Concepto

Antropología Social

Al igual que ocurriera en otras partes de Europa, en el País Vasco hay restos humanos prehistóricos en prácticamente todas sus fases de desarrollo. De acuerdo con Barandiarán, por ejemplo, los restos que dejaron los hombres del paleolítico muestran las tres fases que se dan en la Europa occidental (1976, XI, 361). Señales de su presencia las hallamos en la frondosidad de algunos de sus montes, en las escondidas cuevas, menos en sus partes llanas. Aranzadi, Barandiarán y Eguren, "los tres tristes trogloditas", en expresión de Barandiarán, dedicaron años y esfuerzos a descubrir, describir y catalogar numerosos dólmenes, menhires y restos fósiles.

De acuerdo también con Barandiarán, es en el neolítico cuando se da una transformación importante de las formas de vida y de la cultura material. Aparecen la ganadería y el pastoreo y se adopta la agricultura en su forma más rudimentaria. Estas nuevas formas coexisten con los cazadores y pescadores del período anterior.

Nada más alejado de la realidad que imaginar a estos grupos aislados, encerrados en los angostos valles o en las escarpadas laderas del País Vasco. Existe constancia de influencias de otros grupos, lo cual lleva a pensar que llegaron gentes provenientes de otros lugares. La arquitectura dolménica, al parecer, originaria de Portugal; el vaso campaniforme y el uso del cobre llegados por influjo de la cultura de Almería; las creencias y cultos naturalistas, propios de la religión aria, así como los de tipos de hachas de piedra y de cobre y bronce, importados de los pueblos septentrionales, etc. (Barandiarán 1976, XI, 396-397), son, en concreto, algunos de los instrumentos, materiales y creencias que, presumiblemente, coexistieron con los ya existentes.

Barandiarán cree que el cristianismo fue adoptado muy pronto (1974, V, 4 44). Otros no están tan seguros y los hay quienes afirman que el cristianismo fue introducido tardíamente. La religión de los vascos anterior al cristianismo ha sido objeto de las más variadas teorías e interpretaciones, al igual que las religiones de otros pueblos en el resto de Europa.

Sobre la primitiva religión de los vascos se escribió mucho en las primeras décadas del siglo XX. El P. Urroz recoge muchas de ellas en el Primer Congreso de Estudios Vascos, celebrado en Oñati en 1918. Defensor de la teoría de la degeneración que aparece en Inglaterra en el último cuarto del siglo XIX, el P. Urroz cree que la antigua concepción monoteísta "fue descomponiéndose (...) hasta la degradante fabricación de Dioses falsos, porque Dios en justo castigo de desobediencia entregó a los hombres a sus inmundos apetitos, en medio de los cuales se vieron, sin embargo, forzados a conservar su sentir religioso, aunque cada vez más extraviado". (1919, 507). Por las mismas fechas, Pío Baroja imagina a Urtzi Thor como el dios de los vascos y considera su religión como la más alejada a la de Jaungoikoa. La de Urtzi Thor es una religión pegada a la vida, a la acción. La religión de Jaungoikoa, por el contrario, es una religión destructora de la vida y de la acción. Donde más claramente aparece esta visión de Pío Baroja es en Jaun de Alzate, escrita en 1922 (Cfr. Azcona 2001, 21-42). Sea cual fuere, sin embargo, la antigua religión de los vascos y la época de la introducción del cristianismo, lo cierto es que hasta fechas relativamente recientes han coexistido en el País Vasco enraizadas creencias en seres, candorosos unos, como las lamias, y cargadas de perfidia y de inocencia otras, como las brujas, con las creencias y doctrinas más severas del cristianismo.

En tiempos ya más próximos y mejor documentados que la prehistoria, en el País Vasco aparecen nuevos grupos de hombres que se desplazan desde grandes distancias, aunque no se conocen bien las causas que provocaron tal movilidad; tampoco las motivaciones. Los escasos restos hallados no permiten atestiguar su corta o larga permanencia.

Algo similar ocurre en los primeros siglos de la era cristiana. Entre las tesis defendidas por unos y por otros de que fueran "invasiones" o simples "incursiones esporádicas" (J. Caro Baroja, 1978, 26), cabe plantear la hipótesis de que unos se quedan un tiempo y luego desaparecen; otros, en cambio, se quedan y emprenden con los habitantes del país tareas nuevas, quehaceres nuevos.