Concepto

Literatura vasca clásica: siglo XVI

Tras la Contrarreforma, salvando alguna pequeña excepción, la gran mayoría de obras publicadas en lengua vasca versaron sobre temas religiosos, y ese es (la temática religiosa) uno de los pocos rasgos homogéneos que puede hallarse entre las obras clásicas vascas. Ha de tenerse en cuenta, además, que hasta algunas reimpresiones de los siglos XVIII y (sobre todo) XIX, muchas de las obras en eusquera publicadas en los siglos XVI y XVII apenas se conocían, hecho que explica la modesta difusión que tuvieron muchas de ellas.

Basta mirar qué y dónde se publicó en eusquera para obtener una idea general acerca del aislamiento entre obras y autores del siglo XVI: se publicó poco y no todo lo publicado ha llegado hasta nosotros. En Ipar Euskal Herria no pueden dejar de mencionarse el Linguae vasconum primitiae (1545) de Etxepare y las traducciones de Leizarraga; sin embargo, ¿qué se imprimió al sur del Bidasoa? Todas las publicaciones pueden clasificarse en cuatro o cinco grupos: trabajos religiosos, herramientas lingüísticas (algún diccionario), literatura oral recogida en los trabajos de los historiadores, colecciones de refranes y los poemas y la novela pastoril del alavés Lazarraga. Todos esos materiales, sin embargo, no se publicaron en la época en la que fueron escritos y, como se ha indicado, la gran mayoría no han llegado completos hasta nuestros días.

En los trabajos de historiadores, cronistas y genealogistas de los siglos XVI y XVII aparecen numerosos testimonios de la literatura oral vasca: se trata de los trabajos de Esteban Garibai, Zaldibia, Lazarraga, Ibargüen-Cachopin o Isasti. En sus crónicas históricas dieron noticia de las guerras y batallas que pocos siglos antes, en la Edad Media, asolaron Euskal Herria y, precisamente, las explicaciones y narraciones historiográficas son ilustradas, en ocasiones, con partes de canciones y composiciones populares en lengua vasca que hablan sobre dichos sucesos. Desgraciadamente, la mayoría de esos textos no están completos y, aun en las composiciones que parecen haber sido recogidas y transcritas completamente, surgen grandes dudas y lagunas interpretativas: parece que en algunos casos faltan partes intermedias, los trabajos de encuadernación han deteriorado algunos textos y los han convertido en ilegibles, no se percibe cohesión entre unas estrofas y las siguientes, etcétera.

Entre los historiadores mencionados, destaca la contribución del arrasatearra Esteban Garibai. Nació en 1533 y fue un hombre culto y sabio. Tras realizar investigaciones en España y Portugal, en 1570 viajó a Flandria en busca de editor, y un año más tarde se publicaron los cuarenta tomos que componen su obra Compendio historial de las crónicas y Universal historia de todos los reinos de España. En 1575 fue nombrado bibliotecario de Felipe II y en 1592 pasó a ser cronista real.

En sus trabajos, Garibai recogió, entre otros textos, la "Canción de la batalla de Beotibar", en la que se narra cómo los navarros vencieron a los guipuzcoanos en el año 1321. Aparecen, asimismo, algunas endechas como la de Martín Bañez de Artazubiga y la de Mila de Lastur.

En la crónica de Ibargüen-Cachopín, por su parte, se encuentra la "Canción de la quema de Mondragón" (quizás añadida posteriormente al texto principal), texto que refleja las encarnizadas luchas entre gamboínos y oñacinos sucedidas en la Edad Media. En esa misma crónica aparece el inicio de la "Canción de la batalla de Acondia", el "Epitafio de Martín Ibanez de Labiero", la "Elegía a Diego Lopez de Haro" y la "Canción del Conde de Salinas".

Ya en el siglo XX, algunos investigadores se ocuparon de recopilar y editar dichos textos arcaicos: Juan Carlos Guerra fue el primero en 1924 y su trabajo fue continuado por Koldo Mitxelena (Textos arcaicos vascos, 1964) e Ibon Sarasola (Contribución al estudio y edición de textos arcaicos vascos, 1990) entre otros.

Siguiendo su afición por recopilar datos y testimonios vivos, el historiador Esteban Garibai completó dos colecciones de refranes que envió a Juan Idiakez, secretario y presidente del Consejo de Estado. Sin embargo, parece que Idiakez no imprimió los trabajos de Garibai, y hoy en día no existe ejemplar original alguno de dichas obras. A pesar de ello, la copia de algunos de ellos se guarda en la Biblioteca Nacional de España con el código G139: se trata de una colección de refranes recogida en las memorias de Garibai publicadas en 1854, y la grafía corresponde al siglo XVII; es decir, se trata de una copia realizada por algún tercero.

