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Laguardia

Laguardia es un magnífico exponente de urbanismo medieval con una fuerte dosis de aportación renacentista y barroca y la riqueza arquitectónica del siglo XVIII. Como muestra de edificio civil del siglo XV queda la casa de la Primicia en la calle Páganos, de una sola planta, puerta adovelada de arco apuntado y ventanas apuntadas y adinteladas.

El antiguo ayuntamiento representa al siglo XVI ostentando en su fachada un escudo imperial en piedra. Fue construido por Gonzalo de Asteasu en 1574.

La Casa de Samaniego, cuna del inmortal fabulista, está en la Plazuela de San Juan y sirve de estación enológica. Es un edificio del siglo XVII de tres plantas en sillería, con un escudo familiar a la altura de la tercera planta.

Torre divisera de San Meder, cuyas ruinas se encuentran a 4 km. al oeste de la villa, de construcción anterior al siglo XI. Por noticias documentales sabemos que perteneció a los Samaniego y que constaba de dos torres rematadas por chapiteles a cuatro vertientes en las esquinas de la portada de acceso. Fue destruida en 1359 y reconstruida en 1654.

Las murallas son un conjunto de épocas diversas cuya parte mejor conservada es de los siglo XV y XVI en el perímetro Este.

Han sido declarados Monumento Nacional de Euskadi la iglesia de Santa María de los Reyes y la de San Juan Bautista.

  • Iglesia parroquial de San Juan Bautista.

Edificio románico-gótico construido en sillería durante el siglo XIII y comienzos del siguiente, que ha sufrido posteriores reformas, siendo de gran envergadura la llevada a cabo en el siglo XVI; todavía se conservan en su exterior algunos canecillos de buenas labores, así como varios óculos y ventanales, de línea ojival, cegados por el interior los que se abrían en la cabecera, en la que se acusan tres ábsides; torre fuerte de tres cuerpos, separados por impostas y con decoración de arcos ojivales; tres portadas dan acceso al interior del templo, situadas en los muros este, norte y oeste; cabe destacar esta última, de transición al gótico (de últimos del siglo XII o comienzos del siguiente); la puerta ojival está enmarcada por cinco baquetones que se apoyan en ábacos y capiteles, con decoración puramente románica los de la derecha (uno de ellos historiado) y con ya marcada influencia gótica los del lado izquierdo, que presentan una profusa ornamentación animal y vegetal; sólo quedan dos columnas a cada lado, de las cuales las de la derecha están formadas por dos imágenes que representan la Anunciación; la puerta del norte es del siglo XVI, y la del oeste, de la primera mitad del XVIII.

El interior, de planta de cruz latina, con una capilla octogonal añadida a los pies, otra adosada al muro norte y triple ábside, está cubierta en su mayor parte con bóvedas de crucería gótica; el ábside central está cubierto actualmente por cúpula de media naranja y linterna, en la que se hallan abiertas ventanas.

Magnífico coro a los pies sobre arco escarzano, en el que se pueden distinguir tres estilos: ojival el tramo situado sobre la nave central, y plateresco y renacentista los que corresponden a las naves laterales; todo el conjunto es de buena ejecución, mereciendo destacar la parte realizada en la primera época, la gótica, que data de la segunda mitad del siglo XV, aunque reformada en la primera mitad del XVIII; sin embargo, todavía pueden apreciarse en él varios restos de aquel arte que nos hablan de su primitiva belleza.

Dos son las sacristías de que consta este templo: gótica una y de posterior ejecución (de mediados del siglo XVIII), de estilo barroco, la otra; las dos se comunican entre sí.

El retablo mayor, de estilo churrigueresco, constituye un buen ejemplar dentro de este arte: en el bancal, con el sagrario en su centro, relieves de buenas labores que representan la flagelación y coronación de espinas; sobre él, y en su calle central, imagen de San Juan de escaso mérito, y a ambos lados de ella las de San Julián y San Antón; sobre este cuerpo, un nuevo bancal con relieves de la oración en el Huerto y de la caída de Cristo camino del Calvario, y un segundo cuerpo con bulto de buena ejecución de San Juan Evangelista; todo ello entre una profusa ornamentación churrigueresca; las imágenes que lo adornan fueron realizadas por el afamado escultor Francisco Jiménez.

