Concepto

Paleolítico

La adaptación de la secuencia presentada hasta este momento, a la casuística de un marco regional tan restringido como el de Euskal Herria, exige un esfuerzo de síntesis. La secuencia paleolítica en la región vasca comparte la mayor parte de su registro con el sudoeste de Europa, si bien se conocen de manera muy deficiente las fases más antiguas de la ocupación humana. De hecho, en la fecha de redacción de este texto (2011) no se dispone de pruebas fehacientes de la presencia humana en el Pirineo occidental más antiguas que hace 300.000 años. Sin embargo, la propia ubicación geográfica de Euskal Herria, en el paso forzado de poblaciones humanas y manadas de animales entre la Península Ibérica y el continente europeo, permite asegurar que la región ha sido frecuentada por grupos humanos desde periodos mucho más antiguos. El mapa del poblamiento humano en la Península Ibérica remonta ya por encima de 1'2 millones de años y prácticamente se descarta la entrada de grupos humanos por la vía del Estrecho de Gibraltar. Así, los pasos occidental y oriental de los Pirineos se configuran como los pasillos de entrada a la Península Ibérica por parte de las diferentes especies humanas que la pueblan durante el Cuaternario.

El Paleolítico inferior vasco es de muy reciente configuración. Aunque existen múltiples hallazgos atribuidos al Achelense sobre ambas vertientes del Pirineo occidental, (Departamento francés de Pyrénées Atlantiques, Comunidad Foral Navarra y Comunidad Autónoma Vasca), en casi todos los casos se trata de apariciones de material lítico descontextualizado. La recogida superficial de materiales arqueológicos carentes de contexto aporta muy poco a la reconstrucción histórico-arqueológica del modo de vida de las sociedades del pasado. La dispersión espacial de estos conjuntos alcanza a toda la región vasca, con puntos de especial concentración en la cuenca del río Arga a la altura de Pamplona, en la sierra de Urbasa, en los alrededores de la localidad bajo navarra de Bidache o en las terrazas de los cursos bajos de los ríos Adour, Nive y Nivelle, en el Lapurdi. Desde una perspectiva tipológica, los lotes de abundantes bifaces y triedros de Le Tambaou (Bidache) o de la comarca de Pamplona han llevado a adscribirlos al Achelense medio, mientras que el grueso de materiales restantes se englobarían en fases avanzadas y finales del Achelense. Sin embargo, como era señalado más arriba, los conjuntos en posición derivada aportan bien poca información relevante.

Por este motivo, las principales novedades acerca de la investigación del Paleolítico inferior vasco a lo largo de las últimas décadas guardan relación con la documentación de depósitos primarios, con una rica información contextual. Se trata, principalmente, de yacimientos guipuzcoanos como Lezetxiki y Artazu II (Arrasate), Astigarraga (Deba) o Irikaitz (Zestoa), así como alguno vizcaíno, como Mendieta (Sopela) o Arlanpe (Lemoa). Aunque ninguno de estos yacimientos remonta mucho más allá de los 200.000 años de antigüedad, presentan una interesante diversidad (Irikaitz y Mendieta al aire libre, el resto son cuevas) e información contextual muy rica (análisis sedimentológicos, arqueozoológicos, arqueobotánicos o dataciones numéricas), que permiten detallar algunos rasgos de este periodo, casi desconocido en nuestra región hace sólo veinte años. Como Homo heidelbergensis evoluciona hacia el tipo de neanderthal en Europa, resulta difícil garantizar una especie protagonista para estos yacimientos, aunque resulta más frecuente atribuírselos al tipo de Heidelberg, al igual que el único resto fósil que conocemos para el periodo en el País Vasco, el húmero de Lezetxiki. Tan sólo alguna datación del mismo yacimiento alcanza los 300.000 años, pero la mayor parte de las que conocemos, según diversos procedimientos analíticos, se sitúa entre los 200.000 y los 140.000 años.

A lo largo del Paleolítico inferior se han vivido circunstancias climáticas muy contrastadas, algunas de ellas más templadas y húmedas que las actuales, si bien la mayoría han sido sensiblemente más frías. A unas y a otras las van a acompañar biocenosis de signo opuesto, tanto botánicas, como animales. Entre los animales presentes en Euskal Herria, tenemos registro de diferentes especies de rinoceronte, mamut, león, oso, e incluso mono. El aprovechamiento del medio por parte de los seres humanos muestra un comportamiento aún marcadamente oportunista, teniendo preferencia la inmediatez en el acceso a los recursos (en el espacio y el tiempo), frente a usos más conscientes (búsqueda de las materias primas de calidad, por ejemplo, a costa de desplazamientos de mayor rango) que se van a ir instalando a lo largo del Paleolítico medio.