La segunda colección de Garibai estuvo guardada en esa misma biblioteca con el código Cc79, pero B. Maestre se la regaló a F. Michel y éste la incluyó en una edición de los refranes de Oihenart a modo de anexo. La situación se complicó aun más a comienzos del siglo XX, cuando Julio Urkixo afirmó que la primera de las colecciones (cuya copia se guarda en la Biblioteca Nacinoal) no era de Garibai. Urkixo conocía que el historiador arrasatearra había preparado dos refraneros, pero creyó que la primera era Refranes y sentencias (1596). La hipótesis de Urkixo tuvo varios seguidores todavía a comienzos del siglo XX, entre ellos destaca Guerra, a pesar de que defendió que los refranes recogidos en la colección debían de tener su origen en Orozko (Bizkaia). Azkue tampoco se mostró contrario a la tesis de Urkixo, que se mantuvo hasta que, ya a finales del siglo XX, Lakarra la desechó utilizando cuatro argumentos:

En primer lugar, tanto la colección G130 como la Cc79 tienen un tamaño similar, y los refranes son presentados, asimismo, de igual forma: con su correspondiente traducción española línea a línea. En segundo lugar, Lakarra mencionó el título, ya que resultaría cuando menos llamativo que apareciera la frase "compuestos por Esteban de Garibay y Çamalloa" en la obra de otro autor. En tercer lugar, no parece que la colección G139 fuera empleada para completar la Cc79: a pesar de que en ambas colecciones aparecen 37 refranes similares, en la Cc79 dos refranes no aparecen nunca uno tras otro. Finalmente, Lakarra esgrimió argumentos lingüístico-filológicos.

Garibai presentó sus refranes vascos junto a su correspondiente traducción española (en ocasiones se trata de una traducción extremadamente literal): Aita gurea bein eliçara eta orduan nequez / Nro padre vna vez á la yglesia y entonçes con trabajo. Por lo que respecta a los temas, son múltiples y todos ellos están relacionados, como es usual en este tipo de colecciones, con la vida cotidiana del pueblo llano: hay refranes sobre la personalidad de las gentes, sobre el trabajo, sobre los ricos y pobres, sobre la meteorología, sobre los calendarios popular y religioso, sobre algunos lugares concretos, sobre animales, etcétera.

Dejando de lado los refranes de Garibai, en 1596 se publicó en Pamplona otra colección de refranes: Refranes y sentencias comunes en Bascuence, declaradas en Romance con numeros sobre cada palabra, para que se entiendan en las dos lenguas. La compilación se revela como uno de los textos arcaicos vascos más interesantes: es más extenso que todos los refraneros de los siglos XVI y XVII (contiene 539 refranes) y recoge algunas características lingüísticas arcaicas de gran interés.

Sabemos que la obra Refranes y sentencias se publicó en 1596 y que tanto Oihenart (siglo XVII) como Larramendi (siglo XVIII) la conocieron; sin embargo, puede decirse que el refranero fue redescubierto en el siglo XIX, cuando Van Eys lo halló en la biblioteca personal del Gran Archiduque de Hesse en Darmstadt, en el año 1894. Por fortuna, Julio Urkixo tuvo tiempo para sacar fotografías del original, ya que el texto desapareció poco después en la guerra. Refranes y sentencias recoge 539 refranes, pero parece que la copia de Darmstadt no estaba completa y que Larramendi empleó un ejemplar más extenso, ya que el andoaindarra mencionó algunos refranes que no aparecen en la copia alemana. Según Lakarra, la colección original pudo contener entre 800 y 1.000 refranes.

Como ya se ha indicado, Julio Urkixo creyó que el autor de Refranes y sentencias había sido Garibai. Asimismo, percibió la influencia del español en los refranes y propuso que el autor vasco había empleado los refranes de Hernán Núñez para construir su obra.

En cuanto a la presentación de los refranes, en cada página aparecen dos columnas: la izquierda recoge los refranes vascos y la derecha su correspondiente traducción española. Los refranes están numerados y sobre cada una de las palabras aparece otro número, que indica las correspondencias entre el texto original en eusquera y su traducción:

1212
190.ArdiadardunaOvejacornuda
345345
ta beisabeldunayvacaBarriguda

Refranes y sentencias es una colección amplia que recoge numerosos tipos de refranes (apotegmas, denotativo-connotativos, figurativos) y de temas. La mayoría de ellos versan sobre elementos de la vida cotidiana: la familia, la personalidad, las propiedades, la riqueza y la pobreza, el calendario, la meteorología, dichos acerca de lugares y personas conocidos, etcétera.

