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Navarra. Historia

Perdida de Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado (1200). Durante el reinado de Sancho el Fuerte el Reino de Pamplona, ya amputado con anterioridad, va a quedar reducido a la Navarra nuclear que hoy, poco más o menos, conocemos. La vieja aspiración de repartirse el reino vascón obsesionaba a castellanos y aragoneses que, reunidos en 1198, en Calatayud, acuerdan de nuevo el reparto a pesar del pacto de 1179 de "paz perpetua". Los dos reyes especifican al detalle la línea separatoria del reparto, de tal modo, que quedaban para Castilla desde Cintruénigo, Corella, Funes, Peralta, Falces, Miranda, Milagro, Larraga y Mendigorría incluidos, y como dice Lacarra, la línea seguiría por Artederreta a Noáin, Badostáin y Pamplona y, cruzando el Arga, por Valderro y Orreaga. El resto del Reino, hacia oriente, quedaría para Aragón. Pamplona quedaba mitad para uno y mitad para otro. En 1198 tiene lugar la invasión de Navarra por las fuerzas de ambos reyes, el castellano por Miranda de Ebro e Inzura, y el aragonés por Aibar y Burgui.

A pesar del pacto, el rey de Aragón desconfiaba de Alfonso VIII de Castilla y jugaba su baza proponiendo al navarro una tregua si le entregaba su hermana en matrimonio. Sancho el Fuerte accedió para que el aragonés se retirara del Reino. Así lo hizo terminando la campaña para julio del mismo año. Queda ahora Navarra frente a frente de Castilla que no renuncia nunca a sus viejas aspiraciones imperialistas. Si bien es verdad que Aragón se ha desligado de Castilla, también es verdad que Alfonso VIII prepara una campaña ofensiva para la invasión del reino vasco. Sancho el Fuerte, alarmado, viaja apresuradamente a Africa en busca de aliados poderosos, ya que la situación aquitana se halla confusa y revuelta. Al otro lado del Pirineo solamente podía confiar en Ricardo Corazón de León pero la suerte le es adversa y cruel. Ricardo es herido mortalmente en el sitio del castillo de Chaluz, en el Limoisin, muriendo inmediatamente. Nadie sabe lo ocurrido en Africa donde se retiene al Rey al encontrarse con que el Miramamolin había muerto y gobernaba su hermano Aben Jacub.

Entretanto, aprovechándose de las circunstancias, Alfonso VIII de Castilla invade Navarra en 1199 y cerca a Vitoria en 1200, después de haberse apoderado de algunas fortalezas menores. La ciudad se defendió heróicamente. El obispo don García viajó, junto con un caballero alavés, al territorio de los almohades para visitar a Sancho el Fuerte y pedirle autorización para el rendimiento de la ciudad ya en situación desesperada. Vuelto a Navarra el obispo, Vitoria se rinde siguiéndole el Duranguesado y la Guipúzcoa actual sin apenas resistencia. Así cayeron San Sebastián, Fuenterrabía, Feloaga, Zaitegui, Arluzea, Vitoria la Vieja, Marañón, Ausa y Ataun. Se resistieron Treviño y Portella que fueron intercambiadas una vez hecha la paz por Inzura y Miranda respectivamente. Guillermo Aneliers escribía poco después en su gran poema:

Car perdut as Bitoria, é Alava issament
Ipuzcoa, é Amesquoa ab lur pertenement,
E Fonterabia, é zo que si apent,
E San Sebastián, or es la mar balent.

Navarra perdía sus viejos condados y, además, su salida al mar. En pleno territorio vascón se crea, como ha señalado el profesor Orella (1985, Príncipe de Viana), una frontera artificial. Se ha sostenido que el Reino de Pamplona se caracterizó por "la yuxtaposición de varios territorios que mantienen su autonomía jurídica y política, con fueros y gobiernos peculiares". La realidad es que es un reino como los demás de la época y que las únicas noticias que han llegado de fuentes coetáneas son las de hallarse integrado por valles, condados y vizcondados sin noticia alguna de su organización interna y menos foral, pero teniendo clara la noción de frontera común a todo el reino. También se ha dicho, muy a posteriori, que la "unión" de Guipúzcoa a la Corona de Castilla fue "voluntaria y foral". El único testimonio histórico antiguo es el de Aneliers:

Quel rey Alfons que tu tens por leial perent,
y es intrat en Navarra ab gladi é ab foc ardent.
"Que el rey Alfonso que tienes por leal pariente,
Ha entrado en Navarra con espada y con fuego ardiente".

No contento con la ocupación ya reseñada, Alfonso VIII alegaba ahora que tenía derecho a la Wasconia ducal (Gascuña); que consideraba dote de su esposa Leonor, hija de los reyes de Inglaterra, dote que no se cita en ninguna crónica, sea inglesa, francesa o castellana. Era un puro pretexto. Las ambiciones pudieron más que los lazos familiares de las familias reales francesa, inglesa, castellana y navarra. En 1204 los castellanos invadían Laburdi desde Guipúzcoa en una campaña que duró hasta 1205. El arzobispo don Rodrigo dice que "después de haber puesto bajo su obediencia a toda Gascuña, excepto Burdeos, la Roele y Bayona, se retiró victorioso a Castilla". La ocupación no fue muy larga. Pronto abandonó toda pretensión al dominio de las tierras gasconas. El mismo año de la invasión, en 1204, Alfonso VIII, enfermo y en peligro de muerte, otorgaba testamento el día 8 de diciembre, en descargo de su conciencia ordenando devolver al Reino de Navarra las regiones usurpadas y a Diego López de Haro su señorío de Vizcaya. Dice que "si Dios le devuelve la salud, que restituirá al rey de Navarra todo lo que le ocupó desde Puerto Araniello a Fuente Rabia, el castillo de Bu radón, el de San Vicente de Toro, Marañón, Alcázar, Santa Cruz de Campezu, la villa de Antoñana, la de Atauri y Portilla de Cortes, pues sabía que todo pertenecía al rey de Navarra".

Alfonso recobró la salud y no devolvió nada. Sancho el Fuerte, amargado, todavía tuvo entereza de ánimo para ceder a las presiones de la Iglesia y concurrir a la batalla de las Navas de Tolosa (1212) salvando a su enemigo de un grave descalabro gracias a su intervención que fue decisiva. En 1214 moría Alfonso VIII de Castilla. Por otra parte, el hijo de la hermana de don Sancho, Teobaldo de Champaña, aspiraba a suceder al rey en el trono de Navarra ya que éste, con sus setenta y ocho años, padecía de cáncer y se hallaba lleno de achaques. En 1225 Teobaldo viaja a Navarra y trata en vano de atraerse a los nobles. Sancho el Fuerte, en vista de ello dirigió su mirada hacia Jaime I de Aragón. Viudo y sin hijos, viejo y enfermo, pensaba en un joven como Jaime, emprendedor y activo. Pensó en prohijarlo y trató con él del asunto. Buscaba un medio para que el Reino no pasara a la Corona de Castilla ni a la de Francia.

En un consejo de guerra navarro-aragonés se trató de invadir Castilla para la recuperación del occidente del Reino pero todo quedó en palabras. Ambos monarcas, Sancho el Fuerte y Jaime I veían las cosas desde distinta óptica y en razón de la edad y nacionalidad de cada uno. Todo quedó en nada. En 1234 moría el rey de Navarra. Casi cinco siglos después de los hechos, los cronistas guipuzcoanos Martínez de Zaldivia (hacia 1560) y Garibay (1571) justifican, desde la óptica del s. XVI, la no resistencia de Guipúzcoa "por desafueros que según por tradición se conserva entre las gentes hasta hoy (?)...", versión que, desde ese momento, será la, oficial de la historiografía castellanista. A nuestro entender se trata de una teorización erudita y retórica de unas bases pactistas que justificaran el especial status de Guipúzcoa (sistema de fueros) dentro de la Monarquía absolutista argumento típicamente cantabrista. Las hermandades de frontera creadas en los siglos posteriores a la conquista ponen de manifiesto, como lo asevera Orella Unzué (Príncipe de Viana, 1985) la artificiosidad de la nueva frontera creada y la incidencia del problema de los bandos sobre esta situación (los Guebara son gamboínos y pronavarros y los Rojas oñacinos y castellanistas).

