla, se obtenía un hierro duro, es decir, menos maleable. El hierro más comercial era el más dulce y era el que utilizaban herreros y forjadores para producir herraduras, clavos, flejes... Cuanto menos quebradizo y más maleable fuera el hierro, mejor. No obstante poder enviarse menas a otras zonas de España, cuando se contraía la demanda de hierro, los vizcaínos intentaron reducir las cantidades que salían por mar para Gipuzkoa como sucedió afines del siglo XVII.

La explotación de las veneras era comunal, es decir, cualquier vecino de los Siete Concejos (Santurce, Sestao y San Salvador del Valle formaban los Tres Concejos y Muzquiz, Abanto de Suso, Abanto de Yuso y Ciérvana los Cuatro Concejos; las minas de Triano se hallaban situadas en los Cuatro Concejos) y de la villa de Portugalete podía iniciar una excavación. En Gipuzkoa el marco institucional era parecido al vizcaíno, pero no idéntico. La Nueva Recopilación de las leyes de Castilla y lo establecido en los Fueros de la Provincia señalaban que la explotación minera requería real permiso, pero la infracción iría a la Junta General. Como en Bizkaia, también estaba prohibido exportar mineral fuera del reino. La jurisdicción de las minas de Mutiloa, Aralar y otras le correspondía al Corregidor, quien era el que juzgaba causas y pleitos de los mineros, y de los trabajadores y operarios de ellas, de acuerdo con las Ordenanzas de Minas de 1584, insertas en la Nueva Recopilación del reino y lo establecido en los fueros de la Provincia. Sin embargo, el uso de las minas de Zerain y de Mutiloa era libre y no requería licencia previa.

El trabajo se llevaba a cabo por pequeños grupos de campesinos-mineros a tiempo parcial. La extracción de vena en buena medida por razones climatológicas (lluvias, temporales marítimos) sólo se desarrollaba en las temporadas más secas, de mayo a octubre, y los mineros-labriegos eran al mismo tiempo transportistas desde la mina a los cargaderos en Galindo, Causo, Ugarte, Musques o Somorrostro. En el puerto de Galindo existía un depósito de mineral a donde, todavía en los años cuarenta del siglo XIX, llegaba el mineral a lomos de caballerías; luego se cargaba en gabarras que descendían por la ría hasta el fondeadero del Desierto o San Nicolás, donde ya pasaba a buques de mayor porte. La vena se descarga en las rentarías o en sus proximidades para ser pesada. De allí, en carros o a lomos, se llevaba a las ferrerías. Si el calado del río lo permitía se embarcaba en unas barcas de suelo plano, llamadas alas.

El vocablo a veces utilizado para la explotación minera fue el de socavón. El término resulta bastante expresivo del tipo de mina. Socavar, según el Tesoro de la lengua Castella o española, de Sebastián de Covarrubias, de principios del siglo XVII, significaba cavar debajo de la tierra "quedando la faz della sobre falso como suele hazer el agua del río cuando socava sus orillas por debajo", lo que indica que eran túneles de escaso fondo y sin entibar, o sostenido el techo por columnas de mineral no extraído, lo que sin duda daba lugar a no pocos accidentes. Cuando estas explotaciones se inundaban a causa de la profundidad adquirida se abandonaban. Los instrumentos de trabajo era rudimentarios, picos, azadas, almádenas, cuñas...además del uso del fuego para calentar las rocas y luego, arrojando agua, enfriarlas bruscamente para provocar su ruptura y así facilitar la extracción. La pólvora se habría empezado a utilizar en el siglo XVII. Sólo en el siglo XVIII la llamada mina del rey, explotación destinada a abastecer de mineral a los altos hornos de Liérganes-La Cavada (Santander), dispuso de un sistema de drenaje por medio de una galería. Pero sin que ello redundara en un descenso de los costes de explotación, por lo que se abandonó. La abundancia de mineral y el hecho de encontrarse parte de él a escasa profundidad, lo que no exigía costosos medios, favoreció la permanencia del sistema comunal de explotación y la escasa presencia de mano de obra asalariada. El agotamiento de las capas de mineral más superficiales se abordó excavando galerías no demasiado profundas. Sin embargo, esa técnica dificultó el uso de la pólvora debido a los derrumbes. Además de las minas de Somorrostro, de Bilbao la Vieja, de Zerain y de Mutiloa existían modestos yacimientos explotados de forma intermitente en Irún, Oyarzun, Mondragón y valle de Leizarán.