Concepto

Historia del Arte. Renacimiento

 

En cuanto a la descripción de las principales formas arquitectónicas, en la arquitectura religiosa encontramos una gran variedad de modelos de planta empleados, por lo que es difícil establecer, como en el románico o el gótico, un único modelo. Así, en Euskal Herria encontramos desde iglesias de una sola nave, a las realizadas con tres naves, pero también aquellas que evolucionaron del modelo de tres naves y se convirtieron en planta de salón. En altura también hay una gran variedad, y podemos encontrar iglesias que combinan diferentes alturas y otras que alcanzan en sus cubiertas la misma altura. Sin embargo, existen algunas formas arquitectónicas que se repiten en los diferentes períodos con bastante insistencia. En el exterior, por ejemplo, la mayoría de las iglesias de Euskal Herria se caracterizaron por la verticalidad y el aspecto prismático de sus cajas rectas desprovistas de decoración; de hecho, los únicos volúmenes que destacan en el exterior de las iglesias vascas son las cabeceras, tanto rectas como poligonales, y los contrafuertes que señalan los tramos. En cuanto al interior, la mayoría buscaba transmitir la sensación de unidad espacial, predominando la escasez de capillas, las plantas de tendencia rectangular y el desarrollo de los soportes.

Por lo descrito, podemos deducir que la tipología religiosa aunque continúo siendo la más importante en número y trascendencia social, comenzó a tener en la arquitectura civil un importante rival, ya que ésta desarrolló una arquitectura cada vez más relevante. No obstante, en la arquitectura religiosa de este período, además de las iglesias de influencia renacentista, estudiaremos un nuevo tipo de iglesia que, aunque no constituye un estilo propiamente de Euskal Herria -ya que se creó previamente en Europa y se extendió por todo el norte de la Península-, conoció un inusitado despliegue por nuestro territorio, constatado en numerosos ejemplos conservados, y que conocemos con el nombre de gótico vasco.

Por territorios, aunque en número conoció un desarrollo similar en todos ellos, en importancia las zonas costeras destacaron por encima del resto. En relación con la tipología religiosa, Gipuzkoa y Bizkaia, continuaron con el esfuerzo de dotar a sus localidades de emblemáticos templos que sintonizasen con la pujanza económica y demográfica, mientras que Álava, Navarra e Iparralde entraron en una fase de declive en su actividad artística que se prolongó también en el barroco, ya que cubiertas la mayoría de las necesidades espirituales con edificios de anteriores períodos, las tres provincias quedaron estancadas, sin grandes avances, con un predominio de lo rural frente a lo urbano. En cuanto al estilo, la mayoría de las construcciones son de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII y están realizadas en estilo plateresco, el más decorativo de los que se desarrolló, y herreriano, posterior y más sobrio.

Entre los ejemplos a destacar, hay que mencionar las fachadas de carácter monumental que se construyeron en las iglesias de Elciego y Lapuebla de Labarca en Araba con esquema de arco de medio punto. En Navarra, también encontramos tres ejemplos de portadas significativas en las iglesias de Cáseda, Los Arcos y Viana, esta última con una magnífica portada realizada en el último período renacentista con forma en exedra encuadrada por un arco de triunfo. Sin embargo, la obra más singular de este estilo en estos dos territorios es el coro de la parroquia de San María de Agurain en Álava, obra clave del primer período del renacimiento plateresco en Euskal Herria; alzado sobre arcos apuntados rectos de sabor gótico, el coro de Agurain destaca por su bóveda de terceletes. En las iglesias de San Andrés de Estamona y la Asunción de Kanpezu en Álava también encontramos coros renacentistas. En cuanto a la arquitectura conventual, los monasterios de Roncesvalles, Fitero e Iratxe aprovecharon el primer período renacentista para construir sus claustros en sencillos estilos que denotan todavía la influencia del gótico. Respecto al resto de construcciones, encontramos iglesias renacentistas simples, tanto en estructura como en decoración, en las localidades navarras de Lerín, Larraga, Ziga, Ochagavía, Roncal, Milagro, Arguedas, Caparroso y Puente la Reina, y en las alavesas de Labastida y Oion.

En Iparralde también predominó la combinación de elementos góticos y renacentistas en iglesias pequeñas y sencillas, preferentemente construidas en el ámbito rural de la provincia de Zuberoa. Los dos elementos más característicos de estas iglesias fueron las galerías de madera, que se construían cuando aumentaba la población de las localidades, y la espadaña, formada por tres torres rematadas con una cruz en cada una de ellas y de mayor altura la del centro. Según las diferentes interpretaciones, la forma y la disposición de estas torres podrían simbolizar el calvario o la trinidad, aunque también pudieran ser producto de la influencia inglesa, ya que el territorio estuvo bajo dominio inglés durante diferentes períodos. Las iglesias de Gotogeño, Undureiñe, Altzuruku y Zalgiz responden a estos rasgos y conservan la característica espadaña.

