Después de unos iniciales pasos en el campo de la pintura, la escultura es el medio más empleado durante los ochenta. En este período forma parte del grupo de la nueva escultura vasca, junto a Bados, Moraza, Irazu y Marisa Fernández. Un colectivo que renueva los planteamientos formales y conceptuales del movimiento de Escuela Vasca impulsado por Oteiza, tratando de generar un puente entre la noción vanguardista del arte y la condición posmoderna. En las décadas posteriores una conciencia barroca y el fragmento deconstructivo le lleva a adoptar otras soluciones plásticas, ampliando los medios a la fotografía y el vídeo. Muchos han sido los críticos, historiadores y artistas que han analizado la obra de Badiola. Simón Marchán en su texto "Badiola: en los intersticios de lo moderno", escribe:
"Parafraseando al propio Badiola, me permitiría aplicarle a sus esculturas lo que el mismo percibe en las de Oteiza: En este tipo de procedimientos se implica una praxiología que si bien sitúa un reglamento, un modo de funcionar racional, no se sacrifica por ello al contenido vital, la respiración de las esculturas como auténticos seres vivos"
(Catálogo exposición BADIOLA, Txomin. Esculturas=Sculptures 1990-1993, Nave Sotoliva de Santander, 1993).