El Paleolítico medio en el Pirineo occidental muestra un importante despegue en todos los campos. En primer lugar, resultan conocidos muchos más yacimientos arqueológicos, pudiendo prescindir a todos los efectos de los depósitos en posición derivada, que tan poco aportan a la reconstrucción del periodo. Con fechas dispuestas entre el 140.000 y el 45.000, aproximadamente, se cuenta con buenos registros para cada una de las unidades administrativas arriba descritas. Ejemplos relevantes de ello son los abrigos de Olha (Kanbo), Axlor (Dima) o Zerratu (Motriko), las cuevas de Lezetxiki (Arrasate), Amalda (Zestoa), Urkulu (Deba), Abauntz (Arraiz) o Arrillor (Murua) y varios conjuntos importantes al aire libre, como los de Murba (Trebiño) o Kurtzia (Sopela). En diferentes puntos del territorio se conocen además otros yacimientos, de relevancia más secundaria. En definitiva, un registro más denso para un periodo para el que la duración estimada es significativamente menor, da cuenta de una demografía más potente por parte de los pobladores de este periodo, los neandertales. Esta especie dejó sus restos fósiles en diferentes cuevas (Arrillor, Axlor, Lezetxiki), si bien en ningún caso cabe atribuir su aparición a conductas deliberadamente funerarias. Además de extraer la consideración de que existen más grupos humanos poblando nuestra región, estos parecen estar integrados por un número de miembros también mayor, lo que incrementa exponencialmente las posibilidades de dar lugar a yacimientos que hayan llegado hasta la actualidad.

En contraste con los relativamente discretos depósitos estratificados del Paleolítico inferior (Astigarraga, Arlanpe o Irikaitz), durante el Paleolítico medio se generan grandes acumulaciones de sedimento, con independencia de que exista o no ocupación humana en paralelo. Una característica común a los yacimientos de Axlor, Arrillor, Zerratu o Lezetxiki, entre otros, es la acumulación de varios (hasta seis) metros de sedimento, entre los que se intercalan los episodios, más o menos largos, de ocupación humana. Como acabamos de señalar, la mayoría de las comarcas de la región presenta indicios consistentes de la presencia de los neandertales, con la única excepción de las más vecinas al curso principal del río Ebro (Rioja alavesa, Ribera navarra) que parecen gravemente afectadas por procesos recientes de vaciado de las terrazas (y su contenido arqueológico) que han debido destruir la mayor parte de los yacimientos. De hecho, existen indicios de industria musteriense sobre una gran variedad de nichos ecológicos, desde la altiplanicie (900 m.s.n.m.) de Urbasa, hasta las rasas litorales de Jaizkibel o Kurtzia, al aire libre, en abrigos rocosos o en cuevas, tanto en la cabecera de los valles, como en su curso medio o desembocadura. De esta distribución se puede inferir el aprovechamiento, por parte de los grupos de neandertales, de una gran variedad de espacios y recursos, para la caza, la pesca o la recolección. Aunque de un modo menos sofisticado que el que desarrollarán los cromañones, se cuenta con pruebas de todas estas actividades en los yacimientos vascos, con un planteamiento progresivamente más estratégico: la caza va centrándose, progresivamente, en un número más restringido de taxones de ungulados; la pesca incluye especies de río y marinas, siendo éstas aún de peces de arena, próximos a la costa; comienzan a aparecer las conchas de moluscos marinos en los yacimientos, aunque la línea de costa está relativamente lejos de la actual durante buena parte del periodo; empieza a manifestarse la clara predilección por el sílex como materia prima lítica de referencia, de modo que al finalizar el Musteriense, representa en todos los depósitos de la región más de la mitad de los restos de industria.