Respecto a Gipuzkoa y Bizkaia, como ya hemos señalado, la prosperidad económica y demográfica de las dos provincias costeras posibilitó un desarrollo sorprendente en el número y la importancia de su arquitectura. En este momento, no sólo fueron las villas costeras las que adoptaron esta nueva corriente, tal y como ocurrió en el período gótico, sino que ahora son las localidades del interior las que, sobre todo, acogen esta nueva influencia al participar su nobleza en la administración estatal. De hecho, la primera localidad en la que encontramos ejemplos del estilo -Oñati, en Gipuzkoa-, fue la villa natal del mecenas de las obras que se realizaron, Rodrigo Mercado de Zuazola, obispo de Ávila y consultor de las Cortes de Castilla. En la iglesia de San Miguel de esta localidad guipuzcoana se construyeron en estilo renacentista tanto el claustro como la capilla de la Piedad. No obstante, la principal construcción religiosa de Oñati es el monasterio de Bidaurreta, que responde al esquema clásico de iglesia conventual con capillas bajas entre los contrafuertes.

En la tipología conventual, los tres proyectos más importantes se los debemos a un mismo tracista, fray Martín de Santiago, que siguiendo el modelo de San Esteban de Salamanca, proyectó los conventos dominicos la Encarnación de Bilbao y San Telmo de Donostia; de los dos, el que presenta un mejor estado de conservación es el de San Telmo, uno de los edificios más característicos de la arquitectura renacentista vasca. De gran sobriedad y sencillez tanto en su construcción y disposición de volúmenes, como por la ausencia de decoración respondiendo a un nuevo concepto del renacimiento más austero y depurado determinado por el Concilio de Trento, el monasterio destaca por su iglesia, en la que la cubierta de arcos ojivales y bóvedas de crucería combinada con los soportes cilíndricos ayuda a unificar el espacio interior, y por su claustro.

Entre el resto de las iglesias, en Bizkaia destacar las portadas renacentistas adoptando la forma de arco de triunfo añadidas a templos góticos en Nuestra Señora de Begoña, San Antón de Bilbao, Santa María de Portugalete y San Vicente de Abando en Amorebieta, y para finalizar, también merece señalar el claustro de la Colegiata de Ziortza en Markina-Xemein y la capilla del Santo Cristo en la iglesia de San Severino de Balmaseda, donde destacan las bóvedas estrelladas.

Por último, hay que destacar que el cambio de rumbo promovido por la Iglesia católica a través del Concilio de Trento trajo consigo la propuesta de un estilo arquitectónico más sobrio, solemne y monumental que conocemos como gótico vasco. Este cambio de rumbo propició en Euskal Herria la recuperación de modelos de iglesia del período gótico y la combinación de éstos con elementos renacentistas en los que se suprime la decoración. El resultado fueron unas iglesias de planta de salón -también llamadas columnarias- con tres naves, de gran altura, aunque sin diferencia entre las naves, con bóvedas de crucería, sin contrafuertes ni arbotantes en el exterior, y con columnas con capiteles que responden a los modelos renacentistas.

Las iglesias de este tipo se localizan en localidades de Bizkaia y, sobre todo, en Gipuzkoa, en villas que durante este período conocieron un importante aumento de su población, de ahí la tendencia a la unificación espacial, por razones de capacidad, visibilidad y acústica. Entre las numerosas iglesias que existen realizadas en este estilo destaca por sus excepcionales bóvedas vaídas con nervios artesonados la iglesia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia en Gipuzkoa. El resto, aunque más modestas, han conseguido convertirse en uno de los principales símbolos del paisaje arquitectónico vasco gracias a la verticalidad y su característico aspecto externo prismático. En Bizkaia hay que destacar las parroquias de Lezama, Elorrio, Guernica y Trucios, mientras que en Álava y Navarra sólo en las iglesias de San Vicente en Vitoria, la Asunción en Cascante y San Juan Bautista en Cintruénigo encontramos ejemplos realizados en este estilo. En cambio, es en Gipuzkoa donde el paisaje está continuamente salpicado por este tipo de iglesias; las más significativas se encuentran en Tolosa, Segura, Idiazabal, Azkoitia, Bergara, Hernani, Zumarraga, Eibar, Irun, Deba, Lezo, Oiartzun y Errenteria. Otra variante de este tipo de iglesia de espacio unificado y fábrica vertical lo constituyen las iglesias de una sola nave; edificadas principalmente en zonas rurales y conventos. La mayoría tienen una nave rectangular de dos o tres tramos marcados por contrafuertes y cerrada con cabecera recta u ochavada; en Gipuzkoa, Santa María de Soraluze, Santa María de Itziar y San Nicolás de Orio, son un ejemplo de estas iglesias.