Territorios

Bizkaia. Historia

El buen desarrollo del trámite parlamentario del Estatuto Vasco había llevado a los políticos del Partido Nacionalista Vasco, desde abril de 1936, a confiar más en las instituciones republicanas, y menos en las derechas españolas esencialmente unitarias. Ya desde 1934 los líderes del PNV habían expresado su oposición a cuanto pudiera suponer restauración monárquica o dictadura. La insurrección militar del 18 de julio de 1936 no se produjo en Bizkaia, y en su capital Bilbao, tanto por la acción de José Echevarría Novoa, Gobernador Civil, como por la actitud gubernamental de las autoridades militares, la fuerza del PSOE y la actitud de los dirigentes del PNV.

Al producirse la insurrección militar los nacionalistas vascos de Bizkaia, después de regresar de una reunión en San Sebastián, el 18 de julio, con los Consejos de Álava y Gipuzkoa, adoptaron la decisión de "caer al lado de la Ciudadanía y la República, en consonancia con el régimen democrático y republicano que fue privativo de nuestro pueblo [...]". Los testimonios sobre los primeros días de la guerra son confusos y en ocasiones contradictorios, como corresponde al período inicial de una guerra civil llena de indeterminaciones. El desarrollo de la contienda hizo que los nacionalistas vascos se reafirmaran en su actitud. En los primeros momentos, su apoyo a un débil gobierno republicano no fue incondicional; entre otros motivos, porque la guerra les ofrecía la posibilidad de demostrar que el País Vasco era una realidad distinta de España. En Bilbao se puso en marcha, un Comisariado para la Defensa de la República. Posteriormente, el 12-VIII-1936, se constituyó la Junta de Defensa de Bizkaia, integrada por los partidos políticos y sindicatos leales a la República; en ella había dos miembros del Partido Nacionalista Vasco. Mientras en Gipuzkoa se pudo hablar de una quiebra del orden político, la situación en Bizkaia era relativamente pacífica, aunque no dejaron de producirse hechos que supusieron una fractura de la justicia, como algunos asesinatos en barcos-prisión o en cárceles.

La formación del Gobierno Largo Caballero, el 4 de septiembre, llevó consigo el intento de un mando militar único "en el teatro de operaciones del Norte" y la apertura de negociaciones del Gobierno de la República con el Partido Nacionalista Vasco, para la incorporación de un nacionalista vasco al Gobierno de Madrid. El acuerdo consistió en la incorporación de Manuel Irujo al Gobierno, como Ministro sin cartera, y la aprobación del Estatuto Vasco por las Cortes de la República (1 de octubre). El acuerdo hizo posible la formación del Gobierno provisional del País Vasco (7 de octubre) presidido por José Antonio Aguirre, que sería también Consejero de Defensa. Se trataba de un gobierno de coalición en el que había miembros del PNV, un miembro de Acción Nacionalista Vasca, socialistas, un comunista y miembros de otros partidos republicanos.

Las acciones militares se estabilizaron en Bizkaia hacia el 7 de octubre de 1936. A partir de ese momento, se inició un período de paz en el que el Gobierno vasco realizó un notable esfuerzo ejecutivo, legislativo, de abastecimientos y militar. Aguirre constituyó el 27 de octubre de 1936 el Ejército de operaciones de Euskadi disponiendo la militarización de las milicias de voluntarios, de forma que todas las unidades y Cuerpos de Ejército que operaban en el País Vasco quedaban bajo su autoridad como Consejero de Defensa de Euskadi. Esta decisión dio lugar a unas relaciones muy difíciles con el General Llano de la Encomienda encargado del mando del Ejército republicano del Norte. A finales de noviembre de 1936 el ejército de Euskadi desencadenó una ofensiva, básicamente en la provincia de Álava, que terminó sin éxito. El Gobierno vasco intentó poner en marcha una política social avanzada instaurando un sistema de coadministración, y un sistema de traspaso de tierras a los cultivadores; trató de mantener un orden público sin quiebras -no obstante algunos lamentables sucesos (4-1-1937)- y puso en marcha la Facultad de Medicina de la Universidad Vasca. El Gobierno vasco garantizó la libertad del culto católico y la libertad religiosa en el territorio bajo su autoridad. El Presidente del Gobierno Vasco José Antonio Aguirre entendía que se luchaba "por la liberación nacional" y "por la liberación social". La ciudad de Bilbao tuvo que padecer bombardeos, y a partir de abril de 1937 se incrementaron las dificultades en alimentos.