La unidad política del Reino de Pamplona lleva en su entraña el respeto a las libertades de las distintas tierras integradas regidas por condes y señores bajo la autoridad jerárquica del Rey navarro. Así como en el Reino de León se producen hechos secesionistas desde muy temprano (reyes de Asturias), en el Reino de Pamplona no se conoce uno solo ni a título de excepción que haya sido propiciado desde el interior. Las fronteras con moros y reinos cristianos se hallan guarnecidas por plazas militares guardadas por "seniores" de la total confianza del Rey. Ciertas tierras y comarcas viven políticamente bajo la forma de condados. El contraste leonés-vascón es manifiesto. Aparte de todo ello es de señalar que el Reino de Pamplona no es otra cosa que la encrucijada de lo europeo y de lo peninsular. Es un istmo, no solamente en su acepción geográfica, sino hasta en la política. Pero la unidad nacional del reino vasco se mantiene contra el afán de castellanos y aragoneses de repartírselo. Y a pesar de ser nuestro Reino más reducido espacialmente, más pobre económicamente pero situado estratégicamente, logra mantener su unidad política en la forma que sigue:

  • Bureba integra el Reino de Pamplona durante sólo 54 años consecutivos entre 1004 y 1058 y 25 años entre 1112 y 1137, con un total de 81 años.
  • Rioja integra el Reino de Pamplona aproximadamente desde 916 a 1076 o sea 160 años consecutivos más otros lapsos de 1112 a 1137, o sea, 25 años, y de 1162 a I 177, quince años, con un total de 180 años.
  • Álava integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076, que hace 145 años consecutivos y de 1112 a 1200, o sea 88 años, con un total de 233 años.
  • Vizcaya integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076 que hace 145 años y desde 1112 a 1175, o sea 63 años, con un total de 208 años.
  • Guipúzcoa integra el Reino de Pamplona de 870 a 1076, que hace 206 años y desde 1112 a 1200, o sea 63 años, con un total de 269 años.
  • Duranguesado integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076 que hace 145 años y desde 1112 a 1200, 63 años, con un total de 208 años.
  • Lapurdi y parte de la Baja Navarra integran el Reino de Pamplona durante los primeros años del reinado de Sancho el Mayor pero la Baja Navarra se integra toda ella y permanece en el Reino hasta 1530 o sea un total de 330 años.
  • Zuberoa comparte la soberanía del Rey de Pamplona y del Duque de Gascuña.

La riqueza pública de Navarra era la agricultura y los productos naturales. Como señala Campión (1927), se cosechaba mucho vino y trigo, y menor cantidad de avena, cebada, mijo, habas, alubias, aceite, hortalizas, etc. La abundante madera de los numerosos bosques se utilizaban para el consumo diario, local y algún tráfico. A pesar de ser Navarra "nemorosa", según la califica la Guía de los peregrinos, en algunos lugares del Reino, cuando se redactó el Fuero general comenzaba a escasear la leña. Aparte las ferrerías, apenas era conocido el trabajo industrial, salvo el laboreo de las salinas y canteras. El comercio, domiciliado en las villas, extendía su radio mediante las ferias y mercados. Lo común era que los pueblos y los valles cubriesen sus parcas necesidades con el trabajo doméstico, tanto en orden al vestido cuanto a los aperos de la labranza y el ajuar de la casa. La ganadería -incluida la transhumante a las tierras del sur recién reconquistadas (Bárdenas) o a los llanos aquitanos- revistió importancia suma en manos de sus principales explotadores: los Reyes, los monasterios y la Nobleza. El ejercicio de un arte manual con ánimo de lucro, vendiendo el producto a otros apenas es conocido; le encontramos en las villas y pueblos grandes, sobre todo en los que habitan francos o se conquistaron a los musulmanes.

  • Oficios

Ordinariamente los oficios estaban agrupados en calles y barrios como aún lo proclaman los nombres de algunos de ellos. El Rey cobraba en Tudela pecha o impuesto por las tiendas en Anayares ferreros zapateros, esparteros, albarderos, alfagemos (alfageme, alfagem=barbero, curandero), alcorqueros (de alcorque=chanclo con suela de corcho), tejedores.

  • El numerario

El metal amonedado era escaso. La moneda disfrutaba, pues, como observa Campión de gran poder adquisitivo, según lo demuestra el precio de las cosas. Los emolumentos, gajes y sueldos de los diversos oficios civiles y militares se pagaban en metálico y en especie (trigo, avena, cebada, vino, etc.), porque era escaso el dinero; el trueque era la forma ordinaria de las compraventas menudas y diarias.

Navarra medieval es una tierra estructurada básicamente sobre una red de linajes que, en la baja Edad Media, dará pie a las guerras de bandos que tan determinante papel jugaron en el ocaso y muerte de la Monarquía. Pero la Reconquista y la posesión de la tierra interfieren ya en este primer entramado conformando una estratificación social en la que la posesión de la tierra y de los honores son además los datos esenciales. Inmediatamente por debajo del Monarca se halla la Nobleza y el gran Clero; luego seguía la cohorte de hombres libres, también hidalgos, y, sosteniendo la pirámide social, los pecheros.

  • Alta Nobleza

Son los seniores, dominatores, princeps, barones, y/o ricoshombres. Los seniores poseen el dominio de un pueblo fortificado colocado en alguna posición estratégica del Reino. La definición del ricohombre en el Fuero es explícita:

"Richombre o ynfanzon cabayllero poderoso, oviendo creaturas fillos et fillas, caveros, vassayllos et escuderos qui prenden (reciben) sua soldada, o su bien et manzebos soldados, claveros et iuveros (el que labra tierras con bueyes) vaqueros et pastores et porqueros e muitos otros soldadados (asalariados) et creando parientes prosmanos (próximos), dandolis a comer et vestir lo que han menester et otros estranios muytos entran et saillen, comiendo en su casa et vassayllos de carneros o de cevada o de dineros por lo que defiende en el mercado o en otro logar".

Eran casi pares al Rey, guerreros beneficiarios de tierras conquistadas, libres de tributos ordinarios y sólo obligados, en lo militar, hacia la persona del Monarca. El Fuero los Llama "ricos ombres naturales del Regno" ("F. G.", p. 7 libro I, título I, capítulo I), "richos ombres" de una tierra o comarca (p. 8, libro I, tít. I, cap. III) "ombres de linage de su tierra" (Idem). En los primeros tiempos de la Monarquía les pertenece, tanto como al Rey, el poder, componiendo los ricoshombres más preeminentes la Corte primitiva y el máximo tribunal de deliberaciones. Su importancia es tanta que en ella hemos de vislumbrar algunos hechos decisivos como la separación de Vizcaya y los vaivenes de Guipúzcoa, Alava y tierras de Ultrapuertos en torno a la corona de Pamplona. Más adelante este estamento se ve incrementado con los señoríos jurisdiccionales creados por los Evreux en detrimento del realengo y en beneficio, por lo general, de sus bastardos: el condado de Lerín, el condado de Cortes, el principado de Viana, el vizcondado de Valderro, etc. Tanto ésta como la pequeña y media nobleza constituían el Brazo Noble o Militar en las Cortes. Su poder, asentado en las torres y fortalezas que jalonaron todo el Reino, experimentó un gran quebranto cuando Cisneros arrasó las fortificaciones y Navarra entró en la órbita de la Monarquía absoluta. Emparentada en Castilla y Aragón, su interés por el Reino parece escaso.

  • Pequeña nobleza y los ruanos

Constituye la cohorte de hombres libres agrupados en varios escalones jerárquicos: caballeros, escuderos, solariegos, hijos-dalgo o hidalgos, gentileshombres e infanzones de sangre o de carta. Suelen ser miembros de algún linaje conocido y poseen casa propia o tomada a censo (feudo). Los hay rurales pero también aquéllos que habitan el medio urbano sirviendo de soldados al Rey, de merino o de comitiva del merino, etc. Estaban exentos de tributo pero solían pagar una ayuda extraordinaria al Rey. Estaban exentos de obligaciones serviles tales como las corveas o el alojamiento de soldados. Disfrutan de honores y sus casas son inmunes. Los "infanzones" tenían facultad para poseer castillos y fortalezas; pero el mismo "Fuero General" (p. 17, libro I, título III, capítulo II) limitaba la construcción de edificios de esta clase con muros, barbacanas y palenques, si la villa era cerrada y de señorío de otros infanzones, de suerte que había que tener facultad real o permiso del señor. Sus bienes se transmitían a otros nobles. Podían tener vasallos ya que "todo infanzón que tiene una heredad libre y que con esta heredad, quiera hacer villanos o pecheros, coillazos (es decir, dar renta o porción de frutos), habrá sobre sus collazos y sobre sus villanos el mismo derecho que el rey y los grandes señores tienen sobre los suyos".

