Tolosa y la batalla acaecida en 1321 en el lugar de Beotibar, poseen un gran lazo de unión con la danza tradicional que nos ocupa, la llamada Bordon edo Pordon dantza. También conocida como Alagai dantza, Galayen dantza o Sardai dantza.
Según parece, su extensión geográfica también se ceñía a otras localidades del Beterri de Gipuzkoa (Hernani, Urnieta, Alegría de Oria, etc.) y en cuanto a su estado actual, podemos indicar que es fruto de una paulatina estratificación coreográfica y estructural debida al paso del tiempo.
La Bordon dantza se asocia, hoy en día, a la villa de Tolosa y en concreto, esta íntimamente unida a la festividad de San Juan (24 de junio) que se celebra todos los años en la citada localidad con carácter de fiesta grande. Históricamente, no sólo se circunscribía a dicha celebración festiva, sino que se ha utilizado también con motivo de visitas ilustres u otros acontecimientos.
Como hemos indicado la batalla protagonizada por los guipuzcoanos contra los navarros, en el limite de las provincias Gipuzkoa y Nafarroa y a cuenta de un litigio territorial, que enfrento a ambos bandos en la batalla de Beotibar. Dicho conflicto armado se cifra el 19 de setiembre de 1321. Donde, en los días previos (13 de setiembre), el entonces gobernador navarro D. Ponce de Morentain efectuó una incursión de castigo en territorio de Gipuzkoa para resarcir, la toma del castillo de Gorriti por parte de las huestes guipuzcoanas y castellanas. En esta ocasión, el ensañamiento de éste supuso la quema de la localidad de Berastegi y de los bosques del entorno de Tolosa. De este modo, ambos bandos se enfrentaron de nuevo en las cercanías de río Berastegi y el campo de Beotibar. Allí, los guipuzcoanos a las ordenes Gil López de Oñez derrotaron a los navarros y les hicieron huir hacía Nafarroa. Por ello, según cuenta la voz popular, los guipuzcoanos volvieron bailando la Pordon dantza y cantando los siguientes versos:
Milla urte igarota;
ura bere bidean
gipuzkoarrak sartu dira,
Gazteluko etxean
nafarrakin batu dira,
Beotibarren pelean.
Actualmente, los conocidos como bordon dantzaris" son 16 mozos y van unidos mediante alabardas o bordones , bajo la dirección de un capitán (buruzagi). Todos ellos flanqueados en la delantera y trasera por 8 banderillistas, armados de sendos espontones . Es decir, el cortejo dancístico se ordena de la siguiente forma: 4 banderillistas delanteros, capitán sujetando las puntas de cuatro alabardas, los 16 bordon dantzaris ordenados en cuatro filas y enlazados por sus correspondientes alabardas y cerrando el grupo, otros 4 banderillistas. Siempre a los sones de la banda de txistularis con los que recorren los diversos escenarios donde realizan sus ritualizadas evoluciones, a lo largo de la singular festividad de San Juan.
El cortejo cívico y en ocasiones, también religioso que encuadra o no al grupo de danzantes, varía según el día y los momentos del ritual. Así el día 23 junio a la tarde, los txistularis junto a los clarineros encabezan el cortejo, le sigue la corporación municipal en dos filas (éstos van vestidos con amplia capa negra, bastón y sendos medallones) que es encabeza por un concejal (con adorno floral en sus manos), les siguen dos maceros y dos alguaciles. En la fiesta matinal de San Juan, se les suman los danzantes y varias compañías de escopeteros y ya por la tarde, la secuencia procesional se abre con los txistularis, el amplio grupo de bordon dantzaris, la banda municipal y la citada corporación municipal.
Los bordon dantzaris visten desde hace unos años con pañuelo blanco en la cabeza, amplia camisa y calzón de lino del mismo color. Tercian el pecho con una banda roja y en la cintura llevan faja (gerriko) encarnada. El calzón a la altura de la rodilla se sujeta por ligas rojas con borlas (dantzakordak). Usan media calada de punto blanco y sobre las pantorrillas portan cuero con cascabeles (zintzarriak) y calzan alpargatas blancas con cintas rojas. Capitán y banderillistas se diferencian de los demás, ya que tercian dos bandas rojas en sus pechos.