Los retablos de los dos ábsides laterales, de época neoclásica ambos y con imágenes en el lugar de honor de Santiago y San Andrés, apenas merecen interés; en los muros laterales, altares dedicados a la Veracruz, la Piedad, San Antonio, San José, las Animas y San Francisco, todos ellos de los siglos XVII o XVIII, y de buena ejecución en su conjunto; cabe resaltar el de la Veracruz, renacentista, obra de principios del siglo XVII, en el que ya se acusan las influencias barrocas: sobre el bancal, con dos buenos relieves en los extremos, que hacen relación a la Invención de la Santa Cruz, imágenes de Santa Elena en su calle central y de San Juan Bautista y San Andrés a los lados; en el remate, el grupo del Calvario.

Entre las varias imágenes que se pueden admirar en este templo, se encuentra un excelente Calvario de últimos del siglo XV o primeros del siguiente, situado enfrente del baptisterio, y dos Cristos del siglo XVII, que presiden las pilas para el agua bendita, de época gótica, aunque ya a las puertas del Renacimiento. Otras obras de arte dignas de especial mención son: la estupenda cajonería barroca con respaldo y retablo de reducido tamaño, ambos rococó, obra de Francisco de Castañeda y fechada en 1770, que se encuentran eh la sacristía nueva; doce cantorales, todos seguramente de la primera mitad del XVII; una hermosa custodia decorada con perlas y piedras preciosas; una bella corona trabajada en plata dedicada a Nuestra Señora del Pilar y varios ternos de gran valor.

  • Iglesia parroquial de Santa María de los Reyes.

Las obras de edificación se extienden desde comienzos del siglo XI hasta los primeros años del XV, acusándose por lo tanto en ella los estilos románico y gótico; la mayor parte es de la segunda época; fábrica de sillería. En la torre, de planta cuadrada, y en otro tiempo castillo fortificado, cuyo cuerpo superior ha sido modificado para servir de campanario, se aprecia también la citada evolución en el estilo.

Uno de los elementos más vistosos y agradables quizás sea el pórtico, de finales del XIV, cubierto en su interior por una bóveda estrellada, y que aloja la excelente portada de la misma época, que constituye una auténtica obra maestra del estilo gótico, ya bastante avanzado: doble puerta gemela de arcos rebajados y trilobulados, dividida por un parteluz que ostenta en su parte alta una hermosísima imagen de la Virgen con el Niño, y en su parte inferior, representación de los siete pecados capitales y del pecado original; el tímpano, de arco apuntado, está dividido en tres cuerpos; en ellos se relatan escenas que giran en tomo a Nuestra Señora, representada en el misterio de su Asunción en el centro del segundo cuerpo; enmarcando el conjunto, cinco arquivoltas separadas por finos baquetones alternándose unas con imágenes y otras con motivos vegetales; descansan en doseletes que cobijan las imágenes de los doce apóstoles, de gran belleza por su maravillosa expresión, el cuidado de los cabellos y el estudio de los plegados sobre todo; la mayor parte están individualizados por el símbolo que les caracteriza a algunos y todos ellos con un libro en sus manos; se apoyan en pedestales, también de buena labra.

En el muro oeste, se abría en otro tiempo una sobria puerta de época gótica, que actualmente se halla tapiada; a ambos lados de ella, ventanales ojivales; la fachada norte pertenece al arte románico: recorre el muro, dividido en tres partes por contrafuertes, una arquería ciega, que en un primer tramo (es la parte más antigua del edificio) es de medio punto, y el resto, apuntado.

Su interior, de planta rectangular, compuesta de tres naves y dos capillas laterales, formando crucero de época renacentista y ábside poligonal, se cubre con bóvedas de crucería gótica, a excepción de la del crucero, que lo hace en su centro con artesonado decorado por un relieve de gran tamaño que representa al Padre Eterno rodeado por otros cuatro de los evangelistas; en el coro, de finales del siglo XV y comienzos del siguiente, se acusa también la sucesión de estilos gótico y renacentista.

