Municipios

HENDAIA

El poblado primitivo. Como su lugar lo denuncia, Hendaya surge por imperativos topográficos marítimos y su fuerte por las necesidades estratégicas de la conquista de Aquitania por las tropas del rey de Francia. De 1305 es el documento (Goyheneche, 1968, "BSB"), por el que Vincent de Baudin, preceptor de la orden de Saint-Esprit de Montpéllier, cedía a Armand de Cassaubon, religioso de Saint-Esprit de Bayona, el priorato y hospital llamado de la Espada Roja de Santiago, en Hendaya, así como la parroquia de San Martín de Biriatu, con su peaje de Hendaya a Fuenterrabía y de Behobia a Irún. Ello acaecía por muerte del anterior prior Martin Diharse. Vemos pues aparecer en esta designación los dos elementos principales del camino de Santiago en la zona: el vado y el hospital de peregrinos ya mencionado en el Libro de Oro de Bayona en el s. XII. La navegación, la pesca y el comercio atrajeron a las primeras familias que se establecieron en el primitivo puerto. Al lado de éste se alzó la torreta denominada en los planos Munjunito, desafectada ya en 1609. Durante las guerras hispanofrancesas y de reconquista de Navarra se alzó otra torre, algo más lejos, que en 1664 fue reforzada con cañones servidos por 30 soldados reales. Había una capilla en el fortín, colocada al extremo del río Bidasoa, que se alzaba frente al célebre fuerte de Fuenterrabía. Estaba defendida por una guarnición de veteranos. El servicio religioso, así como en el fuerte de Socoa, estaba confiado a los Padres Recoletos de Ziburu. Alrededor, pues, de este fortín y del puerto se concentró una población estable, en terreno de Urruña. La zona presentaba un vado que no tardó en concentrar el interés de la población, tanto estable como itinerante. Por este vado volvió, en 1526, Francisco I tras su encierro madrileño. Las querellas con los ondarrabitarras fueron frecuentes, en especial a partir del s. XVI, al convertirse la zona vadeable en frontera de Castilla y Francia. Por otro lado, al crecer la población, los hendaiarras quisieron contar con cierta autonomía que se tradujo, como primera providencia, en iglesia independiente de la de Zubernoa. Después de numerosas gestiones hechas ante el obispo, ante el señor de Urtubia (señor de Urrugne), el párroco de Urrugne y ante la municipalidad de esta última comuna, se acabó por obtener la autorización para construir una pequeña capilla en 1598. Los hendaiarras la hicieron grande y la decoraron con los escudos reales de Francia y de Navarra. Fue dedicada a San Vicente, obispo de Dax y más tarde a San Vicente diácono de Huesca. En 1644, Mgr. d'Olce, obispo de Bayona, aprobó la hermandad de pescadores establecida por el P. Berrogain. El mismo prelado erigió la capilla en parroquia hacia 1646. El párroco era nombrado por el vizconde de Urtubia. El perímetro de la nueva parroquia, que estaba lejos de llegar hasta el antiguo castillo de Iranda, era muy restringido pero bien poblado. No tardó en convertirse en un burgo célebre por sus aguardientes, por su comercio y por sus marinos.

La emancipación municipal de 1654. Los hendaiarras insistieron repetidas veces en su pretensión de separarse de Urruña. Algunos de los derechos reivindicados fueron concedidos por el Parlamento de Burdeos en 1603 y 1630. El 20 de mayo de 1654 la regente del reino, Ana de Austria, satisfizo los deseos de la localidad al otorgarles la capacidad de regirse por un alcalde y cuatro ediles. La carta en la que ratifica todos los puntos presentados por los hendayeses (Arch. Gironde, I, B, 27) es la siguiente: "Les manans et habitans de Hendaye nous ont fait remontre. que lad. paroisse ayant cy devant composé un seul corps et une mesme communauté avec celle d'Urrugne, elle aurait durant l'espace de plusieurs années joui concommitamment avec lad. communauté d'Urrugne de plusieurs privilèges, droits et franchises concédés à l'une et à l'autre des deux paroisses spécialement de certains estatuts, octroys. réglementx et police qui leur furent accordés en 1809 par Henri le Grand... Et bien que depuis quelque temps lesd. paroisses ayant été séparées les exposants n'ont néantmoins laissé de vivre sous los mêmes statuts. A présent pour mieux marquer lad. séparation ont désiré avoir leurs estatuts et privilèges distincts ct séparés, lesquels, à ces fins, ils ont soubz, nostrc bon plaisir dressé et arrêlé entre eulx en leur acte d'assemblée du 20 May derníer". Por esta convención con la comunidad de Urrugne, ésta obtuvo una ampliación del territorio. Fueron colocados mojones con la letra U y la letra H siguiendo una línea regular, aunque las dificultades del reparto de las tierras comunales subsistieron durante mucho tiempo.