La guerra civil en el País Vasco tenía notable importancia desde el punto de vista internacional. En Bizkaia se enfrentaban católicos nacionalistas vascos con católicos nacionalistas españoles lo que ante la opinión pública internacional se presentaba como un desmentido del carácter religioso de la guerra de España. Desde el principio de la guerra, la Santa Sede estuvo interesada en conseguir una paz justa, por separado, para los nacionalistas vascos. A este deseo de intervención de la Santa Sede se unía el intento del PNV, y en la medida de lo posible del Gobierno Vasco, de lograr una cierta personalidad internacional para el País Vasco. Ello llevó a intentar la protección o una cierta mediación de Gran Bretaña, y más tarde a aceptar la mediación del Reino de Italia.

Por otra parte, las relaciones del Gobierno vasco con el Gobierno de la República no fueron fáciles ya que tenían que hacerse realidad conjugando una doble contradicción ideológica: la oposición de la República española al hecho religioso y la oposición del Gobierno de la República a los objetivos últimos del Partido Nacionalista Vasco. De hecho se puede hablar de una confianza imposible entre el Gobierno de la República y el Gobierno Vasco. Esta realidad no puede hacer olvidar que aproximadamente un tercio del electorado vasco había votado a la unión de socialistas, izquierdas republicanas, comunista, etc., y que luchaban por la República española antes que por la configuración de un orden nacionalista vasco, y que eran muchas las diferencias que les separaban de los militantes del PNV.

Para probar la lealtad del PNV, el mando militar republicano hizo que dos brigadas nacionalistas vascas participaran en una ofensiva sobre Oviedo iniciada, por el Ejército de la República, el 21 de febrero de 1937. La importancia de este hecho radicó en que la ayuda se produjo a la vez que el Gobierno vasco se enfrentaba a una notable falta de divisas para la adquisición de material de guerra, acción en la que recibía una ayuda limitada del Gobierno de la República. Las operaciones de Asturias se saldaron negativamente para el Ejército de la República. Esto llevó consigo que las relaciones entre el Ejército republicano del Norte y el Gobierno vasco empeoraran. Ante esa situación, a finales de febrero de 1937, Francesco Cavalletti, cónsul de Italia en San Sebastián, entrevió que el Gobierno de Italia podía iniciar una mediación ante los nacionalistas vascos que permitiera una paz por separado en el norte. Cavalletti llegó a conocer a algunas personas, próximas al nacionalismo vasco, que le podían servir de enlace.

El inicio de la ofensiva de Mola el 31 de marzo de 1937 fue el comienzo de un final lento de una guerra lenta. Mola disponía de unos 78 batallones, contando la reserva del Cuerpo de Tropas Voluntarias de Italia, y 200 piezas artilleras, mientras que el Cuerpo del Ejército Vasco disponía de 63 batallones y 152 piezas artilleras. Sin embargo, el punto más débil del Ejército republicano del norte y del Cuerpo de Ejército Vasco eran sus fuerzas aéreas, muy inferiores a las fuerzas del Ejército nacionalista español. El día 31 de marzo se produjo el bombardeo de Durango y a las acciones militares en tierra se unió el intento de bloqueo del puerto de Bilbao, que era efectivo salvo cuando, como afirmó Eden, la Marina real inglesa echaba una mano.