Desde el punto de vista técnico y material, las series musterienses vascas se insertan en las del conjunto de la región cantábrica, uno de los círculos más dinámicos de Europa occidental. Debido a las dificultades para localizar los yacimientos exteriores, prácticamente todo lo registrado son establecimientos en cueva o abrigo, por lo general más fácilmente datables y susceptibles de proporcionar una información contextual más rica. En secuencias largas, como la de Axlor o Lezetxiki, pueden observarse rasgos de cierta evolución de los conjuntos hacia parámetros más propios del Paleolítico superior. Así, la creciente aparición de soportes de tipo laminar, de útiles que serán característicos del Leptolítico (como raspadores, buriles, perforadores o cuchillos de dorso) o la progresión en el uso del sílex respecto a otras materias primas de inferior calidad citado más arriba. También se detectan algunos indicios de la industria ósea, de una tecnología aún primaria. Se centran en los retocadores o compresores en hueso, algunos punzones y huesos retocados al estilo de los útiles líticos.

El Paleolítico superior del Pirineo occidental muestra un gran dinamismo cultural. Está ya protagonizado por los seres humanos de nuestra especie, los cromañones, que en grupos de ciertas dimensiones recorren el territorio dejando su rastro en más de cien yacimientos. Rastro material, que no fósil, ya que tan sólo se han recuperado restos humanos de este prolongado periodo (del 45.000 al 11.000 aproximadamente) en las cuevas de Isturitz (Saint-Martin d'Arberoue), Unikoté (Iholdy), Alkerdi (Urdazubi), Erralla (Zestoa) y Aitzbitarte III (Errenteria), procedentes de periodos muy distintos. La dispersión de depósitos sobre la geografía del Pirineo occidental resulta más desequilibrada que la de los anteriores periodos. Si bien a lo largo del Paleolítico superior se van a vivir situaciones climáticas contrastadas, dominan las fases frías, por lo que existe cierta predilección por los campamentos en los territorios litorales o de baja altitud (Gipuzkoa, Bizkaia y el País Vasco continental). Probablemente por el mismo motivo, los territorios de baja altitud muestran un predominio en el empleo de las cuevas (que proporcionan abrigo térmico), mientras que entre los contados yacimientos que conocemos en los territorios interiores y de cierta altitud van a dominar los campamentos al aire libre (quizás ocupados en momentos de cierta bonanza climática) y de marcado sesgo funcional (en bastantes casos, se trata de talleres para la explotación de filones de sílex).

La secuencia completa del Paleolítico superior vasco resulta bastante alambicada, incluyendo tres grandes periodos sucesivos, a saber, el Paleolítico superior inicial, el Solutrense y el Magdaleniense. Por su parte, el Paleolítico superior inicial (hace 45.000 a hace 20.000 años) comprende sucesivamente las culturas Chatelperroniense, Protoauriñaciense, Auriñaciense antiguo, Auriñaciense evolucionado y Gravetiense. Los principales yacimientos del Paleolítico superior inicial son Isturitz (Saint-Martin d'Arberoue), Gatzarria (Suhare), Le Basté (Senpere), Alkerdi (Urdazubi), Aitzbitarte III (Errenteria), Amalda (Zestoa), Labeko Koba (Arrasate), Bolinkoba (Abadiño) o El Polvorín (Karrantza). El Solutrense representa la fase más breve del Paleolítico superior (desde hace 20.000 hasta hace 17.000 años), a pesar de lo cual está bien representado en yacimientos como Isturitz, Azkonzilo (Irisarri), Aitzbitarte IV (Errenteria), Amalda (Zestoa), Ermittia (Deba), Bolinkoba, Antoliñako Koba (Arteaga), Abauntz (Arraiz) o Coscobilo (Olazti). Finalmente, el Magdaleniense (desde hace 16.800 a hace 11.000 años, aproximadamente) aparece bien representado en yacimientos como Isturitz, Bourrouilla (Arancou), Aitzbitarte IV, Erralla (Zestoa), Ekain (Deba), Urtiaga (Deba), Ermittia, Santa Catalina (Lekeitio), Lumentxa (Lekeitio), Santimamiñe (Kortezubi), Arenaza (Galdamitz), Abauntz, Berroberria (Urdazubi) o Zatoya (Abaurrea). A aquellos lugares que han sido elegidos como establecimiento por los grupos del Paleolítico superior puede añadirse un grupito de cuevas en cuyos paneles grabaron o pintaron los cromañones, incluso aunque no se habitara en la cueva. Son las cuevas de Venta Laperra (Karrantza), El Rincón (Karrantza), Arenaza (Galdames), Santimamiñe (Kortezubi), Askondo (Mañaria), Bolinkoba (Abadiño), Praileaitz (Deba), Ekain (Deba), Astigarraga (Deba), Altxerri (Aia), Alkerdi (Urdazubi), Isturitz (Saint-Martin d'Arberoue), Otsozelaia (Saint-Martin d'Arberoue), Erberua (Saint-Martin d'Arberoue), Sinhikoleko Karbie (Suhare), Etcheberriko Karbie (Suhare) y Xaxixiloaga (Suhare).