El infanzón de carta es cada vez más numeroso y algunos valles obtienen la infanzonía de forma colectiva (Baztán, Roncal, etc.). Los infanzones que viven en las villas se acabarán fundiendo con los francos, libres también. Su nombre genérico es ruano y están sujetos al Fuero municipal y a lo que acuerden los Fueros generales. Los jornaleros o aixaderos formaron, a su vez, el proletariado en estas villas. En los últimos años del siglo XII los infanzones comienzan a coaligarse en lo que será la Junta de Obanos, futuro semillero de las Cortes estamentales a las que acceden dentro del Brazo Noble. La Corona utilizó el recurso financiero de ampliar la hidalguía haciéndola colectiva -Tudela en 1117, Baztán en el 1212, Roncal, siglo XII-XIII, etc.- aunque también donó los tributos y la jurisdicción de lugares libres que cayeron así en el ámbito señorial creándose en Navarra unos contrastes sociales profundos inexistentes en otras tierras vascas, en especial, en las cantábricas. Integradas en el Brazo noble o en el de las buenas villas o Universidades llegarían a ser con el tiempo, en la Edad Moderna, la columna vertebral de las Cortes y, de esta forma, del Reino. La compra de palacios y de derechos acrecentó este estamento de forma muy considerable. Caro Baroja advierte lo curioso y significativo que es ver cómo los apelativos nobiliarios, que aparecen una y otra vez en los textos jurídicos y legales, escritos en latín más o menos corrupto o en romance, apenas tienen expresión en vasco, salvo una voz que parece equivaler a hidalgo; Azkue (Diccionario..., I, p. 20), recoge la palabra aitonen seme o aitorren seme que podría relacionarse con ellas. (Véase sobre ella el artículo de Michelena, Aitonen, aitorem seme noble hidalgo, en "Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País" XXIV, I (1968), pp. 318).

En cambio, -prosigue Caro- "se usará de una manera amplia, de la voz equivalente a la de "señor" = jaun, de suerte que incluso cada cabeza de familia será señor de su casa (etxeko jauna): y también se dará el uso de la palabra equivalente a caballero, es decir, zalduna. Castillos y torres señoriales se nombran, en cambio, con palabras de origen románico: gaztelu (de "castellum") refleja un trato muy viejo de la "elle"; dorre dorre-a proviene de "turris", o su acusativo. De modo más genérico se hablará de la "mansión del señor" = jauregi, jauregia, siendo abundante el uso toponímico de estos vocablos".

  • Los prelados

Constituyen el Brazo eclesiástico en determinados momentos los obispos de Nájera, Bayona, Dax, Tarazona y Pamplona, además de los abades de Iratxe, la Oliva, Leire, Iranzu, Urdax, Fitero, Roncesvalles.

  • Los pecheros

Llamados también villanos o agreros, collazos y mezquinos, estaban sujetos a la pecha (tributo) señorial y a diversas prestaciones personales y corveas, pese a que no prestaban homenaje a sus señores laicos o abades, lo que los hubiera convertido en siervos. Estos labradores pecheros no gozaban de las ventajas del "status" de vecindad de las villas y de los valles, no tenían derecho a ser representados en las Cortes ni podían vender su haberes libremente, ya que la pecha y prestaciones se transmitían al adquisidor ya fuera pechero, franco o hidalgo. En el orden judicial estaban sometidos a los tribunales señoriales -Corte señorial- que administraban la baja, media y hasta alta justicia. Por lo demás, son bienes transmisibles junto con la tierra en caso de venta de ésta, son donatos o transmitidos como un bien cualquiera. Con el paso del tiempo la calidad social, semiservil, va siendo sustituida por una calidad más personal y meramente económica: el hombre y la familia que paga pecha. A fines de la Edad Media collazo y aparcero son casi sinónimos.

Sobre el destino cruel y oprobioso de este estamento cabe señalar que el euskara ha utilizado la voz petzero con el significado de "esclavo": Eniz horien petzero jarri nahi = "no quiero estar bajo la esclavitud de esos". Los villanos o pecheros estaban divididos en el Fuero General en tres clases en razón a su deber tributario: 1.º Los del Rey o reallenco. 2.º Los de los monasterios o de orden. 3.º Villanos de solariegos (F. G. tít. V. lib. III). Esta condición duró de lege hasta el siglo XIX pero fue impugnada y soslayada, a veces con éxito, ya desde los siglos XVII y XVIII. La adquisición de una vecindad forana fue una de las vías que permitió a los villanos ascender socialmente. A finales del Antiguo Régimen existían más pecheros en la Montaña que en la Ribera (José Alonso, 1848). Pechero y simple morador (casero o habitante sin derechos concejiles) se confundían de hecho.

  • Esclavos

Sólo parecen haber existido durante la Edad media y haber sido de extracción musulmana o judía.

  • Agotes

Es una minoría cristiana y blanca a la que los textos forales denominan "gafos" o "leprosos". Existieron en varios pueblos de Navarra, principalmente en Bozate (Arizkun), aunque también en otras localidades vascas. Estaban exentos del derecho de vecindad y sus actividades estaban vigiladas y limitadas. Protestaron hasta en Roma (1514) y consiguieron que las Cortes de Navarra borraran oficialmente todo el estigma que pesaba sobre ellos concediéndoles los derechos que disfrutaban los restantes habitantes de cada localidad (1817-1818, ley LXIX). Todavía en este siglo persistía, sin embargo, la condena social sobre el que contraía matrimonio con algún agote como atestigua Leoncio Urabayan en su Barrio Maldito reeditado recientemente por Auñamendi. A principios de este s. había algún pueblo como Oiz de Santesteban en el que una familia a la que se motejaba de "agote", respondía a ésto llamando "oiztar pechero" al que se lo decía.

  • Judíos, francos y musulmanes

Constituyen las minorías étnicas interiores del Reino pero con gran diferencia entre ellas. Entre los judíos y entre los moros los hubo adinerados y pobres, pese a lo cual la discriminación, en especial desde la incorporación de Navarra a Castilla, se cebó en todos. Tenían pese a todo un estatuto especial que les garantizó cierta equidad y una autoadministración apreciable. En lo tocante a los francos -minoría de tipo francés u occitano-, el trato que recibieron por parte de los Reyes fue preferencial siéndoles concedidos estatutos especiales que les beneficiaban. Su actividad comercial les hizo enriquecerse y equipararse en algunos aspectos a la nobleza y a la gran burguesía con las que se asimiló. Para ampliar este historial, ver Musulman, Guía del peregrino Picaud se debió a inspiración "franca": a ella se debería también según Caro Baroja la eliminación de la memoria de lo vascones en ciertos relatos del ciclo carolingio y el recuerdo de victorias, más o menos legendarias, de los francos sobre los navarros mismos, en que aparece el castillo de Monjardín como objeto de la lucha. Los francos sé afincaron también en el norte del Reino: en 1264 se conceden fueros propios a los "francos" de Lanz, y en 1397 a los del valle de Larraun. En estos fueros se procuraba borrar las diferencias entre los "francos" y sus descendientes y los hidalgos del país y los suyos; se establece que todos sean de una condición y que no nombren jurados ni tengan oficios separados. Y hay que advertir que se con firmó en 1439 y aun en 1729. Probablemente este proceso de unificación se extendió desde la Montaña hacia el sur.

Sucesión al trono: Teobaldo I (1234-1253) y Teobaldo II (1253-1270). A partir de 1234 Navarra mirará más al norte que al sur. El prohijamiento de Jaime I de Aragón había quedado en nada a la muerte de don Sancho. Esta sobreviene y ambos reinos, Aragón y Castilla, se preparan para intervenir en Navarra siguiendo la política de anterior desmembramiento. Jaime se apresura y ocupa inmediatamente los castillos de Gallur, Esco, Zalatambor y Trasmoz cedidos a don Sancho en 1232. Los navarros habían ya llamado a Teobaldo, que juró mantener los fueros del Reino, para que se hiciera cargo del poder siguiendo la línea de la legitimidad. Una vez en Navarra inicia los pactos con Castilla, Aragón e Inglaterra para asegurar las respectivas fronteras castellana, aragonesa y gascona. El escollo es, sin embargo, Castilla, siempre atenta a sus viejas pretensiones sobre el reino.

Teobaldo llega a pactar con Fernando III el casamiento de su hija Blanca con el príncipe heredero Alfonso, pero reclamando, simultáneamente, la devolución de las tierras occidentales, y en especial Alava, y Guipúzcoa. Como asegura Lacarra la necesaria recuperación de Alava y Guipúzcoa estaba viva en la conciencia navarra. Una vez afianzado en el trono, Teobaldo I se olvidó del proyectado matrimonio. El nuevo rey se dispuso a gobernar a los navarros pero tropezaba con el desconocimiento de la lengua y tradiciones sociales del país. Los navarros conciben la autoridad real sujeta a los fueros consuetudinarios en tanto el rey, aunque procuró atraer a los nobles, tropezó enseguida con su enemiga y con la unión de nobles, eclesiásticos y buenas villas frente al pleno poder real, calco del ejercido en Champaña. Como resultado de estas discrepancias se recopiló por escrito el Fuero General del Reino en 1238 ya que Teobaldo, que había jurado gobernar con arreglo a Fuero, gobernaba de hecho como lo hacía en Champaña, de forma regalista, antinobiliaria, rodeado de champaneses, no de ricos hombres navarros.

