Pintores

Jimeno de Lahidalga, Miguel

Evolucionó desde un tipo de pintura conformista y rutinaria hasta unas manifestaciones artísticas mucho más abiertas y plurales, aunque esta impronta innovadora apenas trascendió sino a un grupo reducido de admiradores: sus aportaciones estéticas, pues, quedaron totalmente aisladas. Así, por ejemplo, parece que fue el primer artista alavés en cultivar la pintura abstracta, pero sin continuidad ni consistencia en el tiempo.

Seducido por su condición de melómano, quizá también por sus lecturas, elabora en 1946 una pequeña porción de cuadros no figurativos inspirados en determinados músicos y composiciones musicales: Debussy, Moussorgsky, Zigor, etcétera. Inquietud es otro de los óleos fechados en este año que se encuentra depurado de elementos reconocibles a simple vista, aunque su procedencia original nazca de una observación paisajística. El acento expresivo del cuadro (sobre papel) recae no tanto en el tema en sí como en el dinamismo del propio gesto pictórico.

También de mediados de los cuarenta, precisamente del año 1946, es Puerto; obra, como las anteriores, de formato no muy grande (65 x 50 cm.), que exhibe una grafía bastante complicada, entrelazada: con resabios expresionistas. También es expresionista, tremendamente desgarradora, la serie dedicada a "El abismo". La factura nerviosa del pincel, las entonaciones casi monocromáticas y una tímida impronta onírica, de sueño o pesadilla, articulan algunas de las características de esta oscura serie de cuadros.

Dentro de la faceta más vanguardista del pintor, debemos mencionar igualmente otros cuadros -tampoco son muy abundantes en número, ni en tamaño- en los que prima la construcción racional, geométrica diríamos, del color y del espacio. Unas obras que rezuman cierto timbre constructivista, en ocasiones neocubista. Quizá uno de los mejores exponentes sea Formas, pintado en 1960 y que nutre la colección del Museo de Bellas Artes de Álava.

La ausencia de una evolución lineal explica que Jimeno de Lahidalga alterne obras de factura más o menos avanzada con otros trabajos no tan novedosos. La pintura de paisaje es, por lo general, su temática predilecta. Este género es abordado bien con una técnica rápida, concisa y etérea al modo de los impresionistas, o bien se adhiere a los postulados postimpresionistas prototípicos del paisaje español de posguerra. De hecho, participó en las Bienales Hispanoamericanas de Arte, de La Habana (1954) y Barcelona (1955), eventos que sirvieron para ratificar la querencia oficial por un concreto paisajismo muy acorde con los postulados eclécticos de la llamada "Escuela de Madrid".

Empero, este pintor vitoriano no fue muy dado a las crudezas cromáticas, sino que tendió a buscar en los espectáculos campestres las sensaciones más delicadas, las gradaciones más suaves y armoniosas de luz y color.