La conquista del territorio municipal. El primer territorio al que accedieron los hendayeses fueron las islas cubiertas de juncales situados en el Bidasoa (Joncaux). Ello ocurrió como consecuencia de la parte activa que tomaron sus habitantes en el desbloqueo de la isla de Re en 1627. Luis XIV confirmó en 1668 estos derechos, otorgando además el de la exclusividad de derecho de peaje, tanto frente al hospital de Santiago como frente a Fuenterrabía y el derecho de navegación y pesca en la mitad derecha del río, derecho confirmado en el tratado de Madrid de 1685.

También se encuentran indicios de brujería en Hendaye a principios del siglo XVII. Se hacían akelarres e incluso se afirmaba que había tenido lugar en esta localidad una asamblea general de brujas en la que hablan participado 12.000 personas.

El fuerte de Hendaya a finales del siglo XVII. Las guerras del s. XVII pusieron de manifesto la endeblez de la defensa montada. Dice Froidour en su viaje de 1672: "El fuerte de Hendaya, hablando con propiedad, no es más que una palomera, una torre cuadrada sin más. Al fondo, un cuarto para las municiones, arriba un cuarto de oficiales, más arriba otro para los soldados. En lo alto una plataforma con cuatro garitas para cañones. Abajo, por el lado del río o del mar hay una pequeña plataforma con un cañón que mira a Fuenterrabía a modo de vigía para ver lo que pasa". En 1680 a esta torre se añadieron otras dos más ligeras y otras edificaciones que Vauban reconoció en 1693, en la pequeña eminencia denominada Belzenia, lugar en el que hoy se alza el monumento a los caídos en la Gran Guerra. Este fuerte fue desmantelado en las postrimerías del período napoleónico, de la misma forma que las baterías instaladas en 1757 en Larretxea y en 1788 (Armatondo) en Nekatoenia, ambas en término de Urruña.

Casas antiguas en los archivos. Las referencias más antiguas citan a las siguientes casas:Agorreta1709 Agerrea1712 Ansoborlo1697 Antsoenia1750 Aragorri1672Asporots1451 (Arch. Départ.) Asporotstxipi1678 Asporrots-errota1756 Berrecoetxea1785 Txurienea1711 Errondenia1703 (ou Herrandorenia) Fagadi1650 Gastainaldea1655 Haizabea1691 Irandatz1149Laparka1672 Lizardi1642Mariezabalenia1772 Molérés1672 Olasso1697 Oriotz1645 (Ocio, 1667) Pohotenia1680 Saskorenia1746 Sendotegy1786 Sopite1738 Se citan igualmente, pero sin fecha: Domintxorenea Jongotxoenea.