La segunda fase de la ofensiva nacionalista española sobre Bilbao se inició el 20 de abril. Según Ramón Salas Larrazabal a finales de ese mes de abril se enfrentaban 76 batallones del Cuerpo de Ejército Vasco con 63 de Ejército de la España nacionalista. En aviación la supremacía de los nacionalistas españoles era total. El día 23 de abril se produjo una importante ruptura militar en las filas vasco-republicanas. La situación militar era casi de quiebra total para el Ejército vasco, que se sentía abandonado por el Gobierno de la República. Es en ese contexto en el que hay que situar las gestiones de las autoridades del Partido Nacionalista Vasco para conseguir una paz por separado. Los aspectos claves eran: respeto a la vida y propiedades de las personas y la posibilidad para los dirigentes de marchar al extranjero. El día 25 de abril, coincidiendo con la situación de fractura del frente vasco, desde la Embajada de Italia en Salamanca se hizo llegar a Roma una propuesta de condiciones, aceptadas por Franco, para la rendición del Bilbao. Podían ser utilizadas por los mediadores italianos. Sin embargo, el 26 de abril la aviación italiana y alemana al servicio de la España nacionalista, bombardeó la villa de Gernika, que padeció un terrible incendio, y a causa del bombardeo fallecieron más de doscientas personas. El bombardeo de Gernika fue un hecho terrible en todos los aspectos: bombardeo de una ciudad indefensa, muertos, visión por parte de los nacionalistas vascos y los vascos republicanos del Ejército de Franco como un ejército exterminador, y por tanto desconfianza ante unas posibles condiciones de paz, y por parte de Franco negación del incendio consecuencia del bombardeo, o negación por parte de los servicios de la España nacionalista del bombardeo de la ciudad.

A partir de la propuesta de mediación enviada a finales de abril se abrieron dos líneas de acción: una acción mediadora llevada por la Santa Sede que envió a José Antonio Aguirre un telegrama con ocho condiciones para la rendición del Bilbao, condiciones razonables dada la mentalidad de Franco y lo que supone una guerra; y un intento de mediación del Reino de Italia que tuvo como una de sus consecuencias la oferta hecha por Cavalletti a Aguirre, el 11 de mayo, a través del sacerdote Alberto de Onaindía, y que Aguirre rechazó al afirmar que para los vascos no existía la palabra rendición. Aguirre, por su parte, dio por desconocido el telegrama que le envió el Cardenal Pacelli. Si oficialmente pudo no llegar a recibirlo, sí conoció su existencia y contenido, pero además de no aceptar la posibilidad de rendición, la situación política general había variado: se había producido una crisis de Gobierno en Valencia. Indalecio Prieto había pasado a ser Ministro de Defensa, y había prometido ayuda a Bizkaia, y Manuel Irujo había sido nombrado Ministro de Justicia. Además, José Antonio Aguirre se había hecho cargo del mando del Ejército vasco y había conseguido detener la ofensiva nacionalista española. Por ello, optó por mantenerse en la lucha con la seguridad de que la ayuda del Gobierno de la República le llevaría a detener la ofensiva.

Sin embargo, la decisión de Aguirre de no aceptar la mediación del Reino de Italia fue lo que llevó a Juan Ajuriaguerra, según el testimonio de Jesús María de Leizaola, a recabar para sí la responsabilidad de las negociaciones con los italianos. El objetivo era conseguir que los soldados vascos, los gudaris, no fueran tratados como rebeldes. Aguirre debía ser ajeno a esas negociaciones para poder concentrarse en la dirección de la guerra. Sin embargo, el Gobierno de la República nombró, el 1 de junio, al General Garmir Jefe del Cuerpo de Ejército del País Vascongado; era de derecho una autoridad militar no dependiente de Aguirre. El 23 de mayo se había reanudado la ofensiva del Ejército nacionalista español, que el día 12 de junio rompió el Cinturón defensivo de Bilbao; la resistencia se hizo muy difícil. Desde hacía casi un mes, la moral de combate de las unidades nacionalistas vascas del Cuerpo de Ejército vasco se había deteriorado mucho. El 16 de junio, las autoridades militares y civiles, acordaron a propuesta de Leizaola la evacuación de la ciudad, la destrucción solamente de cuanto exigiera lo militarmente razonable, y no dinamitar la industria y las edificaciones. Por su parte Ajuriaguerra hacía llegar a los militares italianos, que negociaban la mediación, que los gudaris estarían en Bilbao hasta el último momento si los italianos garantizaban el respeto a la vida de la población civil. Luis Ruiz de Aguirre ha hablado de un "pacto de Bilbao" y Leizaola escribió: "El diputado abertzale J.M. Lasarte me trajo a Bilbao el último mensaje oral italiano de la serie. Al cual di, claro está, respuesta en el acto."