Unos y otros sitios, en ocasiones con diversas cronologías secuenciadas, dan lugar a una compleja trama de establecimientos humanos para una región relativamente pequeña. Los grupos de cromañones desarrollan una estrategia sofisticada para explotar de modo intensivo, pero sostenible, los recursos disponibles en la región. A medida que avanza el Paleolítico superior, los grupos se especializan en la caza de una única especie de ungulados (bisontes, renos, ciervos, sarrios o cabras por lo general), cuya explotación debe seguir parámetros sostenibles, ya que se prolonga durante milenios. Contamos con indicios aislados, pero consistentes, de la práctica de pesca y recolección de moluscos y diversos productos vegetales. Durante el Paleolítico superior, el sílex pasa a ser casi la única materia prima lítica empleada, a pesar de que es preciso acudir a los contados afloramientos de la región (Mouguerre, Flysch litoral, Trebiño y Sierra de Urbasa), u otras regiones próximas. Los grupos de cazadores-recolectores del Paleolítico superior incluyen dentro de sus rutas de itinerancia algunos desplazamientos para aprovisionarse de materias primas de calidad, que en algunos casos proceden de regiones situadas a unos 300 km del depósito en el que finalizan depositados los restos.

La tecnología lítica de este periodo desarrolla un mecanismo muy elaborado para la extracción de soportes alargados y muy ligeros, las llamadas láminas y laminitas. Sobre estos soportes tan esbeltos se despliega una amplia panoplia de armas e instrumentos, cada uno de ellos con una morfología y una funcionalidad muy específicas. Entre ellos, merece la pena destacar, por su hipertrofia, el desarrollo de las puntas de proyectil (flecha, venablo o dardo) o puntas de dorso, que junto a las laminitas de dorso (no apuntadas) constituyen el verdadero factor distintivo de las culturas del Paleolítico superior. Acompañan a los elementos de dorso, buriles, raspadores, denticulados, perforadores, truncaduras, láminas y laminitas retocadas, piezas astilladas y otros útiles, tan diversificados, que permiten diseccionar (quizás en exceso) la clasificación de los tecnocomplejos del Paleolítico superior en culturas de sustento tipológico.

También resulta característico del Paleolítico superior en Europa el desarrollo de una importante industria sobre materia orgánica (conchas de moluscos, asta de cérvido, hueso). Puede suponerse que existía también una importante industria sobre madera, aunque resulta casi desconocida por la mayor vulnerabilidad de esta materia prima, que desaparece totalmente en pocos años. Como en el caso de la industria lítica, también es característica de la industria ósea la confección de puntas de proyectiles o azagayas, muy importantes para la clasificación crono-cultural de los complejos del periodo. Además de las azagayas, irán incorporándose otros útiles (ya estaban presentes punzones y retocadores) sobre asta, como alisadores desde el Auriñaciense, varillas o agujas desde el Solutrense o arpones (de hilera de dientes simple o doble) dentro del Magdaleniense.

Los grupos humanos del Paleolítico superior vasco evidencian ya un comportamiento simbólico tan complejo como se puede esperar en seres de nuestra especie. Además del comportamiento funerario (que conocemos a partir de ejemplos entre nuestros vecinos), el ornamento corporal y el arte muestran un extraordinario desarrollo. Conchas de moluscos marinos y colmillos de carnívoros y ungulados perforados (y a veces, decorados) constituyen los principales colgantes. Por su parte, las manifestaciones artísticas, tanto en soporte mueble (asta, hueso o piedra), como parietal (grabados y pinturas rupestres) constituyen el principal comportamiento exclusivo de nuestra especie. Durante las dos décadas recientes se han registrado notorios avances en la datación (directa o inferida) del arte rupestre, de modo que pueden adscribirse las principales cuevas vascas al periodo magdaleniense, quedando apenas un puñado (Venta Laperra, Arenaza, Askondo, Praileaitz y Astigarraga) entre los exponentes de ciclos gráficos anteriores al Magdaleniense.