A todo esto el país, los campesinos, eran víctimas de las fechorías de malhechores y hombres de linaje. Como reacción defensiva los infanzones formaron Juntas; una ya existía en tiempos de Sancho el Fuerte compuesta por infanzanes, labradores e incluso eclesiásticos de baja condición pata defenderse contra poderosos y malhechores comunes y ;al mando de un buruzagi o mayoral salva "la fe de la seynoris". Semejaba a las restantes Hermandades vascas y se reunía "allí do mester lis facía en sostener lur dreyto". Cada sobre juntero representaba a una comarca aunque la Junta era una. La nueva Junta persiguió ferozmente a los malhechores extendiéndose a varias comarcas de Navarra como Miluze, la Ribera, Iratxe, Obanos y Artega. Durante el reinado de Teobaldo I la Junta se congregaba en Obanos. Esa es la junta contra la cual el Rey, celoso de sus prerrogativas, "ganó letras de Roma por escomengarlos". Pese a la excomunión la junta perduró durante los siguientes reinados, caracterizándose por poner coto a los desmanes de los ricos-hombres e Iglesia.

El obispo Ximénez de Gazólaz, celoso de su autoridad episcopal, puso en entredicho al reino y excomulgó a Teobaldo. Este, joven, poeta, músico, pacífico y jovial, concebía la vida de distinta forma. Participa en las Cruzadas antialbigenses y a Tierra Santa en 1239-1240, con lo que consiguió que los pontífices, como dice Campión, intervinieran a favor del Rey en los negocios interiores de Navarra. Solamente catorce años de edad contaba Teobaldo II cuando entró a reinar en Navarra (1253-1270) bajo la regencia de madama Margarita de Borbón, su madre. El nuevo monarca, consciente de la fuerza de los juramentados, adopta una nueva fórmula de juramento de reinar conforme a fuero manteniendo en sus leyes y franquezas "a todo el pueblo de Navarra" y a no desaforarlos en toda su vida. En las Juntas o Cortes de 1253 hay una representación popular.

El casamiento con Isabel, hija de San Luis rey de Francia, en 1255, le emparenta con un monarca formado y ambientado en los medios europeos. Este refuerzo azuza el enfrentamiento de Teobaldo II con los infanzones de su reino, Llegando a recusar, merced a una bula papal, el juramento prestado (1257). La ceremonia foral de "alzar rey" va a preceder en adelante a la de ser ungido y coronado por concesión papal. Durante sus viajes a Champaña dejaba nombrado un senescal con amplias facultades. Por otro lado, siempre requerían exquisito cuidado las relaciones con Aragón y Castilla, complicadas y peligrosas. Todavía Castilla ansiaba hacerse con Gascuña y con ciertos castillos y plazas de la frontera navarro-gascona. Aragón se mostraba propicio a defender a Navarra. Uno a uno fueron salvándose los escollos llegando al año 1256, año en que Teobaldo II pacta con el rey de Castilla. Ambos reyes, Alfonso el Sabio y Teobaldo, se reúnen en Vitoria el 1 de enero de 1256. El castellano le devuelve las villas de San Sebastián y Fuenterrabia, mientras viviera, con todas sus rentas de mar y tierra. Pero Teobaldo, en contrapartida, le presta homenaje tornándose en su vasallo como Emperador. Ambas plazas se convertían en el puerto del Reino.

Otro hecho importante es la concordia con el obispo de Pamplona y el Papa: Teobaldo II, don Tibalt, vivió más en Champaña y Francia que en Navarra, a donde acudía cuando graves cuestiones, como las de las Juntas, requerían su presencia. El senescal las reprimió duramente apoyándose en Urbano IV. La principal, la de Obanos, se hacía cada día más independiente, reuniéndose contra la voluntad del rey y nombrando sus cabos sin la confirmación regia. Teobaldo II tomó parte en la Cruzada a Túnez junto con su suegro el rey San Luis de Francia. Este murió en la cruzada y Teobaldo en Trápani en 1270.

Gobernada desde Francia: de Enrique I a Carlos "El Calvo". Teobaldo II moría sin sucesión directa y es por ese motivo que la Corona debería recaer en su hermano Enrique y de ahí la importancia de su boda para los destinos de Navarra. Jugaban su baza Aragón, Castilla, Francia e Inglaterra. Por fin casó Enrique con Blanca, sobrina del difunto rey San Luis de Francia. La baza francesa triunfaba. El nuevo rey Enrique I (1270-1274), lo mismo que los anteriores, debería atender sus estados de Navarra y Champaña prodigando sus viajes, de uno al otro. La investidura real tuvo lugar el 1 de marzo de 1271 y acto seguido los juramentos de rigor a las distintas villas del reino, visitadas una a una hasta su vuelta a Francia en abril del mismo año. Enrique tuvo dos hijos, Teobaldo y Juana. Muerto en accidente el infantito, la Corona recaería en Juana. La muerte prematura del Rey planteaba la más grave crisis sucesoria. Doña Blanca de Artois, su esposa, comienza su regencia cuando Juana I (1274-1305) tenía solamente año y medio de edad.

El reino se hallaba dividido: una facción encabezada por Sanchez de Monteagudo, pro-aragonesa, y otra, por García Almoravid y el Obispo de Pamplona pro-castellana. Pronto los castellanos invaden el territorio por Viana y Mendabia. Simultáneamente los habitantes de la Navarrería atacan a los Burgos incitados por Almoravid y el cabildo. El nuevo gobernador de Navarra, Beaumarchais, se refugia en los burgos y pide ayuda al rey Felipe de Francia, esposo de Juana. Los castellanos han llegado a las proximidades de Pamplona. Los de la Navarrería, abandonados por Almoravid, que huye, e indefensos, sufren la entrada a saco de los franceses que destruyen la ciudad, matan, violan mujeres e incendian la población. Es el año 1276. Juana I y Felipe (IV de Francia), descabezada la rebelión eclesiástica, gobiernan desde París por medio de gobernadores y otros funcionarios franceses. Con motivo de la guerra franco-aragonesa los navarros habían tomado las plazas de Lerda, Ul, Filera y Salvatierra en 1283. Jaime II de Aragón esperanzó a Juana I con la recuperación de la Rioja, Bureba, Alava y Guipúzcoa si prestaba ayuda al infante de la Cerda don Alfonso. Por su parte le pedía la devolución de las plazas aragonesas que, en efecto, le fueron devueltas sin más consecuencias. La política francesa es absorbente y centralista, lo cual provoca las alianzas y asambleas de los navarros que culminan celebrándose Cortes en Pamplona en 1298 y en Estella en 1299.

El lema de la liga de los Infanzones de Obanos, "Pro libertate patria gens libera state", "Por la libertad patria la gente sea libre" simboliza los anhelos de la nobleza media y las villas -Estella, Pamplona, Tudela, Sangüesa, Olite, Viana, Ronces valles, etc.- navarras aunque las poblaciones de francos no se manifestaban tan opuestas. Luis el Hutin, (1305-1316), el "Terco", "el Testarudo", visita el país brevemente y se reintegra a sus estados de Francia. Se coronó rey en 1307. Las villas navarras siguen coaligándose en la Junta de Obanos. Durante su ausencia los aragoneses ponen cerco a Pitilla, en Aragón, en 1308. Los navarros vencen a los aragoneses en Filera pero éstos, a su vez, hacen una correría por Aibar, Olite y Tafalla hasta caer en una emboscada con su correspondiente derrota. Durante el reinado de Luis el Hutín hay que señalar que Oger de Mauleón, cede al rey el castillo de ese nombre y el vizcondado de Soule (Zuberoa) a cambio del señorío de Rada y las villas de Mélida, Berbinzana, Abaiz, y otros lugares. La galificación se intensifica removiéndose de sus cargos a los navarros y sustituyéndolos por funcionarios franceses. Apresaron, además, a don Fortún Almoravid y a Martín Ximénez de Aibar encarcelándolos en Tolosa aquitana.

La represión llegó a la supresión de la orden de los Templarios y a la persecución de las Juntas que se reunían clandestinamente en Obanos. Muerto el rey le sucede su hija Juana, excluida de la Corona de Francia por la ley sálica y de hecho de la de Navarra. Contra todo fuero se instituyó una regencia para ambos reinos a favor de Felipe el Luengo, hermano de Luis el Hutin. En este estado de cosas la reina tuvo un nuevo hijo, Juan el Póstumo, que vivió solamente unos días. El regente Felipe se proclamó rey, reinando de hecho desde 1316 a 1322. Los navarros recibieron con desagrado esta decisión, tardando dos años en designar los mandaderos que deberían prestarle juramento de fidelidad. Este juramento tuvo por fin lugar en París a donde acudió una representación de las Cortes en las que parece haberse integrado la Junta de Obanos; en él se citaba ya expresamente a los tres Estados del Reino. Muerto el rey en 1322 y, como solamente dejara hijas, volvía a plantearse el pleito sucesorio. De nuevo se da el hecho de fuerza sucediéndole su hermano Carlos I el Calvo (1322-1328) contra la voluntad de los navarros que solamente reconocían como legítima a la reina Juana II. El nuevo rey requirió a los navarros que enviaran procuradores a Tolosa para que le prestaran el correspondiente juramento. No lo hicieron, se le soportó pero no se le reconoció como tal rey. Ninguno de los dos reyes hicieron acto de presencia en Navarra. El único hecho de armas tuvo lugar en 1321 en la frontera con Guipúzcoa contra los oñacinos y malhechores de la frontera en el desfiladero de Beotibar donde fueron sorprendidos y derrotados los navarros.