Las tropas de Franco entraban en Bilbao el 19 de junio. Unos seis batallones de gudaris habían permanecido en la ciudad para garantizar el orden y evitar la destrucción de industrias. A partir de esa fecha se intensificaron las negociaciones entre los nacionalistas vascos y militares italianos para llegar a una rendición en forma de operación militar; la difícil realización de ese objetivo desembocó en la capitulación del Ejército vasco en Santoña a finales de agosto de 1937. Las unidades nacionalistas vascas, una vez perdido Bilbao, carecían de motivos de lucha. En estas líneas se ha hecho referencia a algunos hechos militares básicos, o cuestiones de política internacional o interna de la República española que dan una idea de la complejidad de decisiones que planteó la guerra civil en el País Vasco. Esto no debe hacer olvidar lo que supone una guerra, y más una guerra civil, de fractura de una sociedad y de padecimientos de la población civil. Una guerra entre hermanos, como fue la guerra civil en el País Vasco, deja unas heridas sociales muy difíciles de cerrar. Por eso, no es extraño que testigos o protagonistas desapasionados de aquellos hechos llegaran a afirmar que sería necesario el paso de varias generaciones para soldar la fractura social que había supuesto la guerra civil.

Las autoridades de la España nacionalista promulgaron el 23 de junio un decreto que abolía el régimen concertado con las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia. Comenzaba una política que tendía a extirpar toda acción que supusiera una expresión de nacionalismo vasco. De hecho se iba a producir un anquilosamiento de las posibilidades políticas de los vascos tradicionalistas y monárquicos que habían apoyado al alzamiento militar. La capacidad de acción política entre los vascos partidarios de Franco fue muy limitada. A esto hubo que unir la represión, en parte mitigada, por la acción de la Santa Sede, Italia y Gran Bretaña. Además, el tono general de la vida de España, hasta 1939, estuvo determinado por el deseo de finalizar la guerra y poner en pie un nuevo orden político autoritario, tradicionalista, católico y fuertemente unitario, que erradicara los nacionalismos.

FML

La Guerra Civil desencadenada en 1936 incidió de forma importante en todos los ámbitos, públicos y privados, de la vida social. Las mujeres tuvieron que desarrollar su actividad principal, el trabajo doméstico, en unas condiciones muy difíciles, debido al racionamiento y a la movilidad del frente; y en Bilbao los problemas de abastecimiento se agravaron con la presencia de más de 100.000 refugiados, llegando a escasear el carbón, el pan, la leche y la carne. En cuanto a su actividad pública, las repercusiones de la guerra sobre las mujeres fueron muy diferentes según su posición en el conflicto.

  • Facciosas.

Fracasado el levantamiento militar, y controlada Bizkaia durante el primer año por el sector republicano, fueron silenciadas durante ese tiempo todas las organizaciones de mujeres vinculadas a los sublevados, y algunas de sus afiliadas fueron detenidas. Las mujeres de este sector centraron su actividad en esta época en la atención a los presos de ambos sexos y en la colaboración en tareas de resistencia. Esto último daría lugar a acusaciones de espionaje, tres de las cuales concluirían con sendas condenas a muerte. Estas condenas no llegarían a cumplirse. Fueron indultadas por el Gobierno Vasco tras la mediación de las mujeres nacionalistas. Pocos días después de su constitución éste había liberado, además, a todas las presas existentes en Bilbao a raíz del levantamiento del ejército. Según el diario Euzkadi habían sido liberadas 178 presas, con la esperanza de que, en contrapartida, fueran también puestas en libertad las que los sublevados retenían. Esta esperanza, sin embargo, resultaría frustada.