El retablo mayor, obra de Juan de Bascardo, Tomás Manrique y Lope de Mendieta, en 1618, pertenece al arte renacentista, aunque se acusan ya influencias barrocas, es una auténtica joya de arte dentro de su estilo: está formado por un bancal y dos cuerpos, cada uno de ellos con su banco y remate; se cuentan cinco calles; en los dos bancos inferiores, seis buenos relieves que hacen mención a la Pasión de Cristo; en su centro, el Sagrario, obra del citado Bascardo en 1615, que se halla bastante deteriorado; sobre él, altorrelieve de la Asunción, y a ambos lados, las de Santo Domingo de la Calzada y San Millán; en los extremos, relieves de la Natividad de la Virgen y el Misterio de la Puerta Dorada; en el remate de este cuerpo, un frontón triangular en el centro y dos curvos a los lados, que ocultan en parte el bancal del segundo cuerpo; en éste, y entre los frontones, aparecen los relieves de Santa Águeda y Santa Lucía; sobre él, en la calle central, un excelente grupo del Calvario con imágenes de Santo Domingo de la Calzada y San Millán y los relieves de la Presentación de María en el Templo y la Epifanía, en las laterales; en remate, bultos que representan la Anunciación de Nuestra Señora, y a los lados, en frontones partidos, dos santos sedentes.

Los altares que encontramos en el crucero, dedicados a San Pedro el de la derecha y a los dos arcángeles el de la izquierda, son de época barroca (1654), aunque la huella del Renacimiento es bastante profunda; los retablos que presiden las capillas laterales, con representación de las Ánimas e imagen de la Inmaculada ocupando los lugares de honor, son seguramente de la segunda mitad del siglo XVII; otros retablos son los de San Martín y la Virgen de Carmen, que apenas ofrecen interés; por lo demás, entre los numerosos objetos interesantes que se guardan en este templo, cabe resaltar un hermoso juego compuesto por cáliz, vinajeras y campanilla de plata repujada y sobredorada; un curioso y precioso copón, de últimos del siglo XV seguramente, y numerosas vestiduras para el culto, entre las que hay que destacar un terno rojo del siglo XVI bordado en oro, y otro blanco, también en oro y sedas.

  • Convento de la Orden de los Capuchinos.

Las obras de realización, comenzadas en 1660, se concluyeron siete años después; consta de una sola nave rectangular y tres altares.

  • Ermitas desparaecidas.

Ermita desaparecida de San Cristóbal, que todavía a principios del sigla pasado se tenía en pie. Ermita de Santa Engracia; arruinada. Vulgar ermita dedicada a Nuestra Señora del Cántaro, que fue destruida en 1834 con motivo de la guerra. Ermita desaparecida de San Julián. Ermita de San Lázaro, actualmente perdida, de cuya existencia tenemos noticias desde el siglo XVI. De esta misma época también nos llegan noticias de la existencia de una ermita dedicada a San Ginés y de otra dedicada también a San Gregorio. Ermita de San Andrés; derruida. Ermita desaparecida de Nuestra Señora de Quintana, antiguamente parroquia del lugar, que quedó despoblado en el siglo XVI. Antigua ermita dedicada a San Bartolomé, desaparecida en el siglo pasado. Ermita del Santo Cristo; arruinada. Ermita desaparecida del Santo Espíritu. Ermita también desaparecida y dedicada a San Martín, que en su tiempo debió gozar de gran renombre.

  • Taller barroco de escultura.

En Laguardia estuvo residiendo el escultor Rodrigo de Beitia Aguirre y a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII el arquitecto Martín de Zuazola, que tiene por cierto gran incidencia en todo el contorno riojano. Martín de Zuazola ejecutaba en 1695 un colateral dedicado a San José para Leza de Álava y al año siguiente concurría con el vitoriano Pascual de Oña u Ora al remate de los colaterales de la iglesia de Meano. Ganaba este remate Martín de Zuazola favorecido por José de Mendieta y, como ya hemos señalado, la obra de escultura se adjudicaría luego a Francisco Jiménez. Igualmente, en 1702 Zuazola presentaba una traza para el retablo mayor de Entrena que no fue aceptada a última hora. A él se debe también la arquitectura del retablo·mayor de Samaniego, construido entre 1705 y 1721 en colaboración con José de Mendieta y los escultores Francisco del Ribero y Antonio de Elguero, apellidos estos últimos muy vinculados a algunos pintores-doradores anteriores. (Ref. Ramírez Martínez: Los talleres barrocos..., 1981, p. 46).