Durante el período revolucionario estuvo a la cabeza de la parroquia Dominique Galbarret de Hendaya que se negó a publicar el mandamiento del obispo constitucional Sanadon y a prestar el juramento cívico. Gaibarret no dudó en descalificar, en nombre del obispo legítimo de Bayona, a Gauteranne, ex-recoleto de Ciboure, que de capellán del fuerte de Hendaya había pasado a ser párroco constitucional de la villa. Esto ocurrió a finales del mes de marzo de 1791. El ex-religioso fue reemplazado por el abad Dithurbide, ex-párroco constitucional de Ciboure que más tarde fue empleado en el hospital del ejército de los Pirineos Occidentales. Galbarret y su coadjutor, Pierre Vincent Camprand de Hendaye, pasaron al exilio desde donde ejercieron sus funciones sacerdotales clandestinamente. Los revolucionarios se llevaron de la iglesia, entre otras cosas, una cruz de plata, dos lámparas y un incensario. El 23 de abril de 1793, Zubernoa y el fuerte de Hendaye son arrasados desde el fuerte de Fuenterrabía. Al entrar en Hendaye las tropas mandadas por el general Ventura Caro, ocupan el siguiente material:1 cañón de calibre 30" 5 cañones de calibre 24" 6 cañones de calibre 18" Muchos morteros. Bastante munición. Los "cazadores vascos" se hallaban concentrados en la frontera de la Baja Navarra. Al tener noticias de la toma del fuerte y del incendio de la villa, furiosos, tomaron las armas para ejercer represalias en Fuenterrabía. Los generales franceses acompañaron a sus tropas con sus propias gentes. Pero los asaltantes tuvieron que contentarse con hacer saltar los contrafuertes del fuerte, sin destruir la villa. En cuanto a Hendaya, la ciudad tardó mucho en reponerse del golpe. La iglesia incendiada no pudo ser reconstruída hasta 1807; el servicio religioso se llevó a cabo en una capilla. El priorato de Zubernoa fue demolido. Invadida la península ibérica por las tropas napoleónicas, las hostilidades interestatales se reemprenden pillando nuevamente al País Vasco de ambos estados en tenaza. El día 6 de junio de 1811 una partida de guerrilleros, formada por 1.000 hombres a pie y 50 a caballo, pasa la frontera de Behobia y se dirige a Hendaya, donde se apodera de diversos papeles y de dinero depositados en el edificio de la aduana, marchándose después en dirección a Urrugne. El 10 de octubre de 1813 el alcalde de San Juan de Luz informaba al prefecto de cómo el enemigo había cometido todo tipo de horrores en Hendaya por segunda vez, que esta villa conocía ya una triste suerte... pero que la conducta del enemigo haría tomar las armas a todo el mundo; por otro lado el enemigo se informaba de la conducta de los habitantes, pues parecía temer el que éstos se sublevasen. El mariscal Soult guarnicionó las cumbres de la Zona en vano, ya que Wellington pasó de largo ahorrando a Hendaya nuevos sufrimientos. Sin embargo, en la villa sólo quedaban 50 personas, entre las cuales el célebre corsario Etienne Pellot, que tras la guerra y hasta 1826 fue alcalde de la misma y el responsable de levantarla otra vez sobre sus ruinas.

La disputa con Urruña. Entre 1830 y 1867 la empobrecida comuna hendayesa sostuvo un litigio sobre su única fuente de recurso agrícola, los Joncaux. Estos habían sido objeto de reglamentación interna en 1826, instituyéndose cuándo, quiénes y cómo debían de disfrutar de estas tierras. El 19 de febrero de 1867 los tribunales no sólo dieron la razón a los porteños, sino que les atribuyó 180 Has. más del término de Urruña.

La llegada del tren y los bañistas. La llegada a mediados del siglo XIX de la emperatriz Victoria Eugenia y de su esposo Napoleón III a la costa vasca iba a revolucionar a ésta. Las consecuencias todavía son mayores en Hendaya, en la que la fecha de establecimiento del primer complejo de baños -1864- coincide con la llegada de la vía férrea desde París y la implantación de la estación internacional del Chemin de Fer du Midi. Desde este momento comienza la recuperación de tierras al mar, la llegada de funcionarios y bañistas, el nuevo comercio y la rápida multiplicación de la población estable, en la que, a duras penas, sobrenadan los apellidos de raigambre local. En 1873 el camino de Belzenia a Ondarraitz es convertido en carretera transitable para vehículos rodados, uniéndose así la villa y la playa por medio de línea regular.

Las convenciones francoespañolas. Estas convenciones tienen por objeto el regular la convivencia de la zona fronteriza, en especial Hendaya y Fuenterrabía. La de 1856, ratificada tres años más tarde, especificaba que: 1. La frontera no se halla en medio del río sino en la mitad del canal más profundo. 2. Las aguas son francoespañolas. 3. Se instituye una Comisión Internacional de los Pirineos para afrontar los litigios, corriendo a cargo del comandante de la Estación Naval del Bidasoa la representación de Francia. 4. El derecho de pesca sólo pertenece en exclusiva a los ribereños. Esta convención, con mayores precisiones, fue confirmada en 1886, 1894, 1908, 1924 y 1954. La Estación fue establecida en Hendaya, llegando a dirigirla, años más tarde, Pierre Loti (Julian Viaud).

D'Abbadie, residente y alcalde. En la segunda mitad del siglo, en plena transformación de la Zona, el folklorista D'Abbadie decidió situar su castillo gótico, erigido por Viollet-le-Duc, en el promontorio de Aragorry de Hendaya. Dueño de una poderosa fortuna que administraba con largueza, Abbadie no tardó en ser elegido alcalde de la villa, ocupando este cargo de 1871 a 1875. Durante estos años -los de la segunda guerra carlista, cuyos exiliados llegan a Hendaya como a otras localidades laburdinas- se desarrolla un fuerte contrabando que Abbadie trató infructuosamente de frenar y que había de convertirse en legendario.