Más que literario, el valor de la colección es puramente lingüístico.

El documentalista Borja Aginagalde realizó un gran descubrimiento el 18 de febrero de 2004: el manuscrito del alavés Joan Pérez de Lazarraga. Lazarraga nació en Larrea (Araba) entre 1547 y 1548 en una familia noble originaria de Oñati. En 1575 se casó con Katalina González Langarika en Arriola y tuvieron dos hijos. Ocupó distintos cargos públicos en la misma comarca y falleció el 12 de abril de 1605.

Era conocido que Lazarraga había escrito en español la crónica de su linaje y un trabajo titulado Historia de Álava que hoy en día se considera perdido, si es no se trata de otra forma de nombrar su crónica genealógica. Algunas de las copias de los trabajos sobre genealogía del de Larrea se han conservado, entre otros lugares, en la Biblioteca Nacional de España. Precisamente María Comas trascribió y publicó gran parte del trabajo en 1936. Nadie sabía, sin embargo, a pesar de conocer que el pseudónimo de Lazarraga fue "El Poeta", que el alavés había escrito una breve novela pastoril (al parecer inacabada) y algunos poemas, materiales que se recogen, precisamente, en el manuscrito hallado por Aginagalde en 2004.

El manuscrito fue adquirido por la Diputación Foral de Gipuzkoa y poco después fue puesto a la vista de todos en Internet. Hoy en día se conserva en el museo BiBat de Vitoria-Gasteiz. El propio Aginagalde afirmó que el texto databa de una fecha intermedia entre 1564 y 1567, y el filólogo Joseba A. Lakarra destacó el enorme valor que el ejemplar tenía desde distintos puntos de vista. El grupo de investigación Monumenta Linguae Vasconum, dirigido por el propio Lakarra, se ha encargado de analizar y publicar exhaustivamente el texto.

El manuscrito contiene 51 páginas (52 páginas estándares aproximadamente) y, aunque la mayoría de ellas están escritas en lengua vasca, también hay algunos pasajes en español. Parece, además, que los pliegos no están completos y que se han perdido numerosas páginas. Los investigadores han hallado más de una mano autora, y también se ha barajado la posibilidad de que fuera escrito en diferentes épocas.

Si bien los textos recogidos en el manuscrito no se han publicado hasta el siglo XXI, es fácilmente perceptible la importancia que el texto del alavés Larrazaga tiene tanto para la historia de la lengua como para la historia de la literatura vasca: hasta 2004 el inicio de la novela en eusquera se situaba a finales del siglo XIX, y el hallazgo ha adelantado dicho inicio tres siglos. Basta, asimismo, comparar la cantidad de páginas que tiene el manuscrito con la cantidad de páginas que había anteriormente a él en todo Araba, para percatarse de la importancia que tiene como corpus lingüístico histórico.

Para situar los trabajos de Lazarraga desde el punto de vista literario es necesario conocer las aficiones literarias de los nobles de la época. Como ya se ha señalado, el manuscrito recoge una breve novela pastoril inacabada y algunos poemas, escritos tanto en eusquera como en español. Ha de señalarse que no todos los poemas son de Lazarraga: también hay algunos escritos por el autor desconocido Estibaliz Sasiola.

Primeramente ha de recordarse que no conocemos, puesto que nos es imposible, qué textos manejaban y leían los autores y lectores de aquella época. No sabemos qué tomaban por bueno y qué rechazaban. Iñaki Aldekoa ha empleado el caso de Gutierre de Cetina para aplicarlo al de Lazarraga: el trabajo de Cetina, a pesar de ser de la misma época, no se publicó hasta finales del siglo XIX. Sin embargo, salta a la vista el parecido entre el poema A8 de Lazarraga y el texto "Zagala, quán libre estás" de Cetina. Dicho de otro modo, parece que Lazarraga conoció y tomó como punto de partida el trabajo de Cetina, aunque también puede ser que ambos bebieran de la misma fuente, hecho que explicaría tal semejanza.

Aginagalde dató los textos de Lazarraga y ha defendido que se trata de un manuscrito de la segunda mitad del siglo XVI. Por lo tanto, si se pretende entender el texto desde el punto de vista literario, es imprescindible conocer la novela de la época.