  • Nacionalistas.

Las mujeres vinculadas a los partidos políticos leales al gobierno, por su parte, pusieron sus organizaciones al servicio de la defensa del régimen republicano, y su contribución se hizo notar especialmente en ámbitos tan importantes como la sanidad, la asistencia social y la confección de ropa para el frente. Entre estas organizaciones, seguía siendo Emakume Abertzale Batza la que contaba en Bizkaia con la afiliación más numerosa y con una infraestructura que resultó muy útil en las nuevas circunstancias. Su organización de enfermeras, Euzko Gexozañak, creada en Bilbao en 1934, acudió a los hospitales desde el comienzo de la guerra, e integrada en la organización médico-sanitaria Euzko Gexozain Bazpatza, pasaría a depender, primero, de la Comisaría de Sanidad de la Junta de Defensa de Vizcaya y, más tarde, del Departamento de Defensa del Gobierno Vasco. Su organización de Asistencia Social, junto con los comedores creados en 1932 para los obreros en paro de STV, ayudó a cubrir las necesidades que surgían en la retaguardia, multiplicadas dramáticamente con la llegada a Bilbao de los refugiados. Y sus talleres de costura contribuyeron, no sólo a surtir de ropa a los gudaris, y de banderas a los batallones, como hicieron las mujeres de otras organizaciones, sino también de ornamentos sagrados a los capellanes de los batallones vascos. A diferencia de las mujeres laicas y de las adscritas a los partidos obreros, las nacionalistas vascas confesionales, la mayoría de las cuales estaban afiliadas a Emakume, tuvieron como uno de sus cometidos principales el mantenimiento de los servicios religiosos, tanto en el frente como en la retaguardia. Cumplieron así, como dice Lorenzo Sebastián, un cometido político muy importante, al contribuir a poner en entredicho en el ámbito internacional el carácter de "cruzada" que el ejército franquista trataba de dar a su sublevación.

El organigrama organizativo de las agrupaciones de mujeres del sector republicano experimentó modificaciones durante la guerra. En lo que se refiere a las nacionalistas vascas, las afiliadas a ANV y las que estaban integradas en el grupo Jagi-Jagi se dotaron de una estructura orgnizativa que anteriormente no habían tenido, y que en caso del grupo Jagi-Jagi< daría lugar a la creación, a principios de 1937, de la organización Aberri Emakume Batza, filial de Euzkadi Mendigoxale Batza. Su afiliación no llegaría a ser importante. Emakume Abertzale Batza, por su parte, cuando apenas si quedaba Bilbao bajo control republicano, se reestructuró y adoptó una organización piramidal, muy eficaz para transmitir rápidamente las consignas de la dirección a la base, y acorde con las desesperadas condiciones por las que atravesaba el bando republicano. Pero en relación con el cambio en el papel de las mujeres fue más importante el proceso organizativo de las mujeres del Frente Popular, entre las que estaban también las afiliadas a ANV.

  • Frente Popular.

En este sector, al que la historia no ha dedicado aún un análisis en profundidad, hay que destacar el desarrollo de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, que modificó su nombre por el de Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), se dotó de un Comité Nacional vasco y publicó en Bilbao el semanario Mujeres, desde el 6 de febrero de 1937 hasta la ocupación de la villa por el ejército. En esta agrupación estaban integradas las distintas organizaciones de mujeres del Frente Popular: las organizaciones vinculadas a los partidos obreros (comunistas, socialistas y anarquistas), las organizaciones autónomas como Unión Femenina Republicana, y las nacionalistas de ANV. Emakume Abertzale Batza y Aberri Emakume Batza rechazaron la invitación a participar en esta organización unitaria. Las anarquistas, además, crearon su propia organización: Mujeres Libres, que seguía el modelo de organización del mismo nombre creada en Barcelona. Las mujeres del Frente Popular trabajaron también, al igual que las nacionalistas confesionales, en cometidos de asistencia social, cuidado de los heridos, organización de comedores y creación de talleres de confección de equipos de guerra. Dentro de esa labor asistencial estaba, por ejemplo, la sección de lavado de ropa de los milicianos sin familia, organizada por Mujeres Libres. Pero las condiciones excepcionales de guerra les permitieron acceder a ámbitos insospechados en otras circunstancias.

