La tracción animal fue el sistema de transporte tradicional utilizado en la explotación de la zona minera vizcaína, cargándose el mineral sobre rastras y carretas, que tiradas por yuntas de bueyes y mulas, lo acarreaban hasta los cargaderos de la Ría y las fábricas que lo demandaban. Según Aldama (Aldama, 1851, p. 369), a mediados del siglo XIX, se empleaban en estas tareas cerca de un millar de animales de tiro. Pero a partir de 1880 se inició su paulatina sustitución por los planos inclinados, los tranvías aéreos y los ferrocarriles. Sin embargo, los caballistas seguían figurando en la plantilla de la Orconera Iron Ore C. en 1948.
El desarrollo de los ferrocarriles Mineros se vio favorecido por la promulgación de la Ley General de Ferrocarriles de 1855, siendo el primero de la zona minera vizcaína, el de Triano, construido por la Diputación de Vizcaya e inaugurado en 1865 con un recorrido inicial de 8 Km., que unían Ortuella y los muelles de San Nicolás de Sestao y que en 1990 se ampliaron a 12,8, con la prolongación hasta Muskiz y enlace con la línea Bilbao-Potugalete. En las décadas siguientes se construyeron varios más, entre otros, el del Regato (1873) por la Luchana Mining y que cinco años después, llegó a tener 12 Km.; el de Galdames (1876), de la compañía inglesa Bilbao River Cantabrian Railway, el más largo, con 22,4 Km.; y el de la Orconera Iron Ore (1877), de 13,8 Km. También es destacable el ferrocarril de la Franco-Belga (1880), que con 7 Km, fue el más corto. Pero ninguno contribuyó al desarrollo de la zona minera, como el de Triano, no solo por ser el que más toneladas de mineral transportó, sino por su función reguladora de los precios. Además fue una excelente fuente de ingresos para la Diputación de Vizcaya (La cuenca minera, 1994).
Los ferrocarriles mineros exigieron nuevos oficios con características específicas que los diferenciaban de los que ya eran habituales en los trenes existentes. Entre los mismos destacaban los "galgueros", que a las órdenes de los conductores, eran los encargados de frenar los vagones. Su trabajo, que requería agilidad y seguridad, se desarrollaba al aire libre, sin otra protección que su ropa de trabajo, viéndose obligados a asumir importantes riesgos.