Alcibar.
Periodista, político y hombre de negocios guipuzcoano nacido en Oiartzun el 2 de diciembre de 1867. Fallecido en París el 5 de julio de 1946.
Su padre poseía un café en Irún -razón por la que parte de su niñez transcurrió en esta ciudad- y era secretario de Oiartzun; su madre poseyó una casa solariega en Bera (Navarra). Realizó estudios de Comercio en Francia y en Inglaterra. A los 20 años marchó a trabajar a Bilbao a la fábrica de clavos del gran industrial Federico Echevarría, con cuya hija María contrajo matrimonio siete años más tarde. Aficionado a las letras, inició su tarea periodística en el Noticiero Bilbaíno, pero por lo que descuella en esos años es por una enorme capacidad creadora que le lleva a fundar e integrar, asociado con su suegro, las directivas de numerosas empresas: mineras (Echevarría-Picavea), bancarias (Banco de Vizcaya), papeleras (Papelera Española), eléctricas, etc. De esos años es también su vinculación a José María de Urgoiti al que nombró director de una de sus empresas más logradas: Papelera Española. Impulsó la Cooperativa Eléctrica Donostiarra y los Saltos de Agua de Valcarlos, la Sociedad General de Obras de Saneamiento, útil a diferentes ciudades españolas.
Su actividad industrial le condujo directamente al campo de la política. Su entrada en él se efectuó por los cauces habituales de los políticos, más populistas que ligados a un grupo oligárquico; en efecto, su popularidad y sus votos los obtuvo en gran parte al pagar la fianza de varios jóvenes revoltosos que protestaron en San Sebastián, en 1901, contra la suspensión por el alcalde de la popular "usoka-mutucra". Dueño ya de una gran fortuna, barajado su nombre tanto por liberales como por conservadores e, incluso, integristas, fue elegido diputado por San Sebastián como católico independiente ese mismo año. Su carácter conciliador y trapichero le lleva a congeniar con el incipiente nacionalismo vasco; en 1902 fue uno de los que con más ahínco gestionó la liberación de Sabino Arana cuando el ministro Moret pronunciara la frase "la tranquilidad de España bien merece la vida de un vasco", frase a la que dedicó su opúsculo Ligerezas de Moret .
En 1903, harto de ser atacado por la Voz de Guipúzcoa y aconsejado por los jesuitas y los monárquicos guipuzcoanos, fundó el rotativo El Pueblo Vasco, diario que revolucionó la prensa del momento tanto por sus nuevos procedimientos de impresión como por el sistema de reportajes dinámicos y vivaces. Desde el primer momento contó, además, con las grandes firmas del 98 -Maeztu, Azorín, Valle, Baroja, etc.- a los que añadió celebridades locales como Grandmontagne o Gil Baré. También lanzó otra publicación vanguardista, Novedades, revista gráfica de excelente calidad que duró desde 1909 hasta 1919.
Por esos años su posición política es sinuosa; por una parte, abre su periódico al nacionalismo, casi inexistente en Guipúzcoa, por lo que veremos aparecer en su diario las firmas de "Joala", Engracio Aranzadi y otros jelistas a los que proporciona una plataforma decisiva para su expansión; por otra parte, mantiene su ligazón con la oligarquía vizcaína formando parte de la Liga Nacional de Productores de Bilbao. Tal es así que siendo elegido nuevamente diputado en 1903 y senador en 1907 y 1910 y, como adherente de la política de Maura, colabora en 1910 en la fundación de su homónimo bilbaíno, órgano oficioso del monarquismo, siendo el primer presidente y explotador del matutino hasta 1915. Apoya también a la Liga Foral Autonomista de Guipúzcoa aunque sin integrarse en ella. Su perfecto conocimiento del entramado industrial del País Vasco le hace ser el editor del Album gráfico-descriptivo de Guipúzcoa (1914-1915). Por otra parte, desde su escaño en las Cortes defiende reiteradas veces la reintroducción del Estatuto Regional de la Comisión extraparlamentaria de Romanones de 1919, sin conseguir sea su propuesta admitida, al mismo tiempo que fomenta el monarquismo donostiarra promocionando una iniciativa por la cual se levantó en 1919 un monumento a la reina María Cristina en el barrio de Loyola, cosa que la Monarquía quiso premiar otorgándole el título -rehusado- de Conde de Oyarzun.