En 1317 casó doña Juana con Felipe, Conde de Evreux, de la casa real francesa. A la muerte de Carlos el Calvo se juntaron Cortes en Puente la Reina (marzo de 1328) "para salvar los derechos del heredero del Reino" y en Pamplona (mayo del mismo año). Las Cortes, desoyendo las pretensiones del rey de Francia, nombraron reina a Juana II y regentes a don Juan de Corbarán de Lehet y a don Juan Martínez de Medrano que deberían integrar un Consejo de Regencia. Tras muchos reclamos y pretensiones de unos y de otros, el rey de Francia llegó a un acuerdo con Felipe de Evreux a cambio del reconocimiento de su esposa como reina de Navarra. Las Cortes de Larrasoaña (1329) dispusieron los artículos de la jura de la nueva reina según los usos y costumbres forales del Reino. Se establecía que si la reina falleciese, al cumplir el primer hijo varón la edad de 21 años, asumiría la Corona, dejando de gobernar su viudo don Felipe, rey consorte.

Este protestó pero prevalecieron los acuerdos de las Cortes. En 1329 fueron coronados los reyes doña Juana II y don Felipe de Evreux. Al año siguiente se produjo un hecho memorable que reafirmaba las libertades forales de Navarra: la promulgación del "Amejoramiento del Fuero General" "con conseilo otorgamiento y voluntad de nuestros prelados ricoshombres infanzones homes de buenas villas é del otro pueblo de Navarra". Se había procedido de inmediato a la renovación de cargos colocando en ellos a personas de toda confianza. De la teledirección francesa se pasaba a un período de leal gobierno, hasta tal punto, que el rey Felipe mereció el sobrenombre de "el Noble". Rey y reina vivían preferentemente en Francia. Es de lamentar que entre 1321 y 1328 tuvieran lugar algunas matanzas de judíos semejantes a las de Francia. También es de señalar alguna guerra con Castilla por la posesión de los monasterios de Fitero y el Castillo de Tudejen. En 1343 fallecía el rey en la Cruzada de Algeciras. Juana II gobernó sola hasta su muerte en 1349. Lo hizo desde Francia y tuvo la habilidad de restaurar las buenas relaciones entre la Corona y la Mitra con la mediación del papa Clemente VI. Le sucedió en el trono su hijo Carlos II el Malo (1349-1387).

El apeo de 1366 utilizado por Yanguas en su Diccionario da una idea bastante completa de la forma en que estaba distribuida la población del reino en la Baja Edad Media, aunque no hay que perder de vista que el s. XIV fue excepcional: el de las grandes pestes y mortandades. Según Yanguas, en 1366 las cuatro merindades de aquende los puertos (descontando algunas poblaciones, como Olite, que no aparecen) tenían aproximadamente 61.315 personas. Sorprende la diferencia en la distribución por merindad.

  1. Estella, 5.095 fuegos.
  2. Pamplona y la Montaña, 2.597.
  3. Tudela 2.433.
  4. Sangüesa, 2.138.

Si se considera, además, que Tudela es la ciudad más poblada, con 1.026 fuegos, que le sigue Pamplona con 968, que Estella va en tercer lugar, con 829 y Sangüesa en cuarto, con 472, Caro Baroja (1971) sienta la consecuencia de que los territorios rurales estaban muy poco poblados y también que, en el sur, como hoy, la población estaba asentada en concentraciones mayores que en el norte. El "ager" había dado lugar, desde antiguo, a núcleos urbanos, que seguían con vida. El "saltus" se poblaba siempre más lenta y precariamente. Destaca en tierras meridionales hasta trece poblaciones con más de cien fuegos y entre ellas tres con más de 200, en el orden que sigue:

  1. Falces, 297;
  2. Viana, 265 (pero con las aldeas);
  3. Lerín, 215;
  4. Larraga, 189;
  5. Peralta, 171;
  6. Caparroso, 169;
  7. Tafalla, 162;
  8. Artajona, 145;
  9. Lumbier, 140;
  10. Arguedas, 120;
  11. Puente la Reina, 104;
  12. Cascante, 102;
  13. Cáseda, 101.

Vienen después varios pueblos separados, de más de 50 fuegos, que son:

  1. Miranda, 76;
  2. Corella, 75;
  3. Milagro, 75;
  4. Urrotz, 68;
  5. Aoiz, 63;
  6. Azagra, 63;
  7. Ablitas, 57;
  8. Valtierra, 56;
  9. Uharte-Arakil.

Aún quedan otros cuantos con 20 o más de 20:

  1. Andosilla, 45;
  2. Funes, 43;
  3. Cirauqui, 37;
  4. Dicastillo, 26;
  5. Allo, 23;
  6. Lantz, 20.

La mitad del censo de 1366 está volcado hacia el Sur, concentrada en municipios, conocidos en la Antigüedad, o en fundaciones de la Edad Media, con francos, judíos, etc. No cabe duda -añade Caro- de que había en ellas "Navarrerías". En cambio, valle por valle, el censo da poblaciones bastante exiguas de hidalgos y villanos o pecheros. El mundo étnicamente más vasco resulta así, según Caro, falto de densidad. Así Yanguas se referirá sólo a los 579 fuegos pudientes que había en Estella, repartidos en sus 17 barrios: más 64 de judíos también pudientes y 21 de judíos que no lo eran. Pero faltan los totales. En casos, el mismo censo era insuficiente en su información. Ocurre esto, empezando por el norte con las cinco villas.

Para todo el Baztán, con trece pueblos, da 158 fuegos de vecinos pudientes: los únicos con más de 20 fuegos son Elizondo y Arizkun. Al valle de Santesteban, unido al de Bertiz, le da 62 fuegos de labradores y 27 pudientes. Al de Ultzama sólo 43 fuegos de pudientes en más de 14 poblados. En Basaburua especifica que había 26 fuegos de labradores y 17 de hidalgos, sobre 13 pueblos, 186 fuegos en el valle de Larraun, con 31 de pudientes, en 17 pueblos. Araiz aparecerá con 33 fuegos de labradores y 21 de pudientes en 5 pueblos. Si dejando el Bidasoa y sus contornos vamos hacia el Pirineo nos encontraremos con una población bastante mayor. El Ronkal es el valle que da más fuegos: hasta 221 en 7 pueblos, señalándose una gran concentración en Isaba, con 65 fuegos; Burgi, con 41; Ustarroz y Bidangoz, con 30 cada uno; Ronkal, con 22; Garde, con 20 y Urzainki sólo con 12. Menos da el valle de Salazar; 139 fuegos con 14 pueblos, aunque Otxagabia llegue a los 37. Menos aún Aezkoa, con 136 fuegos en 8 pueblos, y Erro con 94, en 17.

En este valle no hay entidad superior a los 30 fuegos; las Abaurreas dan 30 en conjunto y Garralda 25. La pequeñez de la generalidad de los poblados de Erro se da, también, en valles más meridionales: Ibargoiti con 14 poblados no arroja más de 34 fuegos e Izagaondoa con 16 da 50. En algunos casos los lugares están despoblados... En el extremo meridional de la zona de valles, el de Orba arroja hasta 98 fuegos con 24 pueblos. Pero 37 corresponden al primer pueblo que podemos considerar de tipo ibérico, el Pueyo. Las villas-fortaleza que fueron contrafuerte del reino por esta banda eran por lo general más densas de población concentrada. Es sensible la densidad de población de algún valle de la merindad de Estella, como el de Yerri, que da hasta 228 fuegos de vecinos pudientes repartidos en 24 pueblos. Abárzuza con 49 está muy en cabeza.

También la Solana da hasta 183 fuegos en 11 pueblos: pero el de Arroniz, de tipo ibérico asímismo, da él sólo 50. Frente a esto se subraya la escasa población de las Amézcoas con 50 fuegos en 11 pueblos. Tampoco las alturas del valle de Goñi aparecen muy pobladas: se unen en el censo con los pueblos del valle de Gesalaz, pero sólo las "cinco villas" por sí dan 72 fuegos, las del valle citado en segundo lugar son hasta 17 entidades de población con Salinas de Oro, con 28 fuegos en cabeza y dan 153 fuegos. La concentración está, así, pues, al suroeste de la merindad. Porque Laguardia y sus aldeas tenían hasta 599 contribuyentes o pagadores hidalgos, francos, judíos y clérigos que representaban un fuego cada uno. Los Arcos con sus aldeas da, en cambio, sólo 124 fuegos pudientes, incluidos los judíos. En suma, -concluye Caro Baroja- la población navarra en este momento de crisis resulta ser inferior a la tercera parte de la que tenía en el padrón de 1818 (46.053 fuegos).