Al comienzo de la guerra, algunas de ellas, fundamentalmente anarquistas, acudieron a las primeras líneas de combate vestidas con el mono azul y con el fusil al hombro, con el fin de participar directamente en la lucha. Así mismo, cuando comenzaron los trabajos para fortificar Bilbao, la organización de mujeres antifascistas organizó las Brigadas Femeninas de Fortificaciones, que colaboraron en la construcción del "cinturón de hierro". Pronto, sin embargo, las mujeres serían alejadas del frente y, sobre todo, de una actividad, la utilización de las armas, que entraba en flagrante contradicción con el concepto de mujer imperante. La figura de la miliciana, muy visible socialmente, auque muy minoritaria, fue imcomprendida y rechazada.

Asumiendo que el cometido de las mujeres quedara limitado a la retaguardia, la Agrupación de Mujeres Antifascistas trató de unificar y organizar eficazmente el trabajo de éstas en torno a tres ejes: intensificación del trabajo para equipar el frente, desarrollo de la lucha ideológica y sustitución de los hombres movilizados en los puestos de trabajo que habían dejado vacantes al tomar las armas. Esto suponía abandonar uno de los nuevos espacios sociales que las mujeres habían comenzado a ocupar: el militar, pero les permitía mantener y desarrollar la ocupación de un sector importante de la actividad pública. El eje laboral era la oportunidad de avanzar en la implicación en el trabajo asalariado, la lucha ideológica les permitía seguir llevando a cabo una actividad política, y el trabajo realizado por algunas de ellas con el pico y la pala en las fortificaciones era un símbolo del nuevo papel de la mujer. Por otra parte, la confección de prendas de vestir para los combatientes, el lavado de su ropa, la elaboración de la comida para los refugiados y la organización de su alojamiento, siendo las mismas tareas que llevaban a cabo a pequeña escala en el hogar, se realizaron en su mayor parte de forma colectiva y con una proyección social, y dieron pie para que algunos sectores muy minoritarios, pertenecientes a la organización Mujeres Libres, propusieran a través del periódico CNT del Norte la generalización de ciertos servicios, como los comedores colectivos, con el fin de que las mujeres pudieran "emanciparse de la tiranía del hogar".

  • Postguerra.

Terminada la guerra, el nuevo régimen del General Franco anuló los avances que las mujeres habían realizado en el ámbito público, institucionalizando la Sección Femenina de Falange con la misión de reimplantar el viejo modelo de mujer recluida en el ámbito doméstico. Las mujeres comprometidas con los partidos defensores de la República, disueltas sus organizaciones, sufrieron el exilio o una dura represión, subrayada por la utilización de recursos humillantes y vejatorios (rapado de pelo, aceite de ricino, etc.). A pesar de ello volvieron a agruparse en apoyo al Gobierno de la República y al Gobierno Vasco en el exilio, y para secundar a los partidos que habían pasado a la clandestinidad. Cuatro nacionalistas vascas, de distinta procedencia dentro del País Vasco, entre las que se encontraba la vizcaína Teresa Verdes, serían condenadas a muerte en 1941, por participar en la red de ayuda a los presos, información y espionaje organizada por el Gobierno Vasco. La sentencia finalmente no se cumplió. En el exilio, las mujeres colaboraron activamente en la propaganda contra el régimen del general Franco, especialmente mientras se mantuvo la esperanza de su derrota a manos de los aliados en la II Guerra Mundial. En esta labor de propaganda en el ámbito internacional, destacó con su brillante oratoria la comunista vizcaína Dolores Ibárruri.

MUS