En 1920 su candidatura a diputado fue derrotada pero en mayo de 1923 obtuvo el sillón de senador, título que ostentará hasta la llegada de la Dictadura. Su intervención en el Senado con motivo del pleito armero motivó que El País Vasco de San Sebastián le llamara "ministerial" y le acusara de deber su acta a "inconfesables protecciones". El diario citado dice que, con motivo del pleito armero, ha hecho "sus primeras armas parlamentarias y ministeriales el liberal y ex muchas cosas Sr. Picavea". Encendido defensor de la Dictadura, que lo hizo asambleista, (sección política arancelaria) defendió en su periódico a la misma con párrafos como este:
"Demasiado recios tiene los pulmones doña Dictadura para que necesite de alientos tan medrados de oxígeno. Yo no he defendido la Dictadura en ninguna parte. He vulgarizado aciertos y sorprendentes revelaciones del Dictador. Los elogios fueron para el gobernante. No para el sistema, que es transitorio, según lo proclama a cada momento el propio Dictador. Le hice justicia. Cuando ya se la venían haciendo en voz baja la inmensa mayoría de los que al principio le recibieron con recelo. Una justicia difícil. Más difícil por lo mismo que pueden surgir las tergiversaciones maliciosas". Al caer la Dictadura y ante el estado de marasmo de las derechas tradicionales, Picavea redescubre al nacionalismo como fuerza de choque: "Hemos menester de una gran masa con emoción partidista, aunque no sea de las de nuestro gusto familiar (...) Confiesen las clases acomodadas y de orden que Dios no les ha señalado ese puesto. El nacionalismo que ahora renace pujante, que ya no asusta a los de casa, pero que puede ser la fuerza de choque para los de fuera; ¡siquiera sea mientras volvamos a ensillar!, he aquí lo único que ven mis ojos, en el horizonte sensible, para auxilio y consuelo de timoratos. Es la solución para los propios monárquicos. Es la de todos los que tuvieran algo que perder en la revuelta posible". (El PVSS, 5 de abril de 1931).
Sin embargo, ante las elecciones municipales que traerían a la República, publica las tres candidaturas católicas -la de Concentración monárquica, la del PNV y la jaimista- aunque comentando que "los nacionalistas no tienen razón alguna para guardar miramientos con los monárquicos" y "éstos, en cambio, vienen obligados al sacrificio personal". Días después comenta tras los comicios:
"El resultado de los comicios nos fue contrario. No hay que desalentarse... Hay sobresaltos útiles". Dice que sigue creyendo en los nacionalistas: "Se trata de un partido de gran porvenir, de acción radical. Y como radical, reclutador de juventud. ¡Fuerza de choque! para los radicales de enfrente...".
Este posicionamiento decidiría el destino personal de Picavea hasta el fin de sus días. Incluido en las candidaturas nacionalistas y triunfante a lo largo del quinquenio republicano, su identificación con el partido de Jel va a ser cada vez más estrecha. Su actividad periodística será además incesante, siendo sus crónicas relacionadas con la vida parlamentaria y con la suerte del Estatuto las más leídas de Guipúzcoa. En 1934, durante la Revolución de octubre, propuso por su cuenta y riesgo acabar con la agitación en el país a cambio de la autonomía. Tras el alzamiento militar de 1936 intervino en las negociaciones con los militares sublevados de los cuarteles de Loyola, en San Sebastián, para la rendición de los mismos a las fuerzas leales a la República. Durante la guerra fue representante del Gobierno de Euzkadi en París donde se exilió junto con el resto de su familia. Su villa de San Sebastián fue asaltada por los milicianos y luego incautada por los franquistas. Una de las primeras cosas que hizo fue montar, con la ayuda de Felipe Urcola y Eugène Goyhenetche, el aparato propagandístico del mismo. Aprovechando para el caso unas linotipias que poseía en París en sociedad con un yugoeslavo de origen israelita y con las cuales se llegó a tirar propaganda antifascista en más de siete idiomas. Invadida Francia por las tropas alemanas, pasó a la zona no ocupada y residió en Marsella, donde fue detenido por la policía de Vichy. Puesto en libertad, residió en Tardets, reintegrándose a su domicilio de Donibane-Loitzun. Será aquí uno de los fundadores del Instituto Gernika (1943) y de la revista homónima Gernika al servicio del Instituto Vasco de Extensión Cultural (1945).
Muere a los 78 años, en una breve estancia en París, el 5 de julio de 1946. Grandmontagne definió a Picavea como "un tiburón en una pecera". Enrique de Ybarra juzga (1985) muy importante su papel en la introducción del nacionalismo en Guipúzcoa pero comenta que, lo que él llama "su falta de seriedad en el mundo de los negocios le alejó de empresarios relevantes con los que pudo haber colaborado ampliamente para articular una unión de las derechas en el País Vasco durante la primera década de este siglo. Por sus buenas relaciones con el empresariado bilbaíno y guipuzcoano -añade-, y por sus valiosas relaciones con el nacionalismo vasco, pudo haber sido Picavea, en los primeros años diez, persona clave para propiciar un autonomismo vasco con respaldo de la alta burguesía. No fue así, sin embargo. A lo largo de su vida mantuvo una filosofía nacionalista coherente, aunque desde una posición más bien independiente". Es posible, pues, que un diferente posicionamiento de Picavea respecto al nacionalismo a lo largo de su vida hubiera hecho variar el mapa político del país, pero no hay que olvidar que Picavea fue un hombre del "Antiguo régimen" y que una nueva generación había tomado el relevo durante los años de la Dictadura.