Carlos "El Malo" intenta restaurar el Reino. El reinado de Carlos II el Malo se ve envuelto por los acontecimientos políticos de Francia, Castilla y Aragón en una Europa sumida en plena crisis. Fue coronado rey de Navarra en 1350. Empezó el reinado de forma turbulenta. Con motivo de la ayuda económica, monedaje, acordada por las Cortes a la Corona reprimió a los labradores y nobles mandando ahorcar a cuatro capitanes de la Junta en Miluze, otros cuatro en el mercado de Pamplona, el sozmerino de la Cuenca, despeñándolo, y el sozmerino del Valle de Arakil, ahorcado. Fue un gran escarmiento antipopular para las Juntas de Villas e Infanzones. En 1352, al casar con Juana, hija del rey de Francia (de sólo ocho años), le coloca en el primer puesto de la corte francesa. Las diferencias con su suegro comenzaron pronto. El rey de Francia le ocupó Normandía y le tomó prisionero. Poco tiempo permaneció en una u otra prisión francesa ya que un grupo de destacados navarros le rescató felizmente llevándolo a Amiens con un recibimiento triunfal (1357). De allí pasó a París acompañado de nobles y burgueses interviniendo de lleno en los asuntos franceses.

En este contexto tiene lugar la revolución campesina y urbana de la Jacquerie con asalto de castillos, matanzas e incendios. Carlos II el Malo de Navarra, unido a la caballería francesa e inglesa, llevó a cabo una represión sangrienta en 1358. Entretanto tenían lugar los sucesos de Francia, el pequeño reino de Navarra, vecino de Castilla, se intrinca en los asuntos castellanos y aragoneses que tocan de cerca a los intereses navarros. Por entonces, Enrique de Trastámara, derrotado en Nájera en 1360 por Pedro I el Cruel de Castilla, su hermanastro, apoyado por Aragón, pasa a Francia en busca de apoyo, no solamente de aliados, sino también de las Compañías remunerándolas con 100.000 florines. Carlos II el Malo ha regresado a Navarra. En 1363 celebra un tratado con Pedro IV de Aragón para repartirse Castilla. A Navarra le entregarían las tierras de Castilla Vetula, Soria, Agreda además de restituirle las tierras tradicionalmente navarras hasta Vizcaya, incluida.

Este trato se hacía en Aragón. Y, claro, la conquista de Castilla solamente era posible si se reanudaba la guerra entre los dos hermanastros. En marzo de 1364 Carlos el Malo concertó en Almudevar con el pretendiente Enrique de Trastámara las condiciones de su apoyo, la restitución de Vizcaya, Castilla Vetula y demás tierras occidentales del reino navarro. Este fue el trato por parte de Castilla. En 1366 Enrique penetra en Castilla por la Rioja obligando a huir a Pedro I el Cruel. Los papeles se invierten. El vencido ahora debe emigrar a Bayona ante la entrada triunfal de Enrique. Carlos II el Malo, obsesionado por la restauración del Reino, negocia ese mismo año con el vencido, su apoyo militar, a cambio de Alava, Guipúzcoa, Vizcaya y casi toda la Rioja. La negociación se lleva a cabo en Livourne (1366). Todos juegan sucio y nadie piensa cumplir los compromisos.

El problema navarro contrasta con el anhelo íntimo de franceses y aragoneses de repartirse Navarra. Carlos el Malo aprovecha la guerra entre castellanos para recuperar por las armas Guipúzcoa, Vitoria y el resto de Alava. El esfuerzo bélico no da más de sí y queda en nada al concertarse el tratado de paz castellano-navarro, roto luego con la recuperación de Logroño, en la Rioja. La respuesta no se hizo esperar y consistió en la invasión castellana hasta las cercanías de Pamplona. Todo concluye, finalmente, concertando en 1379 el tratado de Briones por el cual se dan en rehenes a Castila algunas plazas fuertes devueltas luego por el tratado de Estella de 1386. Durante el reinado, Carlos II el Malo ha vivido más los asuntos de Francia que los de Navarra. Allí fue derrotado en Cocherel en 1364, abandonando Normandía y recuperando Evreux y Corentin. Del mismo modo una compañía de navarros intervino en Albania y Grecia creando el reino de Corfú y un principado en Grecia.

La agricultura y sobre todo la ganadería siguen siendo, amén del comercio de las villas y ciudades, el fundamento de la economía navarra. Secano, pastoreo y regadío están bien tipificados. A ello hay que añadir el surgimiento en la Navarra húmeda, especialmente en el oeste de la misma, de la industria ferrona. Según un rol de la Cámara de Comptos las ferrerías de Navarra, en 1426, eran:

A) En la tierra de Bera.

1) Olaberria,
2) Marzedía,
3) Semea,
4) Juzola,
5) Garmendia.

B) En Lesaka y Etxalar:

6) Zalcin o Zalain,
7) Biurrea de yuso,
8) Biurrea de suso,
9) Endara,
10) Garbiso,
11) Bereau,
12) Etxalar.

C) En la tierra de Lerín:

13) Berrizaun de Yuso,
14) Berrizaun de Suso,
15) Arambar,
16) Yereta,
17) Ibarrola d'Aranaz,
18) Lombardola.

D) En Basaburua menor:

19) Nekue,
20) Assura,
21) Jaurrizta.

E) En Anozlarrea:

22) Alduncin,
23) Ibarrola d'Eskas,
24) Artikuza,
25) Ibero,
26) Abola,
27) Arrambide,
28) Eskutxiola.

F) En Larraun:

29) Matxain,
30) Saraasin,
31) Eskinder,
32) Rezeuma,
33) Hurto,
34) Astidia,
35) Ollaberria,
36) Irizabal.

Los dueños de ganados reales y los de los monasterios recibieron privilegios para que sus rebaños pastaran en los territorios del reino, sin trabas, incluso sobrepasando las fronteras de Navarra con Aragón (Alkezar y San Juan de la Peña), o de Navarra con Castilla (Irache). Antonio de Yepes dice que todavía en su época, (a fines del XVI y comienzos del XVII) el monasterio de Irache contaba con 5.000 cabezas de ganado mayor y menor, lo cual era poco comparado con lo que había tenido antes, porque el monasterio no tenía ya que hacer "repastar" a sus ganados en Castilla, como cuando el rey de Castilla Fernando el Santo dio facultad al abad del monasterio para que mandara los ganados a aquel reino, donde pastaban los ganados reales también. Hay documentos similares en relación con el monasterio de San Millán de la Cogolla.

Los ganados podían pastar por todo el "regnum et imperium" de Sancho el Mayor. Pese a que la red más importante de cañadas fue la de la parte este del Reino, había otras rutas largas y complejas. Una la constituida por la cañada que iba del valle de Aezkoa al suroeste de Navarra, hasta tierras de Lerín. Otras eran las que llegaban a los montes con pastos, que no eran del rey, ni de municipios, sino de goce común a todos los ganaderos del reino, modalidad jurídica muy importante, referida a los montes de Andia, Enzia y Urbasa. Otros montes siguieron estatutos distintos y organizaron su aprovechamiento con arreglo al régimen de "fazerías", en el que participan los pueblos de todos los alrededores, incluso de reinos diferentes: Navarra y Castilla, en el caso de Aralar, Navarra y Francia y hasta Navarra y Aragón. El robo de ganados en las fronteras duró toda la Edad Media y constituyó uno de los mayores motivos de hostilidad entre navarros y guipuzcoanos, creándose, por ello, un servicio de guardas de fronteras.

Entre los siglos XI y XIV la Monarquía navarra fomenta la repoblación de sus territorios mediante burgos nuevos, villas, etc. Tiene lugar la incorporación de gran parte de los "navarros" o vascones antiguos a la vida de poblado mayor -el burgo nuevo-, ya que no "urbana" en el sentido estricto de la palabra. Cada sector étnico y social conserva su estatuto y en el siglo XIV, cuando se hacen los apeos de pobladores se determinará quien es "hidalgo", quien pretende serlo y quien no lo es, para fines fiscales. En las montañas, aun bastará con esta distinción. Pero en otras partes, se habrá de fijar cuánta y cuál es la población "franca", la mora y también la judía, que, aunque siempre se registra en proporciones menores, es digna de ser considerada, porque tiene bastante importancia económica de un lado y es, de otro, objeto de persecuciones. Son éstos otro exponente del proceso de "urbanización" de Navarra.