La novela de caballerías, en auge durante la Edad Media, se debilitó a partir del siglo XVI a pesar de seguir siendo el género por excelencia hasta bien entrado el siglo XVII. Puede decirse que perdió fuerza a partir de mediados del siglo XVI y que la novela pastoril se valió de dicho debilitamiento para conseguir su éxito. Vista esa cronología relativa, queda claro que Lazarraga aprovechó el auge de la novela pastoril: no optó por la novela de caballerías ya en decadencia a pesar de que el género gozaba aún de prestigio entre la nobleza. Ha de tenerse en cuenta que los nobles de la época también habían perdido poder en favor del rey, que la vida sin preocupaciones de la aristocracia había desaparecido porque ya no gozaban ni el poder ni la fuerza de antaño y, precisamente, por eso resultaban tan exitosas las novelas de caballerías entre los nobles: porque recuperaba aquel mundo perdido, aquella época y modo de vida ya pasados, ahora convertidos en pura fantasía a través de la literatura.

La novela pastoril, ya se ha dicho, se aprovechó de la pérdida de hegemonía de la novela de caballerías: los protagonistas heroicos de la novela de caballerías se amilanaron y, poco a poco, el amor tomó su lugar. Los pastores, que en las novelas de caballerías no ocupaban sino lugares marginales, pasaron a ser los personajes centrales de las narraciones. Por decirlo de alguna forma, la novela pastoril y la de caballerías coinciden en la tradición bucólica, y no ha de olvidarse, junto a todo ello, el cambio producido en la sensibilidad de los lectores. En ese contexto se publicó la obra Los siete libros de Diana (1559) de Jorge Montemayor, obra que, además de coincidir con el auge del género pastoril, contribuyó a la consecución de su éxito.

El comienzo y el final de la novela de Lazarraga se han perdido, pero podemos llegar a entender la historia que en ella se narra. Resumiendo, puede decirse que se trata de una narración constituida mediante los deseos amorosos de los personajes: Silvero ama a Sirena, pero Sirena ama a Doristeo. A su vez, Doristeo ama a Silvia y Silvia a Silvero. Y no hay forma de "curar" el amor que sienten los unos por los otros. Mientras los personajes cantan dichos amores, el lector observa numerosas imágenes típicas de la literatura de la época (valles, bosques, fuentes bajo la sombra, campos, orillas...) y, de vez en cuando, se produce una aparición sobrenatural, muy al estilo de lo que ocurría en la novela de caballerías.

En cuanto a la poesía, puede decirse que Lazarraga escribió versos para ser cantados. Sin embargo, no puede establecerse homogeneidad alguna ni por lo que respecta a la temática (el amor es el tema principal, pero también aparecen la religión, la burla, el erotismo y la narración, entre otros) ni por lo que respecta a la forma (el de Larrea utilizó métricas y modelos bien distintos). Dicha situación de heterogeneidad no hace sino aumentar las dudas. Entre las características de la poesía de Lazarraga, se ha mencionado la aparición de elementos típicos del amor cortesano, donde el poeta queda rendido a su dama. Cabe subrayar, por otro lado, que Lazarraga vuelve a caminar por la senda de sus contemporáneos, y es que era usual que los jóvenes, casi a modo de juego o pasatiempo, se dedicaran a escribir poesía. Son dignos de mención, finalmente, algunos elementos procedentes de la tradición medieval que aún aparecen en las líneas de Lazarraga.

Según Iñaki Aldekoa, por otro lado, el de Larrea no empleó el modelo italiano, no se alineó a la nueva espiritualidad ya extendida por la Europa del siglo XVI como haría casi un siglo después el suletino Oihenart. Puede decirse que Lazarraga se quedó a medio camino entre los modelos tradicionales del siglo XV y el nuevo modelo surgido de la mano del italiano Petrarca.

Finalmente, han de mencionarse algunos trabajos cuyo interés resulta puramente filológico. Parece ser que Sancho de Elso, natural de Odieta, escribió un catecismo en español y euskara en 1561 (sería, por lo tanto, el primer autor navarro y el primer catecismo en lengua vasca); sin embargo, no se conoce ejemplar alguno del mismo, por lo que el primer catecismo de la historia de las letras vascas es la Doctrina christiana en Romance y Bascuence (1596) de Joan Pérez de Betolaza, publicada en Bilbao. Apenas conocemos nada sobre el autor: cuando Mitxelena preparó la reedición del texto (1955), el lingüista creyó que Betolaza era bilbaíno; sin embargo, ya en la década de los 80 Enrike Knörr demostró que el autor había nacido en un pueblo alavés con el que compartía denominación: Betolaza. La doctrina de Betolaza es la traducción de la doctrina que Ripalda publicó en 1591, el texto es dado a dos columnas en español y euskara y la orden de traducirlo fue dada a Betolaza por el obispo de Calahorra y Santo Domingo de la Calzada Pedro Manso Zúñiga.

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