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METALURGIA (PREHISTORIA)

De especial importancia, por cuanto suponen posibilidades de elaboración de instrumentos muy especializados y resistentes, son la aparición y el arraigo de las técnicas metalúrgicas en Euskal Herria. Su presencia señala un avance sustantivo con respecto a las otras novedades de la tradición neolítica: significando los primeros tratamientos de minerales metálicos el advenimiento de una nueva etapa cultural -el Eneolítico o Edad del Cobre (Calco-lítico)- que se sigue en el proceso de perfeccionamiento de la metalurgia con la Edad del Bronce. Toda la tecnología metalúrgica -de batidores primero y de fundidores después- se debió producir en Euskal Herria con cierto retraso con respecto a los focos originarios o a las zonas más activas de las áreas circum mediterráneas y de Europa central y oriental. En el repertorio legendario vasco se atribuye la invención de los instrumentos metálicos (punzones, sierras, hachas, etc.) a la cooperación de algún protector especial (así San Martinico) que habría arrebatado su arcano secreto a los gentiles. Los procesos metalúrgicos exigen operaciones extremadamente complejas y un alto dominio de la tecnología: desde el profundo conocimiento del terreno (para prospectar filones y afloramientos rentables), a trabajos de minería, de preparación de hornos, de colado, de batido, de afilado, etc. Es muy probable que en ello tuvieran su primer protagonismo aquellos mismos que introdujeron los ritos funerarios dolménicos o, algo más tarde, aceptaran los ajuares que acompañan al vasco campaniforme. Dentro de la Arqueología prehistórica, la Paleometalurgia se está destacando recientemente como una disciplina importante para el conocimiento de los diversos aspectos (tecnológicos, ergológicos, económicos y sociales) que rodean aquellos procesos de beneficio de los metales. El metal ofrece, con respecto a los otros materiales normales hasta ahora en la Prehistoria (como la madera, los huesos y astas, o la piedra pulimentada y tallada), evidentes ventajas: por la mayor resistencia y dureza de sus productos y por las posibilidades que el fundido y/o el martillado dan al instrumento en zonas especializadas (punzantes, cortantes o aserrantes, por ejemplo), asegurando su más firme enmangada (por espigas, lengüetas, conteras o remaches). También son evidentes las dificultades específicas de lo metálico en orden a la búsqueda y beneficio de los filones y a la elevada complejidad de los procesos de trabajo, tanto en instalaciones como en precisión técnica. La primera metalurgia conocida se dedica al trabajo del cobre y del oro: o bien mediante martillado en frío o templado de minerales nativos puros o, pronto, reduciendo el cobre a partir de óxidos, sulfuros o carbonatos. En una etapa posterior se descubrirán las ventajas de la aleación del cobre con un porcentaje de estaño. La normal dificultad por encontrar y explotar filones metálicos hará pronto que sea actitud normal entre aquellos artesanos la reiterada fundición de piezas anteriores para obtener nuevos instrumentos. Lo que, en el Bronce avanzado y en la Edad del Hierro, supondrá la constitución de partidas de metalurgistas dedicados a la compra o al saqueo de depósitos de objetos metálicos anteriores; con lo que se explica uno de los factores de remoción de tantos yacimientos de esas épocas y la ausencia, en muchos ajuares, de los útiles en metal. Desde hace un cuarto de siglo los estudios tradicionales de paleometalurgia en las Edades del Cobre y del Bronce europeos han experimentado un notable progreso por la obtención de una variada gama de análisis que revelan datos de interés para la historia de aquellas actividades económicas y artesanales. Por distintos procedimientos se están produciendo comprobaciones de: la composición de los cobres, bronces y oros prehistóricos, determinando sus impurezas; la radiografía de muchos utensilios, revelando sus sistemas de elaboración; y la tecnología de los procesos de fusión y de martillado. Análisis espectrográficos sistemáticos de millares de piezas de la Prehistoria de Europa Occidental han sido desarrollados de modo ejemplar, dentro del plan de estudios sobre los orígenes de la metalurgia, por especialistas alemanes a partir de los años 60 (A. Hartmann, S. Junghans, M. Schröeder, B. Sangmeister,...). De ellos se ha deducido la existencia de varios grupos de metales, en atención a los porcentajes de impurezas que contienen y se ha formulado una ambiciosa teoría sobre centros productores de metales y, por consiguiente, de áreas de expansión de sus elaboraciones (por B. Blane, E. Sangmeister y otros). La lógica crítica reciente señala imperfecciones corregibles en aquellos lotes de análisis, debidas a la no uniforme dispersión molecular de los diversos componentes en el cuerpo de las piezas: sobre todo cuando, como las más antiguas, fueron martilladas en caliente y cuando, como otras posteriores, fueron objeto de mezclas o batidos no muy homogeneizadores. Debemos, precisamente, a E. Sangmeister (en publicación de 1961 en el «Anuario de Eusko Folklore») el primer repertorio de utensilios metálicos vascos analizados por esos sistemas. J. M. Apellániz, por su parte (1973), recopiló las evidencias metálicas prehistóricas del País Vasco meridional conocidas hace una década. Para el conocimiento de estas cuestiones en el ámbito pirenaico occidental y de los territorios pró- ximos del Valle del Ebro la mejor visión sintética se halla en textos de C. Pérez Arrondo: artículos menores en los «Cuadernos de Investigación» del C. U. de La Rioja, de 1976 y 1977, y su amplia tesis (1983). Una interesante información general sobre los procesos teóricos de aquella metalurgia se encuentra en los tratados clásicos de los británicos R. J. Forbes (1950 y 1964) y H. H. Coghlan (1975); en tanto que diversas monografías regionales -por ejemplo, de J. Briard para el frente atlántico francés o de G. Delibes para la Meseta Norte española- ayudarán a encajar los problemas de nuestras colecciones. Las evidencias de metales prehistóricos de Euskal Herria proceden de un amplio repertorio de yacimientos excavados, muchos de ellos recintos sepulcrales en cuevas o en dólmenes: debe destacarse la completa colección recogida en la alavesa cueva de Gobaederra. Pero también -por lo llamativo de esos testimonios- abundan los retenidos por gentes no informadas arqueológicamente, sustrayéndolos de su inicial contexto cultural: como sucede, por ejemplo, con la serie de hachas que, procedentes de 1.820a antigua Cámara de los Comptos Reales de Navarra e ignorándose su exacta procedencia, se conservan ahora en el Museo de Navarra.