A los agitados reinados de Carlos el Malo y doña Juana de Francia les sucede el de su hijo Carlos III el Noble (1387-1425). Ya anteriormente, en 1373, se había consolidado la paz entre Navarra y Castilla por una sentencia papal donde se pactaba el matrimonio de Carlos con la infanta doña Leonor de Trastamara, hija del rey de Castilla. El compromiso se hace efectivo en 1375, doce años antes de iniciar su reinado. Hasta entonces, el infante Carlos pasaba largas temporadas en la tierra de su esposa. Después reside habitualmente en Navarra, en Olite, donde construye, el magnífico Palacio Real y también el de Tafalla. Se coronó solo en 1390 porque no había manera de traer a Navarra a la reina doña Leonor. Comenta Campión: "la paz, el arte, la gentileza y la magnificencia de la vida cortesana cautivaban el ánimo del buen rey". Su reinado se distingue por las buenas y cordiales relaciones con los reinos vecinos. Así, con Inglaterra, consigue que le devuelva Cherburgo; con Francia llega a un acuerdo por el cual, a cambio del nuevo condado de Nemours, renuncia a los de Evreux y Avranches e incluso a la Normadía, vendiendo Cherburgo a Francia por 200 mil libras tornesas en 1404; se mantiene fiel al papa Clemente VII de Aviñón durante el cisma; y en el interior del reino zanja el problema de los barrios de Pamplona llegando a la formación, en 1423, de un solo municipio, expidiendo el Privilegio de la Unión. Entre sus obras se señalan la reedificación de la Catedral de Pamplona, la reestructuración de la Cámara de Comptos y ciertos cambios importantes en la administración de justicia.

Se valió Carlos III el Noble de su abundante prole, ocho hijos legítimos y seis extramatrimoniales, para establecer una red de relaciones con repercusiones políticas. A los hijos naturales les acomodó adecuadamente. Lancelot, le gobierna la diócesis; Godofre que da nombrado en 1407 mariscal y conde de Cortes; Juana casa con Estúñiga, hijo del Juez Mayor de Castilla; otra Juana, en 1425, casa con el condestable Luis de Beaumont erigiendo además el Condado de Lerín en su favor. Pero la unión más trascendente es la de la hija legitima Blanca que, casa primeramente, en 1402, con Martín, rey de Sicilia y en segundas nupcias, con el infante don Juan. Blanca es reconocida como heredera del Reino de Navarra conservando su marido el carácter de rey consorte.

En 1421 nace en Peñafiel el primogénito Carlos, a cuyo favor se erige en 1423 el Principado de Viana, formado con la villa de su nombre y otras con sus aldeas y las villas de Cintruénigo, Cadreita, Corella y Peralta. Las Cortes, reunidas en Olite, le reconocen y juran como sucesor. Carlos III el Noble abandonó las reivindicaciones sobre las tierras del occidente del Reino al no reclamar, como lo hicieron sus antecesores, La Rioja, Alava, Guipúzcoa, Vizcaya, Bureba y Castela Vetula. Sin embargo, supo recobrar, mediante negociaciones, los castillos de Tudela, San Vicente, Laguardia, Estella, Miranda y Larraga entregados en prenda cuando se ajustaron las paces entre su padre Carlos II el Malo y el Enrique de Castilla. Murió Carlos III el Noble en Olite en 1425. Durante su reinado escribe Garci López de Roncesvalles la primera Crónica general del Reino.

A la muerte del rey le sucede en el trono la reina doña Blanca I y su esposo, el rey consorte Juan II, infante de Aragón (1425-1479). En la Crónica del Principe de Viana se dice de doña Blanca: "la qual como su nombre lo da a denotar cierto su fermosura e virtut eran muit conformes a su nombre". Don Juan II no fue un legado de virtudes ni nada parecido. Calculador y de genio ambicioso y dominante, iba a acarrear al reino la desgracia y las luchas internas que, tras un siglo de devoradora crisis, desembocarían en el agotamiento y la conquista de 1512. Comenzó por favorecer espléndidamente a los nobles. Esperaba servirse de Navarra para atender la defensa de sus grandes intereses en Castilla. No tardó mucho en atraerse la guerra. Navarra le negó los subsidios que solicitaba de la Reina y de las Cortes, pero aquél, entonces, tomó a préstamo en Barcelona diez y seis mil sueldos además de vender alhajas suyas y de doña Blanca. Los castellanos se presentaron en Navarra incendiando Corella, Cadreita y Villafranca. Entrentanto los guipuzcoanos, al servicio de Castilla, saquearon y quemaron en 1429 los valles de la Burunda, Arakil, Larraún y la villa de Etxarri-Aranaz. La nueva generación, criada durante el pacífico reinado de Carlos III el Noble, había olvidado el problema del Reino de Pamplona.

En 1430 se perdieron Cabredo, Genevilla y Laguardia. En 1439 la reina doña Blanca nombraba heredero en su testamento al Príncipe don Carlos, pero bajo ciertas oscuras condiciones. La reina murió en mayo de 1441. Conforme a derecho (al Fuero General) y a la voluntad de las Cortes debería ser proclamado rey el Príncipe de Viana, don Carlos, pero su astuto padre se lo impidió nombrándole Lugarteniente general del Reino. Se le usurpaba el trono y se sometía al país a prueba de su lealtad. Efectivamente, enseguida se agarran al caso los dos bandos, uno defensor de la legitimidad, los beaumonteses, encabezado por don Luis de Beaumont, Conde de Lerín, y don Juan de Beaumont, Prior de la orden de San Juan; y el inclinado al usurpador don Juan, los agramonteses, de origen bajonavarro y dirigidos por mosén Pierres de Peralta, el Mariscal don Pedro de Navarra y el señor de Gramont. El panorama y el futuro inmediato de Navarra es la guerra de los linajes convertidos en bandos, de imprevisibles consecuencias ya que Francia y Castilla se hallaban al acecho de lo que ocurriera. No en vano el historiador Ramírez de Avalos de la Piscina nos dice que el Príncipe de Viana creó la divisa Utrimque Roditur simbolizando a un par de lebreles royendo un hueso (Navarra).

(1442-1479). Cualquiera que fuere la interpretación del testamento de la reina madre, la ley a observar era el Fuero General donde taxativamente se dice: "todo Rey que oviere fijos de legal coniugio, dos, o tres, o más, o fijas, pues que el padre moriere, el fijo mayor herede el regno". Dice Campión:

"La revolución tardó en salir a la calle; durante nueve años el Príncipe gobernó el Reino sin título de rey, pero usando de todo el poder regio: mando de tropas, cobro de tributos, nombramiento de alcaides, gobernadores de castillos y ministros de diversas clases, ejecución de sentencias, interpretación y aplicación de los contratos públicos, otorgamiento de mercedes, etc. "..."Don Juan andaba de continuo fuera del Reino, enfrascado en los negocios de Aragón y Castilla, pero ejercía la misma autoridad, derechos y funciones que el Príncipe cuando así se le antojaba, y con ínfulas de preeminencia, puesto que algunas veces solía confirmar las donaciones de aquél como si por sí mismas no valiesen. Era ese un consorcio de gobierno extraordinariamente anómalo y peligroso, un equilibrio inestable de cosas que no se podía mantener. Padre e hijo disputaban agriamente sobre la despensa de los caudales públicos, cebo a sus respectivas parcialidades."..."La política exterior de don Carlos era deliberadamene pacífica; al revés de la de su padre, que como Lugarteniente general de Aragón y ricamente hacendado en Castilla, participaba de las guerras exteriores de aquel Reino, por los asuntos de Italia, y de las revueltas interiores del segundo, por conservar la hacienda mientras fue suya, por recuperarla cuando se la confiscaron...".

En 1447 don Juan casa con doña Juana Enríquez, hija del Almirante de Castilla. En 1449 llegan a Navarra llenos de rencores y ambiciones, comenzando aquél a ejercer el pleno poder real. La situación del Príncipe era insostenible. En 1450 Carlos e retira a Segura, en Guipúzcoa, y posteriormente, a San Sebastián a cuyos moradores les exime del pago de aduanas en Navarra. Beamonteses y agramonteses chocan e inician una guerra que iba a ser interminable. Los beamonteses se apoderan en 1450 de Oteiza y del castillo de San Juan Pie de Puerto. Don Carlos se somete a su padre en 1451. Los castellanos invaden Navarra a favor del Príncipe, toman el castillo de Buradón y sitian a Estella. Don Juan levanta el cerco pero le derrotan. La osadía y el desprecio llega a tal punto que incluso asocia a doña Juana Enríquez al gobierno de Navarra. Toda Navarra toma las armas sumiéndose en una horrible guerra civil. Tanto el Príncipe como don Juan se ven desbordados por los acontecimientos.