El ritual de la víspera de San Juan se inicia con la obligada asistencia de la corporación municipal a "Completas" de Arramele, al final de la jornada y previo, al encendido oficial de las tradicionales hogueras conmemorativas del solsticio de verano, sobre dichos fuegos la gente acostumbran a realizar los típicos saltos purificadores.
Al día siguiente, festividad de San Juan, a primeras horas de la mañana las calles, portales y balcones aparecen adornadas con las consabidas enramadas vegetales de San Juan. Los festejos oficiales se inician con una procesión matinal (sobre las 10 horas) y donde los dantzaris interpretan el denominado Zortziko de San Juan y para el cuál, no utilizan herramienta alguna. En dicho recorrido acompañan al susodicho cortejo cívico-religioso y a su vez, son acompañados por compañías de gentes armadas que van lanzando salvas de honor, en diversos puntos del recorrido.
Ya por la tarde (en torno a las 16 horas), el grupo de bordon dantzaris con sus singulares herramientas se concentran frente a la casa Consistorial para acompañar a la corporación municipal en sus recorridos vespertinos. Señalar que a lo largo de su periplo ritualizado, éstos van precedidos por el concejal más joven y que en sus manos enguantadas, porta una espada o espadín adornada de modo exuberante a partir de claveles rojos y blancos.
En esta ocasión, inician su andadura desde el consistorio hasta la Parroquia de Santa María donde acuden a "Vísperas" y de aquí, se dirigen a la Basílica de San Juan de Arramele, donde asisten a "Completas" y de allí, vuelven al Ayuntamiento. Luego, tras la corrida de toros, el cortejo municipal sale de su sede para asistir a la ceremonial Gizon dantza edo Esku dantza en el Prado Grande de Igarondo.
La Bordon dantza se ejecuta a la salida de los oficios religiosos y al final de ese recorrido, frente a la corporación municipal situada en la balconada del edificio consistorial. En las entradas y salidas de los mandatarios locales, el grupo de danzantes forma el clásico puente de autoridades con sus peculiares herramientas. Dicha danza otorga el protagonismo (como podemos ver, en general, la Ezpata dantza en Gipuzkoa) a los miembros destacados, es decir, al capitán y al cuarteto de banderillistas tanto delanteros como zagueros. Difiere de ésta, en que, la coreografía de la Bordon dantza se caracteriza por ser una danza que se baila a los dos frentes. Por lo demás, sus figuras estructurales y coreográficas son muy similares a la generalizada Ezpata dantza de toda Gipuzkoa.
Danza tradicional que presenta una amalgama de contextos diversos, a los cuales de una forma más o menos directa se asocia. En principio, tiene una relación directa con la festividad solsticial de San Juan y a todos los rituales que caracterizan a dicha fecha y de ese modo, podemos ver que en torno a la celebración festiva las típicas hogueras, enramadas protectoras, oficios y rituales de religiosidad católica y los consabidos alardes o revisión de armas. Quizás por todo ello, ese nexo de unión con la traída y llevada batalla del lugar de Beotibar y donde, tanto la formación y herramientas de los bordon dantzaris o las singulares compañías de naturales en la mentalidad popular evocan o sugieren de forma machacona ese hecho histórico.
Por otro lado, en lo referente a su estructuración y el enlace de los participantes, no se diferencia de las traídas y llevadas danzas de espadas que se extienden por toda y Europa. Asemejándose a la clásica Ezpata dantza que se ejecuta en toda Gipuzkoa e incluso, en el este de Bizkaia o norte de Nafarroa. Al menos, en las líneas coreográficas no hay grandes diferencias y en las melódicas, tampoco. Es decir, no deja de ser una danza propia para acontecimientos festivos singulares (ahí están o han estado, las danzas de espadas o de varapalos características de contextos tan dispares como la festividad del Corpus Christi, procesiones y romerías de devoción mariana o patronal, celebraciones festivas principales o agasajó local a ilustres visitadores), no exenta de cierto carácter militar o de milicia popular y adornada de un pomposo ceremonial o de un cariz señorial. Pero, a mi entender, sin muchos visos de poderla asociar a un acontecimiento puntual o concreto como es la batalla de Beotibar y sí, en cambio, condensa en su devenir una serie de modificaciones o variaciones que están más acordes con la estética popular de cada momento.