Los verdaderos personajes de la contienda son Luis de Beaumont, Conde de Lerín, y mosén Pierrés de Peralta. Ambas parcialidades se enfrentaron abiertamente en Aibar, con tan mala fortuna, que cayeron prisioneros tanto el Príncipe don Carlos como el famoso don Luis de Beaumont. Es el 23 de octubre de 1451. Estando prisionero nació en Sos su hermanastro Fernando, futuro rey Católico hijo de Juan II y de Juana Enríquez. El 23 de junio de 1453 el Príncipe recobraba su libertad por intercesión de las Cortes de Aragón. En 1455 padre e hijo se hacían de nuevo la guerra. Siguen a los beaumonteses la mayoría de las montañas de Navarra, Pamplona, Olite, Condado de Lerín y otras comarcas navarras; siguen a los agramonteses el Valle de Roncal, Estella, Tudela y algunos otros pueblos de la Ribera. La guerra va mal para el Príncipe, quien desesperanzado, no ve más camino que retirarse a Nápoles buscando la protección de su tío Alfonso V. Entretanto don Juan y el Conde de Foix habían firmado un tratado en Barcelona excluyendo del trono a don Carlos y a su hermana doña Blanca, abriendo la puerta de la sucesión real a doña Leonor, esposa del citado conde.

Del mismo modo, pero esta vez las Cortes, únicas capacitadas para ello, proclamaron y juraron rey a don Carlos el 16 de marzo de 1457. A la muerte en el año siguiente del rey Alfonso, don Juan ciñó la corona aragonesa y don Carlos subió a Príncipe heredero de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia y a gobernador de Cataluña. Ahora don Juan II repitió en Aragón lo hecho en Navarra con el Príncipe, pero éste desde Sicilia, donde vivía, reanudó las negociaciones. Por imposición de su padre llegó a Mallorca en 1459. Al año siguiente Juan II proclamó la tregua ajustada con el Príncipe otorgándole el perdón, lo mismo que a doña Blanca. En 1460 regresó a Barcelona. El Príncipe negociaba secretamente su casamiento con la infanta Isabel de Castilla. Enterado don Juan, llamó al Príncipe a Lérida donde, fue desarmado y prendido traidoramente en presencia real el 2 de diciembre de 1460. Cataluña se alzó en armas al grito "Via foral Sometent!".

Don Juan huyó de Lérida llevándose a su hijo al castillo de Morella. El ejército catalán ocupa Fraga. El Papa publica una Bula pidiendo la libertad de don Carlos. Don Juan, acorralado por todas partes, decreta la libertad del Príncipe, que es recibido en Barcelona clamorosamente. En Navarra, al tener noticia de los acontecimientos catalanes, se sublevan los beumonteses. Los castellanos intervinieron conquistando Laguardia, Los Arcos y San Vicente, cercando a Viana que acabó rindiéndose. El Príncipe envió un embajador a Luis XI de Francia rogándole requiriese a don Juan la devolución de Navarra y el destierro del Conde de Foix. En ese estado de cosas acaeció la misteriosa muerte del Príncipe don Carlos en Barcelona el 23 de septiembre de 1461. Murió, probablemente envenenado, no en vano su padre le había amenazado de muerte más de una vez como consta documentalmente. Juan II siguió gobernando contra Fuero ya que la sucesión legítima era la de doña Blanca II (reina de derecho, 1461-1464) y Leonor (al fallecer doña Blanca). El rey de Castilla cuando supo la muerte de don Carlos atizó la guerra atacando Lerín y Mendigorría pero, descalabrado en Abarzuza, se retiró a Logroño. Se ajustó la paz. Luis XI de Francia como árbitro sentenció contra Navarra ordenando la entrega de Estella y su comarca. Las Cortes enviaron dos embajadores al rey de Francia para hacerle saber que el Reino, según Fuero, era "inalienable e indivisible".

Los castellanos intentaron tomar por la fuerza la merindad de Estella pero ésta se resistió obligando a los castellanos a retirarse sin conseguir su objetivo. Poco más tarde, el 2 de diciembre de 1464 moría la heredera al trono doña Blanca. Después de hallarse recluida en Olite y llevada a San Pie de Puerto fue encerrada, no sin su protesta, en el castillo de Orthez donde corrió la misma suerte que su hermano. Ahora tocaba el turno a doña Leonor y su esposo el Conde de Foix, que toman el título de Príncipes de Viana. El caso de don Carlos y doña Blanca se repetía frente a aquel padre desalmado. No faltaron intentos para expulsar a los castellanos de San Vicente, Laguardia y Los Arcos. Doña Leonor ejercía el poder a título de gobernadora entretanto don Juan, su padre, peleaba contra los catalanes. En la sombra, casado ya con Isabel de Castilla, comenzaba a destacar Fernando el Católico. Hubo tentativas de reconciliación de bandos que desembocaron en la muerte del Obispo de Pamplona Nicolás de Chávarri por las gentes de Mosén Pierrés de Peralta en 1468.

Otra de las resultas de tan intrincadas y enmarañadas negociaciones fue la de cambio de postura de los agromonteses, ahora en favor de la reina. En 1472 muere el Conde de Foix dejando viuda a doña Leonor que queda a merced de su padre. El conde de Lerín se entrevistó con don Fernando en Vitoria quien desde ese momento toma bajo su protección a los beaumonteses. Hubo intentos de treguas y reconciliación de bandos pero todo resultó inútil. El 19 de enero de 1479 moría a los ochenta años de edad el rey Juan II de tan execrable memoria. Doña Leonor fue jurada reina en Tudela el 28 de enero del mismo año para gobernar solamente quince días. La muerte puso fin a la desventura de los hermanos. La Corona pasaba a manos de su nieto Francisco Febo, de once años de edad, para inaugurar un reinado efímero de solamente cuatro años.

Temor fundado en Navarra (1469-1483). Ya en su día, en 1469, el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón se sentía como una losa que amenazaba aplastar al reino de Navarra. Ambas monarquías, española y francesa, apetecían el reparto ya que el reino se hallaba extendido a ambos lados del Pirineo. Ahora, con Francisco Febus y su madre Magdalena de Francia, la merindad de Ultrapuertos se veía amparada por el Bearn. No obstante, Navarra era fácil presa para ambos. La reina madre Magdalena y su hijo Francisco Febo (1479-1483) van a dirigir un reino sumido siempre en la cruel lucha de banderizos azuzada desde fuera y promovida desde dentro. Ahora el apoyo de los reyes se basa en los agramonteses mientras los beamonteses se amparan en el poderío de Isabel y Fernando. En este estado de cosas, madama Magdalena, percatada de que solamente la merindad de San Juan Pie de Puerto se hallaba en paz, se decide a pacificar las demás merindades conversando en Zaragoza con Fernando de Castilla y Aragón, quien bajo apariencias pacifistas era quien atizaba las discordias con vistas a un plan ambicioso y premeditado.

Esta entrevista condujo a las treguas de Aoiz entre ambos bandos. Era 1479. La guerra civil parecía terminada. Se respiraba esperanza y optimismo en los medios oficiales. Pero sucedió lo inesperado. El mariscal don Felipe habló mal del Conde de Lerín con tan mala fortuna, que habiéndose enterado éste no dudó un momento en tomarse cumplida venganza. Supo un día que don Felipe pasaba por las Bárdenas. Era la ocasión. Le siguió los pasos y le alcanzó cerca de Meida donde le atravesó el pecho de una lanzada (1480). Las Cortes, reunidas en Tafalla, aconsejaron la venida del rey a Navarra para ser proclamado conforme a Fuero. El rey, espléndido y hermoso de figura, llegó a Pamplona acompañado por mil lanzas bearnesas. Fue proclamado rey y coronado en la catedral el 6 de noviembre de 1482. Una de sus primeras disposiciones fue la de condenar a muerte a todo aquél que se apellidara agramontés o beaumontés; restituyó al conde de Lerín como Condestable, haciendo, además, numerosas mercedes sin distinción de bandos. Auguraba un buen reinado. El rey había regresado a Pau donde vivía dedicado al lujo, la música, las artes y las buenas maneras, soñando consolidar la paz de su reino. Un día, el 29 de enero de 1483, cuando después de la comida se puso a tocar la flauta, se sintió indispuesto y murió poco más tarde probablemente envenenado. Le sucedió en el trono su hermana Catalina.

Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso el Batallador habían conseguido vincular a su persona a diversos vasallos o aliados de Ultrapuertos. También Sancho el Mayor. El advenimiento de Teobaldo I, sobrino de Sancho el Fuerte, trae la posesión de Champagne y Brie, cerca de París. En el s. XIV estos dominios se amplían con la casa de Evreux (izquierda del trajo Sena y litoral del canal de la Mancha) Juana II recibiría Angulema, Mortain y Longueville. Durante el reinado de Carlos II El Malo pasarán a Navarra Cherburgo, Mantes, Meulán, algo de Normandía y Montpellier. Carlos III renunció a Champaña y Brie, a Cherburgo y el condado de Evreux a cambio del condado de Nemours. Leonor I, casada con Gastón de Foix, aportó el condado de Foix y el vizcondado de Béarn, y Catalina I, casada con Juan de Albret, fue además señora de Albret (